Justo el día que quedamos con Isabel de Ocampo para hablar sobre su recién estrenado documental Serás hombre se hizo pública la condena a los chicos de La Manada por parte del Tribunal Supremo. Una noticia con la que abrimos una extensa y aún necesaria conversación sobre machismo, masculinidad y otros temas que se plantean en la película, como el papel de la educación en la sociedad, las instituciones, la figura del padre y los distintos procesos que intervienen en la construcción de lo que se supone que es o debe ser un hombre.
Isabel de Ocampo, licenciada en Ciencias de la Imagen por la Universidad Complutense de Madrid, es productora, guionista y directora de cine. Actualmente colabora como presidenta ejecutiva de EWA (European Women’s Audiovisual Network), labor que compagina con distintos proyectos audiovisuales como este recién estrenado documental, que puede verse en el Atlantida Film Fest de Filmin durante todo el mes de julio hasta el 1 de agosto.

Serás hombre es un documental atípico, en esencia y forma, por la implicación, lucidez y entrega de los personajes que van dibujando una especie de collage sobre la idea de masculinidad que nos lleva a replantearnos y repensar muchas cosas: ¿hasta cuándo vamos a perpetuar los roles sociales heredados durante siglos? ¿Qué es el patriarcado? ¿Qué es un hombre? O tal vez, la más importante de todas: ¿qué estamos haciendo mal para que aún hoy exista este debate en la sociedad?

Bajo esta estructura caleidoscópica que tal y como nos cuenta su directora “no cierra del todo bien todo lo que se plantea, pero es que ha sido incontrolable”, los distintos personajes –todos masculinos– nos sitúan frente a una serie de reflexiones a las que jamás habríamos llegado si no es a través de los ojos y las vivencias del otro: un ex-proxeneta en proceso de redención, un artista cuya obra gira en torno al abandono, un publicista que debe decidir el planteamiento de dos campañas que abordan cuestiones de género, o un profesor de historia que trata de romper estereotipos a sus alumnos.

Idealista y muy crítica, Isabel cree que se puede cambiar el mundo y transformarlo generando grietas en las ideas que nos hacen año, en este caso, el machismo. En las actitudes, en los pensamientos… “Cuando doy cursos y charlas o participo en temas sobre violencia de género y prostitución, siempre veo los auditorios llenos de mujeres y pienso: es que algo estamos haciendo mal porque el mensaje no les llega a ellos. ¿Qué estamos haciendo mal?”
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Repasando tu trayectoria, vemos que has dirigido On the Blue Line, Miente –premiada con un Goya en 2009–, o Evelyn, entre otras cintas que abordan distintos temas sociales como la trata de mujeres para la esclavitud sexual. ¿Por qué te interesaba ahora hablar sobre la construcción de la identidad masculina? ¿La gente está más receptiva en este momento?
Empecé a trabajar este documental entre 2012 y 2013. En 2014, el Ministerio de Cultura ya me dio la subvención, y desde entonces que llevo intentando rodarlo. Lo que pasa es que me ha sucedido de todo. Ha sido un no parar de obstáculos y de retrasos. Pero al final, creo que todo ha salido bien en el sentido que ahora es cuando la gente está más receptiva a este tipo de mensajes. Pero todo esto lo llevo preparando desde antes del movimiento #MeToo. A mí me ha pillado no de sorpresa, porque las que estamos metidas en esto intuimos que iba a pasar algo tarde o temprano, pero sí en el hecho de que la gente estuviera tan abierta y tan sensibilizada. Es un documental que llevo preparando desde hace muchísimo tiempo porque llevo muchísimo tiempo metida en el tema de la violencia de género.
¿Es la primera vez que tratas el tema del concepto de masculinidad?
