Tras un silencio –aunque no tan silencioso, de hecho– de seis años, el grupo sevillano Pony Bravo publicaba Gurú, su nuevo álbum, en 2019. Tras participar en festivales y salas alrededor del territorio y colaborar con otros artistas en los últimos años, Daniel Alonso, Darío del Moral y Pablo Peña vuelven a la carga con una remezcla cultural y musical donde el dub, el kraut-rock, el hip hop o el funk se entremezclan en títulos como Totomami, Piensa McFly o Lawrence de Aruba. Antes de su presentación en el Festival Cara B de Barcelona el próximo sábado 15 de febrero, hablamos con Dani, el vocalista del grupo, para conocer mejor su evolución musical, cómo se preparan para un directo, y cómo crear evitando tópicos y clichés.
Tras un hiato de seis años, volvéis en 2019 con un nuevo álbum titulado Gurú. ¿En qué habéis estado metidos desde 2013, cuando publicasteis De palmas y cacería?
Estuvimos girando ese disco mucho tiempo, casi tres años, y al mismo tiempo colaborando también con otros proyectos. Luego apareció un patrón natural en el grupo y un proceso de creación del disco que resultó largo y con cambios en el proyecto. Supongo que nos tenía que venir una época así, llevábamos sin parar casi diez años. Aún así, hemos seguido tocando como siempre en salas y festivales. Desde dentro, la sensación ha sido de continuidad, pero es cierto, ha pasado mucho tiempo sin sacar disco nuevo.
En una entrevista anterior, afirmáis que para que tu música crezca y varíe, tienes que probar otros elementos. Y en vuestro caso, os obliga “a preguntarte, por ejemplo, si es posible hacer música en Andalucía con humor y asumiendo su herencia cultural, pero sin que el que la oiga te meta en el cliché chistoso de los Mojinos Escozíos.” Y creo que lo habéis conseguido, cada vez más, apostando por sonidos complejos alejados de las melodías pegadizas del pop. ¿Cómo valoráis vuestra evolución a nivel musical?
La evolución sigue ahí –o eso intentamos. Con los años vas cubriendo otras zonas de la música, otros géneros o estilos que vas descubriendo y con los que te puedes expresar mejor, o fluir con la música que estés oyendo en cada época para no quedarnos atascados y comenzar a repetir los mismos enfoques todo el tiempo. Pero en líneas generales, la idea principal continúa. Intentar –en parte– que el lenguaje musical local, andaluz, siga creciendo y cubriendo otras zonas o géneros que a priori imaginas que no pueden funcionar juntos. La idea de la remezcla cultural sigue siendo interesante, darle un sentido o conseguir expandir las culturas musicales con las que todos hemos crecido y disfrutado desde pequeños es siempre un avance. O intentar bucear un poco en otros géneros musicales ajenos –en principio– a la cultura de aquí. Todo suma.
En un momento en el que en España (y, generalmente, en el mundo occidental) triunfa, por encima de todo, la llamada ‘música urbana’, vosotros seguís apostando por vuestro estilo de mezclas insólitas e infinitas. ¿Os resulta difícil seguir labrando un camino tan propio y alejado de lo comercial? ¿Cuáles son algunos de los mayores retos a los que os habéis enfrentado con Gurú?
El reto supongo que es el de siempre: disfrutar y poder seguir con el grupo con total libertad. Es complicado, y como dices, en ocasiones estás mas alejado de lo comercial o las modas van cambiando –aunque nosotros siempre hemos estado un poco así siempre. Las redes y el negocio musical cambian, pero en general, la gente aficionada a la música sigue escuchando muchos estilos, hay mucha variedad en la escena y en el público.
He leído en varios sitios que os habéis convertido en ‘el café para los muy cafeteros’, en un grupo nicho cuyo trabajo no es apto para todos (o de hecho, apto para solo unos pocos). ¿Lo sentís así?
Llegar a todos los públicos suele ser algo bastante excepcional, sucede muy pocas veces. Lo normal en la música es llegar a tu público y, si tienes suerte, poder seguir haciendo música muchos años. Al final, estas cosas suelen ser así de sencillas.
