Partiendo de figuritas encontradas en El Rastro, screenshots recopilados y archivos sumergidos en las profundidades de Google, Roberta Vázquez retrata situaciones no ajenas a ninguno de nosotros. Desde la falta de ayudas a la cultura por parte de las instituciones, hasta la inestabilidad laboral sufrida por los más jóvenes, pasando por problemas cotidianos y rompecabezas del día a día. “Creo que hay que ser muy honesto y no buscar el like fácil”, comenta la dibujante, a la vez que reconoce haber aprendido a filtrar el contenido que comparte en redes sociales.
Perteneciente a la nueva hornada de ilustradoras feministas que han sabido hacer del lápiz un arma social y reivindicativa, ahora trabaja en el que será su primer libro infantil que saldrá el año que viene.

Después de haber encontrado en la sátira y el humor dos aliados con los que dar rienda suelta a su imaginación, Roberta comenzó a materializar su colorido universo creativo en forma de irreverentes personajes comestibles. ¡Socorro!, su primera novela gráfica –y a la que dedicó nada más y nada menos que cuatro años– acabó por convertirse en el punto de encuentro de todas sus criaturas. Entre ellas, Pepperoni Boy; una porción de pizza víctima de la precariedad. Inspirada por las series de animación de los noventa, la ilustradora criada entre pinceles y acuarelas se decanta por lo analógico, a la vez que confiesa pasar olímpicamente de los haters que deambulan por las redes sociales. “Yo si quiero rajar, rajo con mis amigos”.
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Pareces haber encontrado en las frutas ecológicas y las pizzas artesanas, protagonistas de tu primera novela gráfica ¡Socorro!, tus personajes favoritos. Pero tu primera publicación en Instagram mostraba un dibujo de un cerdo sentado en una silla. ¿Cómo se produjo tu primer acercamiento a la ilustración?
¡Qué fuerte que hayas visto la primera publicación de Instagram! He borrado muchos posts, pero ese lo he dejado por puro romanticismo. No es que dibuje más una cosa que otra, sigo dibujando muchísimos animales, pero también frutas y personas. ¡Lo que me echen! No sabría decirte cuál fue mi primer acercamiento a la ilustración, pero siempre he tenido claro que quería ser ilustradora. Y llegó un día en el que pasó de ser un deseo a una realidad. Tuve mucha suerte de crecer en los noventa, viendo las mejores series de animación de la historia. También tuve muchos libros ilustrados que todavía conservo, y además mi padre dibuja. Gracias a esto, siempre he tenido acuarelas y lápices buenos a mi disposición.
Han pasado más de 7 años desde que compartiste este primer post. Mucho tiempo, teniendo en cuenta la velocidad de vértigo a la que avanza el mundo. ¿Has cambiado mucho desde entonces?
Es solo un primer post en Instagram, ya llevaba muchos años colgando mis dibujos en Internet. Aunque antes lo hacía en Facebook, luego en Blogspot, y después en Tumblr. Desde entonces me he vuelto más pulcra dibujando, y más selectiva eligiendo qué contenido muestro al público. Ya no enseño todo el trabajo que hago, solo el que considero mejor.
Desde un pimiento verde recostado en la encimera de una cocina londinense, hasta una porción de pizza fumando agazapada en una caja de cartón. Tus personajes son, en cierto sentido, muy humanos. ¿En qué (o quién) te inspiras a la hora de crearlos? ¿Tienes algún referente?
La mayoría de los personajes son una versión distorsionada de mí y de los que me rodean. Hay veces que cuento algo que me ha pasado, pero el personaje que lo está viviendo tiene una voz y un carácter completamente diferente al mío. Empiezo a pensar en cómo actuaría él, y se me ocurren cosas que me sorprenden hasta a mí. Es una parte muy divertida del trabajo. Como referentes para dibujar, utilizo figuritas que compro en El Rastro, imprimo imágenes, capturas de pantalla de series y películas que me inspiran, cojo libros de la estantería, y muchas otras cosas. Por supuesto, también Google.
