A todos nos pasa. Algunos lo cuentan, otros lo callan. Ella lo ilustra. Adelaxd disecciona situaciones de lo más cotidianas para que veamos que todos somos víctimas de la vulnerabilidad, de la hipocresía, de nuestras inseguridades, paranoias y secretos. Reivindicativa e inconformista, ha hecho del dibujo su ventana de escape. Cuestión de supervivencia. Sus dibujos, llenos de humor, audacia y brutal honestidad, la han llevado a publicar su primer libro de ilustraciones, Si te pierdes, mira dentro (Editorial Bruguera). Será que agradecemos cuando alguien nos habla claro y de verdad.
“Consejos vendo que pa’ mí no tengo”, dice Adela en la entrevista al hablar de las situaciones plasmadas en sus viñetas, que ilustran lo delirante, surrealista y contradictoria que pueden llegar a ser la propia existencia y el comportamiento humano, ya sea individual o colectivo. El desamor, el narcisismo, el miedo al compromiso, las ambiciones, el egoísmo. “Movidas y más movidas”, dice. El ser humano está lleno de temores, necesidades y carencias y, siendo ella una más, Adela hace el valiente ejercicio de tomar distancia para que nosotros nos veamos desde fuera y, con suerte, nos podamos entender un poquito más.

Cuando la conocí por primera vez, a finales de octubre, estaba en el Utopia Markets vendiendo algunas de sus ilustraciones. Al preguntarle cuál era su favorita, la respuesta fue rápida y, mientras confesaba estar pasando por una crisis profesional –ella es médica de formación y profesión–, señalaba una viñeta de dos personajes en la que uno lo confiesa al otro: ‘Tengo miedo de perder mi trabajo’, a lo que el compañero responde: ‘Y yo de conservarlo…’. Algunos meses más tarde, quedamos para sentarnos y charlar sobre su trabajo, vida y la de los demás.
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Voy a aprovechar que has comentado estar pasando por una pequeña crisis profesional, así que empecemos por ahí. ¿Cómo se vive peleándote entre la medicina y el dibujar?
Pues mira, lo vivo regular. Empecé a trabajar de médico hace seis meses y estoy llevando regular el tema de las guardias de 24 horas. Aún no están declaradas como tortura –todavía–, pero lo son. Y eso me lleva a pensar que la profesión de médico es muy sacrificada, sobre todo cuando me ponen en bandeja algo como el dibujo, que tanto me apasiona y que además me da la posibilidad de hacer las cosas como yo quiero y cuando yo quiero.
Entonces, ¿crees que podrías vivir del dibujo?
¿En principio yo creo que no? Nunca me he dedicado a esto, siempre he sido aficionada. Lo que pasa es que ahora estoy presentado un libro, el año pasado hice las agendas, y fueron super bien. Siempre tengo la tontería detrás de la oreja diciendo, ¿oye, y si esto funcionara? Pero para comprobarlo debería implicarme muchísimo, y seguramente mi trabajo de médico no me lo permite.
¿Cómo te defines?
Soy una chavala insegura, con mucho sentido del humor, pero muy rallada, a la que le gusta reflexionar sobre todos los aspectos filosóficos de la vida. Me interesa eso de todas las personas que hay a mi alrededor. Pero sobre todo, soy muy rallada.
Cuando dibujas, no tienes miedo a mostrarte vulnerable o transparente, y dices que sientes curiosidad por aquello que te rodea. ¿Dibujas sobre tus movidas o son fruto de la observación de lo ajeno?
Son muy autobiográficos. Pero a veces critico situaciones de la vida diaria desde mi punto de vista y bajo mi reflexión personal, que siempre suele ser algo como, ‘madre mía la gente está toda loca’ o ‘flipa lo mal de la cabeza que estoy yo, con lo normal que es la gente’. Pero al final es siempre mi vivencia personal. Y es chungo, porque así nacen los haters. Y así es cómo la gente te empieza a meter el dedo en la yaga, cuando te abres y te expones.
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Estabas consternada por no tenerlos hasta que un buen día apareció el primero. ¿Qué críticas recibes?
Empiezo a tenerlos, que era mi gran objetivo en la vida. Yo nunca había tenido de eso, estaba traumatizada. No entendía por qué. Todas mis amigas ilustradoras tienen haters, y yo quería uno. ¿Es que por qué yo no?
Lo que sí tienes es gente que te copia las ideas o publica tus ilustraciones, apropiándoselas sin darte crédito.
Me lo suelo tomar con mucho sentido del humor. Me pasa un montonazo. No me lo tomo a pecho porque me enfadaría. De hecho, al principio casi que me halagaba mucho, pensaba, ‘ostia, me están copiando, será que está guay lo que hago’. Ha llegado un punto que desespera, y es gracioso, porque me pasa bastante.
¿Crees que hay algún tema del que hayas querido hablar en tus ilustraciones y no hayas sabido cómo?
Eso me ha pasado. Pero es que yo soy muy mono-temática, siempre hablo de miedos, inseguridades, dificultades para comunicar… Precisamente por eso dibujo, porque no sé verbalizarlas. Y eso me trae problemas en mi vida personal. Porque yo ilustro todos mis sentimientos, pero ahora tú pregúntame cómo me siento y yo me bloquearé un montón. Estas paranoias. Por eso creo que los tengo super rumiados. Siempre estoy con lo mismo, por eso no puedo pensar en ninguno del que me resulte frustrante hablar por no saber cómo. En este sentido, me he expuesto un montón, mis traumitas fuertes los he soltado. Vulnerabilidad, miedo al abandono, miedo a las relaciones…
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Y miedo al compromiso, miedo a la estabilidad… ¿Dirías que tienes inteligencia emocional?
