Militante de muchas causas, está considerada una de las principales pintoras catalanas de su generación. Fue miembro del reducido grupo de creadores de la mítica revista Artics a mediados de los ochenta, cuyo objetivo era la interrelación de las distintas artes. Francesca Llopis nos recibe en su estudio del Poble Nou, donde conviven armónicamente pinceles usados, telas por terminar y objetos en desuso, con su último libro de artista de edición limitada “Secrets” que resume su última exposición “Secretos compartidos”, un diálogo plástico con el fotógrafo japonés Kineo Kuwabara que pudimos ver recientemente en la galería Eude de Barcelona.
El crítico de arte Arnau Puig definió su trabajo como estructuralismo semántico, en referencia a su obsesión por el espacio construido y por el significado de las palabras. Como la diosa Ariadna en Creta, Francesca nos deja tirar del hilo del ovillo para adentrarnos en su laberinto particular, un espacio cautivador, sugerente, invadido por la luz del Mediterráneo. Un laberinto con salida, o no...
¿Dónde te ubicas artísticamente?
Yo vengo del expresionismo abstracto. La pintura que más he mirado es la americana. Un artista que me interesa especialmente es Rothko, por su espiritualidad y Phillip Guston, muy controvertido porque en el momento de la abstracción él estaba en la figuración y viceversa. Era un artista con muchos conflictos, con una vida muy penosa. Más contemporáneas serían Louise Bourgeois y Meret Oppenheim, artistas cercanas al surrealismo de las cuales me interesa el lenguaje que utilizan estéticamente. También me interesa Gordillo, especialmente el componente psicoanalítico en su obra, aunque yo no tenga nada que ver con él. Artistas de mi generación como Kiki Smith, García Sevilla, Grau e Ignasi Aballí, me interesan como propuesta conceptual. Supongo que entre ellos es donde me encuentro yo… (risas).
En los últimos trabajos que has presentado, transformas palabras en imágenes. ¿La poesía es el punto de partida para la creación?
Pienso que eso está en el arte. Es fundamental el lenguaje poético. He leído bastante poesía a lo largo de mi vida. Hay una manera de construir poesía que es quizás inconexa o muy metafórica, que tiene que ver con las palabras, pero con la pintura (y me refiero a todo lo que hago: vídeo instalaciones, objetos, etc) también hay una forma poética relacionada con las metáforas, con frases cortas, conceptos que quedan abiertos, que es lo que más me gusta; que las cosas no queden cerradas. Cuando quedan cerradas, el que lee, o el que mira, no puede acabar la obra. Creo que el arte, quien lo termina es el espectador.
Esta aproximación desde la poesía determina el tipo de obra que haces. ¿Te condiciona, o simplemente es tu lenguaje?
Yo creo que cada imagen en si contiene un nombre, o muchas palabras que a veces se repiten. Cuando trabajo con vídeo, cada imagen tiene un contenido poético y con la pintura también pasa esto. Supongo que es un lenguaje interior que expreso con imágenes. A veces empiezo a pintar y digo FEM, FOSC, FORAT y FÀSTIC. Son cuatro palabras que para mí han sido importantes. HACER: construir. OSCURO: vacío, inmersión para poder concentrarte, para pensar. AGUJERO: incertidumbre, viaje y ASCO, porqué a veces siento un gran asco por la realidad (risas). Esto puede ser un poco punk. Quizás estas cuatro palabras salieron en aquel momento…
Indagando por tu recorrido, me ha interesado mucho comprobar que no sales de la ciudad. Muy joven te vas a Varsovia, y vas enlazando estancias de ciudad en ciudad, pero tu obra muestra la naturaleza y aspectos muy primogénitos que podemos encontrar no tanto en la gran urbe sino en espacios donde el hombre no ha entrado. Parece como si la ciudad te interesara por su aspecto laberíntico, pero al final tu obra se centra más en aspectos oníricos. ¿Es así?
