Nacido en Elche, este ingeniero de telecomunicaciones ha encontrado en la fotografía su mayor forma de desahogo y liberación. Sin necesidad de planificación ni organización, sus imágenes nacen del azar, de observar y de no pensar. Así definimos nosotros a David Mirete, que se mantiene fiel a su captación de paisajes naturales o despoblados, encontrando lo más bonito y la esencia de lo que el ser humano dejó tras su paso. 
Queremos conocerte mejor y meternos en contexto, ¿de dónde eres y como comenzaste en la fotografía?
Nací en Elche (Alicante), aunque estuve viviendo entre Madrid y Barcelona durante unos quince años. En 2015 volví a mi tierra natal y he estado allí hasta principios de 2017, cuando decidí mudarme a Tenerife, que es donde me encuentro actualmente.
Mis inicios en la fotografía fueron precisamente a principios de 2015 cuando, después de todos esos años fuera, volví a vivir a mi ciudad natal (bueno, cerquita, a una zona rural a diez kilómetros de Elche que se llama Matola). En esa época estaba bastante jodido emocionalmente, atravesando una crisis existencial y bastante deprimido. Al volver a los paisajes de mi infancia, descubrí en ellos una belleza que antes nunca había percibido.
Empecé a fotografiarlos y a preguntarme qué encontraba en ellos que me hacían sentir tan conectado emocionalmente. Creo que una necesidad de aceptación de mí mismo a través de ese paisaje y el rastro de sus habitantes han sido, durante esos dos años allí, el principal motor de las imágenes que he compartido. La cámara –al principio el móvil– me sirvió de ayuda para conocerme y entenderme mejor. También Instagram estuvo presente desde el primer momento como parte de esa dinámica personal de expresar y compartir.
¿Qué has estudiado antes de dedicarte plenamente al mundo de la imagen?
Nunca tuve claro qué quería estudiar. Recuerdo haber querido ser un montón de cosas, desde arqueólogo hasta cantante de rap. Fui buen estudiante en el colegio y se me daba bien aprender. En un momento dado tuve que decidir –la alternativa a eso era trabajar en la carnicería familiar (mis padres todavía me siguen insistiendo en ello, y tengo cuarenta años)– y acabé estudiando una ingeniería, teleco. Al terminar, por avatares del destino, acabé haciendo diseño de páginas web. Y eso es lo que he estado haciendo los últimos años. Nunca he ejercido de ingeniero. Aunque, en Madrid, tuve mi propio estudio y de vez en cuando intentaba converger con cosas punteras tecnológicamente: instalaciones interactivas, diseño generativo y ese tipo de cosas. Eso fue justo antes de volver a Alicante.
Buscando información sobre ti solo hemos encontrado tu Instagram, ¿hay alguna razón por la que no tengas una página principal con tus diferentes proyectos?
Sencillamente, hasta el momento, no la he necesitado. Todo lo que quería obtener a través de la fotografía ha estado llegando de un modo muy natural: salir, hacer fotos, preguntarme, responderme, compartir, etc. De ese modo, todo lo que ha ido llegando ha sido un regalo insospechado. No esperaba ni espero nada más, me dejo llevar. Siempre abierto a lo que surja.
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¿Qué estilo de fotografía te define más y quñe tipo de fotógrafo te consideras?
No entiendo casi nada de fotografía. He ido aprendiendo sobre la marcha, aunque mis años diseñando me han ayudado a entender mejor el color y las formas. Tampoco consumo mucha fotografía. De hecho, no me considero fotógrafo. Para mí la fotografía es un medio de expresión, estaba ahí en un momento dado y la usé, sin mayor pretensión ni planificación. Creo que es algo que se está dando mucho, gracias a que todos tenemos una cámara constantemente con nosotros y también a las redes sociales.
Nos hemos percatado que el uso de las líneas, las formas y las estructuras son la esencia de cada una de tus imágenes, ¿por qué?
En las fotografías que yo tomo no hay premeditación. Salgo a la calle y aquello que me llama la atención y que de algún modo puede representar lo que siento, lo fotografío. Nada más. Después sí pienso sobre qué simboliza esa foto para mí, y por qué la he tomado. Al final, de algún modo, todo mi trabajo conforma un mapa sobre un momento y unas emociones concretas. Ese mapa es personal y para mí representa algo particular. Para quienes observan puede significar algo completamente diferente y eso me gusta porque, de algún modo, cierra y abre círculos a partir de esas piezas que yo ofrezco.
Dentro de tus fotografías los colores pastel son los reyes del lugar, ¿algún motivo por el cual usas siempre estos tonos?
La verdad es que no había pensado en ello antes, supongo que esos tonos me tranquilizan y me ayudan a redondear estéticamente la serenidad que busco en la fotografía.
