Se comen una tostada, se pisan las palabras la una a la otra (y sin pedirse permiso), e incluso en algún momento hasta bostezan. Pero no me lo tomo como una falta de respeto, me lo tomo con el agradecimiento hacia aquel que te hace sentir como en casa. Las Bistecs son tal cual. Como la vida misma. Crudas, reales, excéntricas, chocantes, brillantes, histéricas, singulares. Únicas.
Encuentran la belleza en los lugares más insospechados, y cuando digo más insospechados, no miento. Encuentran bella la inevitable, esperpéntica y encarnada marca del bañador tras quedarte dormida en la playa, o las rodajas de pepino enganchadas en un rostro claramente fustigado por la resaca. Son el verdadero ejemplo de que el arte depende de los ojos de quién lo mira. Su forma de ver la vida me resulta de lo más poética. Una apología neobarata a la cutrez que resulta de lo más convincente. Mientras hablo con ellas, me apetece pedirme un plato combinado con pinchitos, huevos fritos, patatas aceitosas y una ensalada rancia para compensar. Y un gintonic también, por favor.

Crean lemas, y por eso arrasan. Lemas absurdos, pero con mucho sentido, pues “no se pueden tener ideas sólidas y serias en una sociedad tan líquida”, aseguran. Y la verdad es que no dejan títere con cabeza: muerte al patriarcado, al pedantismo y a la solemnidad intelectual, desmitificación del establishment, de lo elegante y de nosotros mismos. La vulgaridad (y la realidad) más oportuna. Sospecho que todos necesitábamos unas Bistecs en nuestra vida. Actúan con la cordura del día que empieza temprano y la intrepidez de una noche larga. Responden como les da la gana.

Le doy vueltas al mismo tema, ¿cómo voy a defender en las siguientes líneas a dos reinas del hit que aseguran hacer música, aún asumiendo que la música no es su fuerte? ¡No se puede defender lo indefendible! Pero yo misma me doy cuenta de que la respuesta es obvia. Ellas no necesitan quien las defienda, y sino, pasen y lean. Ahora sí, sin más miramientos, y al ritmo inescapable de “móvil, cartera, tabaco, llaves”, que empiece la función.
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Según mi humilde opinión, si habéis tenido tanto éxito es porque habéis sabido representar e identificar a una generación a través de vuestras letras. Habéis representado a un colectivo desencantado con el primer mundo pero, a la vez, sediento de exceso y poder. Contradicciones. ¿Vuestras canciones las componéis simplemente por desahogo y distracción? En otras palabras, ¿usáis la letra como lucha o como escape?
Nuestras canciones no son excluyentes, pero está claro que sin mensaje nunca nos hubiéramos engrescado con este proyecto, porque la música, desde luego, no es nuestro punto fuerte. La Bistecs empezaron para comunicar. Luego se le añadió música y el vehículo fue el humor, pero la finalidad siempre ha sido el mensaje.
Es cierto que muchos os han relacionado con el electroclash, una new wave nacida en los 2000 que bebía de sintetizadores y sonidos de los 80 y que incorporaba el estilo punk a la música electrónica. A raíz de ahí, vosotras creáis el término ‘electrodisgusting’ y añadís tres exponentes a la fórmula: la puesta en escena, la performance y sobretodo el molestar. ¿A quién hay que incordiar?
La idea es molestar a todo aquello lleno de confort, a todos los que no quieren hacer cambios, a lo que se mantiene enganchado permanentemente y no da acceso a nuevas generaciones y a nuevas voces. Nosotras siempre decimos que molestamos tanto auditivamente (porque cantamos fatal) como a través de las letras. A menudo hacemos mucha autocrítica, y de hecho esto es de lo que va el electrodisgusting: de criticarse a uno mismo y de opinar sobre una generación que gira entorno a un amor/odio al consumismo. Es de eso de lo que hablamos. La clave está en reírse de las cosas, empezando por uno mismo.
El mensaje de Las Bistecs es una mezcla entre tradición, celebrities, folklore español, actualidad, transgresión, lucha anti-géneros, arte, cultura, ETC. Vuestras referencias humorísticas y absurdas siempre están casadas con valores y realidades sociales. ¿Esto es lo que describe a la sociedad del siglo XXI, según vosotras?
