Cristina Stölhe es una persona con muchas inquietudes artísticas. Incluso aquellos que la conozcan solo como @hijadeladroga a través de su feed de Instagram lo pueden ver fácilmente. Hoy en día la gran mayoría de nosotros es usuario de una o más redes sociales, y especialmente en una como Instagram, donde la imagen es la protagonista, se permite entrever la manera en que cada uno de nosotros percibimos y entendemos el mundo.
Aquellos detalles de nuestra realidad diaria que decidimos inmortalizar en una foto para luego compartirla no dejan de ser un reflejo o una extensión de nuestra personalidad en forma de diario visual. Y el diario de Cristina respira cuidado y un gusto muy particular. Ahora ha llevado su universo visual a lo físico en un libro que publica con Terranova bajo el título de Random Pictures Book. La presentación tendrá lugar este viernes 11 de mayo a las 19h en El Paracaidista, en Madrid. En motivo de la ocasión, hablamos con Cristina para conocer más sobre ella y su manera de entender la fotografía.
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Explícanos un poco cómo fueron tus inicios en Instagram.
Empecé cuando era la época en que solo podías usar Instagram si tenías iPhone y era como lo más, la gente solo subía tazas de café y gatos. Y yo pues tampoco andaba muy lejos, quizá lo más conceptual que subía podían ser detalles de texturas.
Tu feed es como tu diario visual, testigo de tu evolución como persona y de tus inquietudes. ¿Cómo ha evolucionado el estilo y los sujetos de tu fotografía?
No sé en qué momento he cambiado mi intención con las fotos o si simplemente he mejorado mi manera de hacerlas. Dejé atrás los filtros de Instagram y pasé a algo más crudo. También empecé a estudiar arte y quería hacer un proyecto fotografiando las firmas de los autores de los cuadros en los museos. En un cuadro se están desarrollando varias acciones, motivos o valores cromáticos, y de repente yo voy y, como cualquier otra persona, me fijo en lo que más me está transmitiendo o produciendo más placer.
Con la fotografía siempre me ha dado mucho placer hacer eso, como decir “esto es con lo que yo me quedo”. Y de ahí me empecé a fijar e interesar por la relación entre la gente y la obra. Empecé a hacer fotos a personas mirando cuadros, y de ahí, poco a poco, se me fue quedando corto y pasé a la calle. Cambié de escenario y, sin darme cuenta, ya estaba haciendo fotos a la gente haciendo cosas de lo más normal. Mis amigos a veces incluso me decían: “Jolín, qué cantosa”, pero para mí era como lo más normal del mundo. Digamos que en los museos es más lícito, o más habitual, porque estás con un móvil y claro, dentro de esa sala tú puedes hacer fotos a lo que sea, porque todo forma parte de ella. Sin embargo en la calle cambian los códigos, aunque yo me sentía y siento igual, lo veo todo como un museo, una gran performance.
Un motivo recurrente en tus fotos son monjas y gente mayor, ¿ por qué?
Porque la gente joven con la que ya coexisto siempre no me sorprende de la misma manera. Soy muy visual y me gusta ver a las personas como salidas de una película. Me flipa la psicología de la gente, y una persona mayor me parece que tiene ya completa casi toda su existencia, su psicología. Me parece más honesto, más transparente.
“Las personas somos espejos, nos proyectamos en los demás para llegar a comprendernos, y esto se extrapola a la fotografía, que no es más que una herramienta que nos ayuda a observar y plasmar.”
Tu tipo de fotografía tiene un aire voyeur, ¿cómo tomas las fotos? ¿Siempre intentas que la gente no se dé cuenta de que les estás fotografiando? ¿Te ha generado alguna vez una situación incómoda o comentarios negativos?
Sí, la verdad es que me gusta tomar fotos sin que la gente se entere y, de hecho, no me gusta fotografiar a la persona mirándome, siempre con algunas excepciones. Normalmente no se dan cuenta cuando les fotografío. La única vez que fue muy evidente fue en Brooklyn, que flasheé a un hombre en la cara y empezó a gritarme. Pero no pasó nada. He tenido comentarios negativos solo en dos ocasiones por Instagram, los cuales han hecho que me cuestione si lo que hacía era correcto, a lo que respondí y respondo: no hay nada malo en hacer fotos a las personas cuando tu intención no es faltar al respeto sino mostrar una realidad que te parece llamativa.
Depende quizás del bagaje personal del observador…
Claro, partimos de la base de que todo son proyecciones. Si a la hora de observar la fotografía lo planteas, a priori, desde una perspectiva negativa, yo no puedo hacer nada; creo que simplemente no llegarás a entender las otras posibles dimensiones que intento plantear en mis fotos, es decir, entenderme a mí y a lo que hago, principalmente. Intento proyectarme a través de la foto. Las personas somos espejos, nos proyectamos en los demás para llegar a comprendernos, y esto se extrapola a la fotografía, que no es más que una herramienta que nos ayuda a observar y plasmar. ¿Por qué me fijo en un motivo y no en otro? Yo siempre lo he relacionado a cuando, por ejemplo, nos fijamos en la esquina de un cuadro y no en su totalidad; no es solo porque te pueda llegar a parecer estéticamente guay o vistoso sino porque conectas con algo que trasciende lo superficial –que acaba reflejando algo de mí.
