Seguramente os suena su cara por la serie de Netflix Las de la última fila, pero la verdad es que Itsaso Arana es mucho más que una actriz. También es escritora y, ahora, directora. De la mano de la productora Los Ilusos, este 25 de agosto se estrena Las chicas están bien, las primera película completamente dirigida y guionizada por la cineasta española en donde también interpreta un papel. Como diría Paquita Salas, esto sí que es una artista tres sesenta. Aprovechando la ocasión, hablamos con Itsaso para saber más de este último proyecto, un largometraje que se mueve entre la ficción y el documental en donde se exponen vivencias personales de las cinco actrices protagonistas. Una loca, una princesa, una escritora, una sabia… incluso un sapo y una niña con un guisante. ¿Fueron felices y comieron perdices?
Hola Itsaso, por fin tu película llega a las salas de cine. Aunque ya se ha podido ver en festivales como en el Atlántida Film Fest o el Karlovy Vary IFF con muy buena acogida, imagino que los nervios siguen ahí, ¿no?
Pues me van y me vienen (risas). De pronto tengo golpes de conciencia como cuando veo un cartel o, el otro día, al ver el tráiler en el cine. Me sorprendo y pienso, ¿esa es mi película? ¿Eso es lo que he hecho? ¡Qué cosa más loca! Pero, al mismo tiempo, lo llevo con bastante naturalidad porque es una película que sé muy bien cómo he llegado a hacerla. La he hecho con mucha conciencia, era muy deseada, y de alguna forma la he hecho entre amigas, con mi familia ilusa (la productora Los Ilusos). Entonces, me siento muy acompañada. Cuando me preguntan cómo ha sido el salto a la dirección siempre digo que no siento que haya sido un salto, sino más bien un pasito casi de baile… No deja de ser una variación más de mi forma de expresarme. No siento que sea una cosa ideal o espectacular, sino algo natural. O sea, es algo que me esperaba pero que a la vez no parece real, tiene algo de cuento, algo de mágico. Sí que impresiona un poco, en el mundo del cine (y del arte en general) a veces hay una falta de relación con la realidad. Sin embargo, siempre intento entender que este trabajo tiene sus subidas y bajadas, que hay momentos en donde tienes que dar la cara por tu trabajo, y que eso también es hermoso y parte del curro.
Aunque haya sido como un pasito de baile, debe haber sido difícil pasar de solo actuar a dirigir e interpretar en la misma película. ¿Cómo fue grabar Las chicas están bien? ¿Qué tal fue la experiencia?
Yo venía dirigiendo teatro y escribiendo en colectivo, entonces sí que tenía la experiencia previa de haber actuado en cosas que había escrito. Por ejemplo, en La virgen de agosto, que coescribí con Jonás Trueba y donde también actué. Pero con Las chicas están bien sí que hubo un buen salto al tener que actuar a la vez que dirigir. Siempre considero que hacer esta película ha sido un atrevimiento y casi una desobediencia hacia mis propias ideas de mí misma. De decir, puedo hacerlo. El otro día, escuchaba a otra cineasta decir: “Nunca te sientes preparada, nunca es el momento…”. Y había algo de sentir que nunca iba a estar preparada, pero al mismo tiempo sabía que era el momento de hacerlo. No podía pasarle la dirección de algo tan personal a otra persona y pensé, voy a tener que hacerlo yo. Lo de actuar en la propia película también fue algo natural que sentía que era intransferible, tenía que ver con seguir escribiendo dentro del plano. Creo que sí, que conseguí encontrar un equilibrio curioso y que era muy a mi medida, poder estar dentro de la película como actriz pero manteniendo el rol de directora dentro de la ficción. Estar entre la cámara y las actrices me permitía seguir escribiendo la película dentro del plano constantemente, proponiéndoles juegos, dinámicas, preguntas, cuestiones… Creo que hace que la película se sienta (espero) más fresca, ligera y vibrante. ¡Que esté viva!
¿Tienes alguna anécdota así divertida/curiosa del rodaje?
