Con una mirada crítica sobre la revolución tecnológica que se está desarrollando ante nosotros, y sobre todo con una personalidad y obras que desafían las leyes del mercado y del sistema capitalista que cada vez imperan más en nuestras vidas, el artista David Escalona es una de esas voces críticas a las que debemos escuchar. Hay algo en él que nos choca de buenas a primeras: su trabajo gira entorno a temas como el dolor, la enfermedad o la herida, y lo hace de forma tan sensible y rigurosa, que no podemos dejar de pensar cómo lo consigue. Pero el misterio se desvela rápido: además de artista, Escalona se ha formado como médico.
Detesta el término ‘minusvalía’, pero él mismo es, según la sociedad, un ‘discapacitado’, un ‘no apto’. Este hecho le ha convertido en una persona que ha tenido que luchar contra las limitaciones y condicionantes de un sistema excluyente, discriminatorio. Por eso –y por muchas otras razones– seguirá en su misión de ir a contracorriente, aunando instalación, prosa y escultura, y desafiando las convenciones sociales que se pongan ante él. Nos sentamos a charlar sobre su trayectoria, la nueva era del arte con Instagram, y qué planes de futuro tiene.
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En tres adjetivos, ¿cómo te describirías como artista?
Inquieto, inconformista, silencioso.
Además de haber estudiado Bellas Artes, hay algo más chocante: también tienes formación en Medicina. ¿Cómo se puede apreciar esta fusión tan dispar en tus obras?
En mis obras se puede apreciar una gran influencia de mis estudios de medicina, que considero parte de mi trayectoria artística. La enfermedad, el dolor o la discapacidad son temas entorno a los que gira mi trabajo. Pero, ojo, no hago apología del dolor o de la herida, sino que trato de verlos como una parte inherente del ser humano que puede propiciar una transformación. A veces es más interesante ir por otros derroteros a los que no estamos tan acostumbrados y romper con lo preestablecido para configurar un lenguaje más personal. Es importante tener una mirada oblicua, romper con los compartimentos estancados y crear un ámbito de confluencias sin perder de vista los límites (los propios y los ajenos), y el respeto a las diferencias.
La medicina y el arte son campos muy diferentes, pero pueden propiciar un ámbito transdisciplinar interesante. Pienso que una de las funciones del arte es la de comunicar realidades complejas que escapan a la razón. Pero curiosamente, la ciencia –que ha progresado gracias a la técnica (a la razón técnica)– es cada vez más indeterminista y porosa respecto a otros ámbitos. Es decir, aborda fenómenos cada vez más complejos, más singulares y tiende a cierta estetización –tal como pudo verse ya, por ejemplo, con la física cuántica, la termodinámica o la cacología.
¿Qué esencias se pueden ver en tus obras respecto a la educación y formación que tienes?
No creo en esencias absolutas e inmutables. Todo es un proceso, un continuo cambio. Pienso que hay que atender a las propias necesidades y a lo que ocurre alrededor y no dejarse ‘engañar’ fácilmente, sea por uno mismo o por otros, pues es muy fácil –aunque, paradójicamente, el arte sea pura mentira o ficción, pues no trata con verdades propiamente dichas. El artista tiene la capacidad de transformar, de jugar con lo establecido y de ponerlo en duda, por eso Platón no se fiaba de ellos. En definitiva, hay que estar continuamente aprendiendo, tener los pies en la tierra y apartar un poco ese ego o ensimismamiento que suele cultivarse tanto en occidente. Creer tan solo lo justo para seguir creando-jugando.
“El artista tiene la capacidad de transformar, de jugar con lo establecido y de ponerlo en duda, por eso Platón no se fiaba de ellos.”
La poesía es una de tus grandes pasiones. ¿Hay ensayos poéticos en el proceso de esculpir sus obras?
Sí, de hecho he trabajado y trabajo en un proyecto junto la poeta Chantal Maillard titulado Dónde mueren los pájaros, que consta de varias fases en diferentes ciudades (Málaga, Nueva Delhi, Granada, etc.). Lo interesante para mí es la construcción de metáforas visuales. 
Desde la obra El maizal (2005) hasta Y si una mujer viniera (2017), ¿qué proceso de cambio has experimentado como artista? 
El proceso de trabajo ha ido cambiando de forma progresiva, atendiendo, como ya he dicho, a mis propias necesidades. El propio proceso es lo importante, y no la obra final, ya que es una forma de autoconocimiento constante y de sobrevivir aquí, en este mundo tan agresivo por el exceso de información y la rapidez propiciada por las nuevas tecnologías. Quizá antes intentaba impresionar con obras más efectistas, como puede apreciarse en proyectos como El Maizal, que creé especialmente para que personas invidentes pudieran hacerse imágenes mentales a través del tacto. Ahora intento ser más sobrio, ir más al grano. Claro, creo que esto es quizá por lo da la madurez. Ha sido importante para sentarse durante unos años y reflexionar, realizar una tesis doctoral sobre un tema que me inquietaba mucho (El cuerpo accidentado en el arte).
