Desde que tengo memoria, he reflejado mis emociones a través de la música. Siempre me he sentido atraída hacia artistas que hablan con el corazón y que se atreven a poner sus emociones al desnudo, Silvana Estrada es una de ellas. Sus canciones son el vehículo de sus experiencias e impregna su trabajo con una autenticidad que desafía las tendencias en la industria de la música actual.
Su esperado disco Marchita, bajo el sello discográfico Glass Note, es una colección de canciones que seguramente te harán llorar, cantar y enamorarte. Grabado en las afueras de la Ciudad de México, en un estudio dentro de una casa de madera, que en sus palabras es “un paraíso para crear”, este espacio, nos cuenta: “fue el lugar perfecto para Marchita, suena todo desde su producción a madera y con un alma muy rural”. De manera que la calidez y tranquilidad que aporta la madera a nuestros sentidos se hace parte de la magia que envuelve su voz.

Marchita confronta la tristeza que causa la pérdida de las personas que entran y salen de nuestras vidas, dejando marcas indelebles. Si pensamos en amor, dolor y música, una no vive sin la otra, una no da aliento sin las otras dos, se vuelven amantes y cómplices. Con esa mezcla entre poesía, amor y dolor, Estrada encuentra respuestas a través de la música, que para ella representa “la salvadora absoluta contra sus demonios”. Así transforma sentimientos que ahogan en odas sublimes, y le da voz a nuestra comunidad mexicana revelando verdades urgentes sobre las pesadumbres de nuestro mundo.

Después de una larga temporada de vivir en la incertidumbre, sobre todo cuando se habla de música en vivo, regresa a los escenarios de España que para ella es “su hogar lejano”, lista para cautivar nuevamente a su audiencia con temas inéditos y shows llenos de sorpresas.

