“Lo que quiero es transmitir un mensaje: la ascensión a través de la conciencia. Y lo represento mediante la música y el arte.” Se llama Kai Landre y es cantante. O al menos hasta hoy en día. Dirige su energía hacia la música pero es consciente de que puede llegar un momento en que se le quede corta. Kai es sensible y delicado, aunque su voz conversa con rotundidad.
No le importa dejarse llevar ni flotar por el espacio; su viaje intergaláctico culmina en una evolución envidiable para alguien de su edad. Si la música no le es suficiente, será porque tiene mucho por contar. Entonces Kai huirá de sentirse limitado y apostará por otros prados, como la pintura y la escultura. Prados, jardines, laberintos. Kai es como un edén exquisito.
¿Por qué, de entre tus habilidades, has pactado con la música?, le pregunto. “Porque las armonías, al ser auditivas, tienen mucho registro para experimentar y para hacer que cualquier persona se sienta en otra atmósfera.” Y a mí, mientras hablamos, me arropa el éter, me invade el cosmos y me impresiona el firmamento. Abrumada por este misterio, escucho sus palabras y trato de entenderlas. “Me gusta expresar mensajes del espacio, de no estar en la tierra. Si mi mensaje es del universo, me es más fácil ambientarlo en una canción que en un cuadro”.
Aunque mi primera sensación es enigmática no me incomoda, al contrario, me empuja a seguir escuchándolo. Kai siempre ha tenido cierta vinculación con los astros, con todo lo que representan y con todo lo que se les asocia. Producir digitalmente ha sido otro de sus encuentros celestes, pues la mayoría de sonidos le retumban desde el cielo. La música, además de conectarle con el espacio, también le permite plasmar sus sensaciones. Entusiasmado, me explica cómo las transforma. Terminamos imaginando un cuadro que lleva incorporada una bonita banda sonora. Me pregunto si cada uno de nosotros llegamos a encontrar la forma en la que expresar todo aquello que percibimos y que sentimos. Me parece significativo poder hacerlo.
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Abrigo ANA KON via BEGEMOT, estola BELLEDEJOUR STUDIO, joyas de Kai.
“A menos que la raza humana se acabe antes que la tecnología esté suficientemente avanzada, los recursos se acabarán, el ser humano se sentirá atrapado y necesitará navegar hacia otros espacios”, me responde cuando le pido que me hable sobre su fascinación por lo galáctico. A Kai le apasionan las otras dimensiones. Y debo confesar que a mí me estremecen, pero consigue que me cautiven. Con el fervor de un auténtico apasionado, me argumenta que estar en el espacio es estar fuera de todas las normas impuestas.
También le gusta aterrizar y darse cuenta de que somos una hormiga, que lo que hacemos aquí no importa y que por eso debemos experimentar, salir de nuestros cuerpos y flotar. Nadie antes me había hecho plantear la idea de evadirme a alguna galaxia. Kai luce un collar, un amuleto que retiene mi atención cada cinco minutos. Es un bola del mundo que le recuerda que estamos dentro de una extensión limitada, pero de la que si queremos, podemos escapar. 
Abandonamos el cometa, volvemos al mundo terrenal y me explica que se identifica con el New Wave. Aún así, me sugiere (y os sugiero) que, si quiero conocerle mejor, escuche su último tema colgado en Spotify. Se titula 19 y habla sobre la iniciación a todo su imaginario. Kai es metódico y exacto. Es impecable en el tono, en los gestos, hasta en la profundidad de su mirada. Por eso su imaginario es inequívoco: porque sale de él mismo. 
Sobre su personalidad polifacética me dice, “sí, compongo, produzco y escribo. Me he dado cuenta de que me siento más satisfecho cuando lo hago todo por mis propios medios.” Lo que más me gusta de Kai es la vigorosidad con la que se apoya en él mismo. Él es su propia herramienta, su ‘¿por qué no?’, su ensayo-error. A sus diecisiete años es una vorágine de autoaprendizaje y autoconocimiento. Aunque desprende una inocencia prematura, también despoja la pasión de quien lo tiene todo por delante. Detecto que, entre sus palabras, se describe un discurso de autoconfianza. Está forjado por alguien que tiene la suficiente conciencia sobre sí mismo para nutrirse, plantearse y explotar.
