Estela de Castro es una de las retratistas más reconocidas de nuestro país. Tanto es así que, además de ser una importante ponente y profesora, fue elegida en 2019 para realizar los retratos oficiales de los Reyes de España. Aún con esto, como ella nos cuenta, el proyecto profesional y vital que realmente la marcó gira en torno a poner voz a aquellos que olvidamos y no pueden defenderse: los animales.
Este camino comienza en 2017 con Zoocosis, su primer trabajo fotográfico hablando sobre el maltrato animal, continúa con Retratos de familia y llega hasta hoy con The Animals, una colección de retratos de animales rescatados de situaciones de maltrato o explotación, cuyo libro además acaba de ganar el premio a Mejor Libro de Arte del año por el Ministerio de Cultura. En esta colección, que se expone hasta el 24 de febrero en la tienda Wonder Photo Shop de Barcelona, el espectador choca de frente con las miradas firmes y heridas pero tiernas de un amplio rango de especies animales, desde perros hasta gatos pasando por cerdos, leones, monos, zorros y más. 
¿Realmente son tan diferentes a nosotros? ¿Cómo justificamos el dolor que la actividad humana les inflige demasiado a menudo? ¿Se puede seguir permitiendo bajo la guisa de que son, a ojos de muchos, inferiores? Estela de Castro y nosotros estamos convencidos de que no. En esta entrevista, hablamos con la fotógrafa sobre su carrera y sobre cómo, pese a ser solamente “una pequeña parte de la historia de la Tierra”, hemos construido una sociedad basada en el antropocentrismo absoluto.
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Hola, Estela, un placer hablar contigo. Tu trabajo se centra en los retratos de animales mayormente. ¿Recuerdas cuáles fueron los primeros con los que conviviste?
Llevo treinta años haciendo retratos y en 2017 empecé con el tema de los animales. Y, ahora, aunque también sigo haciendo retratos de personas, mi mayor lucha es por los derechos de los animales. En cuanto al primer animal con el que conviví, fue un perro, cuando era pequeña, pero nos lo robaron. Lo recuerdo porque tengo imágenes de él gracias a mi padre. También teníamos un pajarito que un día se fue volando y ya no volvió. Los tengo en una foto a cada uno, y los recuerdo por eso.
Por curiosidad, ¿vives con algún animal actualmente? Imagino que el verbo ‘tener’ no te gusta. Eso de ‘los dueños de’ es muy feo y especista. En todo caso, somos sus humanos, pero nunca sus amos, como hablaremos un poco más adelante.
Para mí los animales son mi familia, son como mis hijos. Yo no me considero su ama sino su madre. Vivía con siete animales: cuatro gatos y dos galgas (que provienen del abandono y el maltrato), pero uno de los gatos murió hace diez días de cáncer.
Siento mucho oír eso… Actualmente expones The Animals en Barcelona, donde hay más de cien retratos de animales rescatados de situaciones de abandono o incluso tráfico ilegal. Me gustaría saber más sobre cómo los protagonistas de tus fotos llegan a ti, desde cómo los seleccionas hasta la colaboración con las distintas asociaciones que los protegen y cuidan.
En la expo de la Wonder Photo Shop hay 122 retratos de animales que han sido víctimas de distintos tipos de explotación; no solo del abandono o del tráfico ilegal, también de la experimentación, de la caza, del circo, del zoo, de criaderos ilegales, etc. Por ejemplo, hay un beagle rescatado en Barcelona junto a otros treinta y dos de un laboratorio de experimentación, un chimpancé que vivió encerrado durante trece años en una jaula, tapado con plásticos y alimentado con bollería industrial y refrescos, que se llama Guille y fue rescatado por Rainfer, un centro de recuperación de primates que hay en Madrid.
Mi forma de colaborar con las diferentes asociaciones ha sido difundir el trabajo que hacen, contar qué tipo de animales rescatan y de qué tipo de maltrato vienen, y vender copias de esos retratos para donarles la mitad del dinero. Pero, principalmente, mi intención era difundir estas historias, contar cosas que la gente desconoce o ni siquiera se plantea.
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Las imágenes tienen un gran poder. Es curioso cómo haciéndoles mirar a cámara, un comportamiento muy humano, podemos llegar a acercarnos a estos animales a través de las similitudes que encontramos con nosotros mismos. Seguro que todas las personas que respetamos y queremos a los animales las encontramos muy contundentes. ¿Crees en el poder sanador y transformador del arte? ¿Hay una intención de hacer que la gente reflexione e incluso actúe?
