La industria de la moda se presta para comunicar un mensaje masivamente, lo que no quiere decir necesariamente que siempre se haga de manera efectiva. Existen varios factores que deben estar presentes para que el mensaje de un diseñador llegue exitosamente a la audiencia y, lo que es más importante, que se entienda. Una propuesta bien pensada, los recursos creativos suficientes para saber pasar de la teoría a la práctica y un compromiso con lo que se quiere contar al punto de llegar a ser evidente sin tener que mencionarlo. Velásquez, con su primera colección en 080 Barcelona Fashion, es un gran ejemplo de cómo ejecutar una idea bien pensada.
Tomar como punto de inspiración el pasado, la infancia, las raíces y el origen es bastante frecuente dentro de las labores creativas; finalmente, son los primeros años y el contexto en el que los vivamos los que configuran el ser humano que llegaremos a ser. Para Mateo Velásquez, este contexto se sitúa en Colombia, su país de origen, donde, así como resaltan la belleza y la riqueza cultural, también lo hacen las difíciles situaciones sociales que suceden en regiones donde, como casi en todo el mundo, el dinero y la avaricia reinan sobre los valores y la justicia.
En Marmato nace esta historia. Un pueblo que gira en torno a la minería, no solo como fuente de ingresos sino como elemento cultural y característico, en donde su clase trabajadora lucha constantemente contra el colonialismo moderno y el sistema imperialista en el que el oro y los minerales se convierten en un factor generador de conflicto. Barequero es un homenaje a todos estos trabajadores que viven en una eterna dicotomía en la que dentro del polvo, la tierra y la oscuridad destellan ciertos reflejos de metales preciosos, cuya luz es símbolo de algo superior, casi divino.
Es así como esta colección está marcada por esa dualidad de realidades, simbolizadas a través tanto de materiales como de paleta cromática. Con una gran presencia del denim, el tejido obrero por excelencia, se da a entender de quién están hablando los looks, y las formas de usarlo dan el resto de información necesaria para entender el concepto. Ya sea en piezas deconstruidas, reinterpretadas o incluso las más tradicionales, la presencia del dorado y la plata, en forma de acabado, joyería, costura o incluso en el cuerpo de las mismas modelos, son el común denominador.
Elementos como los maxiguantes de piel, la camisa a cuadros fusionada con una bomber y los pañuelos que cubren la cara de algunos modelos recuerdan directamente al tipo de atuendos usados por los mineros en su actividad diaria, mientras que otros looks más conceptuales como el vestido hecho completamente de cadenas doradas refieren al objeto en conflicto. Piezas clave y representativas de la cultura colombiana han sido incorporadas de manera sutil y bien pensada, borrando la línea entre lo más autóctono y lo moderno, incorporando sombreros vueltiaos con alas mucho más anchas que las habituales, ponchos construidos con piezas de jean en una especie de trabajo de collage o patchwork y los brazaletes o joyas doradas, piezas de gran valor simbólico en la región.
Resulta interesante ver problemáticas tan complejas tratadas en un contexto como este, una semana de la moda. Hace reflexionar sobre qué tanto el público asistente aprecia o comprende el trasfondo social de este tipo de propuestas. Por mi parte, como colombiana, el mensaje ha llegado alto y claro. El carrusel final de looks circulando al ritmo de una energética reinterpretación en clave techno del tradicional Mapalé representa lo que es esta colección: una fusión de la modernidad con la tradición, de un contexto social traducido a prenda y de un creador que desea que su mensaje perdure más allá de los quince minutos de pasarela.
