La dualidad es una constante en la vida –y obra– de la ilustradora digital Laura Floris. Tras una infancia a caballo entre Madrid y Cerdeña, su formación en Diseño de Moda cedió el testigo al universo del dibujo, donde la creadora italo-española dice haber encontrado “su desahogo y momento de relax”. Sus retratos de colores saturados, conectados estrechamente con la juventud actual, integran una miscelánea de realismo y ficción. Pero hay un elemento que preserva su unicidad, al que la artista ha convertido en su firma personal: la mirada.
Tu infancia y juventud transcurrieron entre España e Italia. Concretamente, entre Madrid y la mediterránea Imperia, donde te criaste, para posteriormente volver a la capital española a estudiar. ¿Cómo te ha influido este continuo tránsito en tu obra?
Cuando era pequeña, las vacaciones siempre se sucedían entre Madrid y Cerdeña para poder ver a los abuelos. Y en mis viajes, nunca podían faltar mi cuaderno y mi caja de rotuladores. Italia y España son mis dos casas, tengo el corazón dividido entre ambos países, pero estoy muy contenta de haber empezado una nueva vida en Madrid. Me encanta esta ciudad y, además, me está dando muchísimas oportunidades.
Lejos de lo que pueda parecer, no te formaste estrictamente en Bellas Artes sino en Diseño de Moda en IED Madrid. ¿Qué te llevó a decantarte por esta disciplina?
Durante mi infancia lo que más dibujaba eran siluetas, y me imaginaba continuamente que era diseñadora de moda. He tenido la gran suerte de que mis padres me han apoyado siempre, así que gracias a ellos empecé una nueva vida en Madrid y comencé mis estudios en el IED.
El primer año fue muy duro. Estaba lejos de mi familia y mis amigos, y sentía que no tenía un talento increíble en lo que a dibujo se refiere. Todo lo que aprendí fue sola en mi habitación, dedicándole muchas horas. Fueron cuatro años maravillosos en los que tuve profesores con un talento increíble. Pero eso sí, no había excusas. Había que trabajar día y noche. Repetiría miles de veces esos cuatro años.
No obstante, tu interés por el arte siempre estuvo presente. Y la moda sigue haciendo acto de presencia en tus ilustraciones a día de hoy. ¿Qué destacarías de esta sinergia entre ambos universos creativos?
Creo que ambos mundos son muy competitivos. Siendo sincera, me planteé dejarlo en muchas ocasiones, pero es parte del proceso de cualquier artista. Si tuviese que dar un consejo a un artista o diseñador que acabara de empezar, le diría que nunca deje de luchar por lo que realmente quiere. Trabaja mucho, ponte objetivos y sé constante.
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Estampados coloristas, prendas a base de retales o patchwork, e incluso un vestido con diminutas flores incrustadas. Los estilismos de tus personajes no pasan desapercibidos. ¿Es la ilustración una forma de dar forma a aquellas prendas que te gustaría tener en tu armario?
Exacto, eso es lo que quiero. Intento siempre darles vida a las prendas, inventado o dibujando ropa de mis marcas favoritas y vistiendo con esas piezas a mis personajes. Una chaqueta de Versace, unas zapatillas Nike o una camisa de Desigual, por ejemplo. De esa manera nació mi colaboración con Desigual, una acción absolutamente inesperada. Disfruté mucho trabajando con ellos y transmitiendo mi arte a través de su ropa.
De hecho, tus primeras experiencias profesionales fueron como asistente de estilismo para televisión. Un trabajo cuyo resultado es visto por millones de espectadores a través de la pantalla, y que en ocasiones tiende a quedar relegado a un segundo plano. ¿Qué es lo que más te impactó de este oficio?
Después de terminar mi carrera en el IED empecé las prácticas en Globomedia. Una vez acabé las prácticas, me contrataron como ayudante de estilista para los programa Zapeando, El intermedio y El objetivo. Y lo mismo ocurrió cuando me dieron la oportunidad de trabajar en el vestuario de la serie La catedral del Mar, de Netflix. Han sido dos experiencias únicas. Me han ayudado a ser más segura de mí misma y a dejar a un lado mi timidez.
Lo cierto es que el mundo de la televisión y el cine me ha fascinado desde siempre. Esta gran pasión se la debo a mi abuelo materno, Juan de las Casas, que era montador de cine y director de doblaje en los estudios EXA de Madrid. Montó películas y dibujos animados muy famosos como Heidi, La abeja Maya, Dinastía y muchos documentales. Creo que mi conexión con el arte se la debo a él.
Desde que celebrases tu primera exposición ilustrada en la tienda de Ágatha Ruíz de la Prada, plataformas como Netflix o HBO se han hecho eco de tu trabajo. Auténticos hervideros de talento emergente. ¿Cómo surgió esta colaboración? ¿A qué factores atribuyes el interés de estos grandes grupos hacia tu obra?
Desde pequeña he sentido una gran atracción por el cine. Después de experimentar con infinidad de técnicas me enamoré de la ilustración digital a primera vista. Empecé a coger referencias del cine y de series. Sabía que era un tema que daba mucho de qué hablar en las redes, así que lo aproveché. Y finalmente, acabé colaborando con Netflix y HBO.
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A mediados de mayo emprendiste una serie titulada Las 1000 maneras para sobrevivir a esta 40ena. La primera ilustración, Rocío y el teletrabajo, nos daba la bienvenida a un proyecto en el que has retratado la fiebre por el papel higiénico o la adicción por las series durante el confinamiento. ¿Es importante dejar constancia de este momento histórico?