En realidad es el mismo camino. Empiezo con este corto en 2009, con el que ganamos un Goya: Miente. Luego hice una película algo basada en el mismo tema porque los productores querían repetir el éxito –no porque yo quisiera, porque es un tema durísimo. Me nominaron otra vez a dirección novel y entre medias acabé un documental, Piratas y libélulas, que no tiene nada que ver con esto.
Pero sí tenía que ver con la violencia: sobre cómo se genera. En este caso, en un barrio de adolescentes en unas viviendas marginales de Sevilla, y de cómo reaccionas cuando tocan a los tuyos y cómo la educación trata de aplacar esos arranques de ira. Cuando hice la película conocí a este proxeneta en quien está inspirada Serás hombre y me pareció que había que ponerle delante de las cámaras. Había que convencerle.
A Abel Azcona, ¿también le conocías? O a su polémica trayectoria.
Pues a veces doy clases de cine, y un día mientras les contaba este proyecto, uno de mis alumnos me dijo que debería ver la obra de Abel Azcona. Así que llegué a casa, busqué un vídeo suyo que se llama Empathy and Prostitution, y me quedé tan fascinada con lo que hacía que me puse en contacto con él. Le planteé el hecho de que toda su obra artística girase en torno al abandono de su madre pero me chocaba que él no nombrara a su padre. Aunque fueran veinte segundos de eyaculación, también tiene una responsabilidad, ¿no? Y a partir de ahí pensé: si la mayor víctima de esto no está concienciada de que el padre también tiene una parte de responsabilidad, imagínate el resto.
A mí también me parece que el padre tiene responsabilidad. La ley española, que cambió hace unos años, ahora mismo protege al bebé que nace. Ya no vale eso de, ‘es que me provocó’. Eso no. Mire usted, a mí también me provoca un impulso de matarte si matas a mi hermana y me reprimo, ¿no? Yo quería poner el acento sobre todo en los hombres y porque pensaba –y viendo lo que había investigado y leído sobre el tema de la violencia de género– que donde había que incidir es en los hombres, en los chicos, en los jóvenes que en el día de mañana van a ser maltratadores y hoy no lo saben.
Si el concepto de masculinidad es algo cultural y se supone que las generaciones más jóvenes van a ser reeducadas, ¿por qué hay tantos adolescentes que vuelven a repetir antiguos patrones? –como lo que decía el publicista sobre las letras del reaggeton. ¿Por qué se tiende a perpetuar el mismo modelo masculino?
Son mensajes contradictorios los que están recibiendo. Por un lado, la educación en el colegio que sí, es todo perfecto, pero luego hay una especie de socialización en una serie de mensajes que son completamente contrarios a lo que les han transmitido. Cuando proyecto mis pelis en los institutos, a veces vienen y me dicen que menos mal que lo he contado de otra manera. El problema de la educación es que no es lo suficientemente fuerte porque luego salimos fuera y todos estamos recibiendo mensajes completamente opuestos. Ahí se anula.
Culturalmente, aún tenemos un gran peso del patriarcado y una pobre comunicación con nuestros padres. Se habla de micro-machismos como una consecuencia de esa educación. A la hora de reeducar y repensar, ¿qué papel juegan las instituciones, las políticas sociales, las agencias de publicidad, etc.? Puesto que en el documental vemos cómo la figura del padre parece estar por encima de los demás.
Para mí, este padre simbólico tiene cuatro patas: los medios de comunicación, las leyes (que hasta hace nada nos prohibían a las mujeres acceder a la universidad, viajar, heredar, etc.), la religión (incuestionable) y por último, la economía. Te dan una idea de que la economía es así, pero en realidad, la economía también es una ideología. Si es así, es porque hay gente que quiere que sea así. Además, el sistema en el que estamos inmersos, que es este neoliberalismo/capitalismo, tiene un fallo bastante grave, y es que está basado en el trabajo gratuito de las mujeres y sus cuidados –el trabajo doméstico al que no se le da valor y no tiene precio. Es un sistema económico falso porque no estás valorando mi trabajo.
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No lo monetizas.
