En la vida hay muchas cosas de las que podríamos prescindir, pero un buen par de zapatos no están entre ellas. Eterno objeto de deseo, el placer que se obtiene cuando se aúnan diseño, calidad y comodidad es difícil de igualar, y de encontrar, pero Deux Souliers es la marca barcelonesa que, a pasos agigantados (y perdonad el chiste fácil), nos lo sirve en bandeja. Hablamos con la diseñadora y empresaria que hay detrás, Nunu Solsona.
Bruna es la inquieta perrita de Nunu. Pequeña y alegre, confiada con los extraños y muy simpática. Incluso a una persona como yo, reacia al mundo animal, se le ablanda el corazón con ella. Y de tal palo, tal astilla. Su dueña no es menos encantadora. Nos recibe en su showroom y atelier, un increíble espacio en el barrio de Grácia donde se crea la magia de Deux Souliers, una marca de zapatos nacida en el 2010 y que, a base de un riguroso proceso de producción mediante técnicas artesanales y un vanguardista diseño, se asienta como una de las grandes promesas del diseño en nuestro país. Nunu es dulce, cálida y agradable, y por si no estábamos suficientemente enamorados de sus creaciones, ahora ya perdemos la cabeza (y los pies) por ellas. Además, los fans de Barcelona están de enhorabuena porque ahora sus productos se pueden adquirir también en la tienda de La Petite Parade (Carrer Avinyó, 34).
Comencemos por el principio. ¿Qué te lanzó a iniciar el proyecto? ¿Te faltaba algo como consumidora?
Realmente, cuando empecé se trataba de algo súper inocente, en ningún momento me dije “voy a crear una marca”. Yo ya hacía zapato a mano a la vez que trabajaba en producción para otras marcas, y fue una ex socia quien me sugirió que probáramos de hacer algo juntas. Entonces se generaron los tres modelos del principio, y hubo muy buena respuesta y expectación por ver qué crearíamos para la siguiente colección.
Opino que, cuando haces algo, es porque lo echas de menos o crees que se trata de algo innovador pero, como te decía, en nuestro caso no fue nada premeditado o demasiado estudiado.
Supongo que conocerás bien la expresión “como un niño con zapatos nuevos”. ¿Recuerdas algún zapato especial de tu infancia?
La verdad es que cuando era pequeña tenía los pies planos y llevaba plantillas, y todas las niñas de mi generación tenían bailarinas de charol. ¡Yo quería esas bailarinas! Pero tenía que ir con zapatos cogidos por el tobillo, e ir con la plantilla. Así que supongo que desde siempre he tenido mucha fijación por zapatos que no podía llevar, y cuando conseguía el par que teóricamente no era bueno usar, era la niña más feliz del mundo. Más tarde empecé a hacer danza, y de hecho para mi proyecto final de carrera elaboré una zapatilla de baile con tacón de aluminio. Como mi formación se centraba en moda, no me habían enseñado casi nada sobre el tema y fue Norman Vilalta quien me dio algunas instrucciones sobre cómo hacer un tacón, porque realmente no tenía ni idea. (risas)
De eso precisamente quería hablar. ¿Cómo aprendiste a dominar las técnicas tradicionales que utilizas? ¿Hay por ahí alguna figura de abuelo o abuela zapatero que te transmitiese el amor por el calzado o ha sido cosecha propia?
Cuando acabé de estudiar tan solo tenía ese proyecto final como carta de presentación en el sector, que me había apasionado. Casualmente entré en el taller de un artesano que estaba en el Poblenou, y allí vi por primera vez un taller exclusivamente de zapatos, y me ofrecí como ayudante para lo que fuera. Yo quería estar allí, tocar y ver. Ahora está más de moda, pero en aquel entonces no había muchos talleres de calzado artesanal. Estuve un tiempo ahí y luego aprendí con otro artesano del Raval, Josep Cunillera. Más tarde me fui a Alicante y ya monté mi propio taller. Me compré mi máquina, y me puse a hacer pruebas e inventos. Así empezó todo, practicando, cagándola… (Risas)
Suelen calificar a tus creaciones como cercanas al diseño escandinavo o japonés, pero también es importante el bagaje español. ¿Te sientes identificada con el panorama nacional o es más fuerte la influencia de fuera?
