Detrás de cada diseño hay una historia, una investigación, una exploración; al menos así lo entiende Sanna Völker, diseñadora, profesora de diseño y comisaria de arte sueca que desde hace años vive y centra su trabajo en Barcelona. Conocer el entorno, saber de dónde vienen los materiales o quiénes son los artesanos con los que trabaja forman parte de su proceso creativo. Las piezas, objetos y muebles que diseña son fruto de este trabajo y el resultado son obras de extrema armonía, elegancia y pureza, que mezclan lo tradicional con lo contemporáneo. “Está relacionado con mi origen y los contrastes entre la cultura escandinava y la mediterránea. El primero es estructurado, medido y formalmente muy puro, mientras que el otro es más espontáneo, caótico y menos estricto”, nos cuenta. Völker consigue dotar de intención y encontrar este equilibrio en cada pieza.
Su dedicación se vio recompensada por el tercer premio en los Bolia Design Awards en una de sus piezas, hecho que le dio visibilidad y le permitió seguir con nuevos proyectos. Además, su evolución en el mundo del diseño es evidente y, por eso, arriesga cada vez más con materiales y técnicas nuevas para encontrar otras sensaciones; a la vez, apuesta por una producción más local y sostenible. En el confinamiento pudo corroborar que era posible producir desde la cercanía y así quedó plasmado en uno de los proyectos de los que fue curadora: Km Zero. En estos trabajos curatoriales es donde evoca su interés por los temas sociales. La arquitectura brutalista, las texturas o el comportamiento humano son otras de sus fuentes de inspiración. Qué mejor que hablar con ella para conocer lo que se esconde en el desarrollo de su obra, el significado que le otorga y cuáles son sus planes de futuro.
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Para que podamos conocerte un poco mejor, ¿quién es Sanna Völker? ¿De dónde surge tu interés por el diseño?
Surgió cuando entendí que a través de él podía combinar varios de mis intereses. Por un lado, estaba la parte creativa y la creación de objetos físicos. Por otro, el interés en la sociología, estudiar al individuo, a la sociedad y a las culturas. Al principio me interesaba más el proceso que la parte formal, y hasta la adolescencia tardía conocía muy poco del mundo del arte o el diseño.
Me acuerdo una vez que estuve en Londres para visitar a mi hermano, tenía 17 años, y de alguna forma llegué al Tate Modern, sola. No sabía nada sobre las exposiciones y al entrar me encontré con The Weather Project de Olafur Eliasson. Aún recuerdo la sensación y el impacto enorme que tuvo en mí.
En tu obra podemos ver como transformas materiales muy tradicionales (como la piedra, la madera, o la arcilla) en piezas contemporáneas de extrema elegancia y pureza. ¿Te ves saliendo de tu zona de confort y haciendo proyectos que se salgan de estos esquemas?
Mi lenguaje formal seguramente está relacionado con mi origen y los contrastes entre la cultura escandinava y la mediterránea. El primero es estructurado, medido y formalmente muy puro, mientras que el otro es más espontáneo, caótico y menos estricto. Y la verdad es que últimamente me salgo un poco de los esquemas que mencionas.
Estoy teniendo mucho apoyo aquí en Barcelona, algo que agradezco muchísimo. Cuando la gente cree en ti y te da la posibilidad de explorar, puedes desarrollar los proyectos de otra manera. Además, mi trabajo está dedicado a los materiales, a su pureza y lo que me transmiten. Me encantan los materiales naturales y cómo me veo guiada por ellos: formas duras y geométricas que tienen consonancia con los materiales rígidos como la piedra; mientras que los materiales y procesos con los que estoy experimentando actualmente tienen un lenguaje mucho más fluido que invita a trabajar otro tipo de perspectiva. Lo que siempre os vais a encontrar son piezas que tengan sentido, bajo mi criterio personal, claro.
Cuando alguien te hace un encargo, ¿cómo logras encontrar el perfecto equilibrio entre lo que el cliente desea a la vez que conservar tu propio estilo?