En mis inicios, estudiando en la escuela Eina con Ràfols Casamada, la influencia del expresionismo abstracto fue muy potente. El primer viaje importante que hice y que me marcó profundamente fue a Berlín, donde vi la exposición Zeitgeist en la que se presentaba el Neo Expresionismo alemán y la Transvanguardia italiana. Es donde descubrí la ciudad como espacio donde el artista desarrolla su filosofía interior y de vida, y en Varsovia esto se hizo aún más patente. Cuando regresé, seguí investigando, algo que me ha fascinado siempre. Si te fijas en los vídeos que estoy haciendo, donde quizás la imagen es más real, cuando trabajo las imágenes de la naturaleza, parto siempre de una estructura que explica una arquitectura de la cosa. Acabo de hacer un vídeo en el que aparecen agaves, que es una planta muy primitiva con una memoria grabada, y la vemos como una estructura. La ciudad no me interesa tanto como a los neo-expresionistas que se fijan en el estado de ánimo de los personajes, es más la estructura, el urbanismo, la ciudad vista desde arriba.
Cuando dices laberinto, evocas la dificultad del ser humano para relacionarse en un espacio desconocido. ¿Qué sentido tiene para ti?
Tiene que ver con esto y tiene que ver con el laberinto de Creta en el cual entra Ariadna y no se pierde en él ya que lleva un hilo, creo que esta imagen expresa muy bien la inteligencia femenina… Para mí el laberinto es un espacio de perdida y búsqueda. La ciudad también, desde el anonimato, Cuando trabajo el laberinto, frecuentemente se hace patente la soledad del individuo. El laberinto es una metáfora de la vida.
Recientemente has presentado el libro “Secrets” que tiene a la ciudad de Tokio como protagonista, y que seguro es otro gran laberinto...
Me inquietan las macro ciudades. Ya me fascinó Nueva York en su momento, pero de Tokio particularmente, me interesaba conocer cómo una cultura tan tradicional puede convivir en un espacio tan moderno, y una estética tan delicada con rascacielos. El romanticismo moderno sería este. El individuo se sitúa delante de la inmensidad de lo que nosotros mismos creamos. Es comparable a lo que sucede en la pintura de David Gaspar Friederich donde un individuo está mirando el espectáculo de la naturaleza, en mi caso lo que miro es el espectáculo del resultado de nuestra civilización
¿Como preparaste tu viaje creativo a Tokio?
Hay sitios que en mi imaginario tienen un lugar y mi intuición me dice que allí encontraré algo que está conectado con lo que ya esta en marcha en mi interior, y busco información. Este fue un viaje introspectivo. La soledad te permite moverte sin impedimentos. Lo que no busco es la aventura. Cuando voy a una ciudad estoy investigando algo. En Tokio me interesaba la arquitectura, intentar penetrar en la cultura, en la pintura… Cuando viajo me fascina ir a museos, me quedo delante de las obras expuestas el máximo de tiempo posible, porqué creo que allí está la base de las culturas. También me gusta ir a las bibliotecas y sumergirme en ellas investigando sobre un tema. Me gusta dejarme sorprender y descubrir los secretos de la ciudad.
¿Que te sorprendió?
Cuando viajo, hago fotos o grabo video. En este caso concreto, fueron dos viajes, uno de tres semanas y otro de un mes. Y en el intervalo de los dos viajes, pintaba en mi estudio de Barcelona. Me di cuenta de que por algún motivo las fotos y las pinturas estaban relacionadas. Las puse de lado y había un secreto compartido entre ellas. Sin saberlo, estaba fotografiando aquello que estaba pintando. Cuando tengo la idea de ir a un sitio, proyecto ese lugar en mi trabajo. En el libro hay una pintura abstracta que la relaciono con una foto de una calle de Tokio plagada de cables. Este fue uno de los motivos para hacer el libro. Juntar dos lenguajes que no se unen casi nunca: la fotografía y la pintura.
