Durante esta edición de 080 Barcelona Fashion son varias las sorpresas y novedades que hemos podido encontrar, y una que hemos estado esperando con ganas es la participación de un par de marcas madrileñas a las que les hemos tenido el ojo encima por mucho tiempo. Una de ellas es Reparto. La propuesta ideada por Margil Peña y Ana Viglione aterriza en la pasarela catalana por primera vez y lo hace con una colección inspirada en la realidad y en lo cruda que puede llegar a ser, particularmente para los creativos emergentes. En Reality Show se nos enseña con la particular y única esencia de la marca cómo sobrevivir de la moda es un show en sí mismo.
Reparto se ha hecho un nombre gracias a la intención y conceptualización de una propuesta que destaca por su universo narrativo consistente y llamativo, donde lo que vemos en las pasarelas va más allá de una sucesión de prendas, sino que con la creación de personajes y de historias en las que habitan se nos implica en su mundo de una forma similar a como lo hace una película o una serie. En esta ocasión, el punto de partida son los reality shows, un formato del que muy seguramente todos tenemos nuestro favorito y el cual eleva realidades cotidianas a niveles exagerados, dramáticos y generalmente altamente adictivos.
Cada uno es el protagonista de este reality al que llamamos vida, y la de Margil y Ana ha sido una como la que cualquier creativo que trata de sobrevivir de su arte y pasión ha tenido que sufrir. El compromiso, el bloqueo, lo efímero, las horas infinitas en taller o las manías, ¿te suena? A nosotros también. Es por esto que esta colección, más allá de lo ingenioso de su concepto o de su atractiva propuesta estética, representa una realidad que para muchos parece estar llena de purpurina y brillo, pero que, en realidad, de eso poco o nada. La camiseta oversize que abre el show con el gran lema ‘fashion victim’ es la perfecta representación física de esta idea. Sí, trabajamos en moda, ¿pero a qué costo?
Lo que sucede a continuación son una serie de looks donde se describe no sutilmente, pero sí con gusto, la historia de un diseñador de moda que empieza por el principio; desde el maniquí desnudo que resulta ser nuestro mejor amigo y nuestro peor enemigo a partes iguales, telas que envuelven el cuerpo sin forma incipiente en un inicio, pero que poco a poco se ciñen a él, empezando a tener forma de algo a lo que se puede llamar prenda, tirantes mal puestos que al caer dejan entrever la construcción interior de las prendas o drapeados y plisados que elevan la moral del creador gracias a su pomposa y resultona apariencia.
La almohada en la que pocas veces descansa la cabeza de los diseñadores tiene su momento estrella con un look en el que el vestido simula una sábana envuelta alrededor del cuerpo que puede llegar a ser lo más cerca que estamos a unos hábitos del sueño saludables; los maquillajes imperfectos y gastados dan cuenta de esta falta de rutina. El maniquí que un comienzo era nude se torna negro, pierde estructura y, por qué no, glamour. Mientras tanto, una cámara y un técnico de sonido, micrófono en mano, van caminando descaradamente justo detrás, rompiendo la cuarta pared. El rostro que antes estaba un tanto demacrado ahora lo está completamente, con un ‘End’ en la frente que sintetiza esa idea que a todo creativo se le ha pasado por la cabeza: “Voy a acabar este proyecto, o este proyecto va a acabar conmigo”.