De la misma manera en la que me he dado cuenta de lo que implica profesionalizarse en el mundo de la música tocando, he entendido lo que es el machismo a través de la carrera musical, que ha sido el terreno en el que me he movido. De hecho, todo esto me animó a escribir una carta quejándome sobre esto que se publicó en
Icon. A partir de los pocos recursos de los que disponía por aquel entonces, y teniendo en cuenta lo mucho que han cambiado las cosas desde 2016, en la carta yo me quejaba de los periodistas que hacían alusión a cómo yo o mi compañera íbamos vestidas, que se nos pusiese una lupa encima por si tocábamos bien o mal… Y, en general, de sentir que no podíamos estar tranquilas en el sitio donde estuviéramos como sí podían estarlo nuestros compañeros. Ser un grupo de dos chicos y dos chicas hace muy obvias las desigualdades que hemos vivido.
Este año, al volver a los conciertos con la gente de pie y, por mi parte, con muchas más cosas aprendidas, escribí un
artículo hablando de las conductas del público. La prensa escribe cosas, tiene una responsabilidad social y luego se normalizan unos comportamientos que provocan que nos comamos unas chapas tremendas. Es cierto que nos las comemos todo el grupo en conjunto, pero ciertamente mi compañera y yo tenemos que aguantar unas connotaciones de acoso bastante peliagudas.