Dices que el móvil, para ti, es el nuevo analógico. ¿Qué opinas del discurso adoptado por alguna gente contra la foto fácil, la foto con el móvil y la idea de que todo el mundo con un smartphone e Instagram se siente fotógrafo?
Creo que está súper obsoleto, no es más que una manera de entorpecer el proceso de comunicación en el arte. No tenemos que olvidar que el arte nunca dejará de adoptar nuevos canales o formas de expresión y que esto no determina su valor. No hay que minusvalorar la plataforma y/o el dispositivo con el que se difunde o construye un concepto, lo importante es trabajarlo y decir algo. Me parece que es limitarse con estas chorradas. Aceptar nuestro contexto es aceptar que la fotografía de móvil existe y hay que hacer algo con ello. Además, la textura que tiene un teléfono no la tienen otras cámaras, pudiendo proporcionar unos resultados muy interesantes. Me parece una forma de censura no tan obvia. La historia del arte nos dice que algo que tiene un proceso fácil no tiene por qué tener un resultado vacío y sin significado.
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¿Por qué decidiste crear este libro? 
Hacía tiempo que quería darle un sentido a mis fotos con relación a lo que he dicho anteriormente. Sentía necesario materializar lo que hago por el hecho de que nos olvidamos del valor de la fotografía, se queda en una nube y ya está. La apreciación de la foto como un objeto se está perdiendo; al ser tan fácil, rápido y acumulable, pierde el fetichismo que tenía antes el hecho de fotografiar, más metódico y aparatoso.
En este contexto inmediato, el ‘fast todo’ nos está pasando factura. Quiero decir: es muy divertido y guay que nuestra generación introduzca en su cotidianeidad esa capacidad de producción fotográfica, pero no hay que dejar de lado su valor. Hay que rescatar la forma física de la foto, a través del papel, del libro, que te permite jugar con los resultados que te da el material, y también pasa con la edición y el formato. Y aquí es donde entra la mejor editorial de Barcelona, Terrranova, o mejor dicho, Luis Cerveró e Irene Asensio, a los que personalmente respeto un montón por su profesionalidad y gusto. También a Eme Rock, un artista muy crack de Barcelona a quien también admiro y que ha trabajado en el diseño gráfico del libro, haciendo sencillo y claro lo complejo. A todos, estoy súper agradecida de haberme ayudado a poder tener hoy el libro en mis manos. 
¿Por qué este formato tan peculiar?
Porque quería materializar todo esto que hablábamos antes: mi Instagram, el carrete del teléfono, cómo almacenamos las fotos y cómo las mostramos. Instagram es la plataforma que uso para difundir mis fotografías, y el formato del libro es fiel a su formato. El hecho de que no tenga una única foto como portada tiene sentido porque en Instagram no hay portada, sino que es un scroll de imágenes, no hay un orden inicial, abres la aplicación y ves todas las imágenes pasar.
Hemos hecho cinco portadas con sus correspondientes contraportadas porque nos parecía interesante (obra de Luis), en relación a eso de que no hay un protagonismo absoluto en nada. Además, podemos pensar en el carácter fugaz e intercambiable que posibilita el uso de la aplicación, borrando y volviendo a colgar nuevas fotos, jugando con el orden y la composición. El libro remite a la experiencia Instagram y al uso del móvil. El formato remite al carrete del iPhone y al feed de Instagram: un bombardeo de fotografías.
Además, a lo largo del libro no hay nada de texto, solamente en el lomo y en un punto de libro que viene incluido, ya que hay cierta información que debe aparecer por temas legales. En el punto de libro figuran mi nombre, el código ISBN y los créditos de la editorial y el diseñador gráfico. Yo quería que fuese todo visual y que el texto no rompiera el concepto del libro, y al diseñador se le ocurrió esta solución. Me gusta que si la gente quita el punto de libro ya no se sabe ni de quién es el libro.
¿Qué esperas conseguir con este libro? ¿Qué idea te gustaría que le quedara a la gente después de ojearlo?
Quiero hacer una oda a mi contexto, a mi entorno y a mi generación. Comunicar mi realidad a través de la fotografía documental. Buscaba descontextualizar aquello que está en un smartphone, llevarlo a un formato clásico, hacer del móvil un libro. También creo que el libro es un ejercicio de reflexión de todo lo que he dicho anteriormente y ahora solo quiero que la gente lo disfrute, ¡la verdad! En cuanto a mí, sobre todo, me quedo con el aprendizaje y que me haya entendido tan bien con Luis, ya que su edición no puede ser más yo.
Random Pictures Book, de Cristina Stölhe, se presentará el próximo viernes 11 de mayo a las 19h en El Paracaidista, calle de la Palma 10, Madrid.
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