Es una frase muy repetida: las mejores cosas en la vida son los pequeños detalles con los que decoramos la rutina. Y es que todos hemos vivido esos días grises e interminables que acabaron mejorando, inesperadamente, entre risas, amigos y alguna cerveza. Sencillo, ¿no? Brutus es una cerveza que capitanea el barco de lo natural, de las cosas hechas sin prisa, paso a paso. Pero sobre todo es una cerveza para todo aquel que disfrute de esos pequeños momentos de felicidad que tenemos al alcance de la mano, mucho más cerca de lo que creemos. Hablamos con Jordi Calvet, uno de los artífices de Brutus que, más que cerveza, es calidad de vida embotellada.
Hola, Jordi. Para empezar, cuéntanos cómo, cuándo y sobre todo por qué surge la idea de fabricar una cerveza como Brutus.
El proyecto de Brutus surge hace más o menos tres años, pero solo hace uno y medio que estamos comercializando. Nuestra idea era hacer una cerveza de gran calidad, y entendíamos que para ello el proceso debía ser artesanal. Pero también queríamos que fuese una cerveza muy comercial, capaz de introducirse dentro del ámbito de cervezas que hay en todos los bares, y que esto no estuviese contrapuesto a la calidad de lo natural y artesanal. Cuando hablo de comercial, me refiero a un producto que guste a la gente, a chicos, a chicas, que sea fácil de beber y que no tenga la pretensión de dar lecciones.
Escogimos precisamente centrarnos en un solo producto, la cerveza lager, que es una tipología de cerveza fermentada a baja temperatura: queríamos que pudiera ser una cerveza de día, de noche… Consideramos que debía ser algo nuevo en el mercado, que aportara una cierta diferenciación. Entendemos que la cerveza es un refresco y se tiene que considerar como tal. Eso sí: un refresco de calidad.
La vuestra es una cerveza con personalidad, sobre todo en cuanto a la imagen. Háblanos del curioso branding de Brutus.
Buscábamos crear un producto con una gran personalidad. Una cerveza de gran calidad, tanto en los productos como en la elaboración, y con un branding muy bien definido y potente. Estas dos partes eran las que entendíamos que debían ser nuestro ADN. Yo me dedicaba al mundo de la dirección creativa para marcas de ropa, y creamos el concepto de Brutus partiendo de estas bases: de cómo, en una marca de ropa, la gente asocia rápidamente la imagen a la firma en base a un concepto previo, a una personalidad marcada. Para nosotros el tema estético es muy importante, pero no nos gustan las modas. No nos interesan las etiquetas, sino el estilo, y eso va mucho más allá de las tendencias de moda.
Siguiendo esta línea, también queríamos hacer una cerveza global. Es decir, una cerveza que no esté circunscrita a ninguna área geográfica. Esto es coherente con el proceso de fabricación en Alemania, con el etiquetado tanto en español como en inglés… Además, solo vendemos en botella. No queremos entrar en la guerra de hacer tiradores, ni barriles, ni de precios… Entendemos que la marca se construye desde la botella como elemento característico.
¿Por qué Brutus? ¿Cómo fue el proceso de elección del nombre?
Buscábamos un nombre, en primer lugar, escueto. Y que no tuviera traducción, por eso que te comentaba antes de ser un producto global. Tenemos todo el branding patentado para poder vender en la comunidad europea, en Estados Unidos, en Canadá y en México. Así que buscábamos un nombre contundente, pegadizo y muy fácil de recordar, además de comercial. Y Brutus reúne todas esas cualidades.
¿Fue fácil decidirse?
No, nunca es fácil algo así. Es curioso, porque este tipo de cosas parecen muy fáciles cuando están hechas, pero son muy difíciles cuando partes de una hoja en blanco. Ahí hay muchas dudas, porque todo es posible. Pero ese es el gran éxito de una cosa bien hecha: que, al final, parezca que ha sido fácil.
Brutus se fabrica en Alemania, en una fábrica de siete siglos de experiencia. ¿Por qué allí?
Mi socio es enólogo y estuvo viviendo 14 años en Alemania, colaboró estrechamente en la fábrica en la que se produce nuestra cerveza. Él es un poco el artífice de la cerveza, y yo soy un poco el artífice de la imagen. Él conocía la calidad de la fábrica, tanto en el producto como en el proceso. Es una fábrica pequeñita, donde la calidad del producto es la esencia más importante. Ellos cultivan sus propios lúpulos, la propia malta, tienen agua de manantial propio… Todo esto nos daba las garantías de calidad que buscábamos.
¿Cómo es el bebedor de Brutus habitual?
No creamos el concepto de Brutus para dirigirnos a ningún prototipo específico de cliente, precisamente huimos bastante de todo eso. Cuando nosotros creamos Brutus, lo hacemos queriendo cuantos más consumidores mejor, pero, obviamente, consumidores que aprecien lo que hacemos. Esto ya reduce un poco el target al que te diriges, en el sentido de que la gente debe apreciar lo que es una cerveza de calidad, y no todo el mundo lo hace: algunos se fijan más en el precio, por ejemplo.