Partiendo de las palabras, las reproduces en tu obra utilizando todos los lenguajes a tu alcance: la fotografía, el vídeo o la pintura. ¿Ha sido por curiosidad o por azar?
Empecé a hacer trabajos con vídeo en el 98 y fue por azar. Tenía pánico a las cámaras, a los cables y a los ordenadores, pero un día llegó una cámara de vídeo a casa y me decidí a grabar a las personas que se quedaban a dormir. Aprendí a manejar la cámara con la ayuda de gente que me incitó a trabajar con este lenguaje. Empecé con un proyecto que duró cuatro años de preparación y que acabó como mi primera vídeo instalación en el Santa Mònica.
¿Qué aporta la pintura a tu trabajo en vídeo?
Me gusta tender trampas al que mira, provocarle un estado contemplativo, que es algo que tiene mucho que ver con la pintura. Lo mejor que te puede pasar delante de un cuadro, es no poder moverte por el impacto. Con el vídeo me pasa lo mismo. Pretendo que con el ritmo, el movimiento en el espacio y el paso del tiempo, te quedes enganchado. Normalmente no explico ninguna historia con el vídeo, es más un acto poético. Para mí es una prolongación de la pintura.
Junto a la artista Begoña Egurbide hiciste una intervención en la estación de metro Valldaura de Barcelona. ¿Cuál fue vuestra aportación a un espacio tan impersonal?
El arte es bueno para el individuo, es positivo, amplía el espíritu, la mente, el conocimiento, es fundamental. En el espacio público me interesa el arte que no sea invasivo. En este proyecto, La Vía Láctea 2001, construimos un agujero en el cual el espectador, al llegar al subterráneo, tiene una percepción del cosmos. Abrimos una ventana con la mirada a otro “lugar”, fuera de la realidad. Pretendemos estar dentro de una nave, desde la que vemos las constelaciones, nebulosas, el espacio sideral. No iluminamos la pieza para evitar que todo aquel que pasa por delante diariamente, acabara aburriéndola. Los usurarios del metro la han mantenido intacta. Hace catorce años que la hicimos y no hay ni un graffiti, ni una rascada, ni una pintada, lo cual indica que la gente la respeta y la ha integrado en su cotidianidad. Así es como creo que deberían ser las intervenciones de los artistas en la ciudad.
Has hecho otros trabajos con la colaboración de otros artistas. ¿Los buscas?
He colaborado con poetas y músicos; creo que somos complementarios. Ahora he hecho una video instalación con música de Robert Wyatt. Le llamé para proponérselo y lo aceptó ¡Estoy feliz! (risas). También he empezado a introducir los masters de las grabaciones de Jaume Sisa en mi pintura. Son kilómetros de cinta y que envuelven mis pinturas. Reciclo el trabajo de otro, integrándolo en mi obra. Igual le pido a Robert, que me pase unos cuantos masters…(risas). En el caso del libro “Secrets”, he colaborado con la poeta Núria Martínez-Vernis. El libro contiene doce dípticos que aúnan foto y pintura y ella decidió hacer un poema en el que cada verso da título al díptico. Lees cada poema a través de las imágenes y a través del texto. También colaboró Santiago Olmo hablando del hecho de coleccionar libros, de la biblioteca personal. En conjunto es una ampliación artística.
¿Qué aspectos de tu etapa punk permanecen en tu obra?
