Ciudad de Buenos Aires. Un frío otoño o invierno de 2024. Mensajes que llegan del… ¿más allá? ¿Del espacio? A través de una placa metálica que tiene Ana, la protagonista, en su brazo tras un accidente. Su amiga transforma esas vibraciones en una canción traduciéndolas en notas en una partitura, La canción del latido. Un joven militar con el que Ana se encuentra por casualidad le desvela que, en realidad, esas vibraciones son código morse. ¿Y qué sentido tiene todo eso? ¿Quién las manda? ¿Qué quieren decir? Los tonos mayores, el nuevo largometraje de la directora Ingrid Pokropek, deja varias dudas por resolver, pero lo importante es la calidez que transmite su historia.
“Me interesaba que el film estableciera ciertas preguntas, además del enigma alrededor del mensaje, y que esas preguntas se demorasen un poco en ser respondidas”, nos confiesa la directora argentina en esta entrevista. Tras estrenarse en febrero en la Berlinale, la película de Pokropek ha viajado a otros festivales prestigiosos como el de Málaga (España), Mar del Plata (Argentina) o Jeonju (Cora del Sur), donde ha cosechado premios y la buena recepción del público. Desde el 12 de julio, el largometraje debut de la directora ya está en cines españoles, y aprovechamos su visita a Madrid para hablar con ella sobre la película que más le marcó en su infancia, las diferencias entre rodar cortos y largos, lo críptico en el cine y mucho más.
Hola, Ingrid, es un placer hablar contigo. ¿Cómo estás? ¿Qué es lo más destacable que te ha pasado hoy?
Hola, un placer también. Supongo que la pregunta habla de un hoy metafórico, ¿verdad? Si fuera un hoy literal: recién me he levantado en Madrid. No puedo creer el calor que hace. En Buenos Aires, mientras tanto, la gente que quiero está dormida, envuelta en frazadas con cero grados de temperatura. Está siendo un invierno particularmente frío.
En cuanto al hoy metafórico, a este momento en general, lo más destacable que me está pasando es estar viajando tanto, acompañando la película en sus pequeñas aventuras tan lejos de mi casa. Antes de que el cine me lo permitiera, nunca había cruzado el Atlántico. Creo que no hace faltar decir que es bastante caro, que Argentina está ‘en el culo del mundo’ como decimos a veces. Hace unos años, con un cortometraje, viajé lejos por primera vez. Tenía veintidós años y me invitaron a un festival en China. Después de eso, nunca imaginé que el cine iba a hacerme cruzar tantas veces el mar.
El cine es tu mayor pasión: directora, guionista, productora… ¿Recuerdas alguna (o algunas) película(s) que te hicieran pensar, ‘quiero dedicarme a esto de mayor’?
Lo cierto es que fue muy temprana en mi vida la elección de dedicarme al cine, y fue efectivamente por una película en particular. Me da un poco de gracia ahora cuál es la película porque es un film que está muy, muy alejado de lo que estoy haciendo en este momento (ni hablar en cuanto a su producción), pero no te voy a mentir: tenía cuatro años cuando sucedió el crush y el film fue Titanic.
Me acuerdo de que el descubrimiento había sido que con ningún otro arte había sentido tanta emoción, y recuerdo decirle a mis padres que quería ser cineasta para producir esa misma emoción. Así que mi primer intento de película amateur siendo una niña fue un plagio de Titanic, pero en vez de un iceberg el obstáculo que hacía hundir el barco era un monstruo. Todo esto, obviamente, hecho a escala niños: con un barco de juguete y filmándolo en una pileta (o piscina, como le dicen acá).
Tras varios cortometrajes, como el aplaudido Chico eléctrico (2021), te lanzas con tu primer largometraje. ¿Cómo surge Los tonos mayores, y cuán diferente ha sido la experiencia de rodar un largo comparada con tus obras anteriores?
