Es que en un principio nosotros no nos planteábamos dirigir. Llamamos a
Andrea Jaurrieta, que es amiga personal, le contamos la idea y le preguntamos si quería dirigir el rodaje, y nos dijo que sí sin pensarlo dos veces. Pero claro, una vez hecho, ella estaba trabajando en su segunda película y nosotros teníamos doce horas de tres cámaras que habían estado grabando durante cuatro horas. Había un trabajo profundo de revisar todo ese material y elegir qué historia queríamos contar.
Juan García, el montador de la película, que ha hecho un trabajo de locos, nos pidió que eligiéramos treinta escenas para empezar a trabajar para ver si verdaderamente aquella locura daba para un largo. Y así fuimos poco a poco puliendo el material hasta que se convirtió en una película. El proceso creativo se hizo a la inversa, y ahí fue cuando de forma natural nos fuimos convirtiendo en directores, siempre con la colaboración de Andrea, que vio todos los cortes con nosotros.