Sus primeros trabajos ya irradiaban color y energía, y a medida que avanza, cada vez lo hacen más. Marcada por infinitos referentes, Vera Cebriá, recientemente graduada en Diseño de Moda, utiliza el color como la herramienta principal de sus diferentes trabajos. Pero no solo eso: el humor, la diversión pero también la rebelión forman parte de su identidad. Iris Apfel, Yayoi Kusama e incluso Vicenta, su propia abuela, han sido referentes claros para crear El estilo avanzado, (en clara referencia al blog de Ari Seth Cohen, Advanced Style) su proyecto final de carrera, que lucha contra los estereotipos de las señoras mayores en la industria, y reivindica la moda y el estilo como formas de expresión personales más allá de la edad. Hoy descubrimos por qué es importante seguir tus sueños y luchar contra el sistema.
Para aquellos que no te conozcan, preséntate. ¿Quién es Vera Cebriá?
Vera es una chica de Valencia de veinticinco años que, tras estudiar restauración de arte y tanatoestética, por fin se atrevió a hacer lo que realmente le gustaba y decidió estudiar diseño de moda.
Las redes sociales, y más concretamente Instagram, son tu medio principal en cuanto a comunicación y expresión, pero no acostumbras a poner tu propio nombre. ¿De dónde viene @elhumordelamor?
El nombre, que desde el primer momento surgió como un pseudónimo artístico, hace referencia a una exposición del pintor Ignacio Pinazo en el IVAM. El cuadro Cupido encendiendo un cigarrillo, en el que se observa a un angelito y a una joven jugando con un cigarro, me impactó. Empecé a darle vueltas al hecho de que en la vida siempre hay una dualidad, una ironía; y que este nombre me representaba en gran parte.
Cuando lo escuchas es normal que lo primero que percibas sea ‘amor’, algo positivo; sin embargo, el ‘humo’ hace referencia al tabaco, al deshecho que molesta. No obstante, para mí es algo ambiguo, ya que el humo consigue perdurar. Es lo único, probablemente, que queda de ese amor y, por lo tanto, lo único que nos queda, por lo que cobra más valor que el propio amor. Lo negativo se torna positivo y viceversa constantemente. Ahí reside la ironía del nombre.
En tu web explicas que, tras finalizar restauración, decidiste sumergirte por completo en el mundo de la moda. ¿Qué impulsó ese cambio? ¿Estás más a gusto en el mundo de la moda que en el de la restauración?
Sin duda. La restauración no era para mí, y todos los de mi alrededor lo sabían. Yo venía de un colegio muy estricto y se esperaba mucho de ti al acabar. Por lo que fue una carrera artística pero medianamente ‘seria’ a la que adherirme. El mismo verano de cuarto curso me animé a hacer las pruebas de acceso para entrar en diseño de moda. Pensé que si me cogían sería una especie de señal. Superé las pruebas y desde primero supe que me lo iba a tomar muy en serio, y que hacer los trabajos para clase estaba muy bien pero que lo importante era la vida real. Desde entonces hasta ahora no he parado de participar en proyectos audiovisuales, la mayoría a modo colaborativo, pero con la intención de adquirir experiencia y, sobre todo, currículum.
Tu imaginario gira en torno a una paleta de color infinita. En tus diferentes proyectos lo percibimos como una herramienta fuerte y poderosa. ¿A qué se debe y qué supone para ti el color en la moda?
Pienso que hoy en día está todo inventado y muchas veces intentamos ser la persona a la que se le ocurra la cosa más loca. Creo que es mejor saber de qué herramientas dispones y potenciarlas, darles un punto de vista diferente. Es una poco la filosofía de ‘con poco, hacer mucho’. Para mí el color es una de ellas, es la clave de nuestra percepción visual, y según como juegues con él, el resultado es muy potente.
El estilo avanzado, tu último proyecto, se centra en mujeres mayores, normalmente las más olvidadas por la moda o a las que la industria aleja o incluso rechaza. Pero no es la primera vez que son las protagonistas de tu trabajo. ¿Cómo surge esta idea? ¿Y qué enfoque has decidido darle esta vez y por qué?
Siempre me ha interesado la manera en la que la moda está ligada a la vida, y en parte demostrar que no es algo frívolo que solo pertenece a unos cuantos; sino más bien justo lo contrario. Nadie viste sin pensar en lo que se pone porque es una manera más de comunicarse. Algo tan básico como maquillarse, peinarse o vestirse de determinados colores puede llegar a ser intensamente estimulante, incluso terapéutico; siempre que uno siga siendo fiel a sí mismo. Terapéutico porque va más allá de la estética y supone romper una barrera, atreverse a ir un paso más allá y proyectarse siendo capaces de hacer todo lo que se supone que ya no podemos o debemos.