Si bien filmé cinco cortos antes de filmar Los tonos mayores, llegué al rodaje de la película sintiendo que era demasiado lo que tenía todavía por aprender. Y la verdad es que así fue. Un largometraje implica un compromiso con el tiempo, con un equipo, con un relato, completamente diferente. Afortunadamente, las limitaciones de producción de la película dieron lugar a una manera de filmar que para mí fue una gran ventaja: como teníamos muy poco presupuesto y no podíamos filmar todo de un tirón, dividimos el rodaje en seis pequeñas etapas distribuidas a lo largo de ocho meses. Esa separación entre cada etapa de rodaje me permitía revisar la anterior y mejorar para la siguiente. Además, daba lugar a que en cada agujerito editáramos lo ya filmado con el montajista Miguel de Zuviría y entendiéramos así qué estaba funcionando mejor y qué peor.
En último lugar, siento que esta división en etapas nos ‘afiló’ mucho como equipo técnico. Con Ana Roy, la directora de fotografía, íbamos encontrando juntas la manera de hacer la película a cada jornada. Y para las últimas etapas ya había un sistema funcionando, un equipo que ya se conocía mucho. Agradezco que mi primera película se haya filmado de esta manera, dándome, sin quererlo, el tiempo justo para aprender a hacer el film que estaba haciendo.
La protagonista es la actriz Sofía Clausen, quien interpreta a Ana, una adolescente de catorce años. ¿Cómo la descubres, y qué tal ha sido trabajar con una actriz que justo empieza su recorrido?
La verdad es que la aparición de Sofía Clausen fue una bendición. Y lo digo en todos los aspectos posibles. A diferencia de con el elenco adulto (que consistió en actores o no actores, todos ya amigos míos), para el juvenil realizamos un casting con Camila Peralta y Emilia Herbst. Para el personaje de Ana habían quedado algunas finalistas que citamos presencialmente e hicimos probar un monólogo que está tal cual en la película. Todas las actrices (menos Sofía) tenían catorce años, la edad del personaje, mientras que Sofía tenía solamente doce. Por esa razón yo sentía que probablemente ella no quedaría. Sin embargo, cuando le tocó su audición, fue unánime.
Además de su talento actoral, que era innegable, había algo de su verdadera curiosidad, de su mirada, que eran perfectos para el personaje de Ana. Y la verdad es que filmar con ella fue un lujo. Para las dos era nuestra primera película y eso generó entre nosotras una complicidad que sigue hasta el día de hoy. Estoy segura de que voy a seguir filmando con Sofía, por el placer de la experiencia de trabajar con ella.
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En otras entrevistas afirmas que te interesa esa edad ambigua de la primera adolescencia, en la que no eres niño ni tampoco adulto. Como discuten su padre y Mariana, a ratos es persona, o empieza a ser persona. A nivel cinematográfico o narrativo, ¿qué te atrae de esa juventud, de ese momento formativo?
Tal vez sea algo inmaduro de mi parte, no lo sé, pero en general las tramas que se me aparecen encajan mejor con personajes de niños o jóvenes. Por un lado siento que sé escribirlos mejor, y por el otro siento también que hay una libertad en la juventud que la adultez pierde. Quiero decir: esa creencia en la aventura, en la ficción, en lo fantástico. Obviamente no digo que eso no sea posible en personajes adultos, pero hay algo que me gustaba de que la travesía del personaje estuviera cargada también de cierta inocencia. Me gusta de esa edad de los catorce años que, con un pie en la niñez y otro en la adultez, está permitido hacer muchas cosas que los ‘adultos’ hacen, pero siendo completamente inconsciente del peligro.
Gran parte de la película reside en la elipsis, en aquello que no se dice. ¿Qué importancia tiene para ti dejar esos huecos, esos vacíos?
Me interesaba que el film estableciera ciertas preguntas, además del enigma alrededor del mensaje, y que esas preguntas se demorasen un poco en ser respondidas. La más grande de todas ellas es la configuración familiar: ¿dónde está la madre? ¿Por qué no la vemos nunca? Y me gustaba que esa pregunta que solo aparece en la mente del espectador (porque la película, hasta cierto punto, no la explicita) fuera respondida un poco tarde.
Los tonos mayores juega mucho con la ambigüedad: hay elementos mágicos, fantásticos, pero siempre dentro de un canon realista; no son criaturas mitológicas ni es ciencia ficción. ¿Es importante para ti que no se pueda encasillar en un género específico? ¿Crees que eso te da más libertad o, por el contrario, genera confusión? ¿Tal vez un poco de ambas?
