Perfeccionista y obsesivo, este artista multidisciplinar y referente de la hibridación entre campos creativos lleva años dedicándose al estudio de la identidad y del apropiacionsimo a través del autorretrato, siempre de la mano de su musa, Claudia Schiffer. La Galeria Zielinsky en Barcelona expone, hasta el 21 de septiembre, Copying Claudia, el exhaustivo e impecable trabajo en el que Pachi Santiago defiende la búsqueda de la originalidad y la autenticidad a través de la copia.
Cargadas de razón, las palabras de Charles Bukowski decían, “Si no brota de ti a borbotones, a pesar de todo, no lo hagas. A menos que salga por voluntad propia, de tu corazón y tu mente y tu boca y tus entrañas, no lo hagas”. Es por eso que Copying Claudia existe. Es por eso que Santiago lo hizo. Entre lo cándido y lo macabro, el artista asturiano pone de manifiesto la necesidad rotunda y urgente de expresarse, de encontrarse. Genuino y puro, se aleja de la pretenciosidad; no busca la aprobación de nadie, sino que tan solo va tras la voraz búsqueda de su ‘yo’ más verdadero. Disfrazándose para encontrarse, hace un canto al humor, a la admiración, y a los sueños, mientras alega, risueño, que no hay miedo cuando hay musas.
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Eres tan solo un niño pequeño cuando creas a Sonÿ, la musa, un personaje imaginario mitad mujer y mitad gato.
Cree a Sonÿ con seis o siete años. Me expresaba dibujando personajes híbridos, mitad persona, mitad animal. Era un niño tímido y observador, diferente; feliz pero sin acabar de encajar en algunos aspectos. Tenía un lado femenino muy presente, e incluso en ocasiones me confundían con una chica a pesar de ir vestido con pantalones y llevar el pelo corto. Recuerdo que a esa edad me frustraba. Por eso, proyectos como estos supusieron una catarsis, pues aproveché ese factor y lo llevé al extremo. Lo exploté, jugué con él. Creando esa mujer-gato construía un alter ego –mi alter ego.
Años después encuentras a Claudia Schiffer, quien sorprendentemente guarda diversos parecidos razonables con tu creación anterior. ¿Cómo fue ese momento?
Fue un día viendo la tele, en un anuncio. La vi y pensé “es Sonÿ en la tierra. Es ella”. Y fue genial. En los años noventa Claudia lo petó, era la más famosa, la que más dinero ganó, una de las más reconocidas internacionalmente. Estaba en todas partes, en todas las revistas de moda, y fue así como empecé a guardar recortes de fotografías suyas. Coleccionaba y coleccionaba. Miraba a esa mujer, sus poses, sus gestos. Por ese entonces, sin embargo, aún no era consciente de que guardábamos similitudes físicas y que podía jugar con ello. Es por eso que, en los inicios, todo lo que Claudia me inspiraba lo aplicaba únicamente a mis dibujos de mujer-gato.
¿Cómo pasa de ser algo personal e íntimo a Copying Claudia, un trabajo que se acaba exhibiendo en lugares como Nueva York o Berlín, y ahora Barcelona?
Empecé a crear mi mundo, a liberarme y a generar otras obras. Dejé de dibujar personajes hibridados como Sonÿ y comencé a jugar con mi propia imagen. Al tratarse de algo tan personal me costó mostrarlo, pero finalmente se convirtió en mi proyecto de final de carrera y acabó siendo premiado. Siempre me había gustado mucho el retrato en la fotografía y la recreación con actores y modelos, siempre con un lenguaje hibridado, parecido al fashion film de finales de los noventa. Y así es como acabé en Madrid, presentando Copying Claudia por primera vez. Este cambio también fue liberador e innovador. Recuerdo sacar el proyecto a la luz como algo muy natural, honesto e inocente.
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¿Cuándo o a quién fue la primera persona que recuerdas enseñarle Copying Claudia y cómo reaccionó?
La primera persona a quien se lo enseñé fue mi pareja. También se lo enseñé a Eugenio Ampudia, artista español, quien me dijo que era un proyecto con recorrido y que podía ver lo que había detrás, el intríngulis, lo que yo había vivido y quería contar. A su vez, sin embargo, siempre me dio un poco de pudor, pues no deja de ser un ejercicio de ego, un ejercicio en el que me expongo y uso mi imagen para contar historias. Cuando haces algo así tienes que mostrarte abierto y comprensivo, ya que no todo el mundo lo va a entender. Hay gente a quien le gustará y gente a quien no. Lo importante es creer en lo que haces.
Eres un afortunado al haber podido encontrar una vía de escape, una pasión, una manera de poder manifestar, canalizar y plasmar aquello que sientes. ¿Cómo te imaginas una vida sin Copying Claudia?
Hubiese sido inevitable no encontrar otra manera de expresarme, la creatividad está en mí desde pequeño. Quizás no hubiese sido el dibujo, pero hubiese buscado otro canal, seguro. Es una necesidad, algo visceral que nace en el creador. Es inevitable. Artista es el que cuenta una historia; o la expresas o te mueres. Es pensar, “Yo veo el mundo así y lo tengo que contar”, y ni sabes si vas a vender o si va a gustar.
Comunicar y poder expresarse, al fin y al cabo, nos aleja de la frustración y nos permite ser un poco más libres.
El arte es dolor, también; fragilidad. Una persona que cuenta historias y es auténtico tiene que haber vivido. Aunque también hay artistas que son observadores, son ojos, son documentalistas, y no por ello menos artistas. Por eso es importante encontrar la manera de explicar y contar las cosas. Siempre me parece oportuna la frase de “coge tu corazón roto y conviértelo en arte”. Porque es así, tal cual.
