Edad es el tercer poemario del joven autor madrileño Rodrigo García Marina (Madrid, 1996), publicado después de Aureus y La caricia de las amapolas. Charlamos con él sobre los conceptos que lo atraviesan, como son la posibilidad de lo evolutivo, el transcurso del tiempo y cómo son esos referentes del pasado, si es que éste puede existir. Y todo ello para acabar pensando de amor, así, en general.
Abres Edad con la palabra de Mateo y con una cita de una canción de Enrique Iglesias. Supongo que toda una declaración de intenciones respecto a las paradojas del tiempo, convencionalmente entendido como algo lineal y evolutivo; así como también un cuestionamiento a la idea de clásico y tradición a través de formatos aristócratas.
Raymond Williams escribió: "No hay masas, solo modos de ver a la gente como masas". De esta manera, no encuentro interesantes las distinciones entre lo que se considera 'baja' y 'alta' cultura. Posiblemente piense que Enrique Iglesias es un idiota y que ni siquiera él sea el autor de sus propias letras. Sin embargo, aquella cita que tomé la consideré poética y oportuna para abrir un libro.
Ahora que no podemos encontrarnos en el club, muchas noches bailo solo bachata con los cascos. Bailar solo bachata, ¿me entiendes? Menuda tristeza. Supongo que los libros tienen su apertura, pero pocas veces se cierran. Me refiero, claro que se cierran, pero los objetos también tienen sus propios intereses y el interés de todo libro es ser abierto de nuevo. Enrique Iglesias nos invitaba a juntar la luna y el sol. Es una invitación lícita. Mateo oponía todo a la palabra. Una palabra con la capacidad de curar. En el club suelen ocurrir cosas lindas. ¿Quién no ha salido de tecnazo y ha conocido a alguien con la palabra exacta?
Hace unos meses vaciábamos la casa donde nació mi padre y donde falleció mi abuela. Mi abuela que llevaba media vida entre las sombras, es decir, ciega. Bien, tomé una escultura de estaño y un par de libros que llevaban años sin ser abiertos. Ellos, a diferencia de los amantes, siempre nos esperan.
A lo largo del poemario encontramos hechos cotidianos y descriptivos respecto a las figuras de la abuela, el abuelo, el bisabuelo, la tatarabuela; motivos como el cáncer y la muerte –podríamos hablar horas y horas del porqué de las dos referencias a Paul Celan– se repiten a lo largo de él. ¿Por qué has elegido una perspectiva temporal a través de los antecedentes? ¿Por qué no dialogar, escarbar, en los circuitos de la memoria, de los principios de realidad, a través de otros tipos de edades donde también están presentes? ¿La idea de genealogía siempre debe ser retroactiva?
Bueno, cuando vuelves a unos antecedentes no eliges una perspectiva temporal respecto de otra opción que no aventuro a saber cuál es. La temporalidad viene dada. Sobre el por qué no tengo la respuesta. No fue una decisión premeditada.
Las personas que estudiamos filosofía pasamos mucho tiempo —gastamos una gran cantidad de fuerzas— en tratar de entender qué significan realmente los conceptos. Esto manifiesta que, de algún modo, nuestro 'realmente' es una forma de acercarnos en grados de profundidad al concepto en cuestión.
Ocurre, por ejemplo, con la genealogía. Supongo que he leído algunas cosas sobre ella, pero todavía no tengo una idea clara de lo que es. En cualquier caso, quienes hemos estado de acuerdo con el último Heidegger consideramos que el tiempo tiene una estructura cuádruple, que es la que permite un giro y abre paso al pensamiento hermenéutico. Sobre si existe una genealogía o una memoria especulativa, supongo que no. Es decir, no puede existir un futuro recreable en el pasado de manera que suceda. Sin embargo, sí es futurizable. O sea, podemos poner el pasado al servicio de lo que acontece.
Que en el poemario podamos encontrar el motivo histórico tanto a través de la genealogía familiar como de autores clásicos es un salto como mínimo vertiginoso. ¿Este arco responde a un intento de universalizar y democratizar las experiencias universales o, más bien, es una toma de distancia y puesta en crisis de los relatos de la tradición occidental?
La ficción tiene la capacidad de hacer propio lo ajeno y justo eso me interesa de lo biográfico como herramienta literaria. El motivo era anti-histórico. La Historia me produce muy poco interés y con ella la de sus relatos imperiales: occidentales o no. Me preocupa aquello que es de algún modo común, que nos reúne y nos sienta frente al fuego —el primero de todos los fuegos—. Es la luz sobre la sombra la que invita al asombro. Entonces comienza la escucha. Y con la generosidad de quien escucha, la literatura.
