Cada vez son más las producciones audiovisuales que apuestan por visibilizar a esos grupos minorizados cuyas historias de vida llevan tanto tiempo marginadas en la sombra. Y del mismo modo, todas esas realidades deben ser interpretadas por voces del colectivo que la sufren de primera mano, como ha sido el caso de Saya Solana y su no-interpretación en Sedimentos, el último documental de Adrián Silvestre. La recién estrenada actriz es, además, ilustradora y creativa interdisciplinar, y en esta producción se ha resignado a ser ella misma, sin artificios ni pretensiones, para abrirse en canal, consigo y junto al resto de sus cinco compañeras de rodaje, sobre quiénes son a día de hoy y explicar la senda que han tenido que atravesar para conseguirlo.
Pese a que Solana acabó participando en el proyecto por fluctuaciones del destino, su aparición en esta producción era más que necesaria. Gracias a esa visión metafórica, casi esotérica de muchos de los sucesos que ocurren durante el largometraje, hemos podido conocer un pedacito más de su espíritu artístico, creativo e inspirador que envuelve todo su imaginario personal. Además, nos ha dado la oportunidad de descubrir parte de las entrañas de este trabajo desde las que el director nos plantea, “¿qué circunstancias intervienen en el proceso de forjar nuestra identidad que nos convierten en quienes somos hoy?”
El nombre de este largometraje, Sedimentos, es una metáfora que el director Adrián Silvestre establece entre las rocas y vosotras. A través de estos elementos, la tierra te explica su historia, al igual que hicisteis vosotras en este proyecto. En tu caso, ¿de qué dirías que estás hecha? ¿Cuáles son los pedacitos que componen a Saya Solana?
Las piezas de mi rompecabezas parecían estar ya de manera innata, como si hubieran sido bombeadas por el destino, sus pruebas y mi capacidad de respuesta ante ellas. Aún con esto, siempre he buscado mantener una esencia propia, cosa que muchas veces ha sido un camino a contracorriente o de negociación con la vida. Entre todas estas capas hay una expresión artística, a veces algo entorpecida, junto a una búsqueda por la belleza, el misterio, la creatividad y el esoterismo.
¿Qué te hizo dar el paso y participar en este proyecto cinematográfico?
No hubo que dar ningún paso, ha sido un proceso que dejé fluir. El proyecto fue surgiendo del encuentro y la sintonía de personas afines, algo como un espacio de reflexión e intercambio entre Adrián y algunas compañeras. Lo importante era compartir una experiencia a modo de aventura que no sabíamos a dónde nos iba a llevar, pero que tomó forma en un rodaje de un viaje donde teníamos que conjugarnos entre nosotras. Estuvimos acompañadas en todo momento por un pequeño equipo que facilitó toda esta catarsis y es sorprendente el recorrido que está siguiendo toda esta aventura, por cómo ha conectado con el gran público y su crítica.
Y después de comprometerte a ello y a nivel personal, ¿qué te llevaste de todo el rodaje?
Me llevo la sensación de haber forjado un vínculo con mis compañeras de rodaje y con el equipo. Me gusta ver la película para recordar aquella gran experiencia y el encuentro con ese paisaje que también me dejó una impronta porque para mí fue como estar conectada con las entrañas de la tierra y sus metáforas en un diálogo por la identidad. Ha sido una experiencia que me ha marcado y sorprendido por su alcance.
Siendo este el primer largometraje al que te expones, y contando vuestras historias tal y cómo las mostráis, ¿sentiste miedo en algún momento por la exposición que tendrías al público o siempre estuviste concienciada de ello?
Te confieso que sí. He tenido miedo en algún momento porque nunca sentí que estuviera interpretando un papel, sino que era yo misma la que se mostrada sin ninguna estilización. Me preocupó estar exponiendo alguna vulnerabilidad que quizá no me gusta ver de mi misma. Sí, confiaba en el gusto de Adrián y de Laura Herrrero, directora de fotografía, pero sabía que ellos no recurrían a artificios sino que buscaban captar la verdad y nuestra esencia.
¿Qué dirías que es lo más importante de organizar eventos de este calibre en los que las protagonistas absolutas son voces como las vuestras que llevan siendo calladas durante tanto tiempo en nuestro país?
La sociedad y la cultura tienden a apresurarse para entendernos desde ciertos sesgos, por eso es importante cuando las personas se descubren cómo son tal cual sin responder a clichés ni preconceptos. El afán de hacerse oír o hacerse visibles ha aportado figuras icónicas preciosas, pero las personas trans seguimos siendo una realidad invisibilidad sobre las que nos proyectan muchos recelos por desconocimiento. Nuestras voces son diversas, tenemos una gran riqueza y todo un caudal de expresividad que demanda ser escuchado.
¿Qué sentiste cuando lo viste proyectado por primera vez?
Fue años después de que se hubiera rodado, porque Adrián no nos la mostró antes y quiso que esperáramos hasta el estreno, que fue retrasado por la pandemia, pero que pudimos ver en el Festival de Málaga después de haber hecho el paseo por la alfombra roja. Todo estuvo acompañado del subidón de glamour, intriga y emoción por estar en una premier a nivel mundial, pero la acogida fue tan buena y el resultado nos encantó tanto por la fidelidad que muestra, que nos resignamos a ver en un relato cinematográfico poético y muy emocionante todo aquello que vivimos durante ese rodaje.