Yo creo que sí. Creo que es una de las pocas inteligencias que tengo, te lo prometo. No soy inteligente en casi nada, pero en eso, lo soy un poco.
Es una suerte poder encontrar un canal o vía para explicar y expresar cómo te sientes.
Y yo flipo con lo útil que es esa vía. He tenido días horribles en los que me he puesto a dibujar y he tenido una sensación de éxtasis. Es muy bonito tener una vía de comunicación alternativa a la verbal. Aquella que es la humana y la normal, la que hace todo el mundo, vamos… (Risas)
Cuéntanos cuándo conociste la existencia de esta vía. ¿Cuándo empezaste de dibujar?
Fue en tercero de medicina, el día antes de un examen. Mis amigos me veían dibujar mucho y uno de ellos me dijo que lo subiera, que me iba a ir bien. Y en lugar de estudiar, me puse a crear una página, a compartirla. ¡Y fue bien! Estaba en un momento de estrés psicológico fuerte y empecé a dibujar sin ningún tipo de intención.
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¿Crees que si no hubieras hecho medicina –y por lo tanto, no hubieras estado sometida a tanto estrés y presión– te hubieses encontrado recurriendo al dibujo igualmente para canalizarlo? ¿Es la medicina el detonante de todo esto?
Creo que sí lo hubiese hecho. Medicina me ha dado mucho que criticar, pero era otro tipo de estrés el que me llevó a dibujar. Medicina me parece un mundo marciano, donde todos están dispuestos a sacrificarse sin saberse exactamente el motivo, a dejarse torturar y a agachar cabeza por el culto al sacrificio y al sufrir. Pero siempre he escrito, siempre he dibujado, aunque no lo haya publicado después. Cuando empecé a dibujar, por ejemplo, mis problemas eran personales, de pareja –por eso creo que me hubiera salido por algún lado, aunque medicina ayuda bastante. (Risas)
No sabía que escribías.
Ahora no tanto, pero antes siempre escribía. Me gustaba mucho. Al fin y al cabo, es expresarse a escondidas, porque me cuesta mucho hacerlo públicamente o verbalmente. Hacía mis historietas, mis cómics… Supongo que ha ayudado que mi madre sea pintora. Una pintora muy silenciosa, observadora y discreta, callada, en su rincón… Y está todo el día pintando. Y por eso he aprendido esta vía de comunicación, a raíz de ver a alguien tan tímida como mi madre pintar unos cuadros que expresaban tanto.
¿Y a quien más consideras tus referentes o fuentes de inspiración?
La persona con la que me explotó la cabeza cuando la conocí, que supongo que es la respuesta estándar, es Flavita Banana. Pensé ‘qué puto genio, no me lo puedo creer’. Desborda inteligencia.
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La capacidad de sintetizar y plasmar todo lo que nos pasa en una viñeta.
Después conocí a muchas más y me encantan muchísimas, pero con ella pensé, ‘¿Esto existe?’ Y más allá de cualquier persona, también me inspiran el costumbrismo, la cotidianidad, cosas de la vida diaria que a mí me merecen mucha crítica y que veo que se normalizan en lugar de visibilizarse o denunciarse. Aquello que se da por normal y que no debería serlo.
¿Y los no referentes?
La crítica gratuita, el odio injustificado para hacer daño o reírse de alguien. El criticar por criticar, eso no me gusta nada. Denota una amargura interior potente. Me gusta la crítica pero con elegancia, con construcción, con reflexión y con alguna finalidad. Pero el hate gratis, yo no lo veo. No me gusta. Hay una sutil diferencia entre la crítica existencial constructiva y el ‘te voy a poner a parir’. Me sabe mal porque ha habido épocas de mi vida en las que yo he ido de esas, y ahora me doy cuenta y recuerdo que lo hacía porque yo estaba hecha mierda. Y lo hacía porque tenia mucho veneno dentro, y a raíz de trabajarme a mí misma, me he esforzado por crecer. Lo reconozco porque yo misma he pasado por eso, un estado de ánimo muy destructivo, y de pagar con los demás un malestar personal. 
¿Y que le dirías ahora a esa Adela de hace unos años?
¡Que no haga medicina! ‘Tía no hagas medicina, te han engañao’.
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¿Nada más?
Me ha parecido muy duro el camino –y me lo sigue pareciendo hoy en día. Pero no he vivido otra cosa, así que entiendo que todos los trabajos tienen su lado sacrificado. Estoy especializándome en medicina familiar. No sé si ahora, sabiéndolo todo, lo volvería a hacer. Y me encantaría poder decirte una conclusión existencial super concluyente, pero vivo en crisis permanente. Me gustaría decir, ‘Adela, cree en ti, que ya ves que al final consigues las cosas’. ¡Pero yo sigo con esa duda todavía!
¿Y qué crees que le vas a decir a la Adela de aquí unos años? O al menos, qué esperas poderle decir.
Me encantaría decirle que qué guay que se haya atrevido a hacer lo que nadie esperaba de ella. Y no en el sentido de que nadie creyera en mi, no tengo ese complejo. Lo digo en el sentido de que yo misma no pensaba que lo podía hacer o atrever a hacer. Eso de salirse del molde y pasar de todo el mundo y hacer lo que de verdad uno quiere.
Y para ti, ¿qué seria eso?
Pregunta muy chunga. ¿Plantearme si quiero ser ilustradora? ¿Plantearme si quiero ser médico? A lo mejor sí, ¿eh? Pero a lo mejor no. Espero descubrir lo que quiero y, sobre todo, ser consecuente con ello. La vida del médico está muy predeterminada. ¿Pero y yo quiero eso? Tener las cosas tan definidas me agobia… Mi madre va a leer esta entrevista y se va a desmayar. ¡Y mi abuela también!
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