Todo sale de una manera consciente. Nuestras letras transmiten un mensaje y hablan sobre nuestro contexto, y de ahí vienen añadidos muchos conocimientos que surgen de lo popular y de lo tradicional, que al final es lo que dominamos. También hay una línea de introducción y reconstrucción con los valores de ahora. La idea por la que se empieza a decir todo esto nace de la experiencia en primera persona, porque somos unas egocéntricas y unas narcisistas y sólo sabemos hablar de aquello que realmente nos toca. De hecho nos suelen comparar con la Movida Madrileña, y no tenemos tanto que ver con esto porque no somos de estos tiempos. La Movida celebraba un cambio conseguido, y nosotras al contrario, queremos cambiar lo que hay ahora y dar voz a gente reivindicativa que está luchando.
“La Movida celebraba un cambio conseguido, y nosotras al contrario, queremos cambiar lo que hay ahora y dar voz a gente reivindicativa que está luchando.”
Entonces de alguna manera podríamos hablar de vuestra estética y de vuestro lenguaje como un instrumento didáctico que yace en el absurdo.
A través de un lenguaje llano intentamos llegar a más gente, sí. Lo que nosotras queremos es transmitir un mensaje popular para cambiar cosas, así que necesitamos una lengua que vaya acorde con eso. De hecho antes de empezar le dimos muchas vueltas, porque para nosotras era muy importante buscar un vehículo antagónico al que usan los políticos para que el público lo entendiera.
Vuestra estética tampoco es algo casual, dentro del absurdismo artístico que rige vuestro concepto. Recordáis al dadaísmo y al arte pop, a un surrealismo hiperrealizado por el exceso y el ‘brilli-brilli’ de vuestra performance. Vuestros ramalazos ochenteros de estrella de Eurovisión os hacen tan incómodas como la lycra en la que continuamente os enfundáis. Habladme de esta oda a lo cutre y a lo feo, al colapso visual y al caché más bizarro. ¿Más es más?
Todo viene de un trauma. Le hacemos apología al feísmo, y hay que pensar que lo que nos gusta de él es que no tiene límites, la estética no tiene normas y el feísmo es un vómito de pasión.
Tenéis formación en Arte Visual y en Bellas Artes. ¿Hasta qué punto vuestros estudios os han influenciado en esta visión tan decadente y a la vez irónica de la Historia del Arte y de la posmodernidad? ¿Por qué convertís vuestra formación y educación en vuestro propio producto de mofa y diversión?
Venimos de carreras muy creativas y bonitas pero con unos caminos hacia el futuro bastante obstruidos. Después de darnos cuenta de eso hemos hecho literalmente lo que hemos querido, y estamos muy sorprendidas de que haya funcionado. Hemos intentado crear otras líneas narrativas, por esto el proyecto se basa en la originalidad y en la forma que tenemos de llegar a la gente. Gracias a nuestra educación hemos podido desarrollar un sentido crítico. A lo largo del tiempo nos hemos ido cuestionando y planteando cosas, como por ejemplo, “¿por qué en los libros de arte del colegio solo aparecen hombres?” Posteriormente, cuando vas a museos o a otros espacios de arte contemporáneo, te das cuenta de que apenas exponen mujeres y de que sigue habiendo una desigualdad muy flagrante.
Por otro lado los estudios también nos han aportado la capacidad de añadir un mensaje visual a los videoclips, a las redes sociales y al formato, y con todo eso se ha formado un logaritmo que se llama Las Bistecs. Hemos querido aunarlo todo para que llegara a las personas, y el tema es que lo hemos conseguido.
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¿Consideráis que el arte aún es elitista y falontrópico, entonces? ¿Dónde se sitúa una ‘chochocentrista’?
Reconocemos que no tenemos todo la información necesaria para posicionarnos de una forma clara dentro de las normativas vigentes del mundo del género, pero lo que no queremos y de lo que estamos hartas es del posicionamiento hacia el patriarcado que ha habido y que aún hay. La abolición de los géneros es la utopía a la que nos gustaría llegar, donde el cuerpo no fuera visto como un obstáculo y se partiera de una neutralidad. Sabemos que es una utopía pero luchamos por ello. No creemos en los extremos, porque los extremos crean la subalternidad de las partes. Y sobre el término ‘chochocentrista’, inventar es gratis, y al final creamos este término en un sentido literal. Sabemos y apoyamos que hay mujeres con pene, y no queremos rechazarlas a través de esta palabra, así que le otorgamos el sentido más fiel posible.