Como mujer he sentido, desde pequeña, esa presión por cumplir con el canon que me corresponde. Pero justamente esto hizo que me centrara más en las personas que ya no están en el momento de serlo y preguntarme qué pasaba entonces con ellas. Es cuando empecé a interesarme por las mujeres más mayores que tenía a mi lado: mis abuelas. Realicé una sesión de fotos con una de ellas, Vicenta, que echando la vista atrás, la considero como el preámbulo de mi trabajo final de grado. Me sirvió para darme cuenta de la vitalidad y energía que conseguimos sacarle, lo que me llevó a indagar en aspectos como estos. Aunque mis planes de futuro no son crear una marca propia, dado lo complicado que es y los costes que supone, sí que me gustaba la idea de enfocar mi TFG como una opción diferente, sobre todo a nivel de comunicación, que es hacia donde yo quiero encaminarme.
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La colección destaca por una combinación extrema de colores, texturas, siluetas y prints, pero sobre todo, por el más es más. ¿Cuáles han sido tus referentes principales a la hora de crearla?
Me fijo en grandes marcas como The Attico o Vivetta, que aportan y, a mi modo de ver, cuidan los detalles; es en la forma de combinar tejidos, colores y prints donde reside su secreto. Por otro lado, me fascina el uso que hace Molly Goddard del tul o la diversión de Outsiders Division. Más allá de las firmas de moda, mis referentes clave son, sin duda, Iris Apfel, que podría (ojalá) encajar como público objetivo de la marca, o Nadia Lee Cohen por como juega con el concepto de pretty ugly; incluso también reminiscencias a la inconfundible Edith Bouvier, de Grey Gardens.
Las modelos elegidas tienen mucha actitud posando frente a la cámara. Sus poses nos cuentan una historia, así como sus inquietudes, sueños y miedos. Rosana, Aída, Bárbara y Carlota representan un canon de belleza opuesto al otro. ¿Cómo y por qué las elegiste?
Por eso considero la sesión de fotos con mi abuela Vicenta, que antes he mencionado, tan importante. Me abrió los ojos en el sentido de que todos tenemos esa gracia natural en nuestro interior, y florece cuando nos sentimos nosotros mismos. Ninguna de estas mujeres es modelo –ni nada que ver–, pero dentro de mí sabía que funcionaría. Solo tenía que hacerlo bien y vestirlas de ellas mismas. Disfrazarlas hubiese sido un fracaso. Cada una es especial y diferente a la otra, pero en conjunto encajan. Simbolizan distintos tipos de mujer, pero en definitiva, todas están dando visibilidad a la misma idea: sé tu mismo ante todo.
Ya hace un par de años que el mundo de la moda se ha centrado en mujeres mayores que desafían lo convencional:  Iris Apfel o Yayoi Kusama se han convertido en iconos y referentes. Por su parte, Joan Didion y Joni Mitchell han protagonizado las campañas de Céline y Saint Laurent respectivamente. ¿Entiendes esto como una evolución del concepto de belleza y una reivindicación sobre la libertad de expresión?
Creo que es innegable que a la mujer se le exige físicamente mucho más que al hombre. Al envejecer, va perdiendo los atributos por los que se la premia de joven; marginada de los cánones de belleza establecidos, pasa a ser relegada a un papel secundario. Las marcas solo potencian una imagen de mujer específica con una talla y físico concretos, pero ante todo, una fémina joven. No obstante, las poblaciones son cada vez más mayores y la mortalidad llega a edades muy avanzadas. Estas personas (mujeres) que hoy en día son ancianas han vivido grandes progresos a todos los niveles, también en la moda, y cada vez están más conectadas a las tecnologías y los nuevos avances.
Son cada vez más exigentes en todos los niveles y no deberían ser olvidadas, ya que representan un gran número además de tener, por lo general, un poder adquisitivo más alto que en su juventud. El desarrollo del estilo personal –esa esencia que todo ser humano, si la desarrolla, tiene en su interior y que no deja de ser una forma más de expresión– puede llegar a convertirse en una clave fundamental llegada una cierta edad. Como declaraba hace un par de años la diseñadora Vivienne Westwood: “Older women must celebrate their style, older women do have a better sense of individual style and need to get over their fear of embarrassment.”
Además del lookbook has trabajado en un fashion film a modo de documental. ¿Qué visión aporta a la colección que la imagen fija no puede?
El fashion film es, en realidad, un falso documental –falso en el sentido de que lo único que conservan los personajes es su nombre. Sin embargo, estas mujeres podrían existir perfectamente y, en cierta medida, hay un ápice de verdad en cada uno de sus testimonios. El fashion film va un paso más allá y consigue hacerte conectar con estas mujeres, de consumidor a consumidor. La filmación es como una recopilación de confesiones que hace cada una de ellas en la que la conclusión siempre es: soy así irremediablemente.
¿Cuáles son tus objetivos para el futuro? ¿Dónde te gustaría visualizar a Vera en un par de años?
De momento voy a parar para poder hacerme esa pregunta. Llevo muchos años encadenando estudios y, por primera vez, cuando llegue septiembre, no ‘vuelvo al cole’, por decirlo de alguna manera. Por ahora mis planes para este verano son trabajar en una de mis tiendas favoritas y seguir desarrollando proyectos personales que tenía entre manos y por falta de tiempo andaban aparcados.
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