No soy muy consciente a la hora de diseñar. Supongo que es fácil juzgar una vez está hecho. Pero realmente, no partes de un papel en blanco siempre, hay muchos parámetros que hacen que la colección sea de una manera, desde los proveedores hasta la horma. Te tienes que adaptar a cosas que ya estaban en la producción, y a partir de esas limitaciones vas generando y construyendo. Para mí el inicio es coger básicos y jugar con ellos, intentando que sean atemporales. Habrá modelos que, quizá por el color, por ejemplo, tendrán un punto más de tendencia, pero en sí lo importante es que el modelaje y las líneas de diseño sean versátiles y se puedan mantener. De hecho, desde el principio hacemos modelos que los clientes nos siguen pidiendo. Quizá cambiamos una suela, algún detalle, pero en sí, se nos demuestra que el diseño no muere, y que se sigue queriendo.
¿Dónde se produce el calzado?
El zapato se hace en Menorca. Antes producía en Alicante, pero el volver a Menorca ha sido, para mí, como dar un paso hacia los orígenes. Vengo de montar zapato a mano, y allí son grandes artesanos. Realmente ha habido un salto muy bonito hasta encontrar la fábrica actual, que tiene ganas de crecer conmigo, que se implica. Es muy importante tener una relación clara y buena con quien interpreta lo que tú haces. Sobre todo, que les guste, cosa que no es tan fácil de encontrar, y que, además de entenderte, se impliquen contigo muchísimo. En este sentido, estoy muy contenta.
Con la experiencia que ya tienes a tus espaldas, ¿crees que hay algún elemento esencial a la hora de diseñar que no se pueda perder de vista?
La horma, por ejemplo, es muy básica. Tiene que darte el ancho correcto, porque al final esa es la forma que tomará el zapato. Por otro lado, también hay que tener en cuenta las pieles y los detalles, sin perder de vista las limitaciones y lo que puedes hacer con los materiales que hayas escogido. Y, desde luego, es imprescindible una buena música de fondo y desconectar el teléfono, ¡poderte liberar! (Risas)
No solo eres diseñadora, sino también empresaria. ¿Tienes que pelearte mucho contigo misma para satisfacer a ambas facetas?
No es fácil compaginarlo. Está claro que, cuanto más vendas, más podrás invertir en creatividad. Al generar más beneficios, consigues recursos para hacer más desarrollos. Creo que la gente le tiene miedo al concepto comercial. Sin que sea mi referente, te diría que Comme des Garçons, por ejemplo, es comercial, ¡diseña para llegar a la gente! Eso es lo que yo quiero, un zapato que pueda consumirse, no un objeto que se quede en el showroom muerto de pena. Efectivamente, se trata de un diseño muy personal en una línea Premium, pero también es un concepto destinado a que la gente se lo pueda poner.
Por otra parte, es toda la red de representantes y distribuidores, así como los clientes en las ferias, quienes te dan las pistas sobre qué funciona y qué no funciona. Y toda esa información, de manera natural, se tiene en cuenta para la próxima colección. Pero, al fin y al cabo, Deux Souliers gusta por su identidad y por lo que la hace diferente.
Como empresa, parece que Deux Souliers intenta cuidar de la tradición y la herencia artesana. Trabajas con fábricas artesanales y realizas workshops con frecuencia. ¿Qué importancia tiene este tipo de simbiosis con el entorno y cómo surge?
Todo ha sucedido casi sin darme cuenta, de una forma muy orgánica. Me propusieron colaborar con el IED haciendo unos bolsos, y recientemente nos han invitado a un seminario en Dinamarca, a un workshop en Japón… Es muy interesante, porque el ritmo del día a día no te permite dedicarte 100% a la artesanía, hacer un zapato completo requiere muchas horas. Pero de esta manera puedo seguir conectando con todo ello, evito dejarlo de lado. La raíz de la marca, como te decía, se encuentra en montar zapato a mano, así que desde luego hay un vínculo muy pasional con todo ello. Es genial no alejarse y que surjan proyectos de este tipo.
Por último, y ya que se acerca la Navidad, ¿qué le pides a los Reyes Magos para Deux Souliers?
Seguir llegando a la gente haciendo colecciones. Seguir en esta tónica, a poder ser de una forma menos estresante (risas). Intentar generar la estructura y formar el equipo que el proyecto pide. En ello estamos. Poc a poc!
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