Leyendo reviews y críticas de vuestro nuevo álbum, todos destacan la maestría con la que mezcláis géneros y subgéneros como el kraut-rock, el lo-fi, el dub, el hip hop, el new wave de los 80, la electrónica o el funk. ¿Es este combinado un reflejo de todos los componentes del grupo, agitados y mezclados? ¿Un brainstorming sin límites en el que todas las ideas se aceptan?
Al principio de cada disco, las demos y las ideas suelen estar poco definidas. Hay momentos iniciales de brainstorming como bien dices, pero se van trabajando entre todos, capa a capa, poco a poco, haciendo variaciones en el local. Luego, en el estudio, intentamos darle vueltas y hacer varias versiones de cada tema hasta que encontramos el mejor enfoque. Yo (Dani) me suelo centrar en las letras y voces, Darío en las bases rítmicas, Pablo en los bajos y guitarras. Raúl Pérez –del estudio La Mina– está durante todo el proceso de producción también, sobre todo en este último disco, y aunque cada uno tiene su zona de especialización, en general el proceso de trabajo es bastante colaborativo.
Hablemos de vuestro álbum. Muchos de los títulos de las canciones de Gurú son juegos de palabras, algo que ya explorabais en las canciones pero no tanto en los títulos: Lawrence de Aruba, Relax y Rolex, Errores son horrores o Loca mente son algunos ejemplos. ¿Por qué os habéis lanzado a jugar más con esto?
Los textos van sufriendo cambios y se remezclan algunas ideas y palabras. Otras veces son paisajes sonoros que llevan su idea aplicada a texto y a imagen. Algo de humor también se nos cuela al escribir, supongo que todo es compatible y, dependiendo del momento del día, uno va a pillar las capas más serias y transcendentes de una canción, o las más livianas. Lo ideal es que haya contenido como para que la música aguante y puedas hacer varias escuchas dependiendo de tu estado. Al menos esa es la intención.
En Piensa McFly, hacéis un repaso por algunas de las sagas más emblemáticas del cine y la literatura, desde Star Wars hasta The Lord of the Rings pasando por Harry Potter. Concluís en la letra que ‘todas las historias se mezclan en mi cerebro en un cóctel de franquicias’. ¿Siempre partís de lo personal –vuestros gustos, intereses, lo que veis, leéis y escucháis– para crear?
Intento que las letras no se conviertan en un diario personal, nunca nos ha gustado ese enfoque autobiográfico; más bien intentamos mostrar una serie de ideas, recorrerlas y expandirlas con los textos y el resto de elementos. De todas formas, siempre se cuela algo de tus puntos de vista en cada letra, es casi imposible que eso no pase. Si te implicas en lo que escribes y eres honesto, algo se cuela aunque no quieras.
El videoclip de Totomami mezcla escenas de películas (algunas de terror, otras de aventura) con vídeos ochenteros de gente bailando en vestidos de lamé o estampados psicodélicos u otros de concentraciones de hippies manifestándose contra el sistema. Esta mezcla visual es un reflejo perfecto de los sonidos y géneros que también unís en vuestra música. Habladnos más sobre cómo tratáis esta correlación entre lo visual y lo sonoro.
Con los años he ido trabajando en paralelo letras, collages, y vídeo; todo forma parte de lo mismo en realidad. Cada lenguaje expresa matices diferentes de cada set de ideas o te ayuda a posicionarlo justo donde quieres, y todo se va entrelazando mejor. Supongo que nuestra generación tiene ese elemento de tener que dedicarte a varios oficios a la vez, y todas esas artesanías se incorporan a cada disco con naturalidad. Pablo y yo funcionamos en el grupo así, intentamos que las ideas salgan en estos lenguajes también y que todo encaje en la parte visual y en los textos.
Y tras el álbum, por supuesto, llegan los conciertos. El próximo es en el Festival Cara·B de Barcelona, donde actuáis el próximo sábado 15 de febrero. ¿Cómo os preparáis para un directo? ¿Algún ritual antes de salir al escenario?
Hacemos voodoo y varias invocaciones a dioses antiguos, y solo entonces salimos.