Hackear es una actitud. Es negarse a aceptar el mundo tal como es, buscar el error en lo establecido y convertirlo en una puerta de entrada. Con Hack the System, presentado en 080 Barcelona, 404 Studio no es únicamente un homenaje a Hackers (1995), ni una oda a la nostalgia ciberpunk. Es todo un statement, un recordatorio de que la moda sigue siendo un lenguaje de resistencia. En una industria dominada por gigantes, 404 Studio se planta y se cuela, sin pedir permiso, por las fisuras del sistema.
Anaïs Vauxcelles lleva años construyendo un universo propio a través de la artesanía y la modernidad. Lo que para otros podría ser un guiño nostálgico, para ella se convierte en una herramienta de ruptura. En Hack the System, el crochet se radicaliza con transparencias que coquetean con la desnudez y combinaciones que desdibujan los límites entre lo artesanal y lo industrial. Hay algo en los puntos calados que recuerda a las interfaces rotas, a esas grietas que apenas se notan pero que están ahí, insistentes, como si cada prenda llevara consigo una fractura, una vulnerabilidad del sistema. Y, sin embargo, no hay un afán de retorno; lo que se plantea aquí es una lectura crítica de la sociedad: una actualización que se ensaya no solo en la forma, sino también en sus intenciones. Cuero, metal, neones, tartán y, sobre todo, materiales reciclados mediante upcycling se entrelazan para evocar no solo los noventa de Hackers, sino también un futuro posthumano, abierto, en permanente mutación.
Este caos digital en el que vivimos se traduce aquí en una colección de siluetas que se descomponen y reconfiguran desde el error, el azar o el código. Vestidos de crochet con toques metalizados se disuelven, casi sin querer, en faldas etéreas, mientras tops sobredimensionados conviven con estructuras deconstruidas que evocan la inestabilidad del ciberespacio. Hay cintas que envuelven el cuerpo sin atraparlo, cortes asimétricos y mosquetones que no ocultan su origen industrial, elementos que remiten a una estética DIY arraigada en el imaginario ciberpunk. Las texturas —piel, tartán, tejidos metalizados, redes tejidas a mano, hilos sueltos de otras colecciones— generan una tensión entre lo artesanal y lo técnico, entre el gesto lento y el ritmo frenético del presente digital. Cada look se convierte en una especie de colisión: de tiempos, de materiales, de siluetas y de modos de mirar, una coreografía total de contradicciones.
La paleta cromática intensifica su energía disruptiva: púrpura, azul eléctrico, amarillo neón y negro absoluto vibran como en una fiesta de los club kids de los 90. El calzado de United Nude parece diseñado para caminar sin tocar el suelo, con estructuras paramétricas y tacones arquitectónicos que fusionan deporte y futurismo. Todo converge en una propuesta que no imagina el futuro, sino que retrata un presente en constante mutación. Esta colección no especula: actúa. Reivindica la moda como resistencia y, en un momento en que el mainstream lo devora todo, mantiene una voz que no grita, pero insiste. No busca agradar, pero conmueve. Y, punto a punto, abre una brecha en el sistema.
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