“Cuando encuentras a alguien que te complementa y a la vez te acompaña (…) simplemente decides seguir caminando a su lado”. Los caminos de Carla Cervantes y Sandra Egido se juntaron para crear, transmitir, liberar, inspirar y, sobre todo, para no volver a separarse. La estética de sus piezas, los cortes limpios, la arquitectura y la geometría que conectan espacio y cuerpo, el trabajo en pareja y la plasticidad. Las bailarinas y coreógrafas, que trabajan como dúo bajo el nombre Look at Things Different, han convertido los retos y obstáculos que supone transformar una pasión en profesión en un lenguaje inconfundible, con el que continuar expresando y emocionando a través del movimiento.
Convertir una pasión en profesión tiene sus riesgos: “Existe la posibilidad de que termines agotada, quemada y ahogada de hacer aquello que en un principio te salvaba”. Riesgos que, sin embargo, ellas decidieron tomar. Porque expresarse a través del arte, lejos de lo que pretenden imponer algunas convenciones, es completamente necesario. Y la prueba está en lo que ocurre al negarse a hacerlo, lo que ocurre al apaciguar una creatividad que pide a gritos salir a la luz: “estamos reprimiendo nuestros instintos más naturales” y “limita al mundo la posibilidad de que existan personas apasionadas en su profesión”.

Con la convicción de que el cuerpo les ofrece la posibilidad de hablar sin recurrir a la palabra, las coreógrafas crearon Look at Things Different, su propio proyecto artístico mediante el que exploran el movimiento de un modo único: interactuando con otras disciplinas artísticas como la fotografía o el video, trabajando mente y cuerpo a partes iguales, apostando por una danza pura y sin roles… En definitiva, dándole al arte y a la creatividad el lugar que merecen y creando, justamente, aquello que no pueden dejar de buscar: “quiero ser aquella bailarina que no encuentro por ningún lado, quiero crear aquello que me gustaría ver”.
Look At Things Different nació en China, cuando vuestros caminos se cruzaron y la necesidad de crear y construir juntas fue imparable. ¿Cómo os disteis cuenta de que os entendíais a la hora de trabajar?
Carla: Diría que eso de entendernos a la hora de trabajar ha sido un proceso. De lo que nos dimos cuenta es de que teníamos una visión muy parecida y a la vez muy distinta. Una aportaba a la otra lo que aquella no tenía y viceversa. Nos encontrábamos en la sala buscando, desmontando lo conocido, tratando de alcanzar nuevas perspectivas, luchando contra lo establecido y mirando hacia dentro. Cuando encuentras a alguien que te complementa y a la vez te acompaña, en ese momento en todos los aspectos posibles, simplemente decides seguir caminando a su lado. Fue un flechazo.
Sandra: El momento en que empezamos a idear sin parar, llegando a puntos a los que no habíamos llegado de forma individual, fue bastante revelador. Carla es una persona que provoca en mí que quiera estrujarme la mente al máximo, llegar hasta el final del asunto y, simplemente, hacer las cosas lo mejor posible. Cuando fui capaz de apreciar eso, no quise dejar de tenerla al lado y que siguiéramos construyendo juntas, pero, como ella dice, ha sido también cuestión de tiempo y mucho trabajo encontrar la forma de entendernos y estar cómodas a la hora de trabajar juntas.
China, además de haber servido para que os encontrarais, es la prueba de que, muchas veces –sobre todo en lo que al arte se refiere–, hace falta irse para poder dedicarse a lo que a uno le gusta. ¿Pensáis que hasta que no sales fuera no se pone en valor tu trabajo? ¿Qué creéis que hace falta que cambie para que esto deje de ocurrir?
Sandra: Desgraciadamente, muchas veces es así. Siempre queremos lo que no tenemos y así lo sentimos en relación con la gente en este país. Nos tendríamos que recordar más a menudo que el arte no tiene más prestigio por estar lejos, es decir, ser más humildes a la hora de valorar a otros artistas en territorio nacional. La escasez crea codicia y la falta de oportunidades crea recelo, aunque no deberíamos permitir que así fuera.
