Negro. Este es el color alrededor del cual Miguel Becer ha creado un universo para la temporada Primavera/Verano 2018 de ManéMané. El diseñador presenta una colección que “fundamenta su discurso en el camino hacia la superación de una pérdida” pero que “acaba por liberarnos del dolor y hacernos quedar con lo bello de los recuerdos”. Fotografiada en París por César Segarra, no te pierdas lo nuevo de la firma.
Aunque el negro sea el punto de partida de este viaje, también destacan tonos agrisados de azul, verde, y ceniza que contrastan con looks de color rosa o rojo. Pero el juego de oposiciones no acaba aquí: también se combinan las prendas oversize con otras más estrechas, que en conjunto crean una silueta triangular invertida de posibilidades infinitas. “Nuestro día a día está lleno de esta sensación de contradicciones y yuxtaposición, pero se puede convivir con ello sin problema”, afirma el director creativo.

ManéMané siempre ha apostado por una mujer independiente que decide por sí misma y que se viste para ella, para quien la moda es algo divertido, hace del vestirse un juego, un momento de placer. Esta colección no podía ser menos, con un aire tradicional pero juvenil y contemporáneo que vuelve a vestir a esa mujer entendida, esa mujer “con un ojo entrenado en cuanto a moda se refiere”.

Una amplia variedad de accesorios como sombreros de rafia al estilo folk o gafas de sol en negro con acabados dorados completan esta colección. Pero, ¿cómo hablar de una colección de ManéMané, sin hacer referencia a sus zapatos? Estos son un elemento clave en el imaginario de Miguel Becer y siempre presentes en todas sus colecciones. En este caso aparecen como una versión del tradicional calzado colegial acordonado en los que se ponen en contraste tradición y modernidad con un talón destalonado y una suela robusta y dentada.

En cuanto a la parte visual del proyecto, el fotógrafo César Segarra ha sido el encargado de retratar la colección y París, la ciudad escogida para el shooting, lugar ideal para construir el relato de la misma: “Hacer convivir dos planetas diferentes en una misma órbita”. Así, las imágenes conjugan a la perfección con las prendas y plasman dos mundos diferenciados dentro del ritmo de una misma ciudad. El Centro Pompidou o una típica cafetería parisina trasladan esa esencia, ese contraste entre lo frío del cemento y la calidez de un concurrido café. Un discurso entre el pasado y el futuro, diferentes universos en uno solo.
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