Desde estar componiendo con doce años hasta la metamorfosis musical que llevó a Claudia Vega a crear su alter ego musical, Orovega. La música como un arte sanador, un bálsamo para las cicatrices. Así lo expresa en su último EP, Negocios, publicado hace poco más de un mes. ¿Su máxima inspiración? Su familia, sus raíces y su bagaje cultural.
Te descubrí por Instagram y me quedé fascinada con tu trabajo. ¿Cómo surgió la idea de iniciar Orovega? ¿Era tu sueño desde pequeña?
Siempre he hecho música, desde pequeña. Compongo desde que tengo doce años más o menos y siempre he tenido mis canciones como parte de mí. Pero es cierto que era más cantautora e iba con mi guitarra a dar conciertos. Sacaba música, pero como Claudia Vega, desde los diecisiete. Luego me fui a estudiar a Sevilla y empecé a meterme en otras músicas, a querer explorar distintos sonidos, y eso sí que me pidió crear un alter ego donde pudiese descubrir lo que realmente quería hacer en la música. Y es así cuando surge Orovega.
En otras ocasiones has explicado el porqué de Orovega. Vega, tu apellido, y Oro, un gran símbolo en la historia de tu familia. Cuando vienen a España, deciden cambiar la moneda marroquí por oro, buscando seguridad y valor en este material. ¿Te gustaría que tu música se convirtiera en una moneda de cambio?
No creo que la música sea una moneda de cambio pero sí que es un valor que tenemos y utilizamos para distintas cosas. De hecho, todo el EP de Negocios gira en torno a esa idea de la comercialización de la música pero no solo desde el aspecto de números e industria, sino más como la comercialización de la música como algo sanador, un bálsamo, un remedio que utilizamos todos. Y sí, siempre estaba esa idea de que mi música fuese un valor seguro. Que yo mirase para atrás y sintiese una riqueza de tenerla conmigo.
Siempre has dicho que con tu familia tienes un vínculo muy especial.
Sí, creo que es la mayor inspiración para mí en todos los sentidos. Ambas partes de mi familia, pero sí que la parte materna tiene un bagaje cultural que es realmente uno de los principales motores para crear, descubrir y buscar en mis raíces.
Defines tu imaginario como ecléctico y estás constantemente bebiendo de fuentes distintas  para idear un arte diverso y en constante evolución. ¿Prefieres esta búsqueda indefinida o encontrar tu sonido?
Mmm… Ninguna de las dos. Yo creo que, ahora mismo, me llama el hacer una cosa más limitada en el sentido de que no sea tan dispersa. Quiero buscar con menos herramientas porque creo que muchas veces, cuando te pones algunas limitaciones, también puedes hurgar y sacar cosas muy interesantes. Encontrar mi sonido tampoco es una cosa a la que yo aspire, de hecho, espero no encontrarlo nunca porque es lo que me mueve a seguir explorando. Va por épocas, a veces siento que quiero abarcar muchas cosas y eso se ve reflejado en una música muy ecléctica. Ahora que estoy mirando más hacia dentro pues siento que quiero algo más limitado y que me dé más posibilidades de mirar profundamente.
La multiculturalidad forma parte de ti. ¿Qué cultura crees que ha influido más en tu proyecto?
Eso es muy complicado. Hasta los diecisiete años viví en España, y además tengo esa doble cultura en casa: en la de mi padre lo español, y en la de mi madre también lo español pero desde otro punto, lo sefardí. Así que no lo sé, creo que lo que más me inspira es la fusión, la mezcla, el mestizaje. Al final, el mundo es un mosaico inmenso y, de repente, consigues algunas piezas para completar ese puzzle que nunca se completa. Eso es lo que más motiva. No creo que haya cultura por encima de ninguna otra, simplemente que cuando descubres una en profundidad, es fascinante ver la riqueza que tiene.
Sí, no te paras a pensar qué sonidos vas a poner en tu proyecto, sino que sale natural, de forma orgánica, porque forman parte de ti.
Sí, totalmente. No digo, ay, voy a meter este elemento de la cultura sefardí y este otro elemento de ahí… De hecho, siempre me dicen que mi música tiene muchas pinceladas flamencas pero yo respondo que no tiene nada. Lo único que tiene es, a lo mejor, algo en la instrumentación, también porque en el estudio todos los músicos con los que suelo trabajar son flamencos. Pero no es una cosa que salga de forma voluntaria. Al revés, es lo que pida la canción. Si pide un elemento que es característico de una cultura, pues se mete.
En épocas oscuras y malas siempre solemos recurrir a aquello que nos aleja de esa sensación y que nos aporta luz. Has comentado abiertamente que has sufrido depresión y un trastorno alimenticio. Fue el no poder cantar bien lo que te alarmó y supiste que necesitabas ayuda profesional. ¿Fue la música una gran aliada para salir de todo eso?
Te mentiría si dijera que sí. En verdad no podía hacer música, estaba bastante bloqueada, pero siempre miro esas experiencias como lo que me ha llevado al punto presente. El querer hacer música y tener esa inquietud creativa sí que me llevó a querer sanar cuanto antes para poder seguir creando y sintiéndome libre para hacerlo. No fue el cantar el que me trajo ese rayo de luz, pero sí esa inquietud que me hizo querer pasar a otra etapa.
Pienso que la salud mental está dejando de ser tabú y se le está dando la importancia y voz que merece. Sobre todo, nuestra generación. ¿Cómo ves este cambio?