Las 1000 maneras para sobrevivir a esta 40ena nació como consecuencia del confinamiento impuesto por la crisis sanitaria del coronavirus. La cuarentena ha aumentado exponencialmente el tiempo que pasamos en Internet. Todas las rutinas se han trasladado a Facebook, Twitter, Instagram y TikTok. Las redes se han convertido en el refugio de la cotidianidad y en el lugar donde, a golpe de hashtag, encontrar historias para sobrevivir, compartir, ayudar, divertirnos e indignarnos.
Al final, los días han sido prácticamente iguales, y he sentido por primera vez que el mundo estaba unido en este desastre tan grande. Mi profesión no salva vidas ni es un trabajo esencial, pero si algo puedo hacer es lanzar un mensaje para describir lo que estamos viviendo. Y al mismo tiempo, hacer que la gente pueda sentirse identificada con mi obra.
‘Pop saturado’ es la definición más precisa que se me ocurre cuando observo tus ilustraciones. Las tonalidades intensas se funden con los rostros y las vestimentas de figuras como Amy Winehouse, David Bowie o Freddie Mercury. ¿Cómo lo definirías tú?
No sabría muy bien cómo definirlo; siempre dejo a los espectadores total libertad para que sean ellos quienes lo interpreten a su manera. Doy especial importancia a las redes sociales. Sin ninguna duda, tener visibilidad en las redes es muy importante actualmente a la hora de darte a conocer como artista, así como para que las grandes marcas puedan verte. Somos bastante afortunados porque vivimos en una sociedad donde podemos compartir nuestros pensamientos, nuestras ideas, nuestro arte… Y la gente lo puede ver rápidamente. En cuanto al postureo, algo cotidiano en el siglo XXI, debo confesar que a mis personajes también les encanta.
También has dibujado a la inconfundible Lady Gaga, hacia la que reconoces profesar amor eterno. ¿Qué es lo que más te atrae de la cantante, actriz, compositora, productora y activista estadounidense?
Me acuerdo perfectamente del día en el que pusieron por primera vez en la radio su single Just Dance; fue amor a primera vista y decidí investigar sobre esa rubia extravagante con raíces italianas. Lo que me atrae de ella es la fuerza que trasmite y lo creativa que es. Su música me ha ayudado en varias etapas a lo largo de mi vida. Me ha motivado a crear y a no rendirme nunca.
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Además de haber retratado a algunos de los personajes ficticios más queridos por el público, como los protagonistas de La casa de papel, también te inspiran celebridades como las gemelas japonesas Amiaya, siempre presente en el front row de los desfiles más codiciados. ¿Qué te inspira más: el pasado, el presente o el futuro?
¡Todo! Me gusta inspirarme en cualquier cosa, no me limito a nada. Las ideas de mis ilustraciones surgen mientras escucho música, leo un libro, veo una película o charlo con mis amigos. Pero si tuviese que elegir, creo que me quedaría con el pasado. Soy muy fan de la música de los años 80: Michael Jackson, The Police, U2, Madonna, Sting, Queen…
Antes hablábamos de la importancia de la moda en tus dibujos, pero hay otro denominador común en todos ellos. Todos los personajes ilustrados tienen cuatro largas pestañas en uno de sus ojos, colocadas estratégicamente en el párpado inferior. ¿Es esta tu marca personal? ¿Cuándo comenzaste a firmar tus creaciones de este modo?
Al final, cada artista o ilustrador tiene un estilo diferente, algo que le diferencia del resto. Eso es lo más especial para un creador, ser único. En mi caso, no existe ninguna ilustración sin color, y mucho menos sin mi marca personal. Toda la simbología está en los ojos, firmados con cuatro pestañas largas que sobresalen del párpado inferior. Es un detalle tan personal que siempre lo incluyo en mis ilustraciones. Para mí, los ojos son la clave de todo, hablan por sí solos y cuentan una historia.
Esas cuatro pestañas largas nacieron después de un momento de estrés. Concretamente, durante un día gris en el que me sentía absolutamente apática y malhumorada. Estaba haciendo un dibujo y algo no me convencía. Intentaba arreglarlo persistentemente pero no surtía efecto. Finalmente, lo taché con líneas negras, garabatos, corazones y estrellitas. Dos días después, vi en mi escritorio el pequeño desastre que había hecho. Lo miré y me di cuenta del detalle de uno de los ojos, cuatro líneas rectas. Y esas líneas acabaron convirtiéndose en mi nuevo sello, en mi identidad.
Y para acabar, ¿cuáles son tus próximos desafíos? ¿Has encontrado en la ilustración tu camino definitivo, o te planteas retomar el diseño de moda?
Ahora estoy escribiendo e ilustrando un libro, y lo considero un desafío grande o, mejor dicho, enorme. No puedo contar mucho más pero estoy muy emocionada y con ganas de que podáis verlo muy pronto. Este no es mi camino definitivo. Estoy muy feliz de haber encontrado mi propio estilo en el mundo del dibujo, pero ahora me gustaría empezar a experimentar con el universo del textil. Tengo muchas ganas de trasladar mis obras a la ropa y retomar lo que era antes. Sacar otra vez mi máquina de coser y empezar a crear, mezclando el arte con la moda. ¡Así que estad atentos!
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