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Top FABRIZIO CÉLLERI via BEGEMOT, pantalón NURIA SOLEY.
Estudia Perfomance en un conservatorio. La perfomance es la libertad completa de mostrar lo que se tiene en la cabeza de forma física. Además, le otorga al espectador la posibilidad de interpretar libremente aquello que está viendo y viviendo. Todo lo que Kai plantea lo imagina en un museo porque es el sitio oficial donde se encuentra el arte. Le gustan los espacios limpios, en los que el mensaje está muy claro. A menos ruido, más contenido.
“En toda la historia de la humanidad siempre ha habido mucho conflicto con el cuerpo y se ha tapado mucho. Para mí, la perfomance es la liberación del ser humano. Una vez nos damos cuenta de que se puede crear a partir de lo que uno es, y no solo encima de un lienzo, que es a lo que se ha reducido la historia del arte, asolemos un conocimiento revolucionario”. Kai piensa en lo desmesurado y en lo extraordinario. En 2033 quiere actuar en la Super Bowl y aprovechar todo el alboroto mediático para mandar un mensaje claro y fuerte porque la sociedad debe evolucionar psicológicamente.
A veces, también es modelo. Pero lo que más me detiene es su afirmación contundente: “No pretendo potenciar mi físico”. Un día entendió que si uno quiere, puede ser modelo todo el rato. Desde entonces, su relación con la moda es muy relajada. La multi-identidad es una actitud que impera en su generación. Kai se encuentra en una experimentación constante y es inmediatista por naturaleza. Su talante vital reproduce el vivir el presente, y consecuentemente, se viste como se siente en cada momento. La moda, más que una forma de expresión, es un juego.
“Yo nunca he tocado un ordenador que no tuviera conexión a Internet, he nacido con esto totalmente integrado”. Me explica que siempre se ha relacionado con las redes sociales y que Instagram le sirve como porfolio para mostrar su trabajo al mundo. Cuelga las fotos al revés por un sentido metafórico, que tiene que ver con el mensaje que quiere expresar con su música y con sus sonidos. Jugando con la gravedad comunica que no está en la tierra, que está en otro espacio viajando.
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Vestido MIRO MISLJEN via BEGEMOT, joyas EGOVOLO.
“Las redes aún son un input nuevo y por eso estamos experimentando. Probamos sus límites y vemos hasta dónde puede llegar la psicología humana. Comprobamos cómo cada uno de nosotros consigue relacionarse con ellas.” Hablamos de la exposición y del show-off al que las nuevas generaciones están acostumbrados y el resto tratamos de integrar con normalidad y sin prejuicios. “Para mí, exponerme significa trabajar con mi propio cuerpo, con la única herramienta que nos viene dada desde el nacimiento, que es nuestra forma física. Aunque muchas veces queramos desprendernos de ella y estar solo en el espíritu debemos trabajar con lo que tenemos.” Kai disfruta con un cuerpo que se puede modular, y como siempre se tiene a él mismo. ¿Por qué no mostrarse constantemente?
Se destapa con una sinceridad muy cavilada. “En un futuro me imagino con la misma esencia pero más evolucionado”. Su propósito es transmitir un mensaje de ascensión con el ser humano a través de la conciencia. Su manera de expresarlo es el arte, o la música, pero lo que hay detrás es su verdadera finalidad. Se envalentona para argumentar qué nos hace libres como seres humanos. “Considero que el principal problema del ser humano es que se obceca en los planteamientos que ya vienen dados. Plantearse es lo más importante para hacer crecer la conciencia, y crecer la conciencia es lo que nos hace libres.”
Kai se siente libre y muy afortunado del contexto en el que ha nacido. Y yo, mientras le escucho, no dejo de recordarme que tiene tan solo diecisiete años. Como los astros, la fuerza de la gravedad ha atraído sensibilidad, elocuencia, imaginación y talento para crearlo. Conversar con Kai ha sido un paseo por la Via Láctea. “Obviamente me gustaría vivir en el 3022 para hacer viajes intergalácticos, pero de momento está aún solo en mi cabeza”.
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Vestido, cinturón y botas MIRO MISLJEN via BEGEMOT, joyas EGOVOLO.