Teresa apura un cigarrillo en el pequeño despacho que ocupa la parte trasera de la tienda Europa Europa, mientras nos cuenta una historia muy cinematográfica sobre el vestido de hilo y algodón que cuelga de una pequeña percha de madera. “Es una pieza única de 1940, anterior a la revolución cubana, de la época de mayor influencia de EE.UU, adquirido en un conocido almacén –El Encanto de la Habana–, donde se vestían célebres actrices como Ava Gardner.” Teresa lo extiende en el sofá para que podamos apreciar bien los pliegues de la falda, su elaborada confección artesanal y la cintura estrechísima de aquellas mujeres de los años 40, a la vez que matiza, “esto no es vintage, nuestras piezas son antigüedades.”
Experta en tejidos antiguos, patrones y técnicas de costura, Teresa reconoce que muchas veces utilizamos la etiqueta vintage para generalizar sobre prendas de décadas pasadas, cuando no es una definición precisa. Solo hay que ver la colgadura de Fortuny que decora una de las paredes de la tienda y que El Museo del Traje –que cuenta con numerosas piezas de su colección privada– insistió en comprar. “Tal vez por los recortes, finalmente no se la llevaron, pero sí adquirieron gran parte de nuestra colección, sobre todo los vestidos de Worth –padre de la alta costura– y de Balenciaga.”
Europa Europa (Don Ramón de la Cruz 48), además de piezas y accesorios muy asequibles que podemos combinar fácilmente, tiene una cualidad algo museística, porque en sus vitrinas y expositores podemos realizar un recorrido histórico a través de las piezas clave que marcaron la evolución de la silueta femenina y el modo en que diversas culturas influyeron en la moda occidental. Antes de fundar la tienda –que se llamó así al coincidir en el tiempo con la entrada de España en la Comunidad Europea–, Teresa ya contaba con una brillante formación y experiencia en el diseño de tejidos que realizaba para Barcelona, Francia e Inglaterra. Uniendo su pasión y dominio del sector a la colección particular que durante años había atesorado, decidió abrir este espacio, no solo para una clientela profesional y especializada –muchos modistos encuentran aquí tejidos exclusivos y aplicaciones para sus creaciones, recuperando originales motivos bordados en faldones de cristianar, cortinas, mantelería o colchas de ajuares rescatados–; sino también para un público con especial sensibilidad hacia los referentes del prêt-à-porter y la alta costura como Balenciaga, Elio Berhanyer o Pedro Rodríguez.
Un conocimiento enciclopédico y 40 años de experiencia le permiten identificar la calidad y origen de un tejido a primer golpe de vista. “No ha habido cultura del tejido en España, el siglo XVII es lo más difícil de encontrar. El género reticella, por ejemplo, que es maravilloso, es de Italia. Los encajes venecianos de los siglos XVII y XVIII, que son confeccionados a la aguja, o los encajes de Milán –con un fondo de tul– también son muy valorados. En ellos se aprecia el delicado trabajo artesanal que puede distinguirse de la confección a máquina surgida a partir del siglo XVIII con la Era Industrial. También había mucha tradición en Países Bajos, Centro Europa y Bruselas, con el cotizado Duquesa de Bruselas, confeccionado al tiempo y excepcional tanto en fondo como ornamentación. Encajes de chantilly y punto de París, las clases son infinitas. También en Almagro se hacía mucho bolillo; la blonda catalana…”
Mientras Teresa va comentando la variedad de encajes que protege cuidadosamente en papel de seda, nos detenemos ante unos coptos de la comunidad cristiana de Egipto y Etiopía. “Son tejidos de los siglos V y VII, de lana y lino, a tres colores, con dibujos de finísima ejecución que representan figuras humanas en distintas posturas y en los que el redondel que los enmarcan está hecho por la torsión de los hilos. Por otro lado, la religión es parte de la cultura y en Europa la iglesia ha sido muy rica, siempre hay cosas,” nos confiesa ante una majestuosa casulla y capa pluvial. En contraste a la solemnidad y opacidad de los hábitos –y para retomar la locuacidad de la charla– nos sorprende con un tocado de plumas muy historiado, de color verde pistacho, que había sido utilizado en el Teatro Real para la representación de Carmen; así como un brillante casquete de paillettes dorado de una de las coristas de Josephine Baker. “El teatro, las series de televisión o el cine es una salida habitual para nuestras piezas, como nos ocurrió con la película de Los Miserables. También suelen venir a buscar inspiración, referencias o ideas. Se vende mucho para confección.”
Después de esta apasionante clase magistral, a punto de finalizar la entrevista, nos acercamos a uno de los burros que aún no habíamos curioseado, donde se exhibe una serie de pololos de algodón. Teresa, muy divertida, nos cuenta una curiosa anécdota, “un conocidísimo modista francés vino hace tiempo y preguntó que qué era esto. Antes de responderle que se trataba de una prenda interior, cogió uno de ellos y se lo puso así (Teresa se pone el pololo a modo de camisa). Son estas cosas de los grandes creativos, que ven cosas que los demás no podemos ver.” Y me hace gracia esta historia, porque es precisamente la esencia de Europa Europa: un espacio para imaginar y hallar lo que no existe en ningún otro lugar.
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