Normalmente viajo con los mínimos recursos. Si conozco a alguien en el país de destino, me quedo en su casa; de esta manera es más fácil aprender a moverte en una ciudad o país: tienes la información de primera mano. Si no es el caso, busco pensiones u hoteles económicos. No busco el comfort y muchas veces simplemente me dejo llevar, no planifico mucha cosa y solo miro por encima, me gusta dejar que el país me sorprenda. Si tengo una temática preparada, primero intento terminar la serie fotográfica, y si me queda tiempo visito sin una ruta marcada parte del país.
Tengo claro que integrarme es muy difícil, ya que vengo de otra cultura totalmente diferente. Muchas veces es así, excepto cuando viajo a países más occidentalizados: entonces es más fácil pasar como uno más. También es cierto que, según en qué culturas, te aceptan y llegas a ellos más fácilmente. Es entonces cuando puedes captar su día a día sin tantos obstáculos.
Con mi trabajo intento contar las historias que la gente en general no sabe. Por ejemplo, en mi propia ciudad hay un monasterio de monjas de clausura, que es un estilo de vida con el que poca gente tiene contacto. Igual que la vida interna de los circos o el funcionamiento de un monasterio de monjes cistercienses… Esas son las historias que más me atraen.