Este ha sido el primer invierno de Arianna Polanco (25). Nunca antes había conocido el frío. Me lo cuenta mientras mueve la cucharilla del té helado que tiene delante. Arianna llegó a Barcelona de una isla caribeña hace casi un año. Nació en la República Dominicana y ésta está siendo su primera vida fuera del país.
Allí es donde estudió psicología y donde en paralelo hacía talleres de arte. Y quiso fusionar tanto estos dos mundos que se mudó a Barcelona para cursar un máster en arteterapia. No le gusta el nombre de esta disciplina porque se ha convertido en un cliché.

Cuando hablas con Arianna se nota que respira en otra onda. Lleva con ella la música del Caribe, con su ropa siempre colorida y ese ritmo sosegado al hablar, difícil de encontrar en alguien de su nueva ciudad. Es el tipo de persona a la que los silencios entre frases no le incomodan.

Para ella, el arte remueve. Y eso es ideal para sanar ciertas heridas. Insiste en que la arteterapia funciona mejor cuando la persona que la realiza no es artista o, si lo es, utiliza otro arte que el habitual. “A un artista le costará más separar su creación terapéutica de una creación con fines más estéticos.” Arianna afirma que el proceso de recuperación de un trauma es mucho más rápido mediante la arteterapia que mediante otros procesos, como por ejemplo el psicoanalítico. “Con el arte todo es más rápido.”
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Siente que la vida en Barcelona le sacude cada día como un terremoto, pero esto solo le hace querer seguir creando. Cuando no estudia, Arianna pinta y dibuja. Y va guardando esos dibujos que, para ella, acaban siendo recuerdos de sus estados de ánimo. No tiene problema en regalárselos a sus amigos; es una forma de dotarles de más vida y movimiento.

Me explica que siempre dibuja con música. Que lo vive todo con música, sin más. Y como consecuencia baila todo el rato. A veces, cuando se siente triste, se fuerza a bailar porque sabe que eso cambiará de inmediato su estado de ánimo. Cuando dibuja es el único momento en que se olvida de todo, incluso de sus obligaciones. Para Arianna, dibujar es fusionar el control y el descontrol, una liberación ordenada.

En la cuenta de Instagram de Arianna se puede ver cómo convierte cualquier momento cotidiano en algo susceptible de belleza y arte: desde un charco con palomas mientras vuelve de un festival de música hasta las formas que crean las sombras de sus manos en movimiento. El arte transforma los ojos del que lo ve.
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“¿Existe no ser creativo?” Me pregunta de forma retórica. Para Arianna, todo el mundo lo es. Por eso mismo la arteterapia es beneficiosa para todo aquel que quiera cambiar algo en su vida o que vea que un problema se repite en bucle. Para ella, todos los niños son creativos pero el proceso y los caminos que nuestra vida va tomando a veces nos corta o bloquea la creatividad.

Arianna confiesa que ha tenido que creerse la premisa de que no todo tiene un porqué. Así, ha bajado la ansiedad cuando piensa en cosas o comportamientos que no entiende o que no se entienden a través de la razón. Allí aparece el arte.

Le pregunto cómo imagina su futuro y no tarda ni un segundo en contestar. Se ve a sí misma fundando un colegio en el que los niños puedan ser libres. Le preocupa mucho la educación en su país. Por supuesto que también le gustaría vivir de su arte, como es el sueño de cualquier artista. Pero ver una persona progresar sola gracias a sus aportaciones le parece el proceso más bello y en el que desea quedarse a trabajar.
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