No, pero ese trabajo alguien lo tiene que hacer. Y de hecho, cuando tú llamas a una persona para que venga a limpiar a tu casa, le pagas dinero. Entonces, ¿qué pasa? Porque es un trabajo que hay que hacer para el sostenimiento de la vida, y los niños no nacen autosuficientes. Durante casi dieciocho años hay que darles de comer, de vestir… de todo. Y cuando somos ancianos tampoco nos valemos por nosotros mismos, y ese trabajo hay que hacerlo también. Hasta ahora lo ejercían las mujeres porque se suponía que era una extensión de su bondad, porque eran así de buenas por naturaleza; pero no, mira, no es así. Es un trabajo que alguien tiene que hacer, que es obligatorio y que es absolutamente necesario.
El documental muestra un espectro muy diverso del concepto de masculinidad a través de distintos personajes que se van entremezclando, como la figura de Abel y la del proxeneta. ¿Había un guión?
Tenía un guión, pero lo que yo tenía y lo que han hecho ellos no ha tenido nada que ver. Por eso siempre digo que amo el cine de ficción y que lo añoro. En la ficción, tú te inventas una frase y el actor la repite las veces que tú quieras hasta que sale como tú quieres. En el caso del profesor, por ejemplo, le planteé una idea y no le gustó. El día antes me dijo, ‘no, yo voy a hacer las cosas de otra manera’. Y llegó e hizo esto. Lo único que podía hacer era ir con la cámara de aquí a allá. Al final, lo increíble de todo –y la magia de este documental en concreto, que no suele pasar– es que lo que ha salido es mejor.
¿Y con Abel y el proxeneta?
En el caso de Abel… dile tú algo; imposible. Abel es una fuerza de la naturaleza que va a hacer lo que quiera y va a dar igual lo que tú hayas escrito en el guión. Lo que pasa es que tuve bastante psicología porque le planteé que buscara a su padre. Yo sabía de antemano que no lo iba a encontrar porque ya lo había investigado, es imposible. Sabía que esta frustración le iba a generar algo y yo en el guión había imaginado que a él se le ocurriría una performance. Pero lo que imaginé era una patochada en comparación a lo que él hizo, que fue esta performance llamada Los padres, y que como he tardado tantísimo tiempo en estrenar el documental, al final él ha estrenado la pieza antes. Pero esta pieza surge a raíz del documental. Y en el caso de la secuencia final, esto también ha sido…
El proxeneta iba a venir pero continuamente me daba plantón; me juraba que el día de la presentación vendría pero no lo hizo. Me cabreé tanto que dije, vamos para allá. Si Mahoma no va a la montaña, la montaña irá a Mahoma. Pensé: ya tenemos un final, que es llamar a la puerta. Si no nos abre, será un final abierto, ¿no? Pero insistimos bastante y abrió. Y lo que pasó ahí fue completamente incontrolable, hasta el punto que –bueno no vamos a hacer un spoiler–, pero cuando se produjo ese golpe yo me eché a temblar porque los cámaras se retiraron. Y eso está grabado con un iPhone de un chico de producción que estaba ubicado en otro lugar, pero claro, tuvieron que retirarse. Ha sido agotador
Hay muchas emociones…
Muchísimas. Yo al final he perdido hasta la noción de saber si lo que he hecho está bien o mal. Afortunadamente, todo el mundo me llama para decir que está alucinando. Los hombres me dicen que salen noqueados. Les encanta. Y es algo de lo que me alegro muchísimo, que les gustara a ellos.
¿Ese era tu objetivo?