Carla: Aunque así fue en nuestro caso y pienso que, generalmente, no se valora igual lo de dentro y lo de fuera, también es verdad que la experiencia de irte te impulsa a muchos niveles. Creces y haces por mostrarte mucho más. Yo siempre hablo del estado de supervivencia que adoptas cuando vives en el extranjero. Así que creo que son dos factores los que juegan un papel importante en este caso: tú misma y cómo te afecta el hecho de estar en el extranjero y cómo el mundo te ve por ello. Sin embargo, no justifico lo absurdo que me parece que no sepamos, en muchos casos, valorar como toca el arte que se encuentra enfrente de nuestras narices.
Sandra: Es fácil saber qué ayudaría a cambiar ese aspecto, pero es difícil creer que eso llegue a ocurrir. Abrir más caminos y oportunidades dentro del mundo del arte, informar y darle más visibilidad facilitaría que la gente se abriera a conocer y entender mejor nuestra profesión. De ese modo, cada vez veríamos a más gente apostar y aportar algo nuevo y arriesgado con su arte. Salir de entre las grietas de lo que ha definido siempre la escena española de farándula y horterismo, algo de lo que me he sentido siempre muy alejada.
“Es difícil ser bailarina, pero ser innovadora dentro del gremio, lo es todavía más.” Sandra
La historia de los bailarines y coreógrafos es una historia que, a veces, se repite: siempre existe un momento decisivo en el que, cuando hay que determinar cómo seguir formándose, hay a quienes les pesan más los convencionalismos y la idea utópica de un ‘trabajo normal’ y una ‘vida estable’ y quien decide apostar por hacer lo que le apasiona. En vuestro caso, ¿habéis pasado por algún momento parecido?
Carla: El peso de la idea que la danza y la vida del artista son una locura, no son estables, no te dan dinero y es un pasatiempo, es real y está sobre todas nosotras. Impide que muchas personas tomen la decisión de dedicarse a lo que les apasiona y, en consecuencia, limita al mundo la posibilidad de que existan personas apasionadas en su profesión.
Me encontraba en primero de carrera, estudiando filosofía en un sistema educativo pésimo, trabajando, bailando, viviendo en casa de mi madre, sin libertad ni posibilidad alguna dentro de una estructura cuadriculada que en vez de hacerme crecer estaba haciendo que me ahogara. Cuando la oportunidad de irme a China llegó, tenía claro que fuera bien o fuera mal iría bien. Siento que me fui huyendo de todo y terminé, después de mucho, encontrándome a mí misma.
Sandra: Desde el principio, todas las opciones que tenía delante, en lo que a formación de danza y salidas profesionales se refiere, me aburrían y no me terminaban de convencer. También he de decir que tenía poca información sobre el tema, sin embargo, quería más. Sabía que mi meta no era impartir clases en mi pueblo, que no es malo, sino otra opción más segura dentro de todas las posibilidades que te ofrece la danza. Así que decidí explorar las oportunidades fuera; me formé en Los Ángeles y más tarde busqué alternativas profesionales en China. Realmente no sabía lo que quería, pero siempre he sabido lo que no quiero, y eso me ha ayudado mucho a dirigir mi carrera. Es difícil ser bailarina, pero ser innovadora dentro del gremio, lo es todavía más.
Desde el ámbito educativo, ¿pensáis que se le dan al arte y a la creatividad el lugar que merecen?
Carla: Aunque parece que empieza a cambiar, pienso que no se le dan al arte y a la creatividad el lugar que merecen; siento que son la base de la vida y que aún se siguen entendiendo como el despiste y el juego del sistema educativo convencional. Precisamente, el momento de crisis mundial que estamos viviendo no hace más que verificar que, en casos extremos, cuando no tenemos nada más que a nosotras mismas, aquello que nos salva de la locura es la belleza del arte, el deporte, la creatividad, la pintura, la música, la danza…
Sandra: Definitivamente no, al arte y la creatividad no se les da el lugar que merecen en nuestra educación, se asocian mucho a lo infantil. Es lo primero que hacemos de pequeños, expresarnos a través de dibujos, bailes o disfraces, pero parece ser lo último que podemos hacer siendo adultos. A muchas de las personas que conozco les da vergüenza bailar, dibujar o cantar; en definitiva, expresarse de cualquier forma. Y eso no debería ser así. Estamos reprimiendo nuestros instintos más naturales y ni siquiera nos planteamos por qué.
