Hay que estar en contra de la moda y, sobre todo, en alerta continua para que el sistema, el entorno de la cultura y la organización de los museos no se te coma. Antoni Miralda, artífice y creador que lleva años dejando huella en el mundo artístico, nos sorprende con nuevos proyectos en los que no deja de inventar objetos y obras de arte comestible. Con cincuenta y cinco años navegando en la práctica artística se ha convertido en uno de los artistas nacionales más importantes a nivel mundial. Charlamos con él sobre comida, ritual, color y simbolismo, la fuerza del sistema y la importancia de mantenerse fiel a sus principios y sobre cómo su carrera internacional le ha inspirado a crear su propio estilo de vida.
Todo comenzó cuando aterrizaste en París. ¿Crees que fue la ciudad lo que te inspiró? ¿O más bien todo comenzó en Nueva York?
Ambas ciudades y experiencias fueron claves en mi avance y evolución. Todo empezó en 1962, cuando realmente aquí en España no tenía posibilidades de sobrevivir, de respirar, de poder experimentar. Tenía diecinueve años y quería ser artista. París parecía ser la única posibilidad rápida de tomar el tren, cruzar la frontera, y comenzar mi sueño como artista. Lo que iba a ser una estancia de cuatro meses se alargó a seis años increíbles. Puedo decir que Paris fue ‘mi vuelo de despegue’; pude sentir finalmente una libertad inaccesible en España en aquel entonces. Empecé a explorar muchísimas cosas gracias a esta gran ciudad y su gente, una mezcla étnica maravillosa y para mí inexistente.
Sin embargo, ‘mi aterrizaje’ fue al llegar a Nueva York. Me atraía mucho el mundo anglosajón y una exposición en Chicago me animó a coger otro vuelo. Es en los Estados Unidos donde realmente se puso en marcha todo el sistema ambiental y una serie de experiencias que me permitieron poner sobre la mesa mis proyectos. Descubrí una cantidad de substratos, de niveles y de cultura de lo más seductora.
Uno de tus proyectos más reconocidos ha sido El Internacional Tapas Bar & Restaurant de Nueva York. Transformaste un restaurante en una obra de arte, convirtiéndolo en uno de los lugares más carismáticos de la ciudad. ¿Cómo nace esta idea?
El Internacional Tapas Bar & Restaurant nace cuando conozco a Montse, quien tenía un restaurante muy interesante, sofisticado y muy bueno en Barcelona. Fue de las primeras chefs en tener un restaurante, que se llamaba Montse Guillén MG. Al conocerla estuvimos hablando de crear un proyecto juntos en Nueva York y de esta idea y del deseo de querer expandir esta pieza, trajo consigo el querer concebir un restaurante como una obra y una performance en un ambiente americano.
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Sin duda alguna, fue un papel clave en la transformación social y cultural. ¿Cómo consigues reunir a infinidad de celebridades, como Warhol, Basquiat, Keith Haring, Sara Montiel, Michael Douglas, Umberto Eco, Pina Bausch, David Lynch, Robert de Niro o Grace Jones, entre muchos otros? ¿Dónde está el truco?
El espacio del restaurante tenía una serie de energías, vida y trato diferenciadores. No era solo un restaurante, sino que era una obra que abarcaba una mezcla histórica de la ciudad (y del país) en sintonía con unos visuales y unos contenidos estéticos con mensajes especiales y auténticos. Funcionó como un imán: la gente comenzó a venir y, teniendo en cuenta que en ese momento no había otro tipo de propuesta igual, se convirtió en el punto de mira.
El barrio también ayudó: donde no existía nada vimos un gran potencial por sus maravillosos espacios y los artistas que los adueñaban. Aportamos mucha vida y movimiento al barrio y creamos un cambio, un interés. ¡No hay truco! Todo esto fueron coincidencias que surgieron conforme se iban reuniendo todas las energías procedentes del buen trabajo y el esfuerzo, unidas a una fuerte pasión por el arte y la gastronomía.
A todos nos hubiera encantado poder vivir en esa época en la que el glamour, trivialidad, arte, creatividad y talento convivieron juntos en la ciudad de Nueva York. ¿Qué se siente al poder decir que formaste parte de ella?
Creo que he tenido mucha suerte y siempre he estado rodeado de amigos que han querido compartir. Los proyectos no llegan a realizarse ni a nacer si no hay un entorno, unas ganas y un mínimo de interés, y esto es lo que en esa época hacía única a Nueva York, o a los Estados Unidos en general. Tiene una gente, una dosis de humanidad y de libertad que te dan la energía suficiente para crecer e ir a por más.
El 14 de febrero de 1986 reuníais en El Internacional Tapas Bar & Restaurant a más de sesenta hermanos/as gemelos/as para festejar el primer Face to Face de la historia. Treintaiún años después, habéis recreado ese escenario en Casa Bonay, Barcelona. Cuéntanos sobre esta celebración y tu interés por los gemelos.
