Si entras en el universo de Oriol Aribau te perderás en el límite entre lo tangible y lo intangible. Especializado en pintura en la universidad, rápidamente se sintió más atraído por la escultura y la poética ambiental, que trata e investiga a través de conceptos como espacio, entorno, vacío para dar forma a la arquitectura invisible. Con su obra expuesta en el Museo del Diseño de Barcelona tras su nominación a los premios ArtsFAD, descubrimos en profundidad su trabajo.
Antes de empezar, y para aquellos que no te conozcan, ¿podrías decirnos quién eres y a qué te dedicas?
Mi nombre es Oriol Aribau y soy escultor. Para mí, la escultura es el medio que más me ayuda a la hora de pensar y representar, pero como muchos otros artistas –y aun pensando de manera volumétrica– no me encierro en una sola disciplina a la hora de trabajar. Mayoritariamente son las nociones y las ideas mismas de las obras las que plantean el cómo. Me fascina la seducción del lugar, del sitio, del espacio y su conducta en relación a los que lo habitamos. Por eso mis inquietudes e intereses están en los diálogos entre arte, arquitectura, urbanismo y entorno.
Aunque te definas como escultor, también eres investigador, pintor e ilustrador. ¿Cuándo y cómo te iniciaste en el mundo del arte? ¿Con qué disciplina empezaste primero? ¿Qué relación has tenido con este mundo a lo largo de tu vida?
¡No sabía que era todo eso! Personalmente opino que no tenemos que entrar, determinar y limitar lo que somos a partir de nombres; te compro las dos primeras definiciones –creo que sí se podría decir que soy escultor e investigador–, pero las otras dos creo que mejor dejarlas aparte.
Sinceramente ni quería ser artista de pequeño, ni pintaba desde los tres, ni tengo familiares en el mundo del arte. En mi caso todo empezó cuando quise aprender. Me atrajo el descubrir cómo se hacían las cosas antes de querer hacerlas, y al final, por sosiego mío, las dos se encontraron. Supongo que el ‘hacer por hacer’ me irritaba y me desesperaba más que el no saber hacer.
Podríamos decir que me inicié en el colegio. Coincidió con la nueva entrada del arte como opción educativa –fue el primer año en que decidieron apostar por este campo–, cosa que agradezco. Después estudié Bellas Artes en la Universidad de Barcelona y con menos pelo hice un máster en creación artística. Creo que fue entonces cuando empecé; decidí dejar el doctorado para poder dedicarme a un post-diploma internacional en Francia.
Curiosamente terminé la carrera en la especialización de pintura y, de hecho, no solo en pintura, sino en el grupo de pintura más académica –por aquel entonces se dividían por estilos, no sé cómo funcionarán hoy en día. En fin, que me encontraba rodeado de pinturas al óleo y veladuras; y yo con una sierra, un martillo y un saco de pigmento en polvo sin aglutinante en la mano. Supongo que por eso terminé en un rincón apartado del taller. También tengo que decir que aun así me aceptaron en su manada y tuve la suerte de coincidir con grandes artistas.
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Tras graduarte viviste un tiempo en Limoges, lugar mundialmente conocido por su trabajo con la porcelana. ¿Qué aprendiste allí, y cómo afectó ese periodo en tu línea de trabajo?
Cierto. Como he comentado antes, poco después de terminar el máster me seleccionaron para un post-diploma internacional en Limoges, Francia. Hice dos workshops durante ese período, ya que después de Limoges me fui a China, concretamente a Jingdezhen. Los dos talleres fueron enfocados al tratamiento de la porcelana en el arte. Tuve el placer de trabajar con maestros y artesanos que me enseñaron a entender, controlar y producir piezas con este material.
Los dos proyectos que realicé estaban relacionados con la aplicación de la porcelana a la escultura contemporánea, con la historia del lugar y al mismo tiempo con mi statement, es decir, que también me inspiré en el urbanismo de ambas ciudades. Esto me dio la oportunidad de trabajar sobre otros espacios visuales, otras interpretaciones y comprensiones del espacio urbano, desde la Limoges con herencias del 1768 hasta la China de la sobreproducción y la construcción masivas y compulsivas del siglo XXI.
¿En qué te sueles inspirar? ¿Tienes un proceso previo de investigación, o dejas que la obra fluya para encontrarle luego un sentido?
