Pelarte medio sueldo en ayudas a ONGs internacionales y ni mirar a la señora que pide en la entrada del súper es a la demagogia barata lo que ponerse las manos en los bolsillos al ver a según quién en según donde a la xenofobia cotidiana. Ambas cosas son incongruentes, llenas de prejuicios y profundamente tóxicas y peligrosas. La labor de personas como Marina Reina va obviamente más allá del arte fotográfico; se trata de una actividad puramente social, casi pedagógica, que tiene como objetivo principal romper y desbaratar tópicos y tabús tan destructivos como desfasados. Palma Palmilla, su exposición en La Térmica de Málaga hasta el 13 de mayo, quiere que ajustemos el foco y nos esforcemos por conocer realidades distintas las nuestras. 
Para empezar, ¿cómo y por qué se pasa de la facultad de farmacia a hacer un road trip de Lagos a Sarajevo?
Estudiar farmacia nunca fue mi pasión. Sin embargo, siempre tuve claro que quería contar historias, participar en proyectos que dieran puntos de vistas distintos sobre realidades que me interesaban y África fue –y ha sido– mi pasión verdadera.
En realidad, Palma Palmilla no es un barrio, es un distrito. ¿O es una barriada? ¿O un gueto?
Palma Palmilla en realidad es un distrito que concierne distintos barrios, pero su nombre es tan popular que casi podríamos decir que los ha embebido y hablamos de ella como un territorio único. Según cómo y quién la mire, podríamos hablar también de un gueto.
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Los Romualdo, los Charro; Palma Palmilla es conocida por las familias que la ‘gobiernan’ y por sus negocios. Aunque el proyecto quiere destacar otra realidad, la relación es simplemente inevitable. ¿Cómo es la vida cotidiana con unos hechos y una situación como esta?
Palma Palmilla es un micromundo formado por muchas capas que se solapan entre sí. Algunas se ven, otras se oyen y otras se imaginan. Yo solo conozco lo que he visto. Referente a las familias gitanas que conviven, su existencia y su espacio son claros, eso se percibe y se aprende rápido. Mi relación con ellos ha sido buena, no he tenido ningún problema y siempre me han abierto sus puertas para fotografiar lo que he querido.
A nivel fotográfico, la droga y sus conflictos no me interesan para nada, gastar mi tiempo en ahondar en la herida no me merecía la pena. ¿Existe? Me imagino que sí. ¿La he visto? No, pero he conocido a gente que la ha consumido, a vecinos que han perdido seres queridos por su culpa, he visto sus efectos en los cuerpos perdidos de algunos reincidentes, etc. Todos en el barrio concluyen que la droga ha hecho mucho daño a todos, y que hoy no es ni de lejos lo que supuso años atrás. La vida cotidiana transcurre con cierto ritmo y cadencia, aunque es verdad que en Palma Palmilla sigue existiendo una fuerza, un silencio sobre todo aquello que no se ve.
¿Has tenido algún problema por fotografiar algo que ‘no debías’? ¿Cuál era la actitud de los vecinos que te encontrabas?
Cuando empiezo a fotografiar tengo claro desde el principio que no me interesa desviar la mirada hacia los estereotipos marginales y negativos que de sobra se han repetido sobre el barrio. En mis proyectos me gusta pasar tiempo con las personas que fotografío para conocerlas mejor y para que entiendan lo que estoy haciendo. No robo imágenes ni busco el riesgo o el amarillismo.
Desde que empecé a visitar el barrio sentí mucho amor por las personas que conocía. Admiraba su fuerza y su capacidad de reponerse ante las dificultades de sus vidas, y mi mirada se colocó sobre eso, sobre las personas, el dolor y la ternura, sobre aquellas cosas que me hacían volver una y otra vez. No he tenido problemas por fotografiar cosas que ‘no debía’, pero no porque las haya estado evitando, realmente no he visto nada que no pueda contar. Quizá eso rompa las expectativas de los que nunca han visitado Palma Palmilla.
