Todavía nos estamos recuperando de la 17a edición del Bilbao BBK Live, que este año ha batido récord de asistencia con más de 120.000 personas llegadas de todo el mundo para ver a artistas como Villano Antillano, Florence + The Machine, The Chemical Brothers, 070 Shake, Róisín Murphy, The Blaze, Amaia o Rojuu. Además, la naturaleza ha ganado incluso más protagonismo en un afán por hacer de Kobetamendi un lugar más verde, más inmersivo y más natural si cabe.
Una vez más, gracias a Beefeater por invitarnos a un evento tan especial. Y es que el festival está considerado uno de los mejores del panorama español, y con razón. Arrancamos la primera jornada explorando el stand de la ginebra más premiada del mundo, que ofrecía unas vistas únicas al Nagusia, el escenario principal del festi. Dividido en dos pisos, el stand rojo contrastaba contra el verde del césped y los árboles de la montaña. En el piso de arriba, con un gin tonic en mano y sentados cómodamente en unos puffs alargados perfectos para tomarse un respiro, arrancamos con el concierto dulce e íntimo de Amaia.
Al acabar, bajamos directamente para comprobar qué experiencias unexpected tenía Beefeater preparadas. Tras cruzar una cortina vegetal, nos adentramos en un mundo onírico y natural repleto de hojas y ramas, como si fuéramos hadas o criaturas del bosque que tienen el privilegio de llamar Kobetamendi su hogar. Siguiendo la fila de gente (cabe destacar que era el stand que más personas atraía), recorrimos un pasillo rodeado de muros de vegetación que escondían premios como los cómodos sujeta-vasos (la estrella del evento, sinceramente) o los prácticos chubasqueros (que el equipo de Beefeater, muy amablemente, lanzó en masa cuando empezó a llover a media tarde para que todo el mundo se pudiera resguardar). Siguiendo el recorrido, nos encontramos con una entrada secreta a un espacio también dominado por el rojo y el verde. Y un par de afortunadas, incluso, ganaron un viaje a Londres para dos personas. ¿Qué más se puede pedir?
Y del stand al escenario. En la carpa de Beefeater empezamos el festival de verdad con el concierto explosivo de Villano Antillano. La artista puertorriqueña, acompañada de un séquito de bailarines excepcionales, encendió al público con temas como KLK, Cáscara de coco o Yo tengo novio, antes de cerrar con su archiconocida Bzrp Music Sessions, vol. 51. Entre canciones, Antillano no ha dudado en mandar varios mensajes reivindicativos y hacer hincapié en la importancia de mantenerse política y luchadora ante la ola ultraderechista que está extendiéndose en todo el mundo. Su propia identidad como mujer trans y racializada le impide mantenerse al margen pero, además, pide a todes que nos impliquemos en la protección de derechos humanos básicos que se están viendo en entredicho.
La importancia de la comunidad, el cuidarse y la sororidad también es vital para entender la obra de Florence + The Machine, una de las principales cabeza de cartel del festival, que deslumbró al público con un concierto tan intimista como potente. Florence tiene el poder del agua: a veces es apacible, suave y dulce, pero otras estalla y se remueve de manera implacable. Un torbellino emocional que nos dejó en éxtasis. Y en este estado nos fuimos a Fever Ray, otra de las actuaciones más esperadas, aunque solo pudimos escuchar el principio porque había que volver al Beefeater a ver Playback Maracas.
El trío barcelonés se está haciendo un nombre en la escena musical con su fusión de sintetizadores, música electrónica y ritmos latinos. Por supuesto, cantaron temas de su nuevo EP, Blanco oscuro, como Acid o No, que habían presentado a finales de junio. Pero también hubo espacio para canciones más conocidas como Cabesa o Las Palmas, con las que el público se levantó del todo.
Otro plato fuerte fue el concierto de The Chemical Brothers. Los británicos saben cómo moverse y actuar en un escenario, y es que sabe más el diablo por viejo que por diablo. Con un repertorio conocido por todos y unos audiovisuales cinematográficos, el dúo sacó la artillería pesada para complacer al público del festival. Aunque hay que hacer una puntualización: faltaba volumen. Y mucho. Pero bueno, se lo perdonamos porque son ellos… La noche prendió fuego realmente con la actuación de Arca, a medio camino entre el DJ set y el concierto. La artista es tan impredecible que nunca sabes lo que te espera, aunque cuentas con una certeza: su show será impulsivo y visceral. Dicho y hecho.
Pero las llamas se prendieron de verdad en el cierre del Beefeater, comisariado por Fuego, la fiesta barcelonesa que se celebra en la sala Razzmatazz. Drea y Yibril lucieron su complicidad en el escenario en un b2b que mezcló música más urbana y nos puso a todos a perrear. Como broche de oro, Hundred Tauro cerró ante una audiencia ya enloquecida y bien arriba.
Tras un merecido descanso, arrancamos la segunda jornada en el Beefeater con una actuación tan unexpected como las experiencias del stand: Ben Yart. El pamplonés se está posicionando como uno de los artistas emergentes más originales de España, con un sonido difícil de clasificar y unas letras duras, llenas de pesimismo y realidad, donde habla sin tapujos de las drogas, el rechazo al control institucional, la desesperanza, o el hastío de su generación. El público, más joven que el día anterior, se implicó desde el principio pero sobre todo en temas como Barriobajero o Mañaneo, sus más conocidos.
Después exploramos bastante el festival: en Basoa, el escenario dedicado a la electrónica, bailamos sin parar con Dinamarca (que pinchó desde cumbia hasta el remix de Chulo de Bad Gyal con Tokischa y Young Miko) o Job Jobse; en el San Miguel, nos hipnotizamos con la etérea Róisín Murphy y una espectacular puesta de sol como telón de fondo; en el Firestone vivimos a tope el concierto de María Escarmiento ante un público entregado; y en el Txiki, con propuestas más alternativas, disfrutamos de los sonidos folklóricos gallegos llevados a la electrónica y lo contemporáneo por Baiuca y sus pandereteiras.
