Virginia Rota dice que aprendió a fotografiar en el teatro, quizás por ello su fotografía es de una expresividad máxima, intimista y casi desgarradora. Con especial detalle en el color y la luz, su forma de mirar consigue dar sentido a algunas de las emociones más complejas y vemos como delante de nosotros las dudas se esclarecen y las miradas se vuelven simples, cristalinas.
Su punto fuerte son los retratos. Y no son simples sino punzantes; imágenes que nos muestran una pequeña parte de ella misma. Y es que dice que, si un proyecto no le emociona, no puede formar parte de su obra porque necesita observar desde dentro, acercarse a oír más que a hablar. Hoy hablamos con ella sobre su trabajo, inquietudes, motivaciones y algunos de sus futuros proyectos.
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Empecemos con una pregunta para conocerte mejor, ¿de dónde eres y cuáles fueron tus primeros contactos con la fotografía?
Soy de Málaga y comencé allí a los veintidós en una revista de ocio y cultura llamada Modernícolas, que fundó Marta Sader. Hasta ese momento, mi relación con la fotografía no había ido más allá de documentar las excursiones cuando era pequeña. Aprendí a fotografiar en el teatro. Iba al Teatro Cervantes o al Teatro Echegaray todas las veces que mis compañeros en la revista me dejaban apuntarme, y tomaba fotografías de todos los espectáculos durante los diez minutos de permiso al inicio y, cuando tenía suerte, durante toda la función. Creo que allí, en el pasillo, a oscuras y teniendo que seleccionar muy bien el momento del disparo, aprendí casi todo.
Tu obra destaca por ser de una expresividad máxima, una realidad intimista, casi desgarradora a veces. ¿Cómo definirías tu identidad como artista?
Muchas gracias por estas palabras, María. Creo que con Saudade estaba interesada en hablar sobre algo propio a través de unos desconocidos, a través de algo que estaba muy cerca de la ficción. Con Infans y La pena negra, próximos proyectos que espero que vean la luz pronto, siento que estoy en otro lugar. Ya no me interesa tanto hablar sobre mí a través de los otros, sino darle el espacio a ellos para que sean los que tomen la palabra. Así que creo que todo está cambiando bastante para mí. Mis imágenes continúan compartiendo una estética similar, pero ahora me interesa más acercarme para oír que para hablar.
Los retratos son uno de tus puntos fuertes, especialmente detallistas, con mucha atención al color y el claroscuro. No son autorretratos, pero, en cierto modo, parecen llevar mucho de ti misma. ¿Es así?
Sí, eso es. Me acerco y dirijo mi trabajo a aquello que me emociona, con independencia de que se trate de un proyecto personal o de un encargo; trato de no coger proyectos con los que no vibro porque no sé trabajar en ellos, así que es difícil no sentir que estoy dentro –y hasta el fondo– de lo que hago. Busco encontrarme con algo que me pertenece, aunque no siempre sepa decir qué es.
¿Qué hay detrás de tus fotografías? ¿Qué es lo que te inspira en tu día a día?
Voy a ver todas las obras que puedo de danza, y alguna que otra de teatro. A veces veo algo increíble, como E se elas fossem para Moscou, de Christiane Jatahy, o Moeder, de Peeping Tom, y entonces me entran unas ganas enormes de trabajar. La manera en la que mueve las manos Clara Sanchís en la segunda parte de Consentimiento, cuando se está dirigiendo a Candela Peña, o la fuerza de Nieve de Medina cada vez que entra en escena. Te hablo de esta obra porque la vi hace poco. Todo eso se tiene que quedar en mi mente, estoy segura, aunque no se haga presente de manera directa en mi trabajo.
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Tu fotografía es difícil de comparar. No es solo el proceso de capturar las imágenes, también hay un proceso de edición importante. ¿Les das importancia por igual a los dos procesos o hay alguno que prima por encima del otro?
Para mí lo más importante es cuando estoy tomando las fotografías. Es cuando tengo que colocar toda mi atención para quedarme con lo que más me interesa de lo que sucede, que suele suceder solo una vez. Es como estar en guardia para agarrar a la fiera. No hay descanso ni nada que prime sobre lo que está sucediendo, puedo estar horas sin que aparezca ninguna necesidad primaria.
Mi trabajo de edición va cambiando sutilmente a medida que me encuentro con el verde, con el azul, o con el naranja. Voy descubriendo el color como si nunca antes lo hubiese visto. Lo mismo con la luz. Es importante también, claro, pero para mí la imagen ya ha sucedido y el proceso de edición tiene más que ver con un acompañamiento.
Y, por otro lado, ¿dirías que intentas plasmar la foto que tienes en tu cabeza y buscas lo posible para hacerlo? ¿O más bien es al revés?
Prácticamente todo mi trabajo está enfocado al retrato, y me aventuraría a decir que a uno clásico. Cada vez que retrato a alguien, sobre todo a los desconocidos, es casi como una cita para mí. Sería absurdo premeditar algo más allá del lugar, que suele ser mi casa. No me gusta llamarles modelos porque casi ninguno lo es. Dependiendo del proyecto tengo claro si necesito chicos o chicas, si necesito niños y de qué edades, o si necesito personas mayores. Cuando estaba realizando Infans, solo veía niños por la calle. Respecto a la edición, salvando Saudade, que sigue una línea bastante parecida, cada persona me da una necesidad distinta, así que, aunque formen parte de un mismo proyecto, no me obligo a establecer unas reglas.