Si el cliente entiende tu estilo y te busca por ello, creo que se puede lograr un resultado muy interesante. Como diseñador tienes que entender qué necesita tu cliente y por qué te busca. Me gusta trabajar bajo un briefing, ya que te limita y supone un reto a nivel de diseño y de producción que me interesa. Abrir horizontes de lo que eres capaz de hacer siempre está bien. Tampoco me he querido cerrar a un solo camino, quiero tener la libertad de poder compaginar y desarrollar proyectos de distintos carácteres y de poder colaborar con editoras de producto y a la vez con galerías. Y finalmente, no creo que fuese capaz de hacer algo fuera de mi estilo, simplemente no me saldría.
Siendo de origen sueco, ¿por qué decidiste centrar tu trabajo en Barcelona? 
La decisión inicial de vivir aquí fue por razones personales, aunque tampoco fue una decisión muy planeada. Me vine a Barcelona con 19 años y me enamoré de la ciudad. Después de unos años conocí a mi pareja y lo de centrar mi trabajo aquí fue algo que se dio solo.
Del 5 al 10 de octubre has estado exponiendo tu obra en el Lake Como Design Festival de Italia junto a la Galería Il·lacions. Uno de los proyectos rinde tributo a la filosofía de diseño de Louis Kahn del siglo XX, y el otro, es una referencia a los monumentos modernistas soviéticos. ¿Por qué el arquitecto Louis Kahn? ¿Qué querías representar?
Lo que me interesó de Louis Kahn fue en parte su lenguaje brutalista. Es muy potente a nivel formal y su filosofía hacia el material es muy relevante para mí por su manera de conversar con el material y entender su esencia. Pero no fueron solo sus obras las que me han inspirado, también esos maravillosos viajes al pasado que hizo e ir descubriendo esos monumentos egipcios, griegos y romanos. Lo que quise representar con el taburete era una combinación de todo esto.
También presentamos un jarrón escultórico que diseñé estando en Armenia. Se trata de una interpretación de los contrastes y similitudes entre los monumentos arquitectónicos en Yerevan. Kahn y Yerevan son dos proyectos diferentes, pero a la vez tienen muchísimo en común: el lenguaje formal, la arquitectura como punto de partida y la presencia de la piedra.
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Durante el confinamiento has sido la curadora de arte del proyecto Km Zero, en el que varios diseñadores creaban piezas con materiales de proximidad y en estudios cerca de su hogar, todo a un kilómetro de su casa como mucho. ¿Nos podrías explicar un poco más sobre este proyecto?
Para mí, como a todos, el confinamiento fue un momento distinto a todo lo que habíamos vivido anteriormente. Casi todos los proyectos creativos se habían parado y como estaba viviendo tantas cosas en mi interior quise materializar ese momento único en la compañía de otros creativos. Km Zero iba acompañando las fases oficiales del confinamiento: la fase cero como momento para interiorizar y conceptualizar, y la fase uno para conocer mejor a nuestros barrios y a nuestros vecinos.
Todos descubrimos algo sobre nuestros alrededores en esos momentos, cosas que no habíamos visto antes, como talleres pequeños y tradiciones artesanas. La propuesta consistía en colaborar con ellos y visibilizar la posibilidad real de una producción súper cercana y local.
Con relación a esto, ¿qué importancia le das al medioambiente y a la sostenibilidad a la hora de realizar tu trabajo?
Hubo un momento en el que a nivel moral dudé sobre mi selección de profesión. Debido a esto decidí hacer un cambio y centrar mi trabajo en las colaboraciones con artesanos. Quise tener más control sobre la producción de las piezas, sobre el origen de los materiales y de hacer series muchísimo más pequeñas. También me hacía falta a nivel humano y no puedo estar más agradecida a la comunidad local que tengo cerca de mí hoy.
Anteriormente no habías experimentado con el vidrio, y en entrevistas de hace unos años decías que tenías curiosidad por probar con este material. Ahora, desde hace un tiempo, has incorporado el vidrio en tu trabajo. ¿Cómo ha sido aprender a controlarlo? ¿Crees que te ha abierto un abanico de posibilidades?