La verdad es que fue un rodaje muy mágico (risas). Y no lo digo yo, ¡me lo dicen! De vez en cuando me sigo encontrando a mi equipo y me preguntan, “¿qué echaste en el aire? ¿Qué pasó ahí?”. Realmente fue un rodaje de muy poquitos días en un lugar maravilloso, en esa casa de Astorga. En cuanto encontré la casa, decidí hacer la película. Sentía que había estado escribiendo sin saberlo para esa casa, siempre se lo digo a Mercedes, la mujer que sale también como dueña de la casa, la dueña real. Le escribí un personaje a ella también porque sentía que mágicamente había estado haciendo el departamento de arte durante veinte años. Ha levantado esa casa con sus propias manos, la ha reformado entera y pensé, esta mujer y esta historia de vida tienen que estar en la película de alguna forma.
También hubo algo muy bonito, yo había escrito que había unas fiestas del pueblo en el guion original, ya que a mí me encantan las verbenas, y fue muy curioso porque al final todo encajó para que, el único fin de semana que se podía grabar, fueran las fiestas de Nistal. ¡Eso sí fue mágico! Fue una coincidencia por una cosa de fechas, de actrices y de todo y fue como una señal, fue increíble cómo el pueblo entero se involucró en medio del rodaje. Todo fue súper adrenalínico porque yo no sabía si estábamos rodando o no, era loquísimo. En un momento, toda la plaza del pueblo estaba saltando con nosotras y en ese instante pensé que era la mejor figuración del mundo. De hecho, hay muchas miradas a cámara, pero me gustan como están; hay asombro. En un momento, empiezo a hablarle a una chica del pueblo y era como una cosa de ¿estoy dentro de la película o no? Había cierta extrañeza, como suele ocurrir cuando cinco chicas de ciudad van a un pueblo muy pequeño, un poco esa cosa de cinco marcianas caídas de no se sabe dónde que me gustaba. Era realmente el rol que tenían los del pueblo: ¿estos del cine quiénes son? Esa extrañeza amigable que está reflejada en la película.
Además, ese día con Laura Renau, la de vestuario, hablábamos de que queríamos ir vestidas modernas, como rarísimas, medio marcianas (risas). Me gustaba mucho esa cosa casi frívola de me visto como sea porque son las fiestas del pueblo. Yo siempre me he sentido un poco marcianilla en mi pueblo y me gustaba el contraste, me hacía gracia, pero no desde una posición de superioridad del tipo, ay, las de ciudad. Los del pueblo fueron maravillosos, se montaron al carro perfectamente.
¡Y yo que pensaba que la fiesta era montada! Como bien dices, ya habías tanteado el mundo de la escritura coguionizando películas como La virgen de agosto junto a Jonás Trueba, pero nunca antes habías dirigido una película. ¿Por qué ahora? ¿Qué es lo que te hizo querer probarlo?
Sí, es verdad que se alinearon algunos astros, pero era un anhelo que yo venía arrastrando desde hace mucho, mucho tiempo. Yo siempre había creado en colectivo o en pareja, nunca me había atrevido a guiar o liderar algo por mi cuenta. Sin embargo, tenía la necesidad imperante de hacer algo mío, completamente mío, mejor o peor pero mío. Tenía una necesidad muy profunda de hacer eso, lo estaba cocinando dentro de mí y reuniendo el valor. También, vitalmente, sí que sentía que estaba en un momento donde podía empezar a dar. El proyecto nace de una vivencia muy particular que pongo también en la película: la asistencia a la muerte de mi padre con las mujeres de mi familia, con mis hermanas. Sentí que yo tenía que contar aquello. Había algo de esa imagen que se había reverberado dentro de mí, que me había cambiado la vida, que me gustaba compartir; pero no de una manera dramática o solemne, sino de una manera humana. A veces, es como que la experiencia de la vida y la muerte te dan ganas de vivir, como cuando comprendes algo y te da una nueva perspectiva y te das cuenta de que es increíble estar viva y no hay tanto tiempo que perder, hay que hacerlo ahora. Creo que el contacto con las cosas más profundas de la vida te dan valentía también.
Sí, siento que hay mucha realidad en la película. Al verla, no podía parar de cuestionarme si lo que se estaba contando era verdad o no. La historia que se narra podría ser perfectamente una anécdota verídica y, además, rompes con la cuarta pared e integras elementos de la vida real en la ficción del largometraje. Por ejemplo, utilizas los nombres reales de las actrices (Bárbara Lennie, Irene Escolar, Itziar Manero, Helena Ezquerro y tú misma). ¿Qué es real y qué es ficción en Las chicas están bien? ¿Esta sensación entre documental y película es algo totalmente buscado?
