Detrás del nombre de Ubaldo se encuentra el artista Andreu G. Sierra (1991). Hiperactivo por naturaleza, ha explorado el basto universo musical desde incontables prismas que apuntan en distintas direcciones. Desde el shoegaze de The Noise Off Mutt allá por 2012, a las influencias de la no-wave en Bimbo Picasso, Paganini Mal, Perfect Amigo, la danza improvisada en Ensemble Topogràfic, o la libertad cercana al free jazz de Or Sobre Blau son algunos ejemplos que dan buena cuenta de ello.
En su proyecto en solitario, Andreu se distancia del ruido y encuentra un espacio para la introspección y meditación. Sin perder un ápice de la frescura que caracteriza su sonido, invita al oyente a sumergirse en la escucha profunda de un océano de sonido repleto de inocencia y pureza, más cercano al ambient o al napcore, como a él le gusta llamarle. Un Andreu completamente desnudo.

Con sus dos anteriores trabajos, La pèrdua de l’estat o Sud ego, Ubaldo se ha posicionado como uno de los artistas más interesantes dentro de la escena experimental aclamado tanto por la crítica como por compañeros de profesión de la talla de Suso Saiz o Negro. Hoy hablamos con el artista sobre su nuevo trabajo, Casa, editado por el sello barcelonés Upa i Musell, que verá la luz el próximo 15 de julio –puedes encargar aquí– y que presentará el 16 de julio en Amposta (en el Centre d’Art Lo Pati) y el 17 en Benicarló (en La Granja de Vicente).
En los últimos años has estado viajando y moviéndote mucho aquí y allá. Con el proyecto de Ubaldo has girado por España, Portugal, México, Estados Unidos, Francia, Escocia, Gales, Inglaterra, Suiza, Bélgica, Holanda, Alemania… ¿Has sentido en algún momento que habías encontrado tu ‘casa’? ¿Cuánto de esos viajes hay en este nuevo trabajo?
Parece mentira que hayan pasado ocho años ya desde que me fui a estudiar y posteriormente a investigar qué se cocía en otros países, y la verdad es que no sabría decirte si en algún lugar he sentido que estaba lo que podría ser mi futura casa, pero sé que en todos hay amigos que ya forman parte de esa familia que vas construyendo poco a poco. Siempre es un gusto volver a Barcelona, Lisboa o Bruselas (donde aún tengo media vida en el garaje de un buen amigo), y sé que en Bélgica podría vivir y crear algo –me gusta la tónica de sus gentes y, aparte, es bastante tranquilo a primera vista, pero muy activo si te pones a investigar.
Un sitio al que podría llamar mi casa es desde donde te estoy respondiendo a esto, un pueblecito de menos de cien habitantes cerca de Castellón (Valencia), donde nació mi abuela y en el que me siento muy a gusto rodeado de montañas y riachuelos. La verdad es que he tenido la suerte de moverme mucho desde que me mudé a Bélgica; entre 2018 y 2020 he tocado en Ginebra, Manchester, Colonia, Lisboa, Bristol, Toulouse, Madrid, Ámsterdam, Ciudad de México, Los Angeles, Bilbao, Porto, Glasgow, Berlín, Amberes, Rotterdam, Londres, París y Oakland entre otras ciudades, ¡y es algo que me encanta!
Aunque respondiéndote, no creo que esté mucho por componer o crear cuando estoy de tour, la verdad es que girar ya es suficiente intensidad, estoy por otras cosas –disfrutar del paisaje cuando viajas de un punto a otro, buscar un bar auténtico con comida típica de cada sitio (¡importantísimo!), aprender de los amigos con los que giras o de los músicos con los que compartes noche, y también las charlas post concierto con esas personas que quieren saber algo más sobre lo que acaban de oír o sobre la vida en general.
Tu casa natal está en el Ebro, una zona donde el paisaje y la naturaleza juegan un papel esencial y que desprenden un misticismo y una paz únicas. Supongo que eso ha marcado algo de este proyecto de una forma u otra.