Con la danza, habéis transformado una vocación en vuestra profesión. ¿Cómo ha sido este proceso? Al haberlo convertido en vuestro trabajo, ¿en qué forma ha cambiado la concepción de la danza y vuestra forma de coreografiar?
Carla: Es un proceso duro, creo que cuando conviertes tu vocación en tu profesión estás arriesgando una parte muy importante de ti misma. Existe la posibilidad de que termines agotada, quemada y ahogada de hacer aquello que en un principio te salvaba. Te encuentras aceptando y/o haciendo cosas que no escogerías hacer pero que toca hacer porque son encargos. Con el tiempo, te das cuenta que el equilibrio y la línea es muy fina, y es necesario tener presente en todo momento que, en un principio, esto que haces ahora lo hacías por pasión, por diversión, por amor. Aprender a decir que no por mantenerte fiel a tus ideales, a tus principios y a tu identidad es vital.
La concepción que tengo sobre la danza va cambiando con el tiempo, al igual que yo cambio y transformo mi manera de ver las cosas. Diría que se va expandiendo. A veces ves infinitas posibilidades; otras, todo te parece lo mismo. Siempre intento aportar algo distinto, un soplo de aire fresco.
Sandra: Por vocación se pueden llevar a cabo trabajos y proyectos de una forma más libre, pero la profesión no te lo permite: no puedes venderte a cualquier precio, no puedes hacer cualquier cosa (tienes que cuidar muchos detalles, estética, escenario y trabajar duramente en ti como bailarina). No creo que la danza deje de ser vocacional en ningún momento, por lo menos para mí.
Enfocar la danza como profesión ha hecho que, en cierto modo, deje de bailar solo por y para mí, y porque sí. El gran cambio creo que surge cuando te das cuenta de que dentro de toda esa libertad que la danza te aporta, tienes que marcar quién eres y qué quieres contar.
El nombre de Look at Things Different lo habéis llevado a la literalidad. Con vuestras piezas, le dais la vuelta a los estereotipos que caracterizan muchas de las coreografías más convencionales. Proponéis que la mujer, lejos de limitarse a movimientos delicados, puede expresarse de una forma más física y visceral. Y que el hombre puede ser masculino y femenino a partes iguales. Para vosotras, ¿la danza debe entenderse desde la libertad?
Carla: No concibo otra forma de entenderla. La danza es un lenguaje y un arte. Es una herramienta de comunicación que comunica sin decir nada. Es piel, emoción y sensación. Va antes que la voz, la letra y la estructura. Se genera desde la parte más honesta de nuestro ser, así mismo es libre por naturaleza. No entiende de género, no entiende de estereotipos ni roles ni patrones. Es libre. La forma que tenga depende de la mente y sensibilidad que habite el cuerpo que la exprese. Entendemos la danza como entendemos la vida. Pura y sin roles que limiten la expresión de esa pureza. Es precisamente normalizando como reivindicamos.
Sandra: La danza nos da la oportunidad de ser quien queramos ser y de mostrarlo a las demás a través del movimiento. Nosotras, simplemente, hemos elegido aprovechar esa oportunidad y defender esa idea con todos los medios que tenemos, empezando por nosotras mismas. Siempre nos han inspirado los movimientos difíciles, más comunes en hombres, así como la delicadeza, más asidua en la mujer, y podría decir que somos una fusión de ambas cosas.
Cuando hemos tenido que coreografiar para dos hombres, los hemos querido despojar de cualquier rol establecido y no hemos tenido ningún reparo en mostrarlos vulnerables y honestamente juntos, apoyándose uno en el otro, porque precisamente ese era el objetivo. Lo que es sumamente complicado concebir en la escena y el mundo de la danza, ya que el hombre es, por norma general, la figura fuerte, protectora y con todo bajo control.
Concebís el baile como sinónimo de expresión y libertad, sin embargo, ¿siempre habéis sido capaces de expresaros a través de la danza libremente, sin restricciones?