Para mi sois el paradigma del anti-arte clásico. Vuestra música es una aglutinación artística de estética, posado, arte visual, canción, error y actitud. ¿Cómo es el artista de hoy en día, para vosotras?
Hoy en día el artista es el que realmente sabe moverse en su medio y aprende a hacer de todo. Las barreras están muriendo, aunque para nosotras hay algo muy importante que debería tenerse presente en el sector: que la estética no supere nunca a la ética. Esto es lo que creemos que los artistas tienen que poseer y tener claro actualmente. Da igual el medio que utilicen mientras su arte respete y se sirva de un contenido. Internet, por otro lado, también tiene un papel fundamental en los creativos de nuevas generaciones. Igual que nosotras, muchos han triunfado gracias a estas plataformas. Lo positivo de todo esto es que es el público es quien te da valor, no una discográfica, ni un sello.
“No sabemos cantar y no sabemos bailar”. Esta afirmación es recurrente en vuestras apariciones, y da mucho espacio tanto a la crítica como a la estupefacción. ¿Ignorancia o genialidad? Despertáis fácilmente esta ambivalencia, pero de eso se trata, ¿no? Sois de las pocas artistas que aman igual la opinión de un fan que la de un hater. Quizás es que la cuestión es no dejar indiferente.
Las primeras haters somos nosotras, así que nos sentimos muy identificadas cuando nos hacen una crítica. Nuestro late motiv es un juicio porque no sabemos ni cantar, ni bailar, ni tocar ningún instrumento, ni tenemos virtuosismo musical, así que les damos toda la razón. Al final de la canción de HDA (Historia Del Arte), cuando salen los créditos, hay una micro-nano-canción que dice “no te lo tomes enserio”. No hay que ocultar ese origen, no somos nadie.
“Nuestro late motiv es un juicio porque no sabemos ni cantar, ni bailar, ni tocar ningún instrumento, ni tenemos virtuosismo musical.”
¿Cómo es un día y una noche para Alba y Carla? Creo que vuestra carismática naturalidad puede ayudarme a entender cuál ha sido la clave de vuestro éxito. 
Uh, no tenemos relación con la noche, ¡no salimos! (risas). Nuestros días y nuestras noches siempre se mezclan, esta es la clave, y de ahí salen nuestras ideas y canciones más brillantes.
Durante el día Alba trabaja en una productora y estudia un Máster en el MACBA mientras Carla edita vídeos y es profesora de inglés.
Mirando hacia el futuro, ¿hacia dónde van Las Bistecs? Cuándo un escenario se os queda corto, ¿qué otros territorios quedan por explorar?
Queremos y tenemos que vivir el presente. No sabemos qué pasará, así que intentamos proyectar a un mes vista, como mucho. Sí que es verdad que nos gusta cambiar y hemos pasado por distintas etapas, y lo seguiremos haciendo. Ahora, sin ir más lejos, hemos empezado a tocar en festivales con músicos de verdad, lo que es bastante curioso ya que nuestras pruebas de sonido duran sólo diez minutos mientras las del resto se alargan mucho más (risas). Los estadios y los grandes escenarios nos hacen sentir cómodas, demasiado y todo, pero quizás preferimos el pequeño formato, porque existe una relación más íntima con el público. Otro proyecto que nos encantaría hacer es cantar donde no se suele escuchar música, como por ejemplo en un museo, del mismo modo que hemos llevado a Machado a las discotecas con una de nuestras canciones (Caminante). 
Y ya para despedirnos y aprovechándome de vuestro desparpajo y vuestras ganas de hablar… ¿queréis gustaría añadir algo más?
¡Viva Boomerang! No espera, vamos a pensar otro… ¡Ah sí! Queremos recomendarle a todo el mundo que desayune bien, que es muy importante para llevar una vida tan atareada como la que llevamos hoy en día. También deciros que creemos en la bondad humana y que debemos dar las gracias por esta belleza de mundo. Y finalmente, ¡que viva internet, el vino y el tabaco!
Y creo que con este final, no hace falta añadir nada más.
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