Una mezcla de los dos, diría. Teníamos una serie de nombres con los que nos gustaría trabajar –gente que nos encanta como trabaja, que admiramos, que creemos que tiene cosas interesantísimas que decir– y, a la vez, teníamos una idea clara del tipo de seminario que queríamos ofrecer. Rigurosos, sin ser solemnes. Seminarios de autor, que escapen de los cursos de método. Básicamente, les preguntamos a nuestros profesores qué es lo que les apasiona, lo que no se pueden sacar de la cabeza, los libros que no pueden evitar volver a comprarse, etc. y, de ahí, si ven la posibilidad de montar un seminario sobre ese tema, y el seminario encaja en la filosofía de la escuela, lo montamos. Así empezamos programando un seminario de lectura de sagas nórdicas, uno sobre Beckett como lector de Proust, uno sobre la Jane Austen alternativa…
La diversidad tiene que ver también con un interés por salir un poco de los formatos a los que nos hemos acostumbrado en Barcelona, es decir, la conferencia magistral del gran nombre (que ojo, puede estar muy bien) y la presentación de libro. Si uno lo piensa, el momento de la presentación (de la publicación) de un libro es el peor momento para hablar de él: el público apenas ha tenido tiempo ni ocasión de leerlo, por lo que el autor tiende a buscar razones para incitar a la lectura en vez de hablar sobre lo que ha escrito. Nos interesaba volver al formato del seminario, de la lectura intensiva, detallada de un autor o de un texto, porque es un formato que sale de la pasividad de la conferencia magistral y porque es un tipo de trabajo que nos devuelve un tiempo que la aceleración del día a día nos niega. Tiempo para leer, para pensar lo leído, para aprender realmente sobre lo que nos interesa. Al fin y al cabo, ¿no es eso lo que querríamos hacer con todo? ¿Dedicar nuestro tiempo a lo que nos gusta, a lo que nos hace felices? Bueno, a nosotros nos hace felices la literatura en todas sus formas, en todos sus aspectos. De ahí, quizás, la diversidad.