Carla: Ser capaz de expresarse libremente a través de la danza no siempre es fácil. La danza está conectada con la emoción y viceversa. Liberarse del entorno y la presión es un trabajo mental, psicológico y emocional de control, gestión y autoconocimiento.
Sandra: No siempre hemos podido bailar como y lo que queremos. Dedicarte a la danza trabajando para otros tiene esa contra, muchas veces te vas a ver muy lejos de lo que eres. Al principio, no éramos creadoras sino bailarinas, y teníamos que defender coreografías en las que no nos sentíamos nosotras mismas. Ya hablando del momento performance, hasta que no llegas a saber controlar y usar tu cuerpo, adquieres herramientas, aprendes diferentes lenguajes de movimiento, etc. También te ves limitada a la hora de poder expresar lo que quieres de la forma en la que quieres.
¿Cómo se logra liberarse del entorno, de la presión de tener a alguien observando tus movimientos?
Sandra: Estando segura de ti misma. Suena a cliché, pero creyendo en lo que eres y en lo que haces. Mente y cuerpo en la danza van a partes iguales, por lo que hay que trabajarlos por igual. Puedes tener muchas cualidades físicas y mucho que decir, pero si no aprendes a defender lo que eres, estás perdida.
Carla: Con confianza.
Trabajo de suelo, movimientos físicos, renuncia a los roles clásicos… ¿qué más define vuestro lenguaje como coreógrafas y bailarinas? ¿Qué valores aspiráis a transmitir?
Carla: Lo que define nuestro trabajo como coreógrafas y bailarinas es un conjunto de características muy claras que establecen la identidad y la personalidad de todo aquello que hacemos. La estética de nuestras piezas, cortes limpios y monocromáticos en el vestuario. El espacio que escogemos, la arquitectura y la geometría que conectan espacio y cuerpo. El trabajo en pareja, la plasticidad y musicalidad. Apuestas diferentes con perspectivas diferentes. Y el trabajo audiovisual, videográfico y fotográfico que siempre nos acompaña.
Sandra: Otra de las características que define mucho lo que hacemos es la búsqueda de perspectivas. Pensar y concretar cómo queremos mostrar nuestros movimientos a través de una cámara. Nos apasiona crear videodanza porque podemos elegir qué mostrar y cómo mostrarlo, jugar con la edición y la composición de la música para así hacer que el público pueda observar y apreciar mejor lo que hacemos.
Carla: Los valores que aspiramos transmitir son aquellos que necesitamos cuando más perdidas nos sentimos. Son aquellos por los que decimos que no. Y son aquellos que hubiéramos deseando recibir cuando no encontrábamos sentido. Aspiramos a inspirar. Aspiramos a dar con amor para que quien sea que nos reciba lo haga cuidando lo que se le está dando. Apostamos por el cuidado y el buen trato – aprovecho para recomendar el libro El buentrato, de Fina Sanz Ramón.
A día de hoy, ¿cómo es vuestro método de trabajo? ¿De dónde viene la inspiración? ¿Suele haber un concepto o una idea muy clara detrás de las piezas?
Carla: Cada vez es distinto, no hay un método único establecido. Ni para trabajar ni para inspirarme. Todo depende. A veces, partimos de la música; otras veces, de la idea o de la emoción. Busco inspiración en todas partes. Todo lo que me rodea es un estímulo que puede llegar a ser el detonante que inicie una nueva coreografía. El sentido y la idea es curioso, pero a veces viene después. Cuando ya he parido algo es cuando puedo entender todo aquello que significa.
Teniendo en cuenta que sois dos personas –cada una tiene sus ritmos y sus tiempos–, ¿es difícil encontrar el momento idóneo para crear e investigar?
Sandra: Para crear, solo tenemos que fijar un objetivo y hacer que suceda. Investigar dentro de la creación es, quizás, la parte más complicada. Encontrar el momento idóneo en el que podamos investigar de forma más profunda requiere de más tiempo y, muchas veces, tienes que vaciar tu mente de todas las referencias que tienes o evitarlas para ir por caminos diferentes, que es realmente lo que nos motiva. A veces surge de la forma más espontánea, otras veces nos tenemos que ‘obligar’ a que suceda.