Es cierto que el Delta tiene una aura muy particular, pero hace muchos años que no vivo allí, y menos con Ensemble Topogràfic, que estuvimos haciendo un par de residencias en medio de los campos de arroz. No creo que tenga mucha influencia que yo perciba. Tal vez lo espontáneo y crudo que me gusta viene del carácter que tenemos la gente de por allí abajo, sin pelos en la lengua aunque entrañable muchas veces.
En el disco hay tres temas dedicados a gente que quiero mucho y que viven allí: mis dos hermanas pequeñas, mi abuela (que pasó a mejor vida durante el proceso), y Xuanill, un buen amigo de Benicarló que tiene un corazón que no le cabe en el pecho.
¿En que lugar consideras que juegas en ‘casa’ cuando estás de gira?
Menos en casa, en cualquier sitio… (Risas) La verdad es que no me gusta mucho tocar en mi pueblo, demasiados conocidos, aunque lo hago de vez en cuando. Y bueno, estando de gira me he sentido arropado en muchos sitios. En 2018 hicimos quince conciertos a lo largo de Inglaterra, Gales y Escocia con mi buen amigo Kiran, y la verdad es que estaba un poco cohibido al principio –muchos colegas me habían advertido de lo duro que era en Reino Unido para girar, pero cuando he tocado allí, el feedback casi siempre ha sido bueno.
Lo mismo en Estados Unidos, este año mi primer concierto (y casi el último) fue en Long Beach (LA), era un house show y tuve bastantes problemas técnicos por falta de no tener todo mi arsenal conmigo, pero la gente fue super receptiva y me animaron en todo momento. Y luego, por citar algunos de mis sitios favoritos para tocar, el Plug in the Gear (Benicarló), Frappant E.V. (Hamburgo), Rumsteek (Bruselas) y el Liceo Mutante (Pontevedra), donde solo he tocado una vez pero guardo un muy buen recuerdo.
El Liceo Mutante es increíble… Te has movido casi siempre dentro de una comunidad underground que surgió en los últimos años y que de alguna forma está conectada con el resto de sitios por filosofía y afinidad. ¿Cómo ves toda esta comunidad ahora mismo?
Es una pregunta peliaguda puesto que todo cambia, y más en estos días que todo se ha ido al garete en cuanto a conciertos, pero he de decir que cada país tiene sus puntos fuertes. En España creo que hay mucho ‘tutupa’ aunque la electrónica está ganando terreno últimamente; en Portugal hay mucha improvisación y hacen lo que les da la gana con una libertad muy interesant; y en Bélgica, donde me he movido he visto una parte un poco más cerebral que bebe de las artes con un enfoque vanguardista que también está muy influenciado por la gran cantidad de jóvenes franceses que viven en la capital.
Hablando de lo que tenemos más cerca, ahora mismo en España hay una red de salas/colectivos/espacios DIY bastante interesante y bien conectados, casi todos se conocen entre ellos y hay buen ambiente, aunque muchas veces me pregunto qué pasará cuando toda esa gente que ya van de cara a los 40 dejen de hacerlo. Nuestra generación o la gente más joven no se implican demasiado en este tipo de cosas, a mi parecer, más reales y más próximas.
Si hablamos del álbum, en el momento de grabarlo os encontrabais a las afueras de Bruselas ayudando a reconstruir una vivienda. ¿En qué crees que influyó a la hora de crear el álbum y qué cosas en común ves entre las dos tareas?
Así es, durante mis dos años en Bruselas trabajé en el campo haciendo de todo. Más que reconstruir fue lo contrario en la casa antigua, aunque también hicimos unas casita de madera desde cero (en mi Instagram hay una buena recopilación) con la familia de uno de mis mejores amigos de la universidad en Barcelona, Darius Bogdanowicz, un joven escritor y performer belgo-sevillano que no para quieto ni un segundo. Pero volvamos a la pregunta.