Uno de los detalles también más importantes de Sedimentos es el modo en el que Adrián Silvestre, director de este largometraje, decidió filmarlo. La improvisación es el elemento principal de vuestras conversaciones y la cámara, como elemento omnipresente, te hace sentir dentro de la historia, como si realmente nos hubiésemos ido de viaje con vosotras. ¿Qué tal fue trabajar con él? ¿Ya le conocías de antes o tuviste que pasar por un casting?
Nunca hubo casting. Yo conocí a Adrián 2 años antes del rodaje en un grupo de encuentro para mujeres trans llamado I-vaginarium, promovido por Tina Recio y Yolanda Terol, dos compañeras de rodaje de Sedimentos. Yo acabé ahí por mis inquietudes en un momento de inestabilidad que estaba pasando, y a Adrián, supongo que su interés por indagar en el colectivo de mujeres trans como ya hizo para su anterior película Los objetos amorosos.
Allí nos conocimos todas, y él, aún siendo un chico cis, se pudo ganar nuestra confianza gracias a una escucha activa y una sintonía que él mismo favoreció ofreciéndonos talleres de cine donde nos pudimos conocer bien junto a más chicas que al final no aparecieron en el film.
Mientras tanto, él estaba gestando su otro largometraje de ficción sobre una de las chicas del grupo, y paralelamente, quiso aprovechar la oportunidad para lanzar este documental con las que quisimos participar y estuvimos comprometidas hasta el final. En estos 5 años que le conocemos, hemos grabado con él dos largometrajes, Sedimentos y Mi vacío y yo, una película de ficción centrada en Raphaëlle Pérez que se estrenará el próximo año.
¿Alguna anécdota que puedas contarnos durante los días de grabación?
Por ejemplo, como la climatología fue cómplice durante los 8 días en abril (risas), nos ofreció una gran variedad de climas muy fotogénica, desde nieve hasta sol, pasando por lluvia. El día que habíamos grabado en la cueva había nevado alrededor de esta, y no muy lejos de allí había un paraje con rocas que había sido elegido para hacer la foto del cartel. Todo estaba planeado y la fotografía se tenía que hacer justo ese día porque llegaba Óscar Fernandez Orengo, que fue el encargado de hacerla. Había llovido muchísimo, parecía que no iba a acabar nunca, y cuando por fin terminó, apareció un arcoíris. Fuimos andando hacia ese paraje, tuvimos que pasar un riachuelo y Magdalena y Patri, la productora, se cargaron de piedras para que pudiéramos pasarlo sin mojarnos. Cuando pudimos hacer la foto comenzó a granizarnos encima y la pobre Magdalena acabó con todo su vestido manchado de barro (risas). Así fue el rodaje de aventurado.
Eres ilustradora, diseñadora gráfica y creativa interdisciplinar, lo mostraste en varias escenas del largometraje. Aún con todo esto, ¿te gustaría seguir desarrollando esta faceta interpretativa? Si es así, ¿hacia dónde te gustaría desarrollarla?
El cine hasta el momento ha sido una experiencia dulce y no premeditada. He tenido también la suerte de ser pillada al vuelo por Marc Ferré para su última película ¡Corten! Las dos interpretaciones que he hecho hasta ahora, aunque son películas muy diferentes, resonaban con mi manera de ser y gustos. Si esta aventura de la interpretación continua, me gustaría que me cautivasen de la misma forma y pudiera resonar con esa parte del mundo audiovisual que me fascina, aportan frescura y nuevos relatos como los que alimentan mi imaginario.
Si pudieras echar un vistazo atrás hacia la Saya de hace alrededor 10 años, ¿imaginarías que en algún momento fueras a ser parte de un casting en un largometraje? Y si tuvieras la oportunidad de decirte algo, ¿qué consejos te darías?
Nunca se sabe, siempre estás abierta a las sorpresas de la vida y los cambios te pueden venir así, sin quererlo. Desde luego, no lo imaginaba ni lo he buscado, pero lo estoy viviendo con mucho gusto y aprendiendo de esta experiencia. El cine y la cultura audiovisual siempre había despertado esa inquietud en mí. En cuanto al consejo, el hecho de recalcar que muchas veces crees que la vida te exige pagar un peaje por seguir adelante y que no hace falta hacerse sobornar o someterse a exigencias. Lo mejor es ser fiel a una misma, reconocerse en su propia esencia y dejar que las cosas fluyan que tanto bueno me han traído al confiar un poco en el destino (risas).
Por último, Saya, ¿hay algo que quisieras decirle a nuestros lectores?
Lo primero, y de cara a vosotros, confesar que soy muy fan de METAL (risas). Qué ojalá el público apueste por productos culturales que son gustosos de ver y que aportan visiones diferentes, que además creo que compartimos en cuanto a referentes y esencias de la escena de Barcelona, estoy muy contenta por esta entrevista.
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