Sí. Me propuse esto como una forma de conectar con los hombres. Por eso la primera decisión creativa que tomé es: no va a salir ni una mujer. Y si te fijas, todos los pensadores que salen son hombres reflexionando sobre la condición de ser hombre. Quería eliminar las interferencias. Y si para un hombre machista, una mujer es una interferencia porque no la considera alguien de autoridad, dije, no te preocupes, ya me encargo yo de que sea incuestionable y que no le pongas pegas a lo que te están contando. Puedes ponerle pegas al contenido, pero no al canal. Ese era mi objetivo. Había conocido a este proxeneta y tenía que lograr que se pusiera delante de las cámaras. Ahora necesito hacer una comedia porque ha sido…
“La educación no es algo que tengamos que dejar en manos de los pobres profesores y profesoras. La educación empieza por nuestros grupos de amigos.”
Cuando dices que en esos auditorios hay pocos hombres involucrados o concienciados, hay una frase de la película que pregunta, “si el modelo les funciona, ¿para qué cambiarlo?”
Claro, es que a los hombres les funciona porque es un sistema que les da privilegios por todas partes. ¿Cómo se van a bajar de eso? El problema es que tienen que cambiarlo. Primero, porque es un sistema económica y ecológicamente insostenible. Es un sistema injusto que sus propias hijas van a tener que sufrir en sus propias carnes. Preguntaba un gallego que conozco: ‘si a mí me ha costado lo mismo la carrera de mi hija que la de mi hijo, ¿por qué a mi hija le pagan menos?’
El problema del machismo, ¿cuál es? Pues que los hombres, para poder sentirse y comportarse superiores a las mujeres, tienen que quitarles la humanidad. No pueden empatizar con ellas. Porque si empatizas con una prostituta con la que te estás acostando, si entiendes su problema y te pones en su lugar, es humanamente imposible que seas capaz de abusar de ella. No puedes abusar de una persona que se encuentra en semejante situación de vulnerabilidad. Por eso siempre insisto en que todo este debate de la prostitución es muy absurdo.
¿En qué sentido?
Hay que dejar ya de preguntarse si las mujeres quieren acostarse o consienten. Lo que tenemos que preguntarnos es por qué los hombres necesitan pagar dinero o quieren pagarlo para mantener una relación sexual, y qué sociedad vamos a generar con hombres a los que educamos en esa especie de permisividad de poder comportarse con unas mujeres de forma diferente que con otras. Tenemos que decidir primero qué clase de sociedad queremos.
¿Queremos una sociedad donde la gente se pare en los semáforos en rojo? ¿O queremos una sociedad en la que cada uno se ponga sus límites? Igual que hay una educación vial, y por eso no tenemos casi accidentes, tendremos que tener una educación en igualdad a todos los niveles. Hasta que al poner una multa a un cliente de prostitución lo entienda y sepa que está cometiendo un acto terriblemente injusto.
Pero primero, deben darse cuenta de que está mal.
El ejemplo que te pongo: nosotras, como mujeres blancas del ‘primer mundo’, tenemos un privilegio respecto a los productos que consumimos. Es muy incómodo bajarse de los privilegios, pero a la larga… Lo que me está pasando con este documental es que los hombres no son tontos y quiero que se den cuenta de que tarde o temprano van a tener que tratar a las mujeres como seres humanos igual que ellos.
Si no quieres que a tu hermana la violen cinco tíos en un portal, cuando te manden un mensaje sexista por WhatsApp, ten los huevos de parar eso y decir, ‘esto no está bien, señores’. Porque la educación no es algo que tengamos que dejar en manos de los pobres profesores y profesoras. La educación empieza por nuestros grupos de amigos.
También en el documental tratas el tema de la identidad de género a través de Paul. Es muy interesante lo que cuenta.
Es muy interesante el personaje de Paul. Y llama muchísimo la atención porque es la primera vez que escuchas a un transexual hablar con tanta lucidez, sinceridad y calma. Con esa lucidez, él te cuenta que ha sido socializado como mujer y que ha sentido miedo de ser violada –que es algo con lo que creces (como mujer) pero de lo que no te das cuenta hasta que alguien te hace ver que no debe ser así. Ellos, los hombres cis, no salen a la calle sintiendo miedo. Puede que también tengan otros problemas, como que les atacan más, se pelean más, o les roban más. Pero no les agreden sexualmente, que es algo que te destroza psicológicamente, y más a una edad tan delicada como la adolescencia.