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Todos tus trabajos son de paisajes, nunca de retratos, ¿por qué esta preferencia? ¿Qué debe tener un lugar, paisaje o espacio para convertirse en el sujeto de tu fotografía?
En esos primeros años tomando fotos pasaba mucho tiempo solo, intencionadamente. Siempre busco lugares para que eso pueda seguir siendo así. Por otra parte, me resulta más interesante la sutileza que me ofrece el propio rastro de las personas. Es decir, de algún modo sí que estoy retratando personas porque, aunque no aparezcan, se revela aquello que han hecho o han dejado de hacer: sus casas, sus caminos, sus piedras, sus manchas, los árboles que han plantado, los que han talado, etc. En todo ese rastro hay algo auténtico que a menudo pasa desapercibido: es precisamente esa belleza escondida la que me interesa captar.
Por último, el hecho de ser alguien tímido hace que me resulte difícil ponerme delante de alguien y hacerle una foto. En cierto sentido, las personas me resultan más extrañas e incómodas para fotografiar que sus territorios.
¿Prefieres fotografiar naturaleza o ambientes más urbanos? ¿Por qué? ¿Qué posibilidades ofrece cada uno de estos paisajes?
Me suelo sentir más cómodo en ambientes rurales y con naturaleza, son más tranquilos y horizontales y las historias que consigo en ellos son más directas, más esenciales. En mi fotografía tal vez sea más interesante el silencio que cualquier otra cosa. Ese rasgo me parece fundamental para que un lugar me cautive.
También me interesa mucho la transición entre las ciudades y el campo, en esos lugares suceden muchas cosas interesantes, tienen mucha personalidad y me resultan verdaderos. Para mí las ciudades son más exigentes en muchos sentidos. En general me resulta difícil encontrar protagonistas claros para las fotos, demasiado ruido visual y es por eso que me cuesta mucho conectar con ellas.
¿Sueles viajar para conseguir diferentes imágenes? ¿Tienes algún sitio predilecto al que ir donde sabes que conseguirás un buen resultado
Todos los lugares tienen una belleza que me interesa, pero me apasionan especialmente las zonas rurales y las que están despobladas y abandonadas o en proceso de despoblación, sitios en los que la vida se resiste a cambiar y que tienen rasgos de identidad muy marcados y poco convencionales. Esto les hace enormemente auténticos y atractivos.
Algo que también he descubierto que me sucede cuando viajo es que siempre espero unos días para hacer fotos, al principio únicamente observo y conecto emocionalmente con el lugar. Después, ya cuando mi vista se ha empezado a relajar, empiezan a emerger los detalles y protagonistas que quiero fotografiar. Viajar, en cualquier caso, es un término muy relativo para mí. Todos los días viajo, ya que todos los días descubro algún lugar que no conocía. Puedo viajar cerquita de casa y obtener una experiencia más enriquecedora, fotográfica y emocionalmente, que si viajase a diez mil kilómetros.
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En cuanto a obras y proyectos, ¿haces alguna que otra exposición? ¿Vendes las imágenes que realizas?
He participado en dos o tres exposiciones fuera de España, pero la verdad es que no es algo que me interese especialmente, como tampoco lo es vender. No me cierro a ello, pero, a priori, no son cosas que busque de un modo intencionado.
Expongo todos los días en Instagram y, para mí, es lo mismo: creas, compartes y conectas con gente, eso es todo. No me tomo la fotografía de un modo profesional, para mí es algo más personal, y no me cierro a que vayan sucediendo cosas que me vayan profesionalizando de algún modo, pero siempre intentando ser coherente con mi modo de pensar.
¿Por qué y para qué, en tu caso, usas la fotografía?
Hasta ahora la fotografía ha sido una especia de terapia para mí. Me ha ayudado a conocerme mejor e incluso, a veces, a aceptarme. En mi fotografía no hay ninguna premeditación, al menos consciente. Lo que sí hay son reflexión y análisis posteriores. Ahora tengo la sensación de que esa etapa ya se ha cerrado y la fotografía se está convirtiendo en algún otro bicho (todavía no sé en qué) pero es cierto que me apetece empezar a experimentar con otras disciplinas, incorporando algo de mi perfil de diseñador e ingeniero. Todavía no lo tengo claro, pero irá llegando por sí mismo. De momento, como siempre, me dejo llevar.
Por último, ¿qué esperas haber conseguido en un futuro próximo?
Hay algo muy concreto que fotográficamente tengo pendiente y que me gustaría dejar resuelto pronto si consigo la inversión necesaria. Se trata de un libro que es la síntesis y objetificación de estos dos primeros años haciendo fotografía y está ideado en forma de poemario donde las fotos se entremezclan con algunos textos propios. Es algo así como una necesidad de broche final a una época de mi vida.
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