Cuando hablamos sobre Fernando López no podemos referirnos a él simplemente como bailaor. Fernando es también investigador, filósofo y autor de libros y artículos de gran referencia sobre género y flamenco; es una de las pocas personas que ha dado voz a todas aquellas figuras marginales dentro de un mundo aparentemente tan tradicional. Estos días (hasta mañana sábado) en el festival Berdache, tendremos la suerte de descubrir junto a él un poco más de ese lado casi nunca mostrado sobre el universo flamenco.
El cuerpo humano es una poderosa arma para expresar, y la danza uno de los vehículos que más lo permiten. ¿Cómo empezaste a bailar y cuándo te te diste cuenta de que era tu lugar seguro para expresarte?
Empecé a bailar con once años, después de mucho tiempo queriendo hacerlo porque mi hermana mayor estudiaba ballet clásico desde que yo tenía tres años y estaba acostumbrado a ir a ver las clases en la academia y los festivales de fin de curso. Tuve que pasar por una fuerte crisis de insomnio y depresión (raro para un niño de once años) para superar esa barrera de género según la cual la danza es una cosa de niñas, y decidirme a dar el salto y empezar a estudiar danza. Podría decir que desde la primera clase sentí que ése era mi lugar.
Fernando, eres un artista multidisciplinar. A parte de bailaor, coreógrafo y dramaturgo flamenco eres también filósofo e investigador. ¿En qué modo has utilizado la danza como medio de investigación? ¿Qué aspectos filosóficos encuentras en tu manera de expresarte mediante la danza?
Cuando empecé a estudiar Filosofía en la Universidad desconecté bastante de la danza: no encontraba en ella ni una fuente de motivación (me parecía puro entretenimiento) ni una fuente de ingresos, dado que la crisis de 2008 empezaba a hacer estragos. Sin embargo, al marcharme como estudiante Erasmus a París en cuarto curso, empecé a fisgonear en el Departamento de Danza de mi Universidad (Pais 8-Saint Denis), y a darme cuenta de hasta qué punto el cuerpo era un lugar privilegiado para entender ciertas cuestiones relacionadas con la percepción del tiempo y del espacio, la imagen que uno tiene de uno mismo y la que ofrece públicamente a otras personas, los códigos sociales de género, y temas así.
Este año ha salido a la luz tu libro Historia queer del flamenco: desvíos, transiciones y retornos en el baile flamenco (1808-2018), donde das voz y analizas las figuras más marginales del flamenco, de las que nadie habla. ¿Cómo ha influido el universo queer dentro de un mundo aparentemente tan diferente y tradicional como el del flamenco? ¿De qué manera se relacionan?
En realidad el universo flamenco es queer por definición, lo que sucede que la bibliografía tradicional ha privilegiado una mirada muy clásica atendiendo a ciertos aspectos y borrando otros, blanqueando de alguna manera a personajes de grandísimo calado dentro de este arte, como Antonio el Bailarín, las hermanas Utrera, Paquera de Jerez…
Un aspecto que me parece muy interesante de tu libro es que hablas sobre la historia del travestismo en el flamenco, que aparece a partir de 1850, ¿qué vínculo encontramos entre esto, el ansia por lograr la libertad artística y el deseo de acabar con los estereotipos de género?
Lo curioso es que esas rupturas acontecen en el mismo momento en que empiezan a gestarse esas normas de género, de modo que lo que podemos colegir es que siempre existen líneas de fuga que desestabilizan las estructuras sociales por muy sólidas que parezcan.
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Intimo interior meo es uno de tus proyectos coreográficos que presentas en el festival Berdache, donde reflexionas acerca de lo violento que es expresar la propia intimidad. ¿De qué modo la danza te permite tanto explorarte a ti mismo como también a las personas que presencian tus coreografías?
En mis piezas utilizo sistemáticamente el cuerpo y la palabra para expresar ciertas ideas que planteo de antemano y que se ven dilatadas o modificadas en el propio proceso creativo. Estoy más interesado en contar esas ideas que en hablar de mí mismo o de mi universo a través del arte, aunque siempre emergen elementos muy personales ligados a mi manera de ver las cosas, a los límites y posibilidades de mi cuerpo o a su interacción con las palabras.
El viernes 9 de octubre impartes el taller Género, sexualidad y tradición dentro del mismo festival, que tiene como temática hablar del género y la identidad centrado en el espectro de las danzas tradicionales. He leído que es una actividad teórico-práctica, ¿de qué forma vas a plantear este taller para que los asistentes se desvinculen del discurso tradicional sobre el flamenco y puedan observar todo desde otra perspectiva que no sea la que se ha impuesto siempre?
El núcleo central del taller es la encarnación de ‘la’ postura flamenca, de sus diferentes figuras y calidades de movimiento (definidas como ‘secas’, ‘fuertes’, ‘pesadas’ o incluso ‘agresivas’) para ir ofreciendo, en un segundo momento, alternativas suaves, desequilibradas, indirectas, ondulantes, hipo-tónicas, etc. El objetivo final es entrar al flamenco desde una corporeidad más amplia donde los colores básicos del mismo se complementen con otros tonos distintos.
En alguna ocasión has explicado que, cuando eras pequeño, fuiste víctima de bullying por tu amaneramiento y porque no te interesaban las mismas cosas que a tus compañeros de colegio. ¿De qué manera utilizas tú el flamenco y la danza como manera de reapropiarte de aquellas palabras (maricones, machorras, tullidos…) que siempre se han utilizado como insultos?
En mi pieza Bailar en hombre (2014) me ocupo de la memoria de ese rechazo y, afortunadamente, es algo que conseguí sanar y colocar en el sitio que merecía. No vivo artísticamente del resentimiento pero creo que hacerse cargo de esos recuerdos y de esa violencia es una etapa necesaria que los artistas solemos trabajarnos en el escenario a través de la creación.
En algunas de tus coreografías buscas lograr una experiencia de comunión con los espectadores, ¿cómo logras que se conviertan en observadores activos y que compartan contigo su propia vulnerabilidad?
Sólo abriéndose uno puede invitar a los demás a abrirse a su vez. Es un trabajo muy físico que permite ir levantando capas y barreras para generar una verdadera empatía entre artista y espectadores (y que no siempre sucede).
Por último, ¿qué es actualmente lo que más te inspira y te empuja día a día a crear tus coreografías?
Hay muchas cosas que me nutren: lecturas, músicas, piezas de otros/as compañeros/as del mundo de la danza y la performance, hechos de la actualidad… Normalmente emergen las ideas en forma de red: de repente varias cosas se conectan entre sí y dan lugar a un paisaje que veo claramente y que necesito pintar con urgencia. Pero ese es solo el comienzo del proceso creativo.
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