En tu fotografía vemos cómo cobran vida algunas de las emociones más complejas como el dolor o el vacío. Vemos cómo se hacen simples, cristalinas, aun con todos sus matices. ¿Por qué crees que tu obra despierta esas sensaciones en el espectador? ¿Es lo que buscas?
Saudade habla sobre esto, sobre la toma de conciencia del hueco. En la selección de las fotografías busqué retratos en los que pareciera que existía un vacío, que pudieran ser el principio o el final de un llanto. No sé qué será de La pena negra porque aún no he comenzado con las fotografías. En Infans no hay vacío ni dolor, sino una madurez atroz que recorre a cada uno de los retratados.
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Quizás el proyecto que mejor habla de tu identidad como artista es Saudade, una serie en la que tratas la nostalgia y el vacío a través de retratos. ¿Cómo afrontaste este proyecto, de donde nació la idea?
Es mi primer y único proyecto propio hasta la fecha. Cuando me mudé a Madrid comencé a parar a gente por la calle y a invitarles a casa para tomarles un retrato. También busqué gente a través de Facebook, o de conocidos. Retraté a casi cincuenta personas y al final han quedado trece retratos y un libro de artista que hizo Elsa Paricio. No es un proyecto que haya hecho con conciencia de ello, apareció al reunir el material.
Saudade no solo ha sido expuesta en varias galerías, sino que también te ha regalado diversos premios, entre ellos el Premio Nexofoto. ¿Dirías que ha sido un punto de inflexión en tu carrera? ¿Qué supuso para ti?
Ha sido increíble. Es mi primer trabajo, ha sido todo muy sencillo y me ha traído muchísimas alegrías, Nexofoto entre ellas. Más que un punto de inflexión en mi carrera lo considero el principio.
Tal como nos comentabas antes, actualmente estás inmersa en el proyecto Infans, ¿nos podrías hablar un poco más de ello? ¿En qué consiste?
Es un proyecto sobre la sabiduría de la infancia, sobre la libertad del pensamiento. Durante dos años he estado buscando a veintidós niños con los que poder trabajar en este proyecto. Ha sido un proceso increíble. Ahora la artista y diseñadora Elsa Paricio y yo estamos trabajando en la maqueta del libro.
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Ahora mismo podemos encontrar Saudade expuesta en EixoArte, una galería virtual. ¿Cómo fue el proceso de montar una exposición digital? ¿Era tu primera vez realizando una acción de este tipo? ¿Qué puntos a favor y en contra has encontrado una vez realizada la exposición?
Lo mejor son las personas que me han escrito desde allá para felicitarme por Saudade. Internet es maravilloso porque uno está en Madrid caminando por Gran Vía e invitando a gente a su casa para retratarles, y años más tarde unos chicos en Río de Janeiro encuentran mi trabajo por la red y me piden permiso para proyectarlo en la presentación de EixoArte y colocarlo en su galería virtual. Solo puedo darles las gracias por interesarse y darle visibilidad a este proyecto.
Eso me lleva a pensar en el papel que está ganando la tecnología en el mundo del arte. Herramientas como la realidad virtual están a la orden del día y se empiezan a utilizar en variedad de disciplinas artísticas ¿Qué opinas acerca de este acercamiento de los medios digitales al mundo del arte?
Estoy poco familiarizada con la realidad virtual; mi compañera de piso tiene unas gafas y una vez pude meterme en un videoclip de unas chicas japonesas que bailaban en ropa interior. La calidad era mala y todo era un poco extraño. No sé qué decirte, me parece una herramienta más. Me atrae lo audiovisual en escena, aunque no sea nada nuevo. Lo de Christiane Jatahy en Canal fue increíble, por ejemplo.
No olvidemos que te formaste en cine experimental y documental, por lo que tu obra no se centra solo en la fotografía. Haciendo referencia al proceso creativo, ¿qué es lo que te decanta por una expresión o por otra? ¿Cómo eliges qué formato es más indicado para cada relato?
La mayoría de mi trabajo es fotográfico pero utilizo el video para lo escénico. Salvando dos ejercicios breves que realicé en el máster, Dolo y El vencimiento, me atrevería a decir que todo mi trabajo de video tiene que ver con la danza.
La mayoría de tus proyectos de video están relacionados con la danza, con el movimiento. ¿Por qué esta expresión está en tu punto de mira ahora mismo? ¿Te atraen otras ramas artísticas?
Me atraen la pintura, la escultura, el cine, el teatro; pero me fascina la danza. Cada vez me da más pena no haber bailado desde pequeña. Me fascina porque no entiendo la capacidad extraordinaria que tienen los cuerpos para contar historias o reflexionar sobre lo que pasa en el mundo.
Para terminar, ¿podrías hablarnos de algún proyecto que tengas entre manos? ¿Dónde te ves en un futuro próximo?
Acaban de concederme una de las becas de Iniciarte, una ayuda a la producción para hacer un proyecto que quiero realizar desde hace muchos años: La pena negra, que ya he mencionado. Es un proyecto sobre la externalización del dolor ante la muerte, sobre lo que queda del luto en España. Mi interés es investigar cuál ha sido la historia de esta costumbre –que antes era una ley– y qué es lo que queda de este ritual. Comienzo a trabajar en abril y se exhibirá a final de año. Me cuesta pensar a largo plazo, ahora mismo mi cabeza está en tres lugares: Infans, La pena negra y La phármaco
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