Aparentar se ha convertido en uno de los verbos más usados; una vida perfecta en Instagram, una cara con ocho horas de sueño en tan solo tres clicks o la obsesión de las empresas por el greenwashing. Pero, hay algo que nunca se podrá falsificar, la pasión. En un mundo que a veces parece disolverse en tonalidades grises, proyectos como el de Albert Coll vuelven a pintar el cielo de colores.
La vida le obligó a jubilarse y a cerrar su tienda de joyas. Pero Mireia Arasa Coll, su adorada nieta, un día encontró entre las cajas que quedaron de esa tienda una serie de joyas hechas de titanio que no se habían vendido en su momento. Cautivada por la belleza de sus formas y por su color azul particular, decidió volver a producirlas y ponerlas a la venta. No habían triunfado años atrás porque eran diseños demasiado adelantados a su época, pero esta vez sí era su momento. Así nació este proyecto. El renacer de Albert y de la pureza de sus obras, que ahora a través de Instagram y de su página web vuelven a salir a la luz, para que las mujeres “titánicas” –como ellos las llaman– las doten de experiencias y aventuras.

Una mañana con un viento que sacudía ferozmente la ciudad de Barcelona, donde viven, nos invitaron a refugiarnos en su casa. Nos sentamos todos: Albert, su esposa (Roser) y Mireia, en una mesa redonda presidida por algunas de sus joyas. Los rayos de sol las iluminaban, pero había otra luz que las alumbraba aún más: la que irradia el amor que se procesan. Ellos nos invitaron a algo de beber y a una mañana llena de nuevos conocimientos y emociones; nosotros os invitamos a conocer la historia de este gran joyero y la pureza de su alma.
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Albert, tu relación con las joyas viene de mucho tiempo atrás, pues antes de empezar este proyecto con Mireia, habías tenido varias tiendas en Barcelona. Cuéntenos un poco sobre esto.
Albert: Yo más que joyero soy diseñador de joyas, que hay muy pocos. Tengo el carnet de artesanía de Catalunya, donde pone que soy diseñador de joyas precisamente. Cuando tenía ocho años e iba a la escuela francesa, en lugar de jugar a fútbol en el patio, hacía anillos y pulseras con la miga de los llenguets, que en ese tiempo era muy blanda. Mi padre era relojero, y en verano, en lugar de ir de vacaciones, iba a su tienda. Las cosas manuales de limar o serrar las hacía muy bien, por lo que mi padre me decía que podría ser joyero. Con el tiempo lo fui, de una forma casi autodidacta. La primera vez que fui a vender joyas, cogí una libreta llena de diseños y fui por Paseo de Gracia enseñándolos. Dos joyeros me los compraron. Con los años abrí mi propia tienda.
Albert Coll se caracteriza por las joyas hechas con titanio. ¿Cómo y cuándo descubrió este material?
Albert: En una revista inglesa leí que del titanio se podían hacer joyas. Compré titanio de Inglaterra, pero el problema fue hacerlo de color azul, porque originalmente es del color del acero. Le di este material a mi cuñado, que era químico, para que lo intentara. Me lo devolvió quince días después con diferentes pruebas que amigos suyos habían hecho, pero a ninguno de ellos les salió. Entonces se me ocurrió que podría intentarlo. Esto es un secreto en verdad, porque en el mundo hay muy poca gente que haga joyas de titanio. Pero Mireia lo aprendió solo en una tarde. Su ventaja es que es un material muy ligero, los pendientes se mueven solos con el viento.
Mireia: ¡Porque me lo enseñaste a hacer! (Risas). Es super ligero. La gente siempre nos escribe preguntando si los pendientes pesan mucho, pero siempre les digo que no, que es titanio.
Hace unos años se tuvo que jubilar muy a tu pesar. La joyería siempre había formado parte de su vida, ¿cómo fue vivir sin ella?
Mireia: No se quería jubilar. Bueno, estaba jubilado pero seguía yendo a la tienda. Sus hijos, cuando le diagnosticaron lo de la nariz, le cerraron la tienda, porque sino, él seguía bajando siempre.
