Es un emprendedor nato: abrió su primera galería a los dieciséis años, y dirigió otra en Monterrey unos cuantos más. Cuando volvió, reabrió la emblemática Sala Gaspar junto a su madre, la nieta de su ilustre fundador, Joan Gaspar, y ahora se enfrasca en uno de los proyectos más ambiciosos que ha realizado hasta el momento: abrir la Fundació Gaspar con una primera exposición que reúne piezas de artistas de la talla de Louise Bourgeois, Subodh Gupta o Martin Creed. Con toda una saga familiar de galeristas y agentes culturales precediéndole, el joven Moishan Gaspar, de tan solo 30 años, apunta a convertirse en un personaje imprescindible dentro del panorama artístico en los próximos años, y quiere cumplir un objetivo: situar Barcelona en el circuito del arte contemporáneo. Con un proyecto de tal envergadura entre manos, y aprovechando la reciente inauguración del nuevo espacio expositivo situado en El Born, quisimos hablar con él para conocerles mejor a él y a la Fundació.
Hola Moishan, para empezar a conocerte, podrías identificarte con: un animal, un libro, una película, un cantante/banda, un momento del día.
Un león.
Rebelión en la granja de George Orwell.
El Padrino de Francis Ford Coppola.
Bob Marley.
De madrugada viendo la NBA.
Perteneces a una familia muy reconocida de galeristas, empezando por tu bisabuelo, Joan Gaspar. ¿Sientes el peso de la responsabilidad de continuar con este legado? ¿Alguna vez te planteaste trabajar en algo que no fuera el galerismo en particular, o el arte en general?
Evidentemente se siente cierta presión de tener que hacer las cosas bien e intentar estar a la altura del legado familiar, pero también es verdad que la mayoría de veces el apellido y la historia han sido de gran ayuda para abrir ciertas puertas, o para presentarme en según qué sitios, por ejemplo.
Empecé con mi primera galería a los dieciséis años, con lo que no me dio tiempo a plantearme otra opción. De todas maneras, ser galerista es una profesión muy dura, totalmente vocacional, con muchos altibajos, y en muchas ocasiones dan ganas de tirarlo todo e intentar otra cosa mucho más estable. Al final siempre acaba saliendo un nuevo proyecto, una nueva expo, un nuevo artista que te devuelve la ilusión. Como decía, el arte es totalmente vocacional. No puedes empezar en este mundo pensando en clave de negocio.
Seguro que en las comidas familiares se cuentan historias y anécdotas sobre artistas a los que habéis conocido a lo largo de los años... Cuéntame alguna que recuerdes por algún motivo en especial.
Hay muchas anécdotas, hay que tener en cuenta que no solo trabajaron con grandes artistas, sino que lo hicieron durante la posguerra y la dictadura franquista, lo que tiene muchísimo más mérito, ya que todo se complicaba mucho. Por ejemplo, para poder visitar a Picasso la primera vez, mi abuelo y su primo reunieron a un grupo de amigos y pidieron un visado para ir a Lourdes como peregrinos. Una vez en Francia, mi abuelo y su primo fueron a París, y el resto fueron a Lourdes a comprar estampitas y rosarios para disimular en la frontera al volver. Personalmente, recuerdo muchas tardes al salir de la escuela, jugando a fútbol a escondidas en los sótanos de la galería, con algún que otro marco roto…
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Viviste en México durante unos años, donde fuiste el director de la Flying Circus Gallery. ¿Qué aprendiste de trabajar allí? ¿Cuáles son las lecciones más importantes que te llevas?
Flying Circus fue una gran experiencia. Monterrey es una ciudad con muchísimo potencial para un proyecto galerístico, una clase alta muy pudiente y una nueva clase media con mucho poder adquisitivo. Un problema es que no existe una red de galerías estable y, por tanto, no existe la costumbre de ir a ver exposiciones ni de coleccionar arte contemporáneo. En contrapartida, sí que noté enseguida un gran interés hacia propuestas nuevas y un gran recibimiento por parte de críticos, medios, público e instituciones. Para mí fue un ejercicio muy importante el poder arrancar un proyecto que no iba ligado directa o indirectamente a mi familia, con lo que tenía que darse a conocer y promocionar a través de su programación. Hicimos buenas exposiciones, como una individual de Henrique Oliveira u otra de Andrés Serrano.
¿Qué te impulsó a volver a Barcelona?
Monterrey vivió unos años muy difíciles debido a la inseguridad provocada por la guerra al narcotráfico. La situación fue empeorando cada vez más, hasta que decidimos volver a Barcelona.
En 2012, tu madre, Ana Gaspar, y tú reabristeis la Sala Gaspar. ¿Por qué decidisteis hacerlo? ¿Y cómo tan solo dos años después has/habéis montado la Fundació Gaspar?
Al volver a Barcelona, me encontré una ciudad sumida en la crisis económica más salvaje que se recuerda. Por un lado se podría pensar que la situación no invitaba a hacer nada, pero al mismo tiempo aparecían grandes oportunidades para acceder a locales con las características necesarias como para reabrir la Sala Gaspar. Locales que, antes de la crisis, eran totalmente inaccesibles. Este hecho, sumado a que por fin me sentía capacitado para liderar el proyecto, me llevaron a emprenderlo. Y así he podido hacer realidad una idea que hacía tiempo que me rondaba por la cabeza: reabrir la Sala Gaspar.