¡Es verdad! Tenía mucha curiosidad y conocía muy poco sobre los procesos o las posibilidades de ese material. Y actualmente tengo un crush muy grande con el vidrio, ¡no paro de verle posibilidades! Es muy diferente a la piedra y la madera, por ejemplo, que son materiales rígidos. El vidrio tiene fluidez, movimiento y transparencia. De repente tiene sentido trabajar formas más orgánicas.
Por lo que he visto reflejado en tu obra y en tus publicaciones de Instagram, veo que la arquitectura y las texturas son una gran fuente de inspiración para ti. ¿Dónde más encuentras la inspiración?
Totalmente. La arquitectura me fascina, tanto por sus formas como lo que te cuenta sobre el contexto histórico. También tengo mucho interés por el contexto social, el comportamiento y el pensamiento humano. Las exposiciones que comisarío son mi manera de explorar estos temas más sociales. También encuentro muchísima inspiración en los materiales mismos y las técnicas de producción.
Una vez ya tienes la idea de lo que quieres hacer, ¿cómo es el proceso de plasmar lo que tienes en tu cabeza hasta que finalmente lo ejecutas?
Primero necesito que la idea madure. Me gusta dejarlo un tiempo para ver si realmente tiene sentido y si el valor sigue ahí después del primer momento de excitación, luego contacto con los artesanos. Esta parte es muy importante y me ayuda a entender qué se puede hacer y también a decidir si tiene sentido hacer la pieza porque, aunque también haga piezas de carácter coleccionable, me interesa mucho la producción y poder hacerlo de una manera eficiente. Si el proceso es demasiado rebuscado pierdo interés. No tiene que ser sencillo, pero tiene que ir acorde con el material y la técnica.
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Si solo pudieras escoger una de tus obras, ¿cuál dirías que es la más fiel a tu esencia y a tus valores?
Debe ser una pieza donde haya una investigación o una intención conceptual, que tenga una forma pura y que se haga en colaboración con artesanos. Diría que el candelabro Snug por su sencillez o la tetera Presence por la complejidad que esconde.
Uno de mis trabajos favoritos que has creado es el Yerevan vase. ¿Qué historia se esconde detrás de este jarrón?
En el 2019 me invitaron a dar un workshop de 3 semanas en Yerevan (Armenia). Desarrollé un workshop en diseño de producto relacionado a la piedra local con un artesano de allí. En Armenia hay una piedra volcánica que no había visto antes y que me fascinó. Aparte de eso, quise crear una pieza propia que captara mis recuerdos e impresiones de la capital. A través de la arquitectura y la mezcla de estilos pude empezar a entender la complejidad histórica y sociopolítica del país. Lo que hice fue observar diferentes monumentos, desde los soviéticos a las iglesias tradicionales, y traducir estos elementos a formas abstractas.
Hice un ejercicio parecido al de Snug, en el cual activamente buscaba una colocación alternativa de las flores. El jarrón consiste en dos piezas de piedras locales que interactúan entre sí y, que de una forma bruta y a la vez delicada, captan las ramas de las flores.
El candelabro de piedra de tu colección Snug fue galardonado con el tercer premio en los Bolia Design Awards. He leído que durante el proceso de fabricación de estas piezas, estuviste en contacto con el artesano cantero autor de las esculturas de la Sagrada Familia. ¿Qué buscabas representar con las piezas de Snug? ¿Cómo te ha servido el recibimiento que tuvo para posteriores proyectos?
Los sigo haciendo con estos mismos artesanos, Granits Barbany, aquí, fuera de Barcelona. He aprendido muchísimo sobre las posibilidades de la piedra como material con ellos, y son una parte fundamental de Snug.