Para mí, la fotografía es una herramienta de cambio y de denuncia, además de un oficio. Creo que el mundo del arte, aunque yo no me considero una artista, debería estar muy enfocado a transformar el  mundo en un espacio mejor, debería reivindicar algo y removernos. Por eso creo que la fotografía tiene un poder sanador y las imágenes de los animales mirando a cámara ayudan a que se los respete como a cualquier especie que comparte con nosotros este planeta, porque los humanos no somos una especie superior.
¿Te consideras una artista activista?
Como te he dicho antes, nunca me he considerado una artista. Me considero fotógrafa y activista por los derechos humanos y por los derechos de los animales.
Háblanos del proceso de los retratos. ¿Te costó mucho que estuviesen quietos y mirasen a cámara? ¿Hay algún animal que no fuiste capaz de fotografiar, por ejemplo?
Depende del animal, pero, en general, es mucho más fácil de lo que la gente cree. He fotografiado desde una rata a un león, aunque no pude sacar una foto a un hámster porque no paraba de moverse. El truco está, por ejemplo, en darles comida para llamar su atención y en tardar poco en tomar la foto para molestarles lo menos posible.
“No nos podemos creer que los humanos estamos por encima del resto de las especies; somos una pequeña parte de la historia de la Tierra y cualquier día desapareceremos.”
Este no es el primer trabajo que has hecho tratando el abuso hacia los animales. Haces una bonita labor dignificándolos en Retratos de familia y especificas que “es imprescindible para mí que todos los animales que aparecen en esta serie estén considerados como uno más de la familia, que no sean mascotas”. Me imagino que su compañía se disfruta aún más cuando los reconoces como seres que sienten como tú. ¿Siempre has tenido esta visión de los animales de compañía como un igual? ¿Qué se puede aprender de este ejercicio?
No, claro, no siempre fue así. Cuando era pequeña no se hablaba de los animales como seres sintientes con sus propias necesidades. Yo crecí en esa idea de que el ser humano estaba por encima del resto de los animales aunque siempre he tenido perro en casa y lo hemos querido y cuidado como si fuera uno más de la familia, pero dormía en el suelo, y ahora mis perros duermen en el sofá o conmigo en la cama. Afortunadamente, todo eso ha ido cambiando y ahora los siento como iguales, como lo más importante en mi vida.
No nos podemos creer que los humanos estamos por encima del resto de las especies; somos una pequeña parte de la historia de la Tierra y cualquier día desapareceremos, igual que desaparecieron los dinosaurios. Hay que hacer ese ejercicio de entender que solo somos parte de un planeta y que hay miles y miles de especies que deberíamos respetar.
El arte, la ideología y la política siempre han ido de la mano, aunque no todos los artistas quieran reconocerlo. ¿Cómo ves esas interconexiones en general y, más concretamente, en tu trabajo?
Ahora, la ideología siempre va unida a mi trabajo, es un pack indivisible, pero no siempre fue así. Yo empecé a ser activista cuando decidí que iba a ser fotógrafa, con trece años, pero no fui consciente de que podía juntar la fotografía con el activismo hasta que inicié mi proyecto de Zoocosis en 2017. Se trata de mi primer trabajo hablando sobre el maltrato y trabajé en él durante tres años. Lleva ese nombre porque así es como se denomina al síndrome que desarrollan los animales salvajes al estar encerrados y las conductas estereotipadas que adquieren por moverse durante horas haciendo el mismo recorrido.
Dentro de las diferentes especies de animales hacemos distinciones, porque no vemos de forma igual a los perros y los gatos que a los cerdos y las gallinas o a los leones y gorilas. Unos son compañía, otros son comida y otros, entretenimiento. Tu exposición recoge fotos de todo tipo de especies que los humanos hemos clasificado en estas distintas categorías. ¿A qué crees que se debe esta desconexión y qué pasos podría dar la humanidad para convertirse en una especie más respetuosa y compasiva con las demás, no solo con las domésticas? ¿Qué se podría hacer para educar una mirada más compasiva y empática, menos antropocentrista?
Es que yo creo que el ser humano no es respetuoso ni siquiera con las especies domésticas. Hay muchísima gente que maltrata a los perros y gatos con los que convive. En nuestro país hay un grave problema de abandono de estos animales considerados domésticos, trescientos mil al año, y las protectoras están saturadas. No sé qué podríamos hacer para cambiar; yo he perdido mucho la fe en el ser humano.