Sí, qué bien que lo hayas percibido así. Es verdad que la película es mitad ficción, mitad documental. Siempre digo que las actrices de esta película son completamente irremplazables, es una sensación que no solemos tener, siempre somos reemplazables, pero yo escribí para ellas. Hice unas entrevistas filmadas antes de escribir el guion en donde recopilamos una especie de anecdotarios y sentía que esta era una oportunidad de convertir nuestras lecciones de vida en legado. Al final, como digo en la película también, las pelis son cartas al futuro y había algo de decir, bueno, estos son los saberes que he reunido hasta ahora. Creo que tratarnos a nosotras mismas como posibles personajes de ficción también tiene algo mucho más rico, y sentía que lo que ellas iban a aportar a la película siempre iba a ser mucho más interesante, hondo y particular que lo que yo pudiera escribir. De todas formas, sí que está ficcionada en el sentido de que la película está súper escrita, pero sí que parte de estas entrevistas filmadas y de mi conocimiento previo sobre ellas. No dejan de ser amigas y actrices admiradas que yo quería que estuvieran en la película, ellas y sus lecciones de vida. Entonces, hay mucho de ellas y han sido muy generosas, se transparentan mucho en el film. Para mí era importante también eso, abocetar la película. Es una producción muy pequeña, de unas quince personas, donde Los Ilusos hacen una apuesta financiera de bajo presupuesto, en poquitos días, pero sin embargo siento que es una especie de pobreza de lujo. Creo que no hubiera salido de la misma manera si hubiera esperado cuatro años a poder financiar la película y hacerla con más medios. Tenía lo que necesitaba, pero sí que es un cine positivista. Es decir, con esto que tengo, hago la película. Cuando lo explico así, como azares o coincidencias, creo que son azares buscados también. No es un conformarse, sino un abrazar lo que te encuentras. Tengo un lugar maravilloso, tengo unas actrices maravillosas, a un equipo técnico de un montón de mujeres súper jovenes, que también fue una apuesta porque yo no las conocía, fue todo tirar mucho de intuición y después de mucha fe y confianza. La película no será perfecta, pero tiene que ser auténtica.
Ahora, mientras estabas hablando, no podía parar de pensar en el mundo del teatro, de donde vienes. Abrazar lo que está pasando encima del escenario y aceptarlo, seguir para adelante actuando porque no existen los cortes, lo que quiero decir es que se nota tu background en la película también.
Sí, es verdad que el teatro da como mucho sentido de colectivo, del momento. Creo que después, el cine tiene esa cosa maravillosa de que puede captar la vida como abocetada, los comportamientos en planos cerrados. Los materiales del cine pueden ser más frágiles porque pueden captar un montón de sutilezas del comportamiento humano. Al principio, había escrito Las chicas están bien como una obra de teatro, pero después dije, no, no, lo que yo quiero son unas actrices/amigas/personas que se apartan del mundo y se enfrentan a esos materiales para ver cómo ellas entran y salen de estas ficciones, épocas, y géneros (teatro y cine).
Y ya lo has dicho un poco, pero, ¿de dónde surgió la idea? ¿En qué te inspiraste para crear la película?
Pues sí, por una parte viene de esta vivencia que es como una especie de anclaje profundo, pero que no tiene que estar literalmente en la película… o está literalmente en forma de texto, pero no quizá en forma de estado de ánimo. Luego, es una película que nace de un duelo y de otros duelos que traen las otras actrices. Hablamos sobre la orfandad, hablamos sobre la actuación, en el fondo no es nada original la película a nivel temático (risas). Sin embargo, creo que sí tiene algo a nivel de formato que es bastante particular y que ha salido de manera muy orgánica entre las personas que hemos trabajado en ella. Entonces, he ido reuniendo ciertos saberes (mejor o peor) y los he ido poniendo. Como decías, también está el teatro, está mi escuela ilusa en donde he aprendido a hacer películas desde una filosofía de vida muy humana, donde el equipo y la fidelidad por las personas es muy importante. Creo que las pelis de Jonás en las que yo he participado tienen algo de que, cuando las ves, no sientes que el cine es algo muy lejano. Te apetece estar en ellas, te apetece formar parte de ellas y te apetece un poco quedarte a vivir en ellas. Para mí, era muy importante que te apeteciera estar en la película y conocer a esas chicas, estar ese rato con ellas e irte con el corazón un poquito más calentito.