“Aprender a decir que no por mantenerte fiel a tus ideales, a tus principios y a tu identidad es vital.” Carla
¿Cómo es un día de trabajo con Look at Things Different?
Un día de trabajo con nosotras es intenso. No podemos parar de pensar, hacer, deshacer, imaginar cosas imposibles que luego, en la práctica, pueden o no ser factibles, y adentrarnos en lo que sea que estemos haciendo en ese momento. Cuando estamos juntas, nuestro problema es encontrar el momento de parar. Al contrario de la idea que se suele tener en este país acerca de los bailarines, no solo tenemos que desarrollar las partes creativa y física, sino que además tenemos que ser nuestras propias representantes, productoras y un sinfín de tareas que, a priori, no están conectadas de forma directa con la danza.
En la danza, como ocurre con el resto en disciplinas artísticas, resulta difícil distanciarse de aquello que estás construyendo. Con las coreografías, sacáis a la luz vuestro lado más personal y trabajáis constantemente con las emociones a flor de piel. ¿Os llegáis a sentir desgastadas emocionalmente? ¿Creéis que la sensibilidad y las emociones puede ser tanto vuestras mayores aliadas como vuestras perores enemigas?
Carla: Nos sentimos desgastadas emocionalmente muchas veces. Es una montaña rusa. El momento antes de crear, encontrar, decidir, establecer. El proceso de creación, trabajo físico, mental, desmotivación, motivación. La ejecución, grabar, actuar, parir. El post-parto. El vacío. La nada. Vuelve a empezar. Es agotador y a su vez gratificante. Sin duda, la sensibilidad y la emoción son armas de doble filo.
Echando la vista atrás, desde vuestros inicios hasta ahora, ¿cuáles son las principales dificultades que habéis tenido que enfrentar para llevar vuestra visión de la danza adelante?
Sandra: La falta de medios, oportunidades, información y la seriedad, por decirlo de algún modo, con la que se mide la profesión de la danza. Estas dificultades se desmarcan claramente del resto y de las que todavía nos tenemos que seguir enfrentando. Por otro lado, también nos hemos dado cuenta de que muchas de esas dificultades las hemos transformado y han terminado siendo cualidades super características de nuestro trabajo. Como, por ejemplo, la cosificación del cuerpo de la mujer. En ningún momento hemos querido vender nuestro cuerpo antes que nuestra danza, lo que nos ha llevado a perder trabajo. Decidimos rebelarnos ante eso y explotar nuestra feminidad a través de nuestro movimiento.
Carla: Yo diría que nosotras misma hemos sido y somos nuestra principal dificultad. Las dificultades no son más que agentes externos de tu situación y tu entorno, todo aquello que te encuentras. El resumen, al final del día, eres tú y cómo has decidido en esas circunstancias afrontar tu realidad para lograr tu objetivo. Este es, sin duda, uno de los mayores aprendizajes que hemos hecho frente a las dificultades que ha nombrado Sandra y que nos seguimos encontrado. Cómo decidimos afrontarlas y convertir algunas de ellas en nuestros puntos fuertes.
Dedicación, disciplina, constancia y mucho esfuerzo que, por desgracia, no siempre se ve recompensado. Teniendo en cuenta que dedicarse a la danza no es un camino de rosas, ¿qué es lo que os motiva a seguir creando y trabajando? ¿Alguna frase que resuma vuestra filosofía?
Carla: Lo que me motiva a seguir creando y trabajando es seguir. Seguir creando, seguir mostrando, seguir aportando, seguir reivindicando. Construir belleza y hablar con el cuerpo. Explorar nuevo y reinventarme. Expandir posibilidades. Transmitir valores. Ayudar a las personas, servir de referente y, sobre todo, inspirar.
Sandra: Una pregunta que me hago muy a menudo, ya que no me gustaría encontrarme haciendo por hacer, porque se me dé bien o porque es lo que la gente espera de mí. Casi siempre llego al mismo punto, y es que quiero crear aquello que busco encontrar. Quiero ser aquella bailarina que no encuentro por ningún lado, quiero crear aquello que me gustaría ver. Que me inspire el trabajo de otros es genial; que me inspire el mío propio es la meta final.
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