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Es una cuestión más bien de sensibilidad, ¿no?
Exacto, depende de la sensibilidad propia de cada uno. De que se sienta atraído o no por determinadas cosas. No queremos señalar a nadie: tú sí, tú no. Cada uno tiene sus propias inquietudes, todas respetables y todas con cabida en el mercado. Las exigencias que nosotros nos marcamos, en nuestro trabajo diario, las hacemos a nivel interno: a nosotros mismos, y nunca al cliente. Nos centramos en nuestro producto, en hacerlo lo mejor posible, con máxima humildad y con toda la ilusión y ganas posibles.
Brutus está estrechamente unida al mundo cultural. Este año, por ejemplo, patrocináis la feria artística JustMad, además de haber dado apoyo a obras de teatro. ¿Qué motivación o voluntad hay detrás de esto?
En la línea de cómo queríamos posicionar el producto como tal, entendemos que hay una parte que está capitaneada por la élite de las cervezas, y otra en la que están las cervezas de nueva generación o las micro cervecerías. La cerveza es un elemento muy característico en los grandes patrocinios, pero nosotros tampoco queríamos asociar Brutus a eventos de grandes masas, como fútbol o macro conciertos. Primero porque no tenemos la posibilidad ni la dimensión económica, y segundo, porque entendemos que ese es un terreno para las cervezas industriales que se producen para las grandes masas, terreno que no nos interesa demasiado. Nosotros tenemos muy claro cuál es nuestro nicho de mercado y nos centramos en él: Brutus está nacida para capitanear este nicho. Así que nuestras acciones de márqueting son coherentes a esto: todo el mundo cultural con un poco más de sensibilidad, como puede ser el mundo del arte o el teatro, encajan muy bien con la filosofía y con el target de Brutus.
Es un poco lo que hablábamos antes, una cuestión de inquietudes personales: quien aprecie este tipo de cosas, apreciará la calidad de Brutus.
Totalmente, sí. Es una cuestión de buscar dónde están estas inquietudes, sin pretender excluir a nadie, pero con la voluntad de ser más afín a la sensibilidad que tenemos como marca y queremos transmitir. Además, nos apetece mucho poder apoyar a cualquier iniciativa cultural o artística en su faceta más estética.
Entonces, después de todo esto, ¿qué dirías que es para Brutus la calidad?
La calidad es la esencia de Brutus. Es una palabra que comprende muchas cosas: la imagen, el producto, incluso el servicio que pretendemos dar a nuestros clientes. Hace poco estuvimos en la Feria Alimentaria e intentamos dar calidad en el stand que diseñamos, en cualquier evento que hagamos… para nosotros es algo muy, muy importante.
En lo que lleváis de trayectoria, ¿habéis superado vuestras expectativas?
Sí, ahora estamos estructurándonos para poder organizar todo, dado que solo llevamos un año y pocos meses en el mercado, y aún debemos ir creciendo y atendiendo a todo el mundo. Estamos muy contentos con la acogida: vemos que la gente aprecia muy rápidamente lo que consideramos nuestra esencia, y que transmite una cierta simpatía y un feeling especial a la gente. Está teniendo súper buena acogida en Barcelona, Madrid, en las Baleares, en las zonas más cosmopolitas del sur como Tarifa, Cádiz, Caños de Meca… sitios donde hay mucha gente de diferentes procedencias, que ve cosas, que conoce y que quiere descubrir algo cada día, de cualquier tipo. Ahí es donde notamos la aceptación y la respuesta más potente.
De cara al futuro, ¿cuál es el camino a seguir?
Trabajar mucho, mucho, mucho, y sobre todo estar muy centrados en lo que es nuestro producto y ya está. A nivel más teórico, nuestra idea es estar unos tres o cuatro años consolidando Brutus en España y, más tarde, ir hacia la exportación. Brutus es un producto por el que ya se han interesado muchos distribuidores internacionales, pero no queremos hacer un paso sin tenerlo todo organizado y claro; no queremos correr más de la cuenta y emocionarnos porque un distribuidor noruego, de Dinamarca o de Holanda se haya interesado mucho en nuestra cerveza, cuando consideramos que debemos asentarnos bien aquí primero, para poder distribuir luego fuera de la mejor manera. Como te comentaba: todo está relacionado con nuestra visión de la calidad como pilar, en cada paso que damos.
Vivimos en una sociedad en la que cualquier excusa es buena para tomarse una cerveza (¡con moderación!). ¿Qué clase de excusas hay para tomarse una Brutus?
Creo que lo bueno de una Brutus es que no necesitas ninguna excusa para tomártela: simplemente te apetece tomarte una buena cerveza. Es una alternativa de poder tomarte una cerveza diferente a cualquiera que ya esté más posicionada hoy en día. Si yo me voy a un bar a tomar algo con amigos, y tengo la posibilidad de tomarme una cerveza de la calidad de Brutus, como consumidor, lo agradecería (risas).