Con un foco especial en la luz, la naturaleza y los sujetos, la fotografía de Christian Colomer no es solo su profesión sino un reflejo de su propia vida. No le gustan los ambientes recargados ni las composiciones artificiosas, y aunque dice que no suele intimar mucho en los sets, prefiere un ambiente cercano y cómodo donde las ideas fluyan sin presiones, en confianza. ¿El resultado? Una mirada que va más allá de la superficie para adentrarse en un plano emocional simple y sincero. Y es que este artista mitad noruego mitad ‘figuerenc’ sabe captar esos pequeños momentos perfectos que nos muestran la verdadera belleza, una belleza al desnudo.
Para los que no te conozcan, ¿quién es Christian Colomer?
Tengo veintisiete años. Trabajo como fotógrafo compaginando encargos con proyectos personales. Vivo en Barcelona y soy mitad noruego mitad ‘figuerenc’ (de la ciudad de Figueres).
¿Recuerdas tu primer contacto con la fotografía? ¿Cómo dirías que paso de ser algo que te interesaba a algo en lo que te querías implicar, a convertirse en tu herramienta de expresión y de trabajo?
Supongo que como empiezan todos los fotógrafos: un buen día llegó a mis manos una cámara. Mi madre me regaló su Minolta x-300 y empecé un hobby que ahora es mi profesión.
Luces cálidas, retratos intrigantes y elementos naturales. ¿Cómo dirías que has llegado a desarrollar tu propio estilo o identidad?
Mi estilo lo saco de las cosas que tengo más a mano. Supongo que es simplemente el reflejo de mi vida. Cuando te fuerzas a hacer algo que no te pertenece al final no dice nada y cae por su propio peso. Creo que encuentras tu identidad cuando revisas fotos de tiempo atrás y no te arrepientes.
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La mayoría de tus trabajos tienen un claro enfoque en la moda: editoriales, campañas, etc. ¿Qué te llevó a decantarte por esta rama? ¿Era algo con lo que siempre habías soñado o simplemente surgió?
Siempre me ha encantado la moda, sacada de cualquier lugar. Me parece un arte que tiene el poder de transformar otros artes: construye personajes, te sitúa en el tiempo o te refuerza un concepto. Cuando miro mi trabajo personal veo que está relacionado con la moda inconscientemente.
La fotografía viene a ser una compañera que está contigo en el día a día. ¿De dónde nace la inspiración? ¿Cuáles dirías que son tus principales referentes?
Pues nace de mi entorno sobre todo. Todo lo que hago lo hago con personas cercanas –mis amigos y mi novio, principalmente. Nos influenciamos mucho entre nosotros y el resultado final es un consenso entre todos cuando trabajamos juntos. Ellos son una buena fuente de inspiración. Por otro lado, tengo muchos fotógrafos que me gustan. De cada uno me quedo con algo. De Jaime Hawkesworth, William Eggleston y Colin Dodgson, sus colores; de Samuel Bradley y Juergen Teller, su manera de componer con el angular; de Harley Weir y Wolfgang Tillmans, sus temáticas y cómo construyen una imagen tras otra; de Lena C Emery y Zoe Ghertner, su limpieza incorruptible; y de Cindy Sherman, Larry Sultan y Tobjørn Rødland, su fantasía.
Muchas de tus fotografías están tomadas en estudio. ¿Qué ventajas e inconvenientes tiene para ti esta forma de trabajar?  ¿Dirías que a veces es limitante o que más bien te ayuda a expandir tu creatividad?
No había reparado en eso. Sí que es verdad que la mayoría de mis últimos trabajos están disparados en estudio. Creo que posiblemente sea porque en esta época estoy muy centrado en el retrato. Tiene un aspecto práctico a nivel de gestión y es un territorio neutro que se transforma en una buena vía para construir un ambiente relajado y muy cercano con los modelos. El inconveniente, el precio.
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Ligando un poco con la pregunta anterior, ¿en qué contextos o situaciones prefieres fotografiar? ¿Cuál es tu ambiente de trabajo ideal?
Siempre me decanto por lo simple. No me gustan demasiado los sets recargados, aunque sí los espacios reales y vívidos. Con eso soy permisivo. La luz natural es con lo que más cómodo me siento. Es complicado plagiarla y siempre te quedas corto imitándola con luz artificial. Me gusta complementarla y a veces, por necesidad, te toca únicamente utilizar focos. Pero mi lucha constante es encontrar ‘el lugar’ con luz natural.