Para el que no conoce bien tu carrera artística, ¿con qué proyecto hasta la fecha te sientes más identificado? ¿Y cuál crees que es el mejor que te representa desde tus inicios hasta la actualidad?
No sabría decirte, pues yo era otro ayer y seré otro mañana.
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¿Qué piensas del pasado, presente y futuro que tiene la expresión artística en España?
En España hay creadores con un trabajo que nada tiene que envidiar a artistas extranjeros. Creo que necesitamos valorar mucho más lo nuestro, aunque sin perder de vista lo que está sucediendo fuera y sin caer en un ensimismamiento. Es importante salir un tiempo, abrevar otros aires y aprender mucho de otros. Por suerte contamos con una cultura riquísima. Pienso que debemos ser responsables de nuestro legado cultural, defenderlo y, a la par, estar abiertos a otras expresiones.
¿Qué significa para ti como artista la tendencia del siglo XXI hacia el ‘arte fácil de Instagram’?
Por suerte y por desgracia vivimos en un mundo cada vez más globalizado. Las nuevas formas de comunicación que han propiciado las nuevas tecnologías han revolucionado nuestra forma de estar en el mundo, de representarlo. Instagram (así como otras redes sociales) es una herramienta más que debemos utilizar con cierta cautela, pues considero que es un arma de doble filo. Creo que existe una sobreproducción de imágenes cuyos referentes hemos perdido. Vivimos volcados en una vida virtual que podrá tener consecuencias fatales en un futuro (ya las tiene).
Así como proliferan las imágenes, también desaparecen como si fueran un bien de consumo desechable. Y esto nos mantiene en un estado de insatisfacción, sobreexcitación y pasividad constantes, algo que interesa al mercado. Mientras tanto olvidamos que tenemos unas manos y unos pies, que vivimos en un mundo físico y que es importante el contacto en nuestra relación con el entorno, con otros (sea humano, animal o vegetal). Instagram puede ser muy interesante, sin duda, pero pienso que hay que tratar de no añadir más ruido y no confundirse tanto. Vivimos en la cultura de lo fácil, de lo ‘ya hecho’, y olvidamos nuestra capacidad creativa, el potencial que tenemos como cuerpo y organismo.
Tu exposición Polvos de avispas para la Fundación Once en ARCO (2013) fue todo un éxito. ¿Piensas que son necesarias exposiciones de arte de mayor embergadura en España y que el arte se basa en el clasismo económico?
Fue todo un honor realizar un proyecto para la Fundación Once, pues la diversidad funcional es un tema que me apasiona. Es importante tomar conciencia de su valor en nuestra sociedad. Yo soy un supuesto ‘discapacitado’, un ‘no apto’. Y mira, tener una ‘misnusvalía’ (término que detesto) ha hecho que explore el cuerpo y el espacio y desarrolle cosas o habilidades que de otra forma quizá no hubiera sido posible; me ha hecho evolucionar de forma diferente. Lo que puede ser un impedimento u obstáculo puede convertirse en una puerta hacia otras posibilidades. Vivimos constreñidos por los límites o parámetros que se nos imponen en nuestra sociedad. ¿Cómo podemos conocer nuestro potencial cuando ya, desde que nacemos y desarrollamos nuestro cuerpo y sentidos, se nos está condicionando? Quizá el sistema educativo de nuestras escuelas oficiales inhiba muchas más capacidades de las que fomenta.
Las obras de arte, como casi todo, se intentan producir como mera mercancía. Con ella se especula demasiado. No es extraño que utilicemos más la expresión ‘producir piezas’ que la de ‘crear obra’. Vivimos subyugados por los imperativos del mercado, sin duda. Deberíamos intentar no clasificarlo todo demasiado, reinventar nuevas fórmulas en el arte más acordes a nuestra medida y naturaleza humanas, dos conceptos bastante problemáticos, pues el Humanismo ha perdido vigencia y ya no sabría definir con exactitud ‘naturaleza’ en la actualidad.
Has expuesto en Londres, la India y España. ¿Cuál sería tu próximo destino para exponer?
Próximamente será en Berlín, en Künstlerhaus Bethanien. Es un centro de arte importante, y formaré parte de su programa internacional de residencia para artistas durante el 2018.
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