La pasión de Quique Arias por el mundo de las bicis se adivina en el momento en que llega a nuestra cita, haciéndose acompañar por una. Después de pedalear por medio mundo, estudiar en Ámsterdam y empezar una carrera, se dio cuenta de que su corazón soñaba con algo más y le pedía un nuevo e innovador proyecto. Y en el mítico barrio de Malasaña, en un espacio que en los años ochenta era un after (y donde probablemente Almodóvar bailó en una de esas miles de noches infinitas), nació La Bicicleta Cycling Café. Un concepto múltiple y transversal al que te puedes arriesgar a ir solo o con todos tus amigos.
¿Qué puedes decir sobre La Bicicleta Cycling Café a aquellos que nunca han estado en el espacio?
Conceptualmente hablando, tiene tres grandes patas: por un lado, la bicicleta como medio de transporte en la ciudad; por otro, el café como servicio principal al que nos dedicamos; y la tercera pata es lo que hemos denominado workplace. Eso viene de mi experiencia propia, yo soy diseñador gráfico –o lo fui, mejor dicho– y no soportaba trabajar en casa. Hace nueve años empecé a trabajar en cafeterías, me parecían un sitio de puta madre para currar.
El local es una proyección de mi vida llevada a las cuatro paredes. El tema del café siempre me ha interesado, y la bici siempre me ha acompañado en todas las ciudades en las que he vivido. ¡En realidad es una conjunción de todas las cosas que me gustan!
¿De dónde crees que viene tu pasión por la bici?
De Ámsterdam, sin duda. Ya tenía bici antes, pero cuando hice un año de Erasmus allí, en el 2000, fue cuando realmente me di cuenta de que la bici es un medio de transporte para todos los terrenos. Y estás en una ciudad donde (más allá de las infraestructuras) la bici, a nivel de educación, se sitúa en el extracto superior de los medios de transporte. Te das cuenta que la puedes utilizar bajo cualquier circunstancia y que es el transporte más rápido. Fue entonces cuando vi que esto era el futuro.
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Y en España, ¿cómo crees que se entiende la cultura de la bici?
Va creciendo, todo depende de con qué la compares. Si hablamos de Madrid, en los dos últimos años ha aumentado mucho, gracias a la implementación de un sistema de bici pública que, además de cumplir la función de un transporte rápido y ecológico, le ha dado visibilidad. Aquí los conductores están muy poco acostumbrados a compartir la carretera con vehículos no motorizados, pero de repente son diez mil bicis en la ciudad y ya no es un hecho anecdótico. Se está empezando la labor pedagógica en relación a ella.
¿Qué tipo de gente llega a La Bicicleta Café?
Haciendo una radiografía muy básica, yo te diría que están entre los 25 y 35, y ahora mismo hay un 50/50 entre españoles y gente de fuera. No son turistas, sino extranjeros vienen aquí a trabajar o estudiar; y nuestro concepto no les es ajeno, cuando entran se sienten como en casa. Los españoles que han viajado ya lo han visto, a su vez, en Londres o en Berlín, pero los que no, se extrañan al entrar. También sabíamos que en el barrio donde estamos hay mucha gente joven, de mi generación, que seguramente haya estado en el extranjero.
¿Por eso Malasaña fue la primera opción?
El sitio natural para abrir La Bicicleta Café hubiera sido Barcelona, ya que el mercado y la relación de la gente con la bici son mucho más maduros.
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¿Y por qué no fue?
Por un lado, porque Madrid es mi ciudad, mis amigos y mi familia están aquí y como yo llevaba dieciocho años fuera, me apetecía volver. Y porque en Madrid no hay tantos extranjeros como en Barcelona, ni tantas infraestructuras, ¡y también es bueno llegar al principio de la corriente, cuando todo es potencial! Eso nos ayudó, porque fuimos muy mediáticos: no paramos de hacer eventos y propuestas alrededor del mundo de la bici, pudiéndonos posicionar muy bien.
¿Te planteas trasladar el concepto a otras ciudades, como si fuera una franquicia?
Hay ideas, yo no puedo estar mucho rato quieto. Pero no me gusta la palabra "franquicia", porque suena a uniformizar y a explotar una idea de negocio quitándole la parte romántica con la que nacen los primeros proyectos.
Me gustaría que estuviera en otro sitio, pero hay que estudiar bien el cómo para que no pierda la personalidad. Soy nuevo en el emprendimiento a este nivel, pienso que a tu primer proyecto siempre lo miras como al primero hijo, ¡y da un poco de miedo prostituirlo! (risas). Pero hay ideas, ojalá se puedan hacer cosas en otras ciudades.
¿Qué nos puedes contar sobre el equipo que hay detrás?
Empecé con una socia, Lucía, que lo dejó en diciembre, pero ahora tengo a mi hermana en el equipo. Además cuento con tres encargados sin los que el día a día sería imposible. Pienso que crear equipos de hostelería es muy difícil, a nosotros nos ha costado tres años y muchos cambios.