¿Alguna anécdota sorprendente, graciosa o aterradora?
Algunas de las entrevistas que he realizado me han hecho reír y otras incluso llorar. Palma Palmilla está llena de anécdotas y de salero andaluz. Recuerdo sentir un poco de miedo y pena mientras subía a la casa de uno de los niños que asistía al taller de fotografía. El portal me recibió oscuro y sucio, escaleras apuntaladas, gritos. Cuando entré, su madre y sus hermanos me acompañaron al salón, nos sentamos todos juntos sobre una alfombra y hablamos de sus vidas. Merendamos y los niños me pidieron ayuda con los deberes. Tenían una mesa donde comían y estudiaban, no había ninguna bombilla de luz cerca, recuerdo que me costaba leer. Pensé en la dificultad de estudiar en aquel pequeño espacio, en la tensión del lugar y en el esfuerzo de su madre por hacer de aquella casa un hogar.
En otra ocasión quedé con una familia para hacerle una entrevista y tomarles un retrato. Me habían contactado a través de las redes, querían contar su historia. Subí a uno de los edificios de las torres, me metí en el ascensor sin saber qué me encontraría. Cuando llegué, me recibieron en la puerta con un ramo de rosas rojas. Era una familia de biznagueros, estaban felices y orgullosos de sumar su vida a mi proyecto, y recuerdo cuánto nos reímos recordando sus anécdotas y cuán feliz llegué a casa con aquel puñado de flores.
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¿La exposición en La Térmica de Málaga se compone únicamente de fotografías tuyas o también hay archivo histórico? ¿Cómo fue la experiencia de ir puerta a puerta a pedir fotografías que documentasen el pasado del barrio? ¿Cómo definirías su sentimiento de pertenencia al barrio –si es que existe?
La exposición de La Térmica está formada por distintas fuentes de trabajo: por un lado están las fotografías que realicé desde el 2015 hasta hoy, y por el otro hay fotografías de archivo cedidas por los vecinos, que van acompañadas de extractos de entrevistas y un mural con imágenes realizadas durante el taller fotográfico en la biblioteca. Además de este material, se podrá ver el vídeo resumen del proyecto y el periódico que se imprimió como objeto físico del proyecto.
Las fotografías de archivo las fui encontrando conforme conocía a la gente. A veces me iba a un bar, me sentaba y contaba a todo el que llegaba que andaba buscando fotos antiguas, y durante una semana, repetía horario, me pedía un café, sacaba el ordenador y el escáner, y me ponía a trabajar. Así llegaba gente y me daban sus fotos. En otras ocasiones, algunos vecinos me daban sus álbumes y me los prestaban durante un tiempo, podía llevármelos a casa y escanearlos tranquilamente. Sobre la pertenencia al barrio, he conocido distintos tipos de personas: algunas sí sienten gran orgullo y arraigo por el barrio, y otros para los que Palma Palmilla es un lugar de paso, algo temporal.
Sobre el paso del tiempo en Palma Palmilla, ¿crees que lo ha hecho a la misma velocidad que el resto de Málaga? Tanto a partir de las fotografías antiguas como de los propios testimonios, ¿qué es lo que más te ha sorprendido de la historia del distrito?
Es curioso, tengo la sensación de que el tiempo ha ido más lento con respecto al resto de la ciudad, pero sin embargo, la vida parece correr más rápido que fuera. Es posible ir un día y encontrarte el barrio de una manera, visitar a algún vecino, y al cabo de no tanto tiempo, volver y darte cuenta de que todo ha cambiado: Florence ya no tiene la tienda en el rastro, Youssou ya no vive en el tercer piso sino que se ha mudado al primero, Mohamed no vende más ropa deportiva y ahora se dedica a aparatos electrónicos de segunda mano, Elena no tenía ni siquiera pareja la última vez que la vi, pero al volver, resulta que está embarazada de varios meses, Frances se ha marchado a Nigeria, Joaquín ya no vive en la Casa de la Buena Vida, etc. Y así, el cambio de las cosas es una constante en el barrio.