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En tus dibujos hablas sin tapujos de la adicción a las redes sociales, la cultura de los likes y la precariedad instaurada en las industrias creativas, entre otros muchos temas. Asuntos que, de una u otra forma, nos tocan a todos muy de cerca. ¿Cuál es la fórmula para conectar con un público constantemente sometido a estímulos visuales y anuncios publicitarios?
Creo que hay que ser muy honesto, decir lo que de verdad piensas. Y no buscar el like fácil. Un trabajo creado para triunfar en redes, o según las preferencias de tus seguidores mediante una encuesta, a la larga no se sostiene. Mola mucho cuando un post tuyo explota y todo el mundo lo comparte, y te dicen: "¡Qué bien, eres una crack!" Pero si un post no funciona tan bien, tienes que pasar de todo y seguir siendo fiel a ti mismo y a lo que quieres contar. Al menos, yo prefiero conectar con la gente siendo sincera. Creo que es mejor tener menos seguidores que sean fieles y quieran leer mis cómics, que no tener cientos de miles de seguidores que cuando acabe Instagram ni se acuerden de mí.
Has comparado tu proceso creativo con un caracol de tonalidades violetas en una de tus viñetas. ¿Por qué? ¿Cómo es el proceso desde que te viene la inspiración hasta que la materializas sobre papel?
Hay veces que se me ocurre algo y lo tengo clarísimo. Voy corriendo a dibujarlo porque me muero por subirlo a las redes ese mismo día. Otras apunto la idea, le doy vueltas una semana, meses, ¡incluso años! Llega un día en que sé perfectamente como materializar esa idea, y ahí empieza mi tormento. Hago un boceto en una libreta para tener claro qué tengo que hacer, después lo paso a lápiz, luego lo entinto, y como nunca me queda bien a la primera, utilizo una mesa de luz para calcar mi propia línea las veces que haga falta, hasta que yo considere que está lo mejor que puede estar, a veces tres o seis veces. ¡Es de locos!
Cuando por fin he pasado por esto, llega la parte que más disfruto: coloreo con rotuladores y lápices de colores. Para mí, es la parte más relajante e intuitiva de todo el proceso. Una vez he terminado, escaneo y utilizo Photoshop para limpiar la imagen y equilibrar el color, si es necesario.
Hay quienes no salen de casa sin una libreta para tomar nota de todo lo que les llama la atención durante el día. Otros recurren directamente a las notas del móvil, e incluso los hay que prefieren crear un chat de Whastapp consigo mismos a modo de diario. ¿A qué grupo perteneces?
Un poco a los dos. Soy analógica hasta la muerte, pero si me pilla por la calle o estando en cama, lo apunto en las notas del móvil. Eso sí, cuando tengo un momento las paso a la libreta para tenerlo todo junto. Así, cuando tengo que hacer un cómic y no se me ocurre nada, tengo las espaldas cubiertas. Le pongo una crucecita roja a todas las ideas que ya he utilizado. Lo del chat de Whatsapp con uno mismo me parece siniestro.
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Además de haber publicado fanzines como Bob y amigos o ¡A la porra! , has colaborado con importantes cabeceras nacionales e internacionales. Partiendo de la base de que cada experiencia aporta algo (no siempre positivo) en nuestro proceso de construcción interno, ¿qué trabajo ha significado más para ti?
Todos me han aportado cosas muy diferentes y necesarias. Las ilustraciones que hago para mí, en mis libretas, me permiten seguir descubriendo qué soy capaz de hacer, y mejorar en cuanto a dibujo y técnica. Mis fanzines son más punkis. Hay dibujos y cómics currados, pero también hay muchas cosas hechas rapidísimo para contar algo en el momento. Tampoco me rompo la cabeza maquetándolos. Está bien dibujar sin presiones y sin las expectativas de clientes para seguir recordando que es lo que haces tú.