Albert: Como estaba enfermo lo echaba de menos, pero siempre seguí haciendo alguna cosita desde casa.
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Porque como nos ha explicado, las joyas siempre han sido su pasión, desde que era un niño.
Albert: Siempre pienso en joyas. Cuando iba por la calle de las ciudades de España, de Europa, nunca miraba los escaparates de las joyerías. Yo quería hacer las joyas a mi manera. En cambio, cuando iba en coche o en un barquito que teníamos, siempre dibujaba. Me acuerdo de una vez que hice un collar de regatas. Mi hijo estaba pescando y yo me aburría. Esto se lleva dentro, me apasiona inventarlas.
Mireia, tú encontraste estas joyas hechas de titanio guardadas en cajas y decidiste sacarlas a la luz. ¿Qué fue lo que te impulsó a ello?
Mireia: Mi madre –la hija pequeña de Albert– justo acababa de fallecer. Él estaba muy afectado. Era un proyecto que yo ya tenía en mente porque cuando vi las piezas me enamoré de ellas. Para navidad, él siempre nos regalaba joyas, eran muy bonitas, pero siempre pensaba que no me las pondría hasta que tuviera cincuenta años. En cambio, cuando vi las de titanio, sentí que me las quería poner ya. Fue el momento perfecto para lanzarlo, tener un nuevo proyecto, una nueva ilusión.
Albert, con este proyecto que inició con su nieta, ha recuperado una parte de su vida antes de jubilarse. ¿Cómo ha cambiado su día a día poder volver a disfrutar de la belleza de sus creaciones?
Roser: Ella ha hecho que volviera a tener ilusión. A su edad, ya me dirás…
Albert: Me ha hecho ir a Madrid dos veces con el AVE.
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Gea, la primera colección que lanzasteis, fruto de esas joyas que hace años no se vendieron, nace de la fascinación de Albert por la naturaleza y las figuras geométricas. Usando el titanio se crea un efecto hermoso en estas joyas, como por ejemplo el collar Ares, que recuerda a cuando el sol brilla en el mar. Después de una carrera tan larga en la creación de joyas, me gustaría saber cómo ha sabido ir encontrando inspiración para sus colecciones a lo largo del tiempo.
Albert: Yendo al taller caminando, siempre hacía unos siete diseños diferentes. Siempre llevaba papeles en los bolsillos, y cuando llegaba al taller los hacía realidad. Encuentro la inspiración en la vida, en la naturaleza. Siempre he procurado hacer cosas que no ha hecho nadie antes. Pero varias veces me ha pasado que joyas que he creado, luego he visto otras de muy parecidas en museos (risas).
Roser: Sí, me acuerdo de una vez que fuimos a Hungría, y en el museo de joyas, vi una pulsera que era igual a una que Albert había hecho.
Es que las joyas que usted diseña son atemporales… su belleza perdura en el tiempo. ¿Esto es uno de los motivos por los que le apasiona la joyería?
Albert: El vestido pasa de moda, pero las joyas duran en el tiempo. Si son estéticamente bonitas, duran mucho tiempo. No es lo que más me impresiona de las joyas, pero es la realidad.
Mireia: Yo veo que lo que diseña está adelantado a su tiempo. Por ejemplo, le hizo unos pendientes a mi abuela hace treinta años que ahora se han puesto de moda, los ear cuff. Yo me los quiero quedar y sé que los seguiré llevando en el tiempo.
La colección Fénix es la primera que habéis diseñado los dos. ¿Cómo ha sido este proceso? ¿Cómo os habéis retroalimentado entre los dos?
Mireia: Después de sacar a la venta Gea, pensé, bueno, ahora tenemos que sacar otra colección. Al principio pensaba que solo íbamos a vender la primera y que la podríamos reproducir. Pero ahora estamos en una agencia en Londres que trabaja con nosotros de gratis –estamos muy agradecidos porque la gente se suma a nuestro proyecto. Nos dijeron que tendríamos que hacer una nueva colección.