Además, encontramos de forma explícita (papá) e implícita la figura del Padre (Dios), que en Aureus adquiere una dimensión causal y violenta escondida tras una esquizofrenia discursiva. Por otro lado, la primera parte de Edad empieza con una cita de Chantal Maillard de su maravilloso Matar a Platón. Parece ser que te obsesiona ya no el reino de las ideas sino la idea de El Rey.
La poeta Sarah Kirsch escribió: "Esta tarde, Bettina, es todo igual que siempre. Siempre estamos solas cuando escribimos a los reyes. A los del corazón y a los del Estado. Y aún así nuestro corazón se estremece cuando al otro lado de la casa se oye un coche."
Y es cierto, que no cesamos en nuestra manera de interpelar a quienes pertenecemos. Y también es cierto que siempre estamos solas. Yo quemaría a Platón o sacrificaría a mis hijos, si con el gesto pudiera entender.
 En el poema V de la parte La herencia, sin titular, hay un verso que dice –¿o escribes?– “mi causa, mi efecto, el mecanicismo del idioma es una red”; y en el poema IX, encontramos “hablar mil lenguas muertas como voces vividas”. Las reflexiones y problemáticas entorno a la lengua, el idioma y la posibilidad (o no) del sujeto a través de ella ya estaban presentes en tu primer poemario. ¿Crees que en tu escritura persigues, al fin, una determinada idea, cerrada y concluida, respecto al lenguaje que te permita posicionarte como autor; o, más bien, intentas desplegar toda la problemática del lenguaje, ¿topando en el mismo intento con los límites que supone?
Nadie mínimamente honesto cree tener una idea determinada acerca del lenguaje. Tampoco me fío de aquellos escritores que persiguen propósitos con sus palabras. Las palabras nos asombran y es con el asombro producido con lo que podemos trabajar.
La tercera parte de Edad recibe el nombre de El silencio. ¿Es una dimensión imposible o es un habitáculo impuesto cuando la expresión, sea cual sea, es entendida como mera reelaboración de nuestra herencia?
No entiendo la pregunta. Sobre el silencio sé muy pocas cosas. Algunas de ellas son que leemos, escribimos y echamos en falta en silencio.
Acerca de las imposiciones diré que, claro, a veces nos imponemos a las cosas. Y que a veces las cosas se imponen, nos sobreponen o anteponen a otros con los que disfrutan más, incluso se disponen ante nosotros como dones. Todas estas acciones me resultan interesantes.
En ella, introduces al lector mediante notas a pie de página e indicaciones sobre cómo debe interpretarse lo que escribes, introduciendo aquí la distancia triangular entre autor, escritura y el horizonte de expectativas teorizado por Jauss. ¿A qué intención obedece señalar la hermenéutica del texto? ¿Es un gesto autoparódico en tanto que autor, o es una denuncia explícita de la autoría unilateral en nuestra forma de leer?
¿Por qué no hacerlo? Leemos muchos libros, pero no de todos consultamos sus notas. Lo hacemos cuando agudizamos nuestra atención. Las notas son los espacios de los espacios, otro lugar desde el que decir. ¿Quién fija dónde empieza y dónde acaba un texto?
De hecho, en el poema XXXII, escribes “sólo quería decirte que no sabes muchas cosas que yo tampoco pero sí sé algo que aún no he dicho: te quiero”. ¿Ridiculización o necesidad de un que un ‘tú’ te lea (te reconozca) para que exista un yo poético?
Depende por dónde se mire. ¡A veces somos muy ridículos cuando nos dedicamos a amar! Para Platón, que siempre tuvo oyentes, pensar era reconocer. Sin embargo, en el caso de Emily Dickinson tan solo seis poemas a lo largo de su vida y por intervención de un hombre vieron la luz. ¿Qué era para ella reconocer?
El poema XXXIV acaba –o empieza– con “escribir metáforas es el mayor acto de disidencia. / Toda una disciplina”. Es un verso que podría escribirse respecto a Aerus, un poemario en el que el juego lingüístico está estresado y es permanente, introduciendo palabras inexistentes, anglicanismos y licencias tipográficas. ¿Por qué Edad presenta un discurso más articulado, racional, normativo? Es algo inusual entrar del deconstructivismo derridiano para volver a salir.
Aunque Edad se publica posteriormente, fue escrito con anterioridad a Aureus. En cualquier caso, no pensaba en Derrida mientras escribía estos libros, ¡ni en general pienso en ningún francés cuando escribo! Pienso en cosas más prosaicas: los chicos lindos, los seres queridos que se han marchado, la tierra añorada, la mesa fantasmática en la que sentar a la prole, las raves, mis plantas… En fin, pienso en las cosas del amor.
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