También, me parece muy curiosa la manera en la que tratas la temática de las princesas. Tanto en la obra de teatro dentro de la película, como en la misma película con la metáfora del sapo o el cuento de La princesa y el guisante. ¿Era importante para ti romper con los estereotipos de las princesas sin perder lo onírico?
Sí, me gusta que me hagas la pregunta. Es verdad que es una especie de reapropiación de los cuentos y de ver cuánto resisten nuestros cuerpos contemporáneos a esos disfraces. Creo que hay un montón de ideas asociadas a lo femenino que, a veces, con este despertar maravilloso que estamos teniendo y llevan teniendo generaciones anteriores, desechamos ciertas cosas que nos pueden también divertir y podemos jugar con ellas desde una mirada que no sea patriarcal ni para la que actuamos. Hay una reapropiación del deseo, hay una reapropiación de la feminidad, de la delicadeza que está asociada a lo femenino pero que no tiene por qué serlo. Un reclamo de la vulnerabilidad y de compartir fragilidades, y creo que eso nos puede hacer mejores. Para mí, La princesa y el guisante siempre ha sido un cuento que me ha fascinado e inquietado. Cuando Vivian Gornick, en el libro La mujer singular y la ciudad, volvió a hablar de él, a mí también me despertó. Me di cuenta de que este guisante que he sentido toda mi vida, esta especie de insatisfacción vital, de sentirme demasiado frágil, como si no estuviera hecha para este mundo, puede ser mi fuerza también. Esta fuerza que nace de la fragilidad es nuestra fuerza, pero no quita de la ecuación la fragilidad.
¿Qué es para ti una ‘princesa de verdad’?¿Sería como Irene en la película?
Pues no lo sé (risas). Creo que una princesa de verdad es una mujer o, bueno, un ser realmente que es dueño (dueña) de su deseo, que trata de vivir de la forma más auténtica y que tiene también sus conflictos y contradicciones. Que, a veces, el mundo le duele, pero no por eso deja de mostrarse frágil. Al final, es lo que más nos cuesta, pero tenemos derecho a mostrarnos a veces fuertes, a veces vulnerables y estar en constante cambio.
En toda la película solo aparece un personaje masculino, Gonzalo Herrero, ¿es él el príncipe de la historia?
La verdad es que yo adoro a Gonzalo, llevo trabajando con él desde que tenía ocho años (mucho tiempo). No sé, me siento un poco como su madrina. Cuando le invité a hacer la película y le conté el proyecto, le dije que venía en forma de príncipe despistado. Su personaje era el único que no tenía nombre, se llamaba Joven Foráneo, y también me gustaba que fuera un chico de pueblo. Él estaba contento de formar parte de la película de esa manera, le dije que no venía a cambiar la historia ni el devenir de los otros personajes. Tampoco genera ningún tipo de conflicto, es decir, el papel que le doy a Gonzalo, este príncipe despistado, sí que es un príncipe, pero no cumple con los estereotipos ni con la idea de que un hombre llega a la película y, entonces, cambia los acontecimientos. Se hace un uso del personaje como muchas veces se ha usado a la mujer en otras películas de hombres. Se lo decía a Gonzalo entre risas, vienes aquí a hacer bonito, como tantas veces hemos hecho bonito las mujeres. Si es suficiente papel para algunas mujeres, también puede serlo para algunos hombres. Es una presencia amigable, un chico delicado. Simplemente, se fascina por ellas y de alguna manera no se quiere ir de la casa y ahí se queda y ya está.
Cambiando de tema, también me parece muy interesante cómo reflejas el mundo de la interpretación en el largometraje. Al dividir las habitaciones entre las actrices veteranas (Bárbara e Irene) y las que acaban de empezar (Itziar y Helena), puedes ver muy bien sus distintos momentos vitales dentro de la profesión. Las veteranas ya se conocen y lo viven todo con más calma y distancia, mientras que las más jóvenes reciben el proyecto con mayor entusiasmo y ganas, de una manera más personal por así decirlo. Tú ya llevas un tiempo en esto de la interpretación, ¿has vivido este cambio que se refleja en la película?