Me atraen la psicología ambiental y arquitectónica, la interacción subjetiva de nuestro comportamiento y las sensaciones con relación al lugar, sobre todo la relación entre espacio e individuo. En mi caso siempre hay un trabajo previo tanto de investigación como de observación. Es sabido que el individuo tiene una conducta con su entorno que hace patente la relación entre contenido y contenedor. De ahí que mi objetivo sea el de plantear los contenedores para llegar al contenido –en mi caso, la percepción– cuando normalmente es al revés. La arquitectura parte de la función y del individuo para ser creada; no hay contenedor si no hay contenido. Es a partir de aquí que empieza mi observación.
Mis obras representan esta percepción creada a partir de los diferentes elementos que construyen los espacios. Se trata de un proceso de sensibilidad personal: un tratamiento de mis entornos, de los espacios que dejamos, de los que olvidamos, espacios vividos y espacios que han muerto. Hasta cierto punto estos lugares podrían responder a un cuaderno de bitácora propio.
Estamos hablando de un lenguaje de reflexión personal sobre la experimentación entre materiales y entorno, que da paso a nuevas visiones y nuevos paisajes. Un laboratorio de formas que componiéndose y descomponiéndose forman parte de mi fuente de inspiración. Todo ello para captar la belleza de nuestro entorno, de hacer visible la poética ambiental que nos envuelve, de plasmar la atmósfera que por momentos nos abduce hacia un campo de sensaciones, a veces opuestas, y que nos posicionan en terrenos y en situaciones en las que no pensábamos que podríamos estar.
¿Qué materiales y técnicas sueles usar y por qué?
Desde la utilización de moldes a construcciones por encajes, talla, hasta lápiz y papel. Mayormente utilizo materiales usados en la construcción, que no son pocos, para dar forma y enfatizar el paralelismo entre materia e idea.
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¿Podrías hablarnos sobre tu visión en cuanto a la relación y la interacción entre los espacios que denominas ‘llenos’ y ‘vacíos’, y cuáles son estos espacios?
Lao-Tsé expresa que una vasija puede ser muy bella, bien ornamentada, grande o pequeña, pero que su real y verdadera utilidad reside y radica en su vacío. El lleno no existiría sin su vacío. Tal y como ya he planteado quiero dar importancia y énfasis tanto a lo interno como a lo externo. Muchos de estos aspectos ya fueron pensados por las escuelas vascas, alemanas y americanas, pero las extrapolo a mis espacios personales. En definitiva, y utilizando la misma metáfora, desarrollo mis propias vasijas a partir de sus propios vacíos.
En alguna ocasión has afirmado que tu intención es “dar forma a todo aquello intangible”. ¿Podrías explicarnos a qué te refieres con esto?
Pues trabajar en los espacios perceptivos para transformarlos en espacios hápticos. Básicamente es lo que hemos hablado con anterioridad: vacío, intangible, etc.; dar forma a la arquitectura invisible.
¿Cómo analizas la marca que dejan tus obras en el espacio y el entorno? ¿Tienes intención de crear un espacio nuevo, o solamente alterar el anterior? 
Es una suma; mi intención es alterar el anterior para crear uno nuevo. El objetivo es descontextualizar los entornos de los que parto y proyectarlos en diferentes ámbitos, ya pueden ser el del mismo, como en paisajes dispares. Más que una marca analizo la relación dialógica que se produce entre obra, espacio e individuo. Me interesa el sensorama que se crea ante estos tres agentes.
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¿Hacia dónde se dirige Oriol Aribau? ¿Algún proyecto en el que estés trabajando del que nos puedas hablar?
Después de la presentación de mi pieza For Luis –una visión personal sobre el entorno propio e íntimo del arquitecto Luis Barragán, trabajo realizado a través de la investigación a partir del apropiacionismo para poner otras perspectivas de sitio y su comportamiento entre espacio, tiempo y materia– en la exposición de ArtsFAD estoy trabajando en proyectos para varias residencias artísticas de nivel nacional e internacional. Ahora mismo estoy produciendo a partir de dos líneas de trabajo. Un proyecto que se llama Inside y que aborda temas sobre captar las atmósferas que albergan cada uno de los entornos que habitamos y sobre la arquitectura presentada de una manera sobria y contundente, creando así un diálogo entre volumen, peso y espacio. Y el otro proyecto se titula Beginning, y profundiza sobre los estados de la gravedad.
El mejor diseño del año, que incluye obras de Oriol Aribau, puede visitarse hasta el 31 de octubre en el Museu del Disseny de Barcelona, plaça de les Glòries Catalanes 37-38, Barcelona.
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