Pero rápidamente me di cuenta de que la ciudad necesitaba otro tipo de proyecto. No era solo la crisis económica: el mundo del arte contemporáneo estaba totalmente apagado, sin ganas de hacer nada y con un público muy desencantado. Esto me condujo a empezar a pensar en un proyecto con una gran relevancia, un proyecto que tuviera capacidad para liderar un cambio. Todo esto es muy complicado desde una vertiente comercial, ya que si quieres trabajar con los artistas más relevantes siempre entrarás en conflicto con las grandes galerías de Nueva York, Londres o Hong Kong. En cambio, desde un enfoque institucional, encuentras muchos más apoyos y predisposición a colaborar contigo. Además, una fundación tiene una repercusión mucho mayor a todos los niveles.
Has cerrado la galería Gaspar para centrar todos los esfuerzos en la Fundació. ¿Qué objetivos pretendes conseguir con ella?
La galería la cerramos en verano, al final de la temporada pasada. La Fundació es un proyecto totalmente independiente y con unos objetivos muy diferenciados. De entrada, el proyecto artístico no tiene presión de ningún tipo, ni a nivel comercial ni a nivel institucional. Queremos dejar claro que nuestra vertiente comercial ya no existe, estamos enfocados cien por cien en promocionar el arte contemporáneo desde la fundación.
Tanto el título de la exposición inaugural, Art Strikes Back!, como las obras y los artistas expuestos son toda una declaración de intenciones. ¿Qué mensaje quieres enviar a Barcelona (y al mundo) con ellos?
Queríamos una exposición que fuera un reflejo de las ideas que tenemos para nuestro programa expositivo. Entendemos el arte contemporáneo como un mapa que tiene muchos matices, muchas sombras, y que abarca un gran número de discursos y aproximaciones diferentes. Por eso, en esta primera exposición mostramos artistas de diferentes generaciones, formatos o líneas, estableciendo un diálogo entre ellos.
La calidad y la trascendencia de los proyectos que presentemos es lo único que perseguimos. Intentamos mostrar a los artistas líderes a nivel mundial que todavía no hayan expuesto, o que lo hayan hecho de una manera anecdótica, en Barcelona.
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La Fundació Gaspar está exhibiendo artistas de la talla de Louise Bourgeois, Dieter Roth o Paul McCarthy, muy difíciles de ver en Barcelona. ¿Esperas que, al exponer sus piezas, la capital catalana se convierta en un referente artístico a nivel mundial más allá de Gaudí?
Es uno de los objetivos de la Fundació. Si no es solo por nuestro trabajo, al menos que sea un granito de arena para que otras instituciones y espacios de la ciudad se animen con más propuestas y que, entre todos, logremos colocar a la ciudad en un sitio preferencial dentro del circuito internacional.
Desde mi punto de vista, precisamente la (sobre)explotación de Gaudí –y del modernismo en general, además de otros artistas como Miró o Dalí– han hecho que Barcelona se quede “estancada” en el arte de los genios del pasado. ¿Qué opinas tú? ¿Cómo ves el panorama del arte contemporáneo en la ciudad?
El circuito de arte contemporáneo en Barcelona está estancado por diversos motivos. Uno es evidentemente el que tú apuntas, pero también es normal que la ciudad trabaje para proteger este importantísimo legado histórico. Otras ciudades carecen de él y tienen que construir desde cero. Este trabajo resta recursos y tiempo en detrimento a propuestas más contemporáneas, como es lógico. Pero no creo que sea el único factor. Existen otros como la crisis económica, por ejemplo, que ha hecho mucho daño al sector.
La Fundació, además de exponer referentes ineludibles del s. XX y artistas internacionales vivos reconocidos, ¿exhibirá el trabajo de artistas catalanes/españoles actuales vivos?
Se puede dar. La procedencia no es un factor que tengamos en cuenta a la hora de elaborar nuestro programa. Sí que lo es la relevancia internacional del artista. Por otro lado, queremos orientarnos a artistas cuya obra no se conozca muy bien en Barcelona, y normalmente los artistas de aquí son los más conocidos. Sin embargo, no cerramos las puertas a nadie.
Inaugurasteis la Fundación el pasado miércoles 18 de noviembre. ¿Cómo fue el acto? ¿Acudió tanta gente como esperábais? ¿Cómo reaccionó el público ante obras y artistas que difícilmente se exponen en Barcelona?
¡La inauguración fue muy bien! Estamos muy contentos. Tuvimos un gran éxito de público: vino mucha más gente de la que esperábamos y hubo momentos en que temí un colapso, pero finalmente todo fue bien. También me quedé muy satisfecho al ver que la gente entendía y disfrutaba con nuestra primera propuesta, especialmente la gente del sector.
Aunque acabéis de empezar, ¿cuáles son las previsiones de futuro? ¿Cómo esperáis que acoja el público este nuevo espacio artístico?
Aspiramos a convertirnos en un espacio de referencia dentro de la ciudad para todos los barceloneses, y no solo para aquellos que están vinculados al mundo del arte. También confiamos en que la visita sea una experiencia global: el antiguo palacio donde se ubica la Fundació, la cafetería, la zona de tienda… Todo está cuidado al detalle para acompañar las exposiciones, que son el eje central.
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