Hoy en día, nos cuenta que se encuentra enamorada de la vida y de sus batallas, con mucho cuidado y amor va marcando el comienzo de una nueva era, por lo que tomamos esta oportunidad para hablar con ella sobre lo que se aproxima, lo que queda atrás y lo que echa de menos.
Tienes un calendario bastante apretado, apenas te encuentras al comienzo de tus fechas por España, ¿has tenido oportunidad de visitar sitios a los que añorabas regresar?
Sí, España es un lugar donde tengo recuerdos muy bonitos y muchos amigos queridos. Así que volver es como volver a un hogar lejano.
Han pasado muchas cosas desde la última vez que estuviste de visita, ¿qué ha cambiado y qué ha quedado igual?
La que más ha cambiado después de todo esto soy yo. España y sus ciudades se mantienen hermosas, y su gente con el mismo amor por la música en vivo. Obviamente hay algo que enrarece un poco el ambiente. Todos hemos aprendido mucho en estos meses de cuarentena y ha sido muy duro para muchos de nosotros. Poco a poco nos iremos sintiendo más normales.
Algo nuevo que sucedió el año pasado fue tu incorporación a Glass Note. ¿Qué podemos esperar de esta nueva era musical?
Me emociona que voy a comenzar a promocionar mi música de manera diferente. Con una familia que desde Nueva York cuidan muchísimo mi trabajo, estética, discos y esencia. Es una era en la que puedo llegar un poco más lejos, pero sobre todo con mucho cuidado y amor a cada paso, respetando mi identidad artística.
Sé que es complicado pedir que se describa lo que está hecho para ser escuchado, pero cuéntanos de Marchita. ¿Cuál es la temática de este nuevo disco?
Es un disco post ruptura, narra la historia de un duelo. Está centrado en el dolor que busca sanar y entender. Para mí, Marchita es un universo muy especial. Es un disco muy oscuro en el que justamente la luz es lo más importante.
¿Dónde fue grabado y quién estuvo a cargo de la producción?
Lo grabamos en el estudio de El Desierto, mi estudio favorito del mundo. A las afueras de Ciudad de México, en el bosque. Una casa toda de madera llena de orquídeas y jardines interiores donde podría pasarme la vida entera. Un paraíso para crear. El propio lugar te carga de una energía muy especial. Fue el lugar perfecto para Marchita que suena todo desde su producción a madera y con un alma muy ‘rural’.
El productor es Gustavo Guerrero, un amigo que amo y admiro infinitamente, cada día más, fue una gozada producir con él. Conectamos y nos entendimos perfectamente. La verdad que generar un sonido tan especial requirió mucha valentía porque a veces lo minimalista, lo desnudo y lo honesto asusta.
¿Cambió tu relación con la música desde la pandemia?
La verdad que sí, me hizo repensar mi papel en este mundo. La música se reafirmó en mi vida como la salvadora absoluta contra mis demonios y el extrañar tanto los shows en vivo me conectó muchísimo con las giras que muchas veces generan un amor odio muy especial porque la gira siempre te saca de tu zona de confort a cada instante. También me conectó con la salud y el descanso, que eran ámbitos muy descuidados en mi vida.
Marchita trata de cerrar un ciclo, terminar una relación y el duelo amoroso que conlleva, ¿crees que el dolor y el conflicto interno se pueden convertir en aliados para los artistas al momento de crear?
Yo creo que sí, que el dolor es un motor creativo impresionante. Con esto no quiero decir que hay que sufrir para crear. Al contrario, el arte tiene que ser para sanar. Ahora mismo estoy en paz y estoy creando desde un lugar nuevo mucho más reflexivo y generoso.
Cantas al amor y al desamor, ¿de qué estás enamorada en este momento de tu vida?
De muchas cosas, me gusta mucho mi vida ahora. Estoy enamorada de mi trabajo, de mi ocio, de mi futuro, de mis batallas, de mi pareja, mi casa y de mi perra.
Ya que al fin vemos al mundo reactivarse, especialmente cuando hablamos de la música en vivo, ¿qué sentimiento te provoca regresar al escenario?
Me emociona demasiado, es un sueño hecho realidad. En los momentos más oscuros de mi cuarentena parecía que nunca más volvería a hacer shows en directo.
¿Hay temas que aún no hemos escuchado que serán tocados en directo por primera vez?
¡Sí, tenemos muchas sorpresas! Me gusta siempre ir probando las canciones nuevas en los shows antes de grabarlas.
Quisiera pedirte que nos hablaras sobre tu canción Si me matan, que va cargada con un mensaje muy fuerte sobre la violencia contra la mujer. ¿Qué pasaba por tu mente cuando la escribiste?
Escribir esa canción fue un proceso largo. Nació de un dolor muy grande y un miedo que me comenzaba a hacer daño. Vivo sola desde muy pequeña, y viajo sola desde que pude tomar sola un camión. En un país como México eso es raro y sobre todo peligroso. Así que escribir Si Me Matan fue una respuesta y un consuelo. Tardé mucho en encontrar lo que realmente quería decir, fuera del enfado y el dolor. Intenté crear un bálsamo que me quitara la pena y me diera fuerza para seguir haciendo lo que amo. También para no sentirme sola, un consuelo sonoro.
Nos diste la oportunidad de poner en palabras el miedo que nos habita a todas, la realidad en la que vivimos la que pude haber sido tú, yo, mi hermana, mi mamá, mi amiga; viajando en un coche, caminando, en la propia casa… ¿Crees que el movimiento de las mujeres puede ocasionar un cambio de era para poder dirigirnos a algo mejor?
Pienso que la lucha feminista es la revolución que nos queda para avanzar a un mundo mejor: sociedades nuevas, igualitarias y amorosas... la búsqueda de la solidaridad. Es una revolución del pensamiento, de la deconstrucción. No ha habido nada igual y por eso creo que será la verdadera mejoría de este mundo tan oscuro en el que estamos viviendo.
En el vídeo te vemos sentada cantando frente a distintas mujeres, ¿cómo se desarrolla la idea de la parte visual que acompaña esta canción?
La idea nos vino de un vídeo muy lindo de Bon Iver en el cual le canta a una chica a la vez. Nos pareció muy poderoso representar a todas las mujeres y hablarles directo al corazón.
Cuando haces Carta, es una regresión de un tesoro secreto, nunca compartido con el mundo, tus sentimientos plasmados solo vistos por ti. Qué romántico era escribir y/o recibir cartas a puño de letra. ¿Qué otras costumbres que se han ido perdiendo al paso de los años echas de menos?
Extraño mucho la diversión de antes del internet. Cantar canciones por diversión, aprender un oficio, jugar en la calle... compartir el ocio con la comunidad. Vivo una nostalgia muy extraña porque realmente nací muy al borde del boom del internet. Sin embargo, me mantuve al margen mucho tiempo hasta que conocí las redes sociales, y en ese mismo momento conocí la angustia.
Hay algo que mencionas que es buscar hacer música que perdure. Al igual que en otras formas de arte, ¿crees que hemos desvalorizado la música al buscar su inmediatez?
Vivimos en una época de lo inmediato y lo desechable, no digo que esté bien o mal, simplemente es la época que vivimos y me gusta hacer un poco de contra peso. Creo en generar espacios para todos.
Podríamos estar hablando de jazz hasta la madrugada pero, para no enrollarnos, te quería pedir si podíamos cerrar con una recomendación, una canción de jazz que en su momento te tocó la fibra y cambió tu perspectiva.
El disco de You must believe in spring de Bill Evans me cambió la vida.