A veces diseñamos por separado, y es gracioso porque hay piezas que son idénticas. Estas salen seguro. Puede que sea porque no soy joyera, pero creo que estoy más marcada por todo. Yo necesito tener muchos referentes e inspiración. Me estimula, pero a la vez creo que me limita. En cambio, a él le traigo recortes de titanio y se pone a diseñar. De lo que hace hay cosas que descartamos y cosas que son increíbles. Y creo que yo no sería capaz de hacer esto. Cojo estas cosas que hace de referencia para hacer las colecciones. En el fondo, todo nace de él.
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Sin embargo, las joyas se venden de una forma muy diferente. A través de internet. Esto ha sido cosa tuya, Mireia. Aunque ha confesado en una entrevista que extraña el contacto con los clientes, a través de los posts de Instagram o de las notas con las joyas, queréis preservar ese calor humano propio de años anteriores, ¿verdad?
Mireia: Desde que abrimos nuestra página en Instagram, nos ha escrito mucha gente explicándonos que han heredado joyas de titanio y preguntándonos si eran nuestras. Muchas veces, estas joyas tienen el sello de mi abuelo detrás. Es muy heavy porque luego encuentro fotos de estas joyas en los archivos. Pero sí, es muy diferente. Él sigue haciendo cosas muy adorables, por ejemplo, una vez hizo un collar y me dijo, toma, esto ponlo en la tienda. Le tuve que explicar que nuestra tienda está en internet (risas). No es como en la tienda, que pones la pieza en el escaparate y ya está, sino que yo tengo que coger una modelo, hacerle fotos, etc. Por esto le encanta Palo Alto Market, porque habla con la gente, ve al público tocando y probándose sus joyas…
Las fotografías, la página web… ¿tú te encargas de todo esto, Mireia?
Mireia: Sí. Por ejemplo, para la última sesión de fotos, escribí a una nave industrial que tiene muebles de segunda mano por si me podían dejar algunos, porque no tengo dinero. La modelo también venía a trabajar gratis gracias a la agencia, y yo hacía las fotos. Al chico le encantó nuestro proyecto y como le dije que todavía no tenía lugar donde hacer el shooting, me dijo que podía usar el plató que tienen para hacer las fotos de los muebles. También tenía una maquilladora porque conozco diferentes personas, ya que trabajé en la productora Canada. La gente ve la sinceridad, la verdad de este proyecto, y nos apoya.
Sí, exactamente. Estamos cansados de ver más de lo mismo. Es un proyecto personal, transparente, el amor que tenéis entre vosotros se cristaliza en las joyas.
Mireia: Estoy segura de que la gente no compra solo la pieza. La primera joya que vendimos fueron unos gemelos, los compró una chica de Londres que se casaba y se los quería regalar a su futuro esposo. ¡Hasta nos envió un vídeo de cómo él abría el regalo! A ella le regalé un collar también. En general, la gente que nos compra siempre tiene un motivo personal y tierno.
Por ejemplo, vendimos unos pendientes a una chica que acababa su doctorado y quería regalarle algo a su tutora. También nos escribió una chica que vio a mi abuelo en Instagram y le recordó al suyo, que había fallecido hacía poco. Y fue como, mira, yo tengo abuelo para dar y vender; si quieres, ven un día y hacemos una cerveza en casa. Y sí, un día vino con un ramo de flores. Todavía hablamos.
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Entre vosotros dos siempre ha habido una magia especial. El amor entre nietos y abuelos es totalmente diferente a cualquier otro. Es admiración, devoción, protección… una mezcla de emociones. ¿Cómo lo describiríais vosotros?
Mireia: Vivíamos al lado. De hecho, cuando nací, vivía en la tienda porque mis padres todavía no se podían comprar un piso. Mi hermana, por ejemplo, ha estudiado Derecho, y mis primos, ADE. En cambio, me acuerdo que yo, de pequeña, me ponía a dibujar con mi abuelo en una mesa pequeña. Me acuerdo verlo sentado en una de esas sillitas pequeñas y pensar que se veía sobrehumano. Albert: Yo le retocaba todos los dibujos.