A nivel personal siempre me ha fascinado el tema de los gemelos: un nivel imaginario, un doble, un álter ego. Y todo este mundo a través del espejo. Un espejo es como un gemelo: te ves a través de él.
Twins Day nace de la idea de darle la vuelta a la fecha de San Valentín. Para mí es una fecha tan tópica y tan marcada en el mundo americano que me pareció interesante trabajarla de algún modo. Por esto, el día que se celebró en Nueva York en 1986 fue el día de San Valentín. Mezclé conceptos como el amor, el doble, el reflejo y el narciso, y surgió un nuevo concepto que hoy día se ha vuelto a recrear y resurgir en Casa Bonay con veintidós gemelos bajo el nombre Face to Face. Fue un momento de experiencias, de compartir y de vivir otro nivel de comunicación a través de espejos, una mesa, ingredientes y sabores de lo más suculentos.
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Recientemente, el MACBA de Barcelona te abrió sus puertas con la exposición Miralda Madeinusa. ¿Qué supone poder exteriorizar todo el trabajo de tantos años en una sola exposición y ‘entre paredes’? 
Los proyectos y las obras pueden generar ciertas energías, las cuales hay que reactivar. No se pueden quedar en un libro o en la memoria, y estar en el MACBA nos permitió a Montse y a mí reunir catorce proyectos que desarrollamos en nuestra carrera artística en los Estados Unidos y, en cierto modo, exteriorizarlas. Ha sido un placer observar a los visitantes de la exposición, ver que vivían una experiencia de modo visual y activo y que entendían el tema de ‘made in USA’. Fue una gran oportunidad para dar a conocer con mayor detalle y generar conexiones entre un proyecto y otro, y esto es muy positivo.
Has creado Fod Cultura. ¡Nos fascina este proyecto! ¿Qué te lleva a realizar objetos y obras artísticas implicando comida? ¿Qué simboliza para ti Food Cultura?
Food Cultura es un proyecto iniciado junto a Montse Guillén justo después de una exposición universal que llevamos a cabo en Hannover. Surge a raíz de varios proyectos y vivencias con los que exploramos la comida y sus múltiples implicaciones artísticas, sociales y económicas en todas las culturas. Se define la idea de crear una institución, una base de intercambio de ideas y acogida de artistas. El objetivo era crear una red de colaboración internacional dedicada a la comunicación, la investigación y la historia global de la comida, las costumbres, las experiencias culturales y el arte contemporáneo.
A pesar de que Food Cultura existe físicamente en un espacio muy pequeño en La Boquería de Barcelona, llamado Food Cultura Satélite Boquería, no es solo físico sino que es algo más. Surge entonces la Fundación Food Cultura, con un formato muy pequeño y humilde para poder realmente intercambiar ideas y sensaciones.
Además, habéis realizado un vídeo llamado Brainfood, ¿de qué trata?
Brainfood es una reflexión sobre el ciclo, el crecimiento, el agua y, por supuesto, la alimentación. Expresamos a través de un vídeo de más de tres mil fotografías el proceso de la vida y la muerte, el eterno ciclo de la germinación y la inherente capacidad de reciclaje de una semilla, en este caso la Porotos Señorita (una variedad de judías chilenas). Con el vídeo, limitado a mil copias, buscamos recaudar fondos para la Fundación Food Cultura.
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¿Cómo has encontrado tu forma particular de expresión? ¿Qué hay detrás de tu obra?
Al final y personalmente, lo que me interesa es salir de la monotonía y del día a día. Sobre todo, me centro en observar la cultura popular. A partir de esta observación y experiencia, puedo poner en marcha una serie de proyectos, los cuales requieren mucho tiempo y un equipo. Todos están relacionados con un mismo interés, el de trabajar con la comunidad en conexión con las escuelas de arte locales. Es importante apoyar e interaccionar con escuelas y otras entidades que tengan ganas de compartir.
El rol del artista de la sociedad actual parece mucho más dispar que el del artista de entre los años sesenta, setenta y ochenta. ¿Qué papel dirías que juega el artista de ahora en diferencia al artista de cuando comenzaste?
Hoy día las escuelas de arte fabrican artistas. En aquellos momentos el arte surgía de la nada pero lo que ha cambiado, sobre todo, son los contextos. Actualmente existe una conciencia que antes no existía. Hay artistas que pueden reflejar en sus obras aspectos más críticos o irónicos. En el momento en el que empecé (años sesenta y setenta) el artista estaba interesado en ‘hacer arte por hacer arte’. En París hubo un gran momento para la pintura, para la abstracción, para el pop, etc.; un sistema más organizado y natural sobre la idea del arte. Luego entraron muchos otros, llegaron nuevas épocas y surgieron así nuevas propuestas.
Vives donde trabajas. ¿Cómo es la casa de un artista como Antoni Miralda? ¿Qué nos podríamos encontrar?
Es una acumulación, un archivo, y una casa universal. Hay tantas maneras y modos, gustos y texturas que no tiene realmente nacionalidad. Es una simbiosis de todo: viajes y proyectos.
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