Creo que lo que más importante para mí fueron esos trabajos repetitivos –y muy pesados a veces– que encaré como si fueran una meditación. Muchas de estas tareas se dilataban en el tiempo por razones varias o porque las prioridades cambiaban, y eso creo que suele pasar a la hora de crear algo así. Volviendo al tema del sitio y sus efectos, Bruselas es una ciudad bastante caótica y gris, pero a la que sales de allí todo se ve inundado por un verde muy potente que crece sin parar gracias a las lluvias constantes. Sin buscarlo (o tal vez sí), ese trabajo me ofreció una tranquilidad muy necesaria, que es la que se ve reflejada en gran parte del disco. Muchos días volvía a casa reventado pero con una felicidad que solo se encuentra en las cosas mundanas.
El disco destila mucha espontaneidad y delicadeza, tengo la impresión como si fueran fotografías sonoras de un momento concreto. ¿Cómo fue el proceso de composición? ¿Qué diferencias hubo respecto a tus anteriores trabajos?
Has acertado de lleno con esta metáfora; no todas las canciones pero sí la mayoría nacen a partir de un recuerdo o la recreación de una historia más o menos prolongada en el tiempo. Con Casa me obligué a aprender a grabar, ya que en los anteriores trabajos era todo muy rudimentario a causa de que le tengo cierta alergia al ordenador a la hora de hacer música. Para mí, le quita cierta frescura a mi modo de tocar, pero al final he visto que lo necesito si quiero avanzar en términos de espacialidad sonora.
El proceso de composición fue bastante orgánico, empecé a grabarlo a principios de 2018 en mi casa de Bruselas con mucha calma, y a finales de ese año sin darme cuenta ya tenía material para hacer un disco (con sus descartes incluidos). Luego viene todo el trabajo de darle forma con el concepto y el orden de los temas. Aunque suene raro, el primero que compuse fue el que cierra el disco. Como el título indica, Des d’aquí, gràcies per l’intercanvi es un momento o un estado en el que piensas, ok, estamos aquí, aceptemos lo que ha pasado y demos gracias por ello, ¡seguimos hacia adelante!
Se percibe escuchándolo una progresión que va desde un punto más inocente donde premia la melodía hasta paisajes más densos dominados por texturas rugosas y harmonías melancólicas. ¿Cómo ha sido ese viaje emocional recorriendo las habitaciones que conforman Casa?
El disco, como bien dices, empieza de forma más optimista y naif incluso. Creo que es esa energía que tienes al mudarte a un sitio nuevo, en el que todo son inputs –al menos es lo que me suele pasar a mí. Pero conforme te aproximas al nudo del viaje hay ciertos tonos más grises y tristes, hubo momentos intensos a lo largo de esta temporada. Aunque al final de todo, vuelve la calidez y todo termina en paz.
La edición corre a cargo de Urpa i Musell, el sello de una pequeña tienda de discos de la ciudad con mucho renombre. ¿Cómo surge tu relación con ellos?
He tenido mucha suerte de que se interesaran en mí; Urpa i Musell trabajan como mucha gente debería hacerlo, poniendo mucho mimo y tiempo a cada proyecto –aunque a veces se me ha hecho eterno (risas). La edición de Casa ha quedado increíble y literalmente es como tener un caramelo entre las manos.
El sello lo llevan Arnau i Gerard de Discos Paradiso, que como bien dices es una tienda con cierta fama dentro de ese sector, junto a Ignasi, un arquitecto con un ojo y una sensibilidad milimétricas que pone todo su ser en lo que hace. A los dos primeros ya los conocía porque con más o menos frecuencia iba a comprar vinilos a su tienda y a traerles ediciones de mi sello, Boira Discos. Aunque hubo un punto de inflexión cuando les traje mi anterior trabajo en vinilo, La pèrdua de l’estat, que les gustó mucho y vendieron casi una sexta parte de la edición en la tienda. Cada vez que iba me pedían más, y allí empezamos a conocernos más.
Recuerdo un día que Arnau, como quien no quiere la cosa, me preguntó si tenía material nuevo y si algún sello estaba interesado en mí. Obviamente le respondí que nadie estaba interesado (risas) –nunca he sido mucho de moverme en este sentido–, y a lo otro le dije que sí, que me encontraba grabando mi tercer disco. A partir de ahí fue cuando empecé a pasarles material y, posteriormente, conocí a Ignasi via Skype, donde ya empezamos a hablar de cosas más serias y a darle forma a lo que podría ser la edición. El pasado noviembre coincidimos los cuatro en Barcelona para la presentación de la tercera edición del sello, Les músiques per a Albert Serra, de Molforts, un boxset con cuatro vinilos seleccionados con muy buen gusto.
