Como si de un diario se tratase, las trece canciones que componen PTSD –siglas que en inglés significan trastorno de estrés postraumático- nos llevan a través de las emociones de Juicy en este proceso de superación. Tan pronto dice echarle de menos, cómo asegura haber perdido el tiempo con esa persona; y es que, cínicas a un lado, este es el lado más orgánico, real y sincero de separarse de alguien sin el que no podías vivir.
Excitante, explosivo y repleto de fusiones con diferentes géneros musicales, el sonido del disco también nos plantea un viaje. La primera canción, Malas lenguas, nos transporta hasta las primeras tomas de contacto de Juicy con las música flamenca en Sevilla, y la última del álbum, Tocando mi cuerpo, recuerda al sad trap con el que, hasta la fecha, relacionábamos a la artista. Y es que PTSD salió el mismo día que el videoclip de Rendez-vous (cuando es de noche) donde la artista disecciona un corazón en una especie de ritual con un puñal en mano y sentada en un altar a lo Tomb Raider.