El punto de partida fue la idea de trabajar una sujeción alternativa de las velas. El diseño fue cambiando durante un tiempo largo, hasta llegar a esa especie de molde abierto. Es un diseño muy sencillo a la vez que tiene mucho carácter, de forma que deja que la piedra sea la protagonista real. Sin duda es el diseño que ha llegado a más personas y es una pieza que encaja en ámbitos distintos. Gracias a esto me han llegado muchos encargos, así que es un proyecto muy importante para mí.
Hace años trabajaste en el proyecto Buoyancy, en el que aplicabas una antigua técnica japonesa llamada Yakisugi que consiste en aplicar fuego a la madera para que esta se haga resistente a al fuego. Con esto, querías simbolizar la capacidad que tenemos los humanos de recuperarnos de nuestros traumas personales. ¿Cómo descubriste esta técnica? ¿Surgió a raíz de alguno de tus traumas o experiencias pasadas?
Sí, fue una exploración muy personal y bastante difícil. Hay momentos cuando pienso en retomarlo, esta idea de maltratar los materiales es una manera de que ganen en resistencia o fuerza, con el fin de ser un objeto fuerte y bello. La madera, el metal, el vidrio... hay similitudes en todos estos materiales y creo que podría tener resultados muy interesantes. El concepto y la idea de explorar lo paralelo entre lo humano y lo material me gusta mucho.
Me interesa mucho el proyecto Perception de 2018, curado y organizado por ti. Esta exhibición surge de reflexiones acerca de cómo la experiencia de visitar exposiciones y showrooms ha cambiado debido a las redes y a las compras online. Nació de la necesidad de demostrar la complejidad y la experiencia en vivo, de explorar el diseño con todos nuestros sentidos. ¿Dónde crees que está el problema de esta pérdida de consciencia de la sociedad respecto al diseño? ¿Crees que tiene mucho que ver con la inmediatez y el consumismo?
Fue una propuesta para salir del mundo digital y mostrar que los objetos pueden ser mucho más de lo que vemos en una foto en Instagram. Quería invitar a los visitantes a un mundo de producto más sensorial y táctil: con sonidos, olores y texturas. Y a nivel de consumo, es importante que comprendamos qué hay detrás de un objeto y qué es lo que apoyemos cuando lo compramos. Ser conscientes de los recursos y las personas involucradas en el proceso puede ayudarnos a hacer elecciones de las cuales estemos más orgullosos.
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Siempre tengo curiosidad por las influencias de los artistas o diseñadores. ¿Quiénes son tus referentes? ¿A quién admiras?
Me han marcado arquitectos como Louis Kahn y Tadao Ando o artistas y diseñadores como Lee Ufan, Olafur Eliasson, Charlotte Perriand y Hans Wegner. Y entre mis referentes contemporáneos tengo a Max Lamb, Sabine Marcelis, Studio Swine, Francesco Balzano y Formafantasma.
Como diseñadora profesional y propietaria de tu propio estudio, ¿qué consejos le darías a alguien que quiera dedicarse profesionalmente a este mundillo? ¿Hay algo que te hubiese gustado saber antes de emprender tu propio camino?
Diría que hay que ser paciente, confiar en tu propia intuición y seguir el camino que sientes que es el correcto, luego hay miles de cosas prácticas que uno no tiene idea cómo funcionan o cómo gestionarlas. Al final eres mucho más que un diseñador, y te toca hacer y saber de muchas cosas. Ayuda mucho tener a alguien con quién puedas consultar cuando te pierdes, o sea, un mentor. Y una comunidad con otras personas en tu misma situación para compartir ideas, inquietudes, ánimos y contactos.
Por último, me encantaría saber cuáles son tus aspiraciones como diseñadora y si hay algún proyecto que tengas pendiente en tu bucket list.
Me gustaría hacer una residencia artística o viajar con el fin de crear una pieza que tenga relación con el entorno y contexto. Lo que me interesa es poder sumergirme en un entorno o una idea por completo. También estoy sintiendo curiosidad por la escala de los objetos; suelo hacer objetos pequeños y quizás debo perder un poco el miedo por la gran escala y enfrentarme a piezas de tamaños más generosos.
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