Así que sí, todo lo que dice Paul es muy interesante. Me interesaba mucho entrevistarle porque me parecía muy importante hablar con él, que ha vivido los dos géneros, en un documental que trata sobre la condición de ‘ser hombre’, qué significa el género, y su construcción socio-cultural. Es como un chamán que tiene conocimiento por encima del resto. Nadie de nosotros sabía lo que él dice, es una visión que nunca nos habíamos planteado.
¿Qué te despertó cada personaje a la hora de plasmar su historia? El artista, el profesor, el proxeneta…
Abel Azcona me da mucha ternura, por ejemplo, pero te diré que es un maltratador profesional porque tiene una alteración de la personalidad. No es nada fácil tratar con él; no ha sido nada fácil hacer lo que hemos hecho. Y ha sido muy generoso pero le ha costado mucho, porque establecer vínculos con las personas que no sean de tipo profesional lo lleva muy mal. Es al que más he odiado y amado a partes iguales. Ideológicamente, me siento muy cercana al profesor.
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Ante la pregunta, ‘¿qué es un hombre y qué es una mujer?’, Joan Carles Melich habla de categorías morales; dice que somos cuerpos. Según Lorente, somos el resultado de lo que la cultura dice que es ser hombre –y la cultura dice que ser hombre es no ser mujer. Otra idea que plantea el antropólogo Manuel Delgado es que los modelos de masculinidad son modas. ¿Hay mil teorías, no?
Sí, pero en realidad hay un tronco común. Estamos viviendo un momento antropológico muy interesante. Primero, porque la palabra ‘hombre’ era neutra, englobaba a todos los seres humanos (hombres y mujeres), y por primera vez en la vida, nos estamos preguntando qué significa ‘ser un hombre’. Y como decía Simone de Beauvoir, no se nace hombre, se llega a serlo. Y estamos descubriéndolo ahora.
Segundo, porque por primera vez en la humanidad, a parte de cuestionarles a ellos, los hombres están accediendo al cuidado –algo que nunca había pasado porque era una labor propia de las mujeres. A ellos les están despertando una serie de emociones que no sabían que tenían. Pensaban que era de su ‘lado femenino’. Pero no. Son esas emociones que les han reprimido y por las que les han castigado si expresaban, porque ser hombre no era eso. El mundo de las emociones estaba reservado a las mujeres. Por eso, este es un momento históricamente muy interesante. Para ellos, yo creo que va a ser el reto del siglo XXI. Bajarse de esos privilegios y entrar en ese mundo desconocido. Y también te digo, muy resbaladizo, el mundo de las emociones. Te hace ser humano de otra manera, como conectado con la tierra y con la realidad.
Ciertas generaciones todavía cargan con residuos machistas. 
Lo bueno es que los niños ya ven vicepresidentas del gobierno. Cuando yo era niña, no había ninguna, era rarísimo. Los niños ya crecen sabiendo que ser mujer es un signo de autoridad. Pero es verdad que nosotras arrastramos todas las sinergias de años y años. El machismo es algo que te han inculcado de tal manera que lo sientes como parte de la naturaleza.
¿Estás trabajando en algún nuevo proyecto documental?
A nivel personal, me tengo que recuperar de todos los frentes. Pero ahora mismo estoy trabajando en un programa para La 2 sobre mujeres que se llama Mujeres en La 2, un proyecto muy chulo de tres mujeres de tres edades diferentes que se juntan y comparten sus experiencias: una chica que está opositando para jueza, una jueza en mitad de su carrera y una jueza veterana del Tribunal Supremo. Y trata de cómo cada una vive las cosas de una manera, de cómo cada una ha superado obstáculos diferentes.
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