Albert: Yo le retocaba todos los dibujos.
Mireia: ¡Todavía me lo hace! En Tamariu, donde tenemos la casa de vacaciones, le propongo dibujar, y él me dice que ya es muy mayor y que le duelen las manos o los ojos. Así que me pongo a dibujar yo sola y dejo lo que haya hecho en la mesa para ir a la playa o tomarme una cerveza. Cuando vuelvo, siempre veo que me han borrado cosas, que el trazo es más fuerte. Entonces le pregunto si ha sido él y siempre me dice que no. ¡Tendrá morro! (Risas)
Roser: Lo que pasa es que Albert diseña muebles, dibuja, pinta… lo hace todo bien. A mí siempre me decía que me podría diseñar vestidos para que yo los cosiera, pero a mí nunca me interesó coser. Es un diseñador nato, no solo de joyería. Todo lo que sea expresión.
Hace unos años, tuve la oportunidad de trabajar con mi abuelo y mi padre, y me quedé asombrada de la cantidad de las cosas que sabían. Mi admiración por ellos aumentó y me di cuenta de que a veces no valoramos suficiente el trabajo o la creación de aquellos que siempre han estado a nuestro lado. Mireia, ¿te ha pasado lo mismo? ¿Qué ha florecido en vosotros a partir de trabajar juntos?
Mireia: A mi abuelo no le gusta mucha hablar de lo que ha ganado. Yo sabía que mi abuelo había sido un gran joyero, pero en el fondo lo veía solo como mi abuelo. Entonces, se me hizo muy raro saber que había hecho la colección de diamantes para De Beers –los que tenían el monopolio de los brillantes. El otro día vi un documental en Netflix donde decían que De Beers era la empresa de diamantes más importante de mundo. Siempre había visto sus trofeos, pero no fue hasta que empecé a buscar que me di cuenta de la magnitud de su carrera. Son cosas que no fueron registradas y que no salen en internet. Sin embargo, también me gusta venir a casa de mis abuelos y no hablar de este proyecto y del trabajo.
Albert: Sí, cuando estaba en activo, gané muchos premios de diseño, doce en total. Estuve en la colección de diamantes de España durante cinco años. En los años 50, España compraba muchos diamantes. De Beers, la compañía que se encargaba de esto, acabó marchando.
¡Wow, doce premios! Desde luego tiene mucho que explicar de esos tiempos…
Roser: A él le da igual. Le propusieron ir a Nueva York pero no quiso. El dinero le importa hasta cierto punto, como a Mireia. Es igual que él. También vinieron de México a preguntarle si quería abrir una tienda ahí, pero tampoco quiso. Dijo, ¡uy! Dejar a mi esposa con cuatro hijos…
Albert: Lo de México me lo pensé un poco por eso… (Risas). Me enviaron una carta del Ministerio de Comercio para decirme que me esperaban en el Hotel Ritz, pero no fui. Dos días después se presentaron en la tienda y me explicaron que en México vendían joyas para los norteamericanos. Me lo pensé, pero los niños eran pequeños e iban al colegio. ¡Oh! Y Picasso me compró una cruz abstracta.
Uno de los comentarios en una foto de vuestro instagram es: “Impresionante! La mujer que lo lleve se sentirá muy poderosa”, a lo que vosotros respondisteis: “Es justo la sensación que tienes al llevarlo”. ¿Es esto lo que hace diferente a vuestras joyas?
Mireia: Sí. Yo siempre digo: si no te quieres comprar la joya, no te la pruebes, porque si lo haces, seguro que te la llevas. Siempre que llevo una de nuestras joyas, la gente me hace cumplidos y me pregunta de dónde son. Yo les digo con emoción, ¡las hace mi abuelo! Incluso las fotografías no logran captar su belleza, sales a la calle con estas joyas y te sientes poderosa, ¡hoy lo petas!
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