Lo que más me ha sorprendido es saber cómo vivían antes muchos de ellos, en la casa cuna o la gota de leche, cómo crecieron y se enamoraron allí, cómo fueron felices al entrar por primera vez en sus casas de Palma Palmilla, saber que algunas familias gitanas vinieron desde Barcelona caminando por los montes durante semanas durmiendo a la intemperie, etc. Algunas de las personas que he conocido han nacido dentro del barrio y nunca han salido de él; no han cogido un autobús o nunca han visto el mar.
El estadio del Málaga cae dentro del distrito, que demás tiene el nombre del barrio –La Rosaleda. ¿Qué influencia tiene dentro de Palma Palmilla –ya sea por desarrollo social, identidad con el barrio, etc.?
El estadio en sí no influye demasiado en la vida de la gente. Es verdad que el fútbol y el deporte tienen bastante afición, pero quizá aporte más vida y alegrías el campo de fútbol de la Virreina que el de la Rosaleda. Allí entrenan varios equipos que compiten en ligas locales y regionales, reúne a vecinos y aficionados, se incentiva el respeto y la superación. En cualquier caso, el deporte siempre es un buen antídoto y, algunos domingos, se comen ricas paellas.
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Has trabajado también en países africanos o en Europa del este en Invisible Borders. Puede que desde aquí, hablar de ciertos territorios provoque más impacto que pensar en lo que tenemos a dos calles de casa. ¿Qué similitudes encuentras con Palma Palmilla? ¿Es más cruda la pobreza absoluta en cien kilómetros a la redonda o aquella que contrasta con el centro de la misma ciudad?
A veces la imaginación nos lleva a países lejanos y remotos y nos impide ver lo más cercano. Tengo la inevitable costumbre de pensar qué hay más allá de lo que ya sé o me imagino. Más allá del estereotipo, más allá de la pobreza, más allá de lo que nos cuenta la televisión. Palma Palmilla y algunos de los lugares que he conocido tienen en común lo mejor y lo peor: el sentido de comunidad, la vida en la calle, el piel con piel que poco a poco se va perdiendo en las ciudades. Por otro lado, comparte las necesidades básicas no cubiertas: la pobreza educativa, la tristeza de algunas caras.
Cerca o lejos, creo que lo más enriquecedor para cualquier ser humano es colaborar con otro que lo necesite sin esperar nada a cambio. No hablo de un voluntariado ni de un trabajo regular dedicado a la comunidad; hablo de algo más pequeño y sencillo que todos podemos poner en práctica sin importar si eres pobre o rico. Todos podemos contribuir a la felicidad, comodidad y ánimo de las personas que nos cruzamos cada día en nuestras vidas. Incluso esos pequeños gestos pueden cambiar el mundo. Lo que más me duele no es la pobreza, sino la vida inconsciente de la gran mayoría de nosotros.
Ahora que tienes la expo en la Térmica de Málaga, ¿qué otros planes tienes para los próximos meses?
Palma Palmilla se podrá ver hasta el 13 de mayo en La Térmica. Además, el proyecto ha hecho las maletas y ya se puede visitar en Alicante hasta el 15 de abril, donde fue inaugurada una exposición durante la celebración del festival internacional PhotoAlicante. En una semana viajaré a Uruguay para formar parte del festival latinoamericano San José Foto, donde compartiré Palma Palmilla en una conferencia y una exposición en la calle. También visitaré la Fundación PH15 en Argentina, que lleva más de quince años trabajando con comunidades socialmente vulnerables a través de la fotografía. Tengo muchas ganas de aprender de su trabajo y su constancia.
Paralelamente, siempre llevo un proyecto de largo recorrido en el bolsillo. En estos momentos, trabajo despacio sobre el viaje de ida y vuelta de un inmigrante senegalés desde España a su pueblo natal después de más de trece años viviendo en Europa.
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