Y, por último, los encargos que hago para revistas, editoriales y particulares, me han enseñado a resolver cada vez más rápido y con más seguridad la idea que tengo que plantear. No podría quedarme solo con un trabajo, pero destacaría el cómic ¡Socorro! de Apa Apa Cómics, las ilustraciones para la biografía de Ignatius Farray, Vive como un mendigo, baila como un rey, y los cómics de trending topics que hice para Vice Estados Unidos hace un par de años. Fue todo un reto. No soy ningún portento hablando inglés, pero aun así conseguí hacer chistes y funcionaron. Estoy muy orgullosa de eso.
En ¡Socorro!, tu primera novela gráfica publicada el año pasado, nos invitas a adentrarnos en “un universo chaladísimo de jóvenes losers del siglo XXI, entre Peter Bagge y El rey de la colina”. Háblanos de este proyecto.
Cuando me propusieron hacer un cómic con Apa Apa, ya llevaba un tiempo dibujando cómics de Pepperoni Boy en mis fanzines, me lo pasaba genial contando sus historias, así que mi intención era dibujar un libro entero sobre él: una porción de pizza decadente que tenía trabajos reguleros. Me pareció lógico que, si él era una pizza, los demás personajes también pareciesen salidos de la nevera o la despensa de alguien. Según avanzaba, los demás personajes empezaron a tomar más fuerza, y lo fui relegando a un segundo plano. Era la primera vez que hacía un libro tan largo, y aprendí por las malas que los proyectos grandes necesitan mucha planificación. Desde que empecé a pensar en lo que haría hasta que salió el libro, pasaron unos cuatro años. Es una barbaridad. Lo pasé mal, pero mereció la pena.
Además, ahora que estoy haciendo otro libro, noto que trabajo mucho mejor y más organizada. Supongo que tenía que pasar por ese caos para aprender a hacerlo como es debido.
“Me ha dado ganas de pasarme toda la tarde escuchando la banda sonora de Bridget Jones entre risas y lágrimas”, decía Rocío Quillahuaman después de leer tu libro. Y ella misma nos confesaba hace un tiempo, al igual que lo hacía Cristina Daura, sentir debilidad por tu trabajo. ¿Estamos ante una generación de ilustradoras dispuestas a reflejar la realidad de la época que les ha tocado vivir?
(Risas). Bueno, sí, pero es que también son mis amigas. ¡Qué van a decir!
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Haces del humor y la parodia tus mejores aliados, algo que tus seguidores parecen haber valorado muy positivamente. No obstante, el mundo de las redes sociales está plagado de haters, cuyo único propósito es arremeter contra el trabajo de otros.
Yo misma soy un poco hater, hago bromas desde el odio. Hay muchas cosas que me sacan de quicio. Pero una cosa es ser hater y otra ser gilipollas, que de eso sí que está plagado Internet. Por mucho que no me guste el trabajo o la actitud de alguien en redes, no se me ocurre escribirle en su post que vaya mierda lo que hace. No hay necesidad. Irónicamente, la gente que hace esto tiene perfiles privados, o dos fotos de una excursión en el bosque. Vamos, que es gente aburrida y amargada que no tiene ni idea de cómo usar Instagram. Yo si quiero rajar, rajo con mis amigos.
¿Algún ilustrador qué debamos conocer?
Pues muchos. De aquí: Jorge Parras, Alberto Vázquez, Twee Muizen, Cristina Daura, Rocío Quillahuaman, Pepa Prieto, Teresa Ferreiro, Sergi Puyol, Marc Torices, Néstor F, e Irkus M. Zeberio, por decir algunos. Y de fuera: Simon Hanselmann, Matt Furie, Camille Jourdy, Anouk Ricard o Jonny Negron.
Ya sabemos que te podemos encontrar en redes sociales y en tu tienda online pero, ¿hay algo que nos puedas adelantar sobre tus próximos proyectos?
Estoy trabajando en lo que será mi primer libro infantil con Blackie Books –que saldrá el año que viene– mientras sigo con los encargos que me van saliendo y avanzo, muy lentamente, en mis fanzines. Cuando termine con el libro de Blackie, empezaré con mi próximo cómic para Apa Apa Cómics.
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