La parte visual que acompaña el trabajo es muy fina, cuéntanos algo de esto.
Nunca me acuerdo del todo bien, pero creo que seleccioné la portada y la contra unos meses antes de ponerme a grabar nada, y mucho menos de tener un título para el álbum, que fue lo último que apareció. Contacté primero a Yuval Frisch, tatuador de Israel afincado en Berlín, cuando me topé con una imagen suya que me cautivó. Desde el primer momento se mostró super receptivo –tanto, que a lo largo del proyecto ha ido haciendo más cosas del artwork. Me encanta su trazo porque tiene su personalidad y, al mismo tiempo, puede recordar a algunos de los grandes pintores contemporáneos como Cy Twombly, Pablo Picasso o Jean Michel Basquiat.
Para contrastar con lo minimalista de su dibujo me cuadraba una instantánea del fotógrafo portugués Tomé Duarte, donde captó a una paloma que se había colado en su cuarto de baño. Tiene tanta potencia y al mismo tiempo es algo tan cotidiano que me enamoró a primera vista.
Para los singles tuve el placer de contar con el esfuerzo de algunas amigas de la universidad con las que ya habíamos hablado de hacer algo de vídeo con mi anterior trabajo. El primer combo fue con la fotógrafa Anna Izquierdo y el artista multidisciplinar Max Villa (La Folie8), ambos residentes en Barcelona. Con Max habíamos hablado de hacer algo con velas y de allí salió el clip de Espills a la nit, con toda la delicadeza y la fragilidad que destila la canción plasmada de la mejor manera posible. Luego, con De Forest a la Trinité quisimos jugar con las letras, ya que la canción nos lo permitía. Las diseñadoras Sidney Latil y Helena Bosch, después de hacer mil Skypes via Barcelona/Ginebra, pudieron ensamblar ese trayecto nocturno que fue filmado en Tailandia con esos textos casi irreconocibles.
Para acabar, me molaría que nos contases qué tienes pensado hacer ahora que se viene la ‘nueva normalidad’ y que poco a poco se irán retomando los bolos, etc.
Me encantaría poder presentar este disco en directo, aunque no sé cuándo volverá todo a la normalidad, ni si quiero del todo que vuelva, ya que muchas veces sufrimos situaciones demasiado precarias y por lo que parece después de esta crisis va a ir a más. Todo ese entramado de live streamings no me hace mucha gracias por lo general, y creo que entre otras cosas nos apartan de la realidad y nos hacen pasar más tiempo delante de las pantallas, que es precisamente de lo que quiero alejarme cuando veo, escucho o hago música.
Por otro lado estamos cocinando a fuego muy lento lo que será el segundo disco de Or Sobre Blau, dúo que comparto con el inglés Kiran Leoanard, y también una primera referencia con el trío que tenemos el neoyorquino Mark Cunningham (Mars, Don King, Bestia Ferida, Blood Quartet) y el argentino Pablo Volt (STA, Barba Corsini, Bradien), dos de los trompetistas más interesantes que conozco radicados en Barcelona.
En cuanto a Ubaldo, los pasados meses de agosto y octubre tuve la suerte de poder hacer un mes de residencia en Les Ateliers Claus de Bruselas, una de las mejores salas de música experimental del panorama europeo, junto al mítico Café Oto en Londres, Ze Dos Bois en Lisboa o Cave 12 en Ginebra. Durante este mes partido en dos pude invitar a músicos de la escena belga a divagar algunas ideas que no puedo llevar a cabo solo o en casa; vinieron el batería americano NAH aka Michul Kuun, el clarinetista belga Ben Bertrand, la violinista Elisabeth Klinck, el percusionista murciano Andrés Navarro o el multi instrumentista belgo-catalán Jordi Grognard, entre otros. De todo esto y algunas ideas más espero poder sacar lo que será mi cuarto disco, una continuación conceptual y sonora de lo que presento hoy aquí.
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