Es delicado porque creo que, a la vez que se está abriendo un poco el debate sobre la salud mental, hay otra cosa que no nos preguntamos tanto que es de dónde vienen tantos problemas relacionados con ella. Siempre miro –o intento mirar más– la raíz del problema. Creo que también hay una gran desconexión, una gran crisis de identidad espiritual. No sé, siento que cada vez que hablo con gente de nuestra generación, e incluso de otras, hay una falta de propósito, de claridad, de motivación. La sociedad, dentro de que cada vez parece que hay más libertades, me da la sensación de que también nos priva de muchas otras cosas.
Estar tan rodeados de tecnología, de estímulos constantes, nos priva de una riqueza interior muy grande. Creo que el debate sobre salud mental también debería ir hacia ese lado, pensar qué es lo que nos está alejando tanto de nuestro centro, de sentirnos bien con nosotros mismos y de poder conectar con una cosa que sea más grande que nosotros para poder tener un propósito vital más coherente.
Siguiendo con tu carrera, eres compositora, productora y cantante. Formas parte de todo el proceso creativo, desde la letra hasta lo visual. ¿Cuál es la parte que más te gusta? ¿Con la que más disfrutas?
Creo que las letras, y también me gusta mucho cerrar el círculo. Es cierto que me gustan todas las etapas, pero estas dos siento que son las que más ilusión me hacen. El finalizar. Cuando ya está la canción terminada, meterle ese aspecto visual me encanta. También me encanta la materia prima, el primer concepto de la canción, la letra, la temática, el ambiente , etc. El principio y el final. Lo del medio me aburre un poco (risas).
Muchos artistas tenéis el propósito de emocionar con vuestra música y que la gente pueda sentirse identificada. ¿Cuál crees que es la clave para conseguirlo?
Creo que es cuando conectan la temática y la intención, el fondo y la forma. Cuando es coherente lo que quieres decir con la manera en que lo estás diciendo. Sea triste o alegre, que la emoción que tú quieras trasladar al público vaya en línea con la forma en la que le estás dando la canción. Entonces, ahí, es cuando pasa la magia y consigues emocionar.
En El pregón mencionas el Kintsugi, una técnica japonesa que consiste en reparar los objetos rotos, especialmente de porcelana o cerámica, con oro. El resultado se considera incluso más bello que el original, le da una historia, una temporalidad, una fragilidad y a la vez una fortaleza renovadas. ¿Se trata de una referencia a tu mejora interior después de sufrir y pasar por tanto? 
Es una cosa con la que creo que todo el mundo puede conectar porque, al final, todos tenemos cicatrices. Mirando hacia atrás, te sientes orgullosa de haber pasado por todo eso y de sentirte más fuerte a través de todas esas vivencias. Así que te sientes un poco eso, una pieza reparada pero que ha tomado una nueva vida y que es más sólida. A mí me hace sentirme identificada esa metáfora, pero creo que es una cosa muy extendida que todo el mundo puede sentir.
Me da la sensación de que tus letras nacen de forma impulsiva, visceral. No hay tanta premeditación en la letra ni tampoco en la producción. ¿Voy por buen camino?
Sí, sí que es un poco así. Creo que soy muy de impulsos, de meterme y sacar una cosa. No es tan mental mi proceso, es un poco más caótico. Me meto, tengo unas ideas, unas sensaciones, paso mucho tiempo conmigo misma, buscándome, pero luego, a la hora de ponerme a hacer música, sí que es un poco como vaya saliendo. Es más inconsciente.
Hablas mucho de tu madre, tu mano derecha, lo haces todo con ella. ¿Cómo es trabajar juntas?
Mi madre es increíble. Tiene una energía… es una locura. Es incansable. Está siempre motivándome, ayudándome con todo. Sobre todo con los videoclips porque ella viene del mundo del cine, se ha dedicado siempre a la producción, entonces hace la de mis videoclips. Luego también es fotógrafa, la mayoría de las fotos me las hace ella. No se mete tanto en la parte musical porque le da mucho respeto el estudio, pero en la parte visual sí que me ayuda mucho.
Trabajar con nuestras madres siempre es un regalo.
Totalmente. Al final somos de ellas y es muy bonito verte también a través de ellas. Trabajar con alguien así a mí me inspira mucho, me hace querer ser mejor profesional, trabajar más duro y con buena actitud siempre porque ella siempre la tiene.
¿Tienes una colaboración soñada?
(Risas) Siempre digo Dellafuente. Hasta que no lo consiga… Pero me gustan muchos y muchas artistas. Me gustaría colaborar con muchísima gente. Ahora estoy mirando mucho lo que se está haciendo en México, artistas como Natalia Lafourcade o Silvana Estrada, aunque también gente que hace más cosas dentro de lo convencional mexicano como Grupo Frontera, Grupo Firme o Los Ángeles Azules. Me gusta mucho el panorama del país. Y, de hecho, estoy trabajando con bastante gente de ahí ahora mismo.
Y, después de tu EP Negocios, ¿qué podremos ver de Orovega? ¿Qué tienes entre manos?
Pues lo próximo será una colaboración. Este año iré sacando sencillos y colaboraciones que tengo, pero sí que estoy trabajando en un proyecto más largo, lo que sería un álbum. Tengo ciertas ilusiones, me apetece hacer algo más orgánico, más sencillo pero más profundo.
Orovega_4.jpg