Lo que me interesaba era hacer convivir un espacio retratado de manera realista (la ciudad de Buenos Aires) con ciertos elementos un poco corridos del realismo, que uno puede llamar fantásticos, mágicos, o sobrenaturales. Pero no quería que el mundo entero del film fuese un universo con una lógica completamente diferente, no se trata del país de las maravillas o algo por el estilo. Se trataba de pensar que en los recovecos de una ciudad es posible encontrar ciertos misterios inexplicables. Un poco esa es la función del relato que cuenta el guía del Planetario acerca de un libro de Ray Bradbury ‘con poderes protectores’ cortado en tres partes y escondido en las patas del edificio. Esta es una verdadera leyenda de la ciudad de Buenos Aires, y como ella, me gustaba pensar que hay cientos de otros misterios sin resolver.
En el film se tratan ideas como el más allá o el destino. ¿Tú crees en eso (una fuerza cósmica superior, el destino, la fortuna… llámalo como quieras)?
No tengo una respuesta muy clara. En general no creo. Fui criada en una familia muy cientificista. Pero sí es cierto que cuando abro una galletita de la fortuna y leo lo que me tocó, ya me pongo a pensar en esa profecía en miniatura. Y es cierto también que me interesa mucho todo lo que tiene que ver con lo fantástico, con los mitos, con las leyendas, y hasta con, en cierto punto, el misticismo. Creo que para mí es una vacilación. Una pregunta constante.
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También habla mucho de los códigos. El morse es la base, pero también entran en juego la música o el propio dispositivo cinematográfico. Y con eso ofreces un reto intelectual al espectador. Como creadora, ¿consideras que hay que trabajar más en la línea del cine-arte más que el cine-entretenimiento?
A mí me interesa no separar esos dos mundos. Me gustaría hacer un cine que explore la forma cinematográfica pero que también tenga en cuenta al espectador, que lo incluya, que se interese en él.
A pesar de ser tu debut en el largometraje, has cosechado premios y has presentado en festivales internacionales de renombre como la Berlinale, el de Mar del Plata y el Festival de Málaga. ¿Cómo has vivido esta experiencia? ¿Qué te llevas (tanto bueno como malo) de este tipo de eventos?
Sobre todo lo vengo viviendo con sorpresa. Hace muy poco estuve en el Festival Internacional de Cine de Jeonju, que fue una experiencia maravillosa, y tuve la oportunidad de ver casi todas las películas que competían con Los tonos mayores. La verdad es que me parecieron todas buenísimas, así que en la entrega de premios estaba bastante tranquila porque imaginaba que no tenía chances de ganar nada. Cuando dijeron mi nombre para el Gran Premio, yo estaba en un estado de desconcierto total. Me pasó eso que dicen del síndrome del impostor, sentí que por ahí se habían equivocado.
Cuento esto porque realmente sigo muy sorprendida de que la película esté siendo tan bien recibida. No es porque yo no crea en ella, estoy muy orgullosa de la película que conseguimos, pero aún así me superó bastante que el film se haya estrenado, por ejemplo, en la Berlinale. Era un sueño, por supuesto, y aún después de haber estado ahí sigo sin entenderlo del todo.
Tras el éxito, ¿sientes algún tipo de presión de cara a tu próximo trabajo?
La verdad que sí… Me río igual mientras te respondo esto porque bueno, a veces es todo un poco arbitrario. Quiero decir, siento que la próxima película que haga seguro va a ser mejor que la primera, porque ahora siento que sé más que antes, que tengo algunas cosas más claras. Pero bueno, ni en el cine ni en la vida las cosas funcionan de manera tan lineal.
Y hablando de eso, imagino que es pronto para hablarlo pero, ¿tienes alguna historia nueva que quieras llevar a la gran pantalla? ¿O de momento estás saboreando el momento, y ya se verá qué trae el futuro?
Sí, antes del rodaje de Los tonos mayores empecé a tener una punta de cual sería la película que quería hacer después. Recién estoy empezando a trabajar en el guion de ese film, pero las certezas son que también trabajaré con la ciudad de Buenos Aires, con el fantástico, y uno de los personajes de la película (esta vez son tres protagonistas) será interpretado por Sofía Clausen.
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