Desgraciadamente, creo que la humanidad al completo no va a cambiar. Nos creemos el centro del universo y es muy difícil cambiar eso. Quizás el cambio se produzca con tiempo, poco a poco, con varias personas que vayamos abriendo los ojos a otras, y estas a otras más; que cada uno vaya iniciando el camino con su entorno.
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¿De qué forma surgió esta colaboración con Fujifilm?
Este trabajo está hecho íntegramente con una cámara Fuji GFX, que es una cámara de la que estoy enamorada desde que me la prestaron para un trabajo que tuve que hacer. Pero mi relación con Fuji empieza con PHES Fotografía Española Solidaria, un proyecto que hice para ayudar a refugiados en diferentes países en el que me proporcionaron cámaras desechables, película Instax y produjeron una exposición.
Yo di cámaras desechables a más de cien personas de diecisiete nacionalidades distintas que habían huido de la guerra en sus países. Fujifilm es una marca solidaria, y desde el principio me han apoyado en todo lo que les he ido pidiendo. Es una maravilla trabajar con ellos.
Tenéis juntos el podcast Haluro de pixel, en el que traéis a personalidades de la fotografía muy interesantes. He visto que hace poco has entrevistado a Isabel Azkarate, una fotoperiodista vasca justo con la que hablé hace unos días. ¿Estás disfrutando este medio?
La verdad es que sí, estoy disfrutando mucho de estas entrevistas, que son como charlas entre amigos y en las que, al prepararlas, estoy conociendo un poco más a los entrevistados. Fuji me dio la libertad de elegir a los fotógrafos a los que quería entrevistar y opté por cinco hombres y cinco mujeres de diferentes generaciones y que se dedican a diferentes temas dentro del mundo de la fotografía, ya sea moda, fotoperiodismo, paisaje, etc.
Son todos amigos a los que he retratado para mi proyecto Fotógrafox, en el que llevo casi catorce años trabajando, y donde retrato a los grandes maestros de la fotografía española. Isabel Azkarate, concretamente, es una de las últimas fotógrafas que he retratado; de hecho, aún no he revelado su carrete.
Tu obra no se centra solo en los derechos de los animales, los humanos son también muy importantes para ti. Como comentabas antes, eres la fundadora y coordinadora de PHES Fotografía Española Solidaria desde 2017, que nace para recaudar fondos para “ayudar a cientos de personas que han huido de la guerra, del hambre o de la violencia”. ¿Podrías contarnos más sobre el proyecto y qué estáis haciendo ahora?
PHES es un proyecto solidario que nació porque vi en un informativo las imágenes de un bombardeo en el último hospital infantil sirio que quedaba en Alepo; vi la imagen de cinco bebés en el suelo porque sus incubadoras habían sido destruidas y eso me hizo reaccionar. Aquel dolor me hizo empezar a caminar y empezar este proyecto con un grupo de voluntarios que se me fueron sumando. Durante tres años trabajamos de manera incansable para recaudar dinero a través de la fotografía. Se hicieron dos ediciones, donde193 fotógrafos donaron obra y prácticamente se vendió todo y se recaudaron 145.000 euros.
Además hicimos esa parte de la que te he hablado antes, de viajar a diferentes países repartiendo cámaras desechables de Fuji, de las que luego salieron una exposición y un libro, que se llamaba al principio 33.293, que era la cifra contabilizada en ese momento de personas que habían muerto intentando llegar a Europa. Ahora mismo esa exposición está en la Galería Spectrum de Zaragoza y la cifra ha aumentado a 52.760. Cada vez que se hace esta expo, y ya van seis, se cambia el título a la cifra actualizada de muertos que, desgraciadamente, no ha dejado de aumentar.
El proyecto sigue recaudando dinero pero ya se encuentra un poco en stand by. El último dinero recaudado se ha enviado a Yemen, a una ONG que se llama Solidarios Sin Fronteras; a Sulala Animal Rescue, que es una protectora que está en la franja de Gaza; y también a un santuario de animales que está en Alepo (Siria), al que llevamos ayudando desde el principio.
Para acabar, ¿qué esperas de este año?
Pues espero sobrevivir porque tengo mucho trabajo, y que todos mis proyectos salgan adelante y generen algún pequeño cambio en la sociedad. Espero que el ser humano reflexione un poquito sobre lo que le estamos haciendo al planeta, porque nos estamos cargando nuestro hogar, y que reflexione también sobre cómo tratamos al resto de especies y a otros humanos.
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