Pasada la media noche nos plantamos en el escenario Beefeater otra vez para el live de Daniel Avery. Más conocido como DJ, el londinense presentó un espectáculo en vivo más conceptual, oscuro y denso, siguiendo la línea de Ultra Truth, su nuevo y quinto álbum. Con unas pantallas de luces cegadoras y los altavoces con el volumen al máximo, Avery nos hizo vibrar durante sesenta minutos muy intensos, incluso crudos, a los que el público se entregó en cuerpo y alma para hacer la transición absoluta a la noche.
Más flojitos fueron The Blaze, a quien todos esperábamos ansiosamente. En contraste con la hiperaceleración y con el cuerpo todavía retumbando después del live de Avery, The Blaze se quedaron a medio gas; faltaban volumen, los visuales a los que nos tienen acostumbrados, y que el público se animara. Pero no. Por suerte, La Élite nos revivió otra vez en el Beefeater. Los que se describen como “el nuevo sonido del punk” en su bio de Spotify se entregaron al público con una actitud impecable y unas barras demoledoras. Tras el exitoso álbum Nuevo punk de 2022, La Élite cantó (y chilló) temas como Bailando, Nuit Folle o Todos me miran mal.
Y para el cierre de la noche no tuvimos ni que movernos. El viernes le tocaba comisariar el closing a los de Antídoto Club, la fiesta madrileña, que se trajeron un b2b entre Yosef y Maxvll. Fue una locura y de las buenas, empezando por un remix hardcore de Toxic de Britney Spears y siguiendo por otro de Calabria de Enur ft. Natasja, devolviéndonos de golpe a nuestra adolescencia dosmilera en discotecas de polígono. Una fantasía.
El domingo lo empezamos más relajados, y es que las piernas empezaban a doler. Así que para el stand de Beefeater que nos fuimos a sentarnos, tener espacio, y tomar algo refrescante. Aunque Rojuu no dio mucha tregua. El que ha sido cover del primer volumen de ACERO es una de las voces ineludibles para entender qué está pasando en la música hoy día. El público se encendió a pesar de la resaca, y no es para menos.
Después, otra joven promesa de la música, Judeline, cover de ACERO vol. 4. Hizo pleno total en el escenario Beefeater. La expectación era máxima y no defraudó. La artista, que acaba de colaborar (por sorpresa de todos) en el nuevo disco del aclamado productor Tainy en el tema Si preguntas por mí, cantó temas propios como Canijo, En el cielo, Tánger y Zahara, canciones que la han puesto en el radar de aquellos con ganas de algo fresco e innovador.
Seguimos con el espíritu explorador del día anterior: un poco de electrónica con Gazzi en el Basoa y Ghazal en el escenario Lasai, los sonidos inclasificables de The Last Dinner Party en el escenario principal, o uno de los platos fuertes para los indies del festival, Love of Lesbian. Hasta que fue el turno de 070 Shake en el Beefeater. La artista de New Jersey está copando titulares por su talento, lo rápido que ha crecido su fandom alrededor del mundo y, por qué engañarnos, la noticia más suculenta, su noviazgo con Lily-Rose Depp (que estaba allí, por cierto; casi nos da un infarto). Salió al escenario botella en mano (que, por suerte, dejó apoyada en un altavoz para actuar), con una actitud despreocupada pero entregada. Hubo pogos gigantes que la propia cantante incitó y una energía desbordante. Un 10 de 10.
Y otra vez a explorar. Nos encontramos con la londinense Coucou Chloe, siempre a la vanguardia musical y con una presentación más intimista de lo que esperábamos; descubrimos a Linnéa, una DJ sueca con sede en Berlín con afición por lo urbano y latino (J Balvin, Bad Bunny, Bea Pelea, La Zowi, etc.); y bailamos sin parar con los DJ sets de Young Marco y Avalon Emerson. De vuelta en el Beefeater, Young Fathers nos dieron un respiro entre tanta electrónica. Los escoceses salieron al escenario con su banda e instrumentos y ofrecieron uno de los conciertos más originales del sábado.
Después, el gran cabreo y decepción de la noche, que dejó un regusto amargo en el día de cierre: Röyksopp. Salieron una hora tarde (de reloj, prometido) mientras nadie del festival daba ninguna explicación por ningún canal. Igualmente, el público fiel se quedó allí hasta que salieron los noruegos, que al menos ofrecieron un show lleno de bailarines que pusieron el escenario patas arriba mientras vogueaban ‘the house down boots’. Aún así, no fue suficiente para apaciguar el ánimo.
Al menos el cierre sí que fue divertido. Cómo no, acabamos en el Beefeater para ver a Triple DJs, una agrupación surgida en Madrid, que se trajeron a Dani Less, DJake y Zaza. A esas horas, pocas cosas podemos contar (o recordar), ya que el éxtasis se fundía con el cansancio de tres días dándolo todo. Eso sí: risas, bailes y, aunque no lo parezca, energía por un tubo.
Un año más, el Bilbao BBK Live demuestra por qué es un festival referente tanto por un cartel diverso y brillante como por una organización eficaz, limpia y efectiva. Cómo no, no se podría hacer sin la colaboración y ayuda de otros equipos como los de Beefeater, que lleva apoyando el festival desde hace años y que, confiamos, seguirá haciéndolo muchos más. Ahora solo toca esperar un añito más para volver a respirar el aire fresco de Kobetamendi, gin tonic en mano, y con las pilas recargadas.