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Cuando visitemos el local, ¿qué debemos pedir?
Yo pediría un sándwich con nuestro pan danés, que es bastante consistente. Todos ellos tienen nombre de ciclistas míticos. Mi favorito siempre es el más nuevo, los demás los tengo tan trillados que el último que se hace sabe siempre mejor.
El concepto del espacio, desde que empezó el proyecto, era el de ser una cafetería que pudiera convertirse en bar por la noche de forma natural. Nos visitan muchos grupos y suelen pedir algo para picar, pero también viene gente sola, algo que queríamos recuperar desde el principio. En España, ir a un bar siempre ha sido algo muy social, a menos que seas el borrachín del barrio y vayas solo (risas). Pero me gustaba esa idea de ir con tu libro o tu ordenador y tomarte lo que te dé la gana. Por eso dibujamos el espacio incluyendo sitios individuales, para que no sientas que estás ocupando un espacio que no te toca.
Cuéntanos más sobre la decoración del espacio.
Berlín me inspiró mucho, el reciclaje vintage me fascina un montón: se crea un espacio cálido desde el primer día. Tenemos desde piezas que nos han costado una pasta en los anticuarios, hasta muebles del piso de una señora que se había muerto, ¡hay de todo! Mientras esperábamos la licencia de obra, fuimos recopilando mesas y sillas en el sótano. Teníamos el feeling de que podía quedar de puta madre, pero no lo supimos hasta el día que abrimos (risas).
Cuando hicimos la obra, tiramos la estructura de pladur que había e intentamos sacar la original, confiriéndole un punto muy guay. En el suelo había una especie de tarima de madera, íbamos a mantenerla pero de repente empezaron a aparecer unas teselas chiquititas de diferentes colores al estilo sauna romana, algo muy raro… Al quitar la madera, apareció un suelo alucinante, que recuperamos con todas las cicatrices que tenía, ¡porque había sido un after en la época de Almodóvar, en el 83-84, cuando estaba surgiendo la Movida madrileña! Durante la obra, en un falso techo encontramos uno de los flyers de lo que fue en su día, se llamaba Disco Alterne. El flyer lleva una ilustración de un chico y una chica en la barra fumando y con gafas de sol. ¡Es preciosa!
Como comentabas, organizáis varios eventos. ¿Hay alguno que hayas hecho con gusto especial?
¡Hay un montón! El año pasado, con Oakley y Mad Cities Rides, desarrollamos muchas actividades para marcas y colectivos. Dentro de poco celebramos el vigésimo aniversario de la bici-mensajería en Madrid. Colaboramos igualmente con Ciclismo en Cadena (un colectivo de ciclismo en carretera) organizando mensualmente una salida que sale de La Bici Café. Y como esas, mil cosas… Estamos abiertos a prácticamente cualquier cosa que tenga que ver con la bici y a ceder el espacio para colaborar.
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Tres años después de haber abierto las puertas, ¿qué ha sido lo más insólito que os ha pasado?
Vino la Reina a tomarse algo, y a cuenta de eso el local se hizo súper popular en Espejo Público y en muchos programas de mierda de la televisión. Fue una noche antes de verano, estábamos ahí tomando algo y un colega dijo, “acaba de entrar la Reina de España, voy a tuitearlo.” Y yo, “¿qué dices, estás flipando?” ¡Y efectivamente, estaba ahí! Habló con ella un encargado, y te digo que es muy simpática, hubo muchas risas y muchas bromas, incluso él le preguntó por los guardaespaldas. ¡Estaban por ahí y nunca te hubieras dado cuenta! ¡Y le dijo que era republicano! (Risas). La cuestión fue que al día siguiente lo subimos a Facebook, y El Mundo se encargó de dar su particular versión sensacionalista de lo que pasó. Ese fin de semana había colas de señoras con el pelo plateado. “Pues no está tan mal el sitio,” decían. Creo que venían con miedo y curiosidad al mismo tiempo, tuvimos unas semanas que parecíamos el museo de cera... Del 2015, te garantizo que fue lo más insólito y lo más memorable.
¿Sueles buscar lo que la gente comenta sobre el espacio en plataformas como Trip Advisor?
Contesto todas las críticas negativas, que las hay, por supuesto. Tenemos mucho éxito pero también bastantes haters, eso pasa cuando algo se vuelve popular. Cada vez que leo una crítica negativa hablo con el encargado, intento saber qué ha ocurrido y solucionarlo. ¡De verdad que la gente no sabe el poder que tiene cuando se queja por algo!
Descríbenos La Bicicleta Cycling Café en una palabra.
En una palabra es imposible. Soy incapaz de sintetizar, ya me di cuenta de lo complejo que es el concepto cuando estaba escribiendo el proyecto del local.
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