Sí, creo que es muy tierno cómo las jóvenes se retratan en la película, también creo que es muy tierno el aprendizaje y la bajada de perjuicios que van teniendo las dos más veteranas con respeto a ellas, quienes traen una sabiduría vital brutal. Hay algo como de compartir los saberes a pesar de los perjuicios que creo que sí que se siente como que el grupo al final es uno, y me gustaba mucho contar eso. Lo que sí que creo que es súper importante es mantener la inocencia, la pureza, el asombro y la curiosidad con respecto a este trabajo y a la vida en general. A veces, esta industria (la del arte en general, pero la de la actuación y las actrices en particular) te endurece un poco la piel. Considero que tiene un lado muy clasista y violento muchas veces, y eso hace que tengas que endurecerte y protegerte.
Entonces, ¿te sientes ya veterana? (Risas).
(Risas). Es un poco donde me metería yo, ¿no? Si en el grupo de Bárbara e Irene o en el de Itziar y Helena, yo creo que soy un poco las dos actitudes, y creo que todas tenemos algo de eso. Pero lo que te decía: sí que me parece muy importante mantener el asombro, la curiosidad y el amor que nos trajo a dedicarnos a esto. Para mí, ha sido un camino muy potente. Cuando estás haciendo otras realidades, ves cosas que igual no te gustan tanto y tú también puedes ir eligiendo. Tampoco considero que haya podido elegir totalmente mi carrera, pero sí que he tenido la fortuna de poder imantar proyectos que tienen más que ver conmigo.
En la película describes a tu personaje (y a ti misma, supongo) como ‘la escritora’. En un futuro, ¿te ves más escribiendo guiones y dirigiendo que interpretando? ¿Ya tienes próximos proyectos en mente?
Pues es que tengo una mezcla de proyectos curiosa. A mí me encantaría seguir actuando porque actuar me fascina, considero que es un arte alquímico, misterioso que me sigue haciendo aprender muchísimo y realmente feliz. Y qué mejor indicativo que ese, ¿no? Si soy feliz actuando, tengo que seguir y ya (risas). Entonces, ahora estoy rodando una serie y estamos escribiendo (coescribiendo) con Jonás y Vito Sanz una peli que también voy a protagonizar. No la voy a dirigir, pero sí la estoy escribiendo y actuando. Después, voy a volver con la compañía de Centro Dramático Nacional y allí no voy a actuar, pero estamos escribiendo mucho. Yo quiero seguir creando y adaptando las disciplinas a mis necesidades y no tener que decidirme ni encerrarme en una sola. Es difícil porque ya es difícil vivir de una sola cosa de estas (risas), pero sí que creo que, en mi caso, es muy orgánico. Siempre he escrito, siempre he actuado, ¿por qué me voy a privar, no? También he tenido el miedo de que si ahora empiezo a dirigir no me van a contratar como actriz, pero siempre he sido una actriz muy particular, quien me vaya a contratar será porque tiene un papel para mí. De hecho, considero que es al revés, ahora como actriz tengo una sabiduría mucho mayor y una solidaridad mayor también con la dirección. Así que mantener este mix es el plan, porque soy todas esas cosas. Durante mucho tiempo he sentido que tenía que elegir, y no, tengo que integrar.
Finalmente, ¿podrías recomendarnos tres películas para acabar el verano con buen pie?
Mira, hay un cineasta que se llama Guillaume Brac que tiene una película que se llama ¡Al abordaje! que está en Filmin. Me parece una película maravillosa para el verano. Después, recomendaría cualquier peli de Sophie Letourneur, que es una cineasta francesa que ha hecho una película que se llama Viaggio in Italia, una especie de revisión de la peli de Rosselini. Pero te diría que cualquiera de Sophie Letourneur, es una gran inspiración por su retrato de la amistad femenina y su desprejuicio y libertad, me encanta. La vida en el rancho (La vie au ranch) o Les Coquillettes, bueno, es que todas me gustan. Y así, la tercera, alguna más actual, te diría que cualquier película de Hong Sang-soo, el director coreano. Justo el día que se estrena Las chicas están bien, que por supuesto Las chicas están bien, por favor, que sea una forma de terminar el verano también (risas), se va a estrenar (y para mí es un honor estar a su lado) su película En lo alto, que es muy recomendable, así que podría ser un bonito programa doble.