A finales de los setenta estuve en Londres, en plena explosión del movimiento punk y descubro un tipo de música, que es por donde capto esa estética. Hay un aspecto oscuro el punk que me interesa y de hecho sigo teniendo un hilo allí conectado en mi pintura, relacionado con la idea del no futuro que es duro decirlo, ya que hay una parte de mí que está en contra de eso. Soy idealista y positivista. Es cierto que aunque venga del “NO FUTURE” hay algo interior mío que no puede aceptarlo y quedarme resignada ante esto. Entiendo que el no futuro esta vinculado a la muerte, y la muerte está vinculada a la vida. Sin una, no existe la otra. Durante mi época punk, sentía animadversión a la idea de tener un hijo. Finalmente tuve una hija por un acto de amor. Ahora, pienso que lo que queda es seguir adelante, con o sin futuro. Nunca fui una yonqui y muchos de mis amigos se quedaron en el camino, por el SIDA, por la heroína, por suicidios… Era un momento patético socialmente y seguramente también reaccionábamos de la misma manera. Los efectos de la Segunda Guerra Mundial han sido devastadores hasta hoy mismo y todavía seguimos sin entender muchas de las cosas que sucedieron. Hay pensadores que niegan la posibilidad de cualquier forma de felicidad y arte después de esa catástrofe. Tenemos la obligación de evitar que eso se repita, aunque se repite en distintos formatos…
Este mes de septiembre empiezas otra aventura que has llamado “CienciaArte: ilustración científica urbana”. ¿De qué se trata?
La idea es que los urbanitas podamos disfrutar de la naturaleza que nos rodea, las cortezas de los árboles, las flores que salen en el césped, en los parterres, los parques, los peces… Con Carles Puche hemos ideado unos fines de semana en los que un grupo de personas quieran descubrir esta naturaleza, nos reunamos e investiguemos sobre por ejemplo, una planta. Ver cómo nace, cuántas hojas tiene, ir al estudio, concentrarse y conseguir algo que no pensabas que podrías hacer. No se trata de ser un gran dibujante, sino de tener la mirada de un buen científico. Es una forma de reconciliarte con la naturaleza más próxima. Aprenderemos a dibujar ilustraciones parecidas a las que vemos en los museos de historia natural, con lápiz, con tinta china y acuarela.
Decías que hay cuatro palabras que te acompañan en el momento de empezar un nuevo proyecto. ¿Si miramos al futuro, qué te sugieren? ¿Hacer qué?
¡¡¡Bufffff!!! (risas) me gustaría crear un lugar en el que cualquier persona pudiera acceder a él, una escuela de arte libre, como la escuela Eina en la época que estuve, donde aprendí a tener contacto con el arte, aprendí a mirar, a disfrutar, no solamente a hacerlo sino a entenderlo. Creo que el arte es algo fundamental para el individuo. Es un aprendizaje básico y creo que tendría que haber escuelas por las que todo el mundo tendría que pasar, como un río… Un lugar que te llene de conocimiento y te reconcilie con el arte.
¿Qué es oscuro?
Es el viaje de la noche, de los sueños, el lugar donde te pierdes y el lugar donde no deberíamos tener ningún miedo. Quizás es el viaje a la muerte y que a todos nos cuesta afrontar. El negro azul marino es el color de la profundidad, o el oscuro de la noche donde se ven todas las estrellas.
¿Nos han metido en un agujero?
Yo creo que en un agujero nos metemos nosotros y podríamos estar en uno peligroso. Si pensamos que tenemos un poder para decidir cambiar las cosas, quiere decir que no estamos en un agujero tan cerrado, sino que puede haber una salida.
¿Qué te da asco?
Me dan asco los políticos que nos roban, pero me interesa colaborar con ICV ya que creo en su integridad. Me da asco la gente que se mueve por dinero y que por dinero lo destroza todo. Me da asco que el mundo se siga polucionado. La traición también me da asco.
¿Has entrado en tu laberinto?
Sí, creo que estoy en él. Para mí el laberinto es un buen lugar para perderse. Te buscas, te encuentras, vuelves a perderte… Los artistas estamos siempre en la duda de si lo que hacemos tiene un sentido o no, si la obra esta terminada, cómo empezar, la hoja en blanco, la tela en blanco, la partitura en blanco. Vivimos en un auténtico laberinto en el mejor sentido de la palabra. Tienes que perderte para encontrar aquello inesperado. Para mí el laberinto no es el de Creta que tiene un centro, sino que es un lugar por el que pasas. Por eso digo que es una metáfora de la vida…
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