En París hay muchos museos de una calidad exquisita, los edificios hablan por sí solos, toda la ciudad es una poesía constante, y para mí es una fuente de inspiración sin fin, como te decía. También supone aprender una nueva lengua, conocer una nueva cultura, nuevos lugares, gente nueva. Para mí, es como cualquier otro proceso de creación: la absorción de estímulos externos y desconocidos, para después plasmarlos y desarrollarlos de una forma artística y personal. Para crear, hay que inspirarse primero.
Barcelona, por otro lado, es mi ciudad natal y donde me desenvuelvo mejor, tengo a mis amigos y a mi familia, encuentros con el mar… Es otra atmósfera mucho más relajada. Me gusta mucho más la gente de Barcelona, pero supongo que eso tiene que ver con mi propia cultura y mi relación directa con ella. ¡Y no me puedo olvidar de su arte y su comida!