¿Cómo se desarrolla tu proceso creativo? ¿Sueles tener una serie de puntos a tachar, una serie de pasos a seguir? ¿O quizá prefieras llevar cada proyecto por un camino distinto?
Cada proyecto es distinto. Hay parámetros y factores que por propia necesidad se repiten con un orden cronológico, pero la manera en que empieza cada proyecto es distinta.
La figura del sujeto tiene un foco especial en tu fotografía. Sabes captar esas miradas, gestos y posturas que te hacen querer saber más de esas personas. ¿Quiénes son? ¿En qué estarán pensando? ¿De dónde surge esta predilección?
Es muy raro, no sé cómo explicarlo, nunca son gestos con una intención final. Las fotos que más me gustan son aquellas en las que después de dirigir al modelo hay un momento en que este hace algo simplemente perfecto.
Creo que todo es muy natural, no soy un fotógrafo que intime mucho en el set. Pero sí, siento que se genera un momento de confianza emocional en el que puedo retratarlos como personas más que como modelos.
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¿Hay algún perfil que te intrigue más o al que tiendas más a retratar? ¿Qué tiene que tener una persona para ser captada por tu objetivo?
No sé muy bien por qué me rijo. Hay chicos y chicas que sé que pueden funcionar conmigo y otros que no. Veo la posibilidad de hacer algo bonito con ellos y que transmitan delante de la cámara.
Uno de tus últimos trabajos ha sido la última colección de Gimaguas en un ambiente rural, casi folklórico, donde las modelos posan abrazadas a un caballo o apoyadas en una cerca. ¿Podrías hablarnos un poco más de ello? ¿Qué premisas hay detrás de este proyecto? ¿Cómo fue la experiencia?
La historia giraba en torno a algo natural y relajado. Encontraron una granja en el Empordà. El propietario/granjero nos invitó a desayunar vino y embutido e incluso nos daba ideas rocambolescas para el arte de la sesión. Trabajamos con animales, que es muy divertido. Fue una jornada muy relajada. Creo que las fotografías y el video que hicimos respiran un poco eso.
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Hay diseñadores y firmas con los que vemos una conexión constante, como con About Arianne, por ejemplo. ¿Cómo surge esta colaboración? ¿Podrías hablarnos un poco de la dinámica de estas sesiones? 
Las maneras, los sets y los modelos son siempre distintos pero intento fotografiar siempre dentro de un marco sencillo. En la pomposidad no me siento cómodo. En cuanto a lo de About Arianne es otra historia. Las ideas de nuestras sesiones surgen en cenas. Tanto Ari como Ernest tienen plena confianza en mí y con el paso del tiempo cada vez me implico más emocionalmente. Sus logros son los míos.
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¿Hay alguna firma, artista o persona con la que siempre hayas soñado colaborar?
Siempre he pensado que me hubiera encantado asistir a alguien. Sería un sueño aprender de cualquiera de los fotógrafos que he mencionado antes.
Entre tus proyectos personales me llaman especialmente la atención los cuadernos de viaje que podemos ver en tu perfil de Instagram, donde un esparadrapo aguanta la imagen al mismo tiempo que nos da pistas acerca de lo que es. Es como el álbum de toda la vida pero sin las típicas fotografías en las que nos encontramos posando delante de monumentos, museos y jardines botánicos. ¿Qué buscas captar en estos viajes?  ¿Y qué hizo que te decantaras por este formato más manual en este proyecto?
Por lo general, en mis encargos de moda suelo dedicar un tiempo después de la sesión a trabajar la imagen. En cierta manera, en los viajes intento aplicar la misma dinámica. Encontré en este formato una manera de revalorizar las fotografías que había hecho en mis viajes. Así les dedico un tiempo y le doy la oportunidad a que sea algo más personal que entrar en tu cuenta de Instagram para repasar el viaje.
Para terminar, ¿cómo te ves en un futuro próximo? ¿Algún proyecto en mente?
Hace dos años trabajaba en un bar, la vida da muchos giros. No pienso nada en concreto, solo que todo siga su rumbo. Yo feliz. En cuanto a los proyectos, como siempre, es secreto.
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