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Defiendes este proyecto no solo como un ejercicio de parecidos, sino sobre todo como un ejercicio de introspección, un autorretrato. ¿Cómo explicarías el ‘disfrazarte para encontrarte’?
Se trata de utilizar una persona y un disfraz para poder contar, desde aquello que no eres, cómo te sientes realmente. Es una continua contradicción: en lo masculino y lo femenino, en lo que es un disfraz y en lo que realmente representa. Cuando uno se disfraza se vuelve vulnerable al arriesgarse a ser ridiculizado, pero también se vuelve poderoso. Poderoso porque puedes hacer lo que tú quieras, y por ello eres libre. Por eso es un autorretrato. Las imágenes de Claudia, su arte, han construido mi universo visual, y yo lo he trasladado a mis lugares, a mi ciudad, a mi pueblo, a mi familia, a mi mundo. Al llevarlo ahí, dejan de tener su sentido original, dejan de ser una foto de Claudia y se convierten en algo mío.
Haces especial hincapié en no categorizar ni etiquetar para no limitar. Tu proyecto cuenta con vídeos, fotomontajes, collages, etc. ¿Cuál es la importancia de la hibridación y la libertad que te proporciona?
La hibridación de lenguajes tiene que ver con la técnica artística de fusionar elementos: el autorretrato, la moda, etc. Yo me siento libre porque no me siento solo un fotógrafo. Encuentro una foto y la machaco, la exploto. Juego con eso.
Por algo será que te describes como el “psicópata de los recortes”.
Hay que reírse de uno mismo. Pero sí, coge una foto y hazle cosas, estropéala. Los artistas no necesariamente deben estar limitados a un solo medio, es importante explorar distintos campos.
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Cuando se trata del proceso creativo de tus recreaciones, ¿de cuánta ayuda requiere? ¿Cuentas siempre con el mismo equipo?
No creas que hay un amplio equipo detrás. Me ayuda, en la mayoría de ocasiones, mi pareja, quien entiende muy bien cómo veo y hago las cosas y qué es lo que busco. Pero también me guío con la ayuda de un espejo, con lo que no siempre necesito a alguien que me dirija. Intento ir tras la practicidad y la espontaneidad. La tengo tan imbuida y tan sabida a Claudia que sé como posa, sé como respira. Recuerdo que en una de las sesiones me ayudaron mi madre y mi tía porque la intención es que todo el proyecto esté hecho desde lo mínimo, sin presupuesto. ¿Qué tendría de especial recrear una imagen de Karl Lagerfeld otra vez con un equipo profesional de estilistas? Sería solo un ejercicio de parecidos. La gracia es esa, ese punto freak, divertido y surrealista, ponerse con tu madre y tu tía a recrear fotos de referentes.
¿Y qué encuentras en Claudia? A ojos de muchos, es tan solo una modelo más.
Es una historia sobre lo que ella generó en mí. Tal vez empezó a gustarme porque me recordaba a mi madre, con los ojos pintados como Brigitte Bardot. Mi interés por Claudia tiene mil lecturas. Llegar a contar esto con total libertad lleva muchos años, por eso es una catarsis. Estoy tranquilo con lo que hago, y entiendo el porqué lo hago. Lo siento así, y es gracias a ella.
Si no fuese Claudia, ¿quién sería?
Claudia o nadie. Ella es única, ella es todo. Es mágica, es historia de la moda, es un relato de superación. Insegura y fría, con los dientes grandes, no creía en ella misma. Recuerda una infancia agridulce por las burlas que recibía por su manera de andar con las rodillas hacia fuera y ha llegado a desfilar en las mejores pasarelas. Su genialidad es fruto de su timidez. Es un diamante en bruto. Y eso es fantástico, me parece muy bonito. Kate mola, Naomi es exótica; pero ninguna es Claudia, camaleónica y ecléctica. Es más que solo una modelo guapa, es una musa. Te contaría mil cosas de ella y no acabaría nunca.
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¿Seguirás ampliando Copying Claudia?
Si, la idea es envejecer con el proyecto. Copying Claudia mutará y crecerá. Mi reto es seguir experimentando, siempre con un lenguaje hibridado. Seguir creando.
Actualmente estás exhibiendo en Barcelona, y próximamente, en septiembre, expones en Suiza. ¿Cómo ves el presente y cuáles son tus planes de futuro?
Ahora me interesa externalizar mi proyecto y devaluar el concepto de ‘autor’. El autor, ¿quién es? ¿El que posa? ¿El que hace la foto? Me interesaría jugar con esos discursos. También quiero hablar de otras cosas ajenas a mí, crear hibridando con componentes documentalistas. Contar realidades desde puntos de vista crudos en ocasiones y de ensueño en otras. Tengo muchas ganas de hacer perfomances, quizás dejar de ser el fotógrafo y ver cómo soy yo a través de los ojos de otros fotógrafos.
¿Qué le dirías al niño que dibujó hace treinta años a Sonÿ, la musa?
No te lo vas a creer, pero vas a ser Claudia. Prepárate, porque vas a estar tu en primera persona ahí – me emociono al pensarlo. ¿Quién te lo iba a decir? Tú, tan tímido, evitando tantas cosas… No sabía que eso iba a ser mi suerte. Al final, lo que te hace diferente te hace único, seas artista o no. Puede ser mágico.
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