Hay un momento en la entrevista a Christian Picciolini que abre este número que resulta especialmente doloroso, cuando se refiere a Dylann Roof, el chaval que en 2015 disparó y mató a nueve afroamericanos en una iglesia de Charleston animado en buena parte por las letras de sus canciones. Para quien no esté familiarizado con su historia, Picciolini es el fundador de Free Radicals Project, una organización que ayuda a aquellos que, como él cuando era joven, han acabado en organizaciones extremistas y quieren pero no saben cómo salir de ahí. Su historia sobrecoge, y vale la pena detenerse un rato en ella porque sus reflexiones son una luz en estos tiempos oscuros y extenuantes que vivimos, donde el odio, la discriminación y el racismo siguen estando presentes.
Pero, ¿qué nos lleva a odiar? ¿Es el odio un sentimiento intrínseco a la condición humana o es un comportamiento adquirido? ¿Cómo nos protegemos frente al odio? Y es más, ¿cómo gestionamos nuestro propio odio, qué hacemos con él? Estas y otras preguntas planean durante todo el número. Os contaré una cosa, mientras empezábamos a trabajar en él, llegamos a cuestionarnos si era el mejor momento para hablar acerca del odio, en medio de una pandemia, donde palabras como solidaridad, altruismo o esperanza se alternaban con estadísticas escalofriantes. Hasta que George Floyd murió asesinado a manos de un policía, y el movimiento Black Lives Matter por unos días lo llenó absolutamente todo, evidenciando una vez más lo que tantas veces preferimos no ver o maquillamos con pequeños gestos para calmar nuestra conciencia: que vivimos en una sociedad que está muy lejos de ser igualitaria, que está muy lejos de ser respetuosa, que el racismo está enquistado y es sistémico. Y que el odio está ahí, convivimos con él, y seguiremos haciéndolo si no hacemos algo al respecto; de nada sirve esquivarlo.
Odiamos, y muchas veces ese odio no es más que la proyección de nuestras propias frustraciones. Es interesante lo que dice en estas páginas el poeta, modelo y activista trans Kai-Isaiah Jamal: muchas veces son aquellos que viven odiando sus propias limitaciones los que más odian a quienes han tenido el coraje y la valentía de trascender las suyas. Por eso es tan importante la representación y visibilización de colectivos y comunidades minoritarios, no solo para acabar con esas actitudes de odio, prejuicios y estigmas, sino para ayudar a reconocerse y empoderar a quienes se sienten identificados. Los referentes son necesarios si queremos construir una sociedad más libre y plural donde nadie se sienta marginado y desprotegido por el color de la piel, sus capacidades, su cuerpo, su género o su orientación sexual. “La representación es la herramienta más importante que tenemos en la lucha contra el odio”, nos dice el diseñador de moda Harris Reed. Y así lo entienden movimientos como Black Lives Matter, Stop Asian Hate, o Trans Lives Matter entre tantos otros, que hoy más que nunca alzan la voz para pedir igualdad y respeto.
Y mientras unos hablan, todos deberíamos escuchar, entender al otro, reparar los errores que hayamos podido cometer en el pasado. Porque solo así aprenderemos a proyectar, desde la humildad, una sociedad que celebre la diversidad, en la que todos tengamos cabida. Cedo la palabra pues a quienes a lo largo de estas páginas han sido tan generosos como para dedicarnos un tiempo precioso de sus vidas compartiendo con nosotros luchas y experiencias. Gracias a Aaron Rose Philip, Ahmed Best, Kai-Isaiah Jamal, Anohni, André Leon Talley, Christian Picciolini, Harris Reed, Rina Sawayama, Eduardo Casanova, Jacob Holdt, Samantha Hudson, Jordan Kristine Seamón, Lava La Rue, Conan Osíris, ISAbella, Megane Mercury y Lola Rodríguez, vuestras historias son ciertamente inspiradoras. Y gracias también a todos los colaboradores que han hecho posible uno de los números más interesantes y necesarios que hemos tenido la suerte de hacer.