Aunque haya estado escondida en la sombra mucho tiempo, su influencia es notoria en muchos aspectos. Esther Planas tiene un espíritu rebelde incansable que sigue luchando en contra del patriarcado, la pobreza, el abuso de poder, el capitalismo y el consumismo. Se expresa a través de la escritura, la danza, la performance, la música y las instalaciones, además de la edición y la publicación de volúmenes editoriales. Durante su adolescencia en Barcelona, se vio rodeada por todo tipo de artistas de la escena underground de los 70: ilustradores de cómic, músicos, actores, artistas, directores de cine y bailarines. Creó las revistas Darkstar, un fanzine muy oscuro, y V.O., una publicación con contribuidores de la talla de José Luis Brea, Ouka Lele o Diego Manrique, que ahora están en el archivo del MACBA. Siendo un personaje tan completo, nos sentamos a hablar con ella sobre su vida, obra y pensamientos.
A modo de introducción, ¿podrías presentarte a nuestros lectores?
Me gusta citar a Bartebly y decir: “Preferiría no hacerlo…” así que adjunto mi CV, que es lo que se lleva hoy en día (premios, becas, etc.).
Esther Planas, Barcelona, 1960. Vive en Londres. Estudió Danza Contemporánea en The London Contemporary Dance School, Londres; en L’Institut del Teatre Barcelona; en Area Spai de Dansa; y en La Caldera (Barcelona), entre 1978 y 1996
Publicó la revista V.O., 1984-1985. Barcelona, España.
Miembro Fundadora de la cooperativa artística Five Years, Londres. 1998-2016
Miembro del Comité Científico en Eme3 Architecture Festival, Barcelona. 2011-2016
Actualmente cursando un máster en Investigación (Master Research on Theory of Art and Philosophy) en Central Saint Martins.
Miembro del LUX Critical Forum, que tuvo lugar en LUX, Artist Moving Image, Londres. 2014-2015
Beca: The Trask Foundation Bursary, 2014-2015
Nominada a los 20º Paul Hamlyn Foundation Art Awards, 2014
Participante seleccionada: 8th Performance Festival of Cali, Helena Producciones, Cali, Colombia. 2012
Beca: BCNProducció/10, Barcelona. 2010
Ya llevas trabajando mucho tiempo. Has publicado revistas y fanzines, creado instalaciones, creado y cantado en un grupo de música, hecho performance, enseñado a otras personas y artistas, etc. ¡Eres increíble! ¿Qué querías ser de mayor (profesionalmente) cuando eras pequeña?
Yo diría que mi profesión ideal cuando era niña, al menos hasta donde puedo recordar, era la de formar parte del peculiar grupo social alrededor de Peter Pan; los que vivían en un árbol mágico en una isla eternamente. Significaba la libertad y el desprecio por la autoridad, a la vez que era inclusivo con todos los marginados (huérfanos, la tribu india, las sirenas, Campanilla, etc.), y eso me llegó al alma. Mi sueño hubiese sido abandonar este mundo tal y como lo conocemos –capitalista y disfuncional–, y pertenecer a un lugar mejor. Cuando echo la vista hacia atrás, hacia mis actividades y a cómo me he comportado, veo la esencia de ese arquetipo. Pero no como un niño que no quiere hacerse mayor, sino al revés: como un espíritu mayor que quiere volar por encima del mundo opresor que hemos creado y poder construir alternativas reales (como la cooperativa artística de la que formo parte, Five Years, en Londres).
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Cantar, escribir, fotografiar, actuar… Tienes muchas formas distintas de expresarte. ¿Cómo decides con qué medio/técnica expresarte en cada ocasión? ¿Cómo es ser tan polifacética?
Hay un gran sentido de la exploración y la experimentación en la base de mis intereses, que son muchos. Cuando fui a Londres a estudiar danza, me di cuenta que estaba interesada en lo que por entonces todavía era muy incipiente: el arte multimedia, que consistía en percibir y trabajar con herramientas de distintos medios. Me encantaba este concepto y sentí que era yo misma inmediatamente. De pequeña destaqué en la danza, el dibujo y la escritura. Quería ir al Royal College of Art en 1982-1983 (donde encontré un curso llamado Environmental Media), pero el precio para una estudiante española (España todavía no estaba en la UE) era desorbitado. En cualquier caso, fue en el Londres de los años 80 donde me di cuenta que no era solamente una bailarina; sentía demasiada curiosidad por otras cosas. Me encantaba la idea de editar mis propios videos, montar instalaciones multimedia, y de hacer cosas todavía por conocer. Al fin y al cabo, y ahora es más fácil de entender para los jóvenes, hay muchos de nosotros con múltiples talentos e intereses. Ser polifacética, como tú dices, fue muy duro en el pasado y todavía lo es para mi generación. Casi nadie lo entendía ni lo apoyaba, pero ahora es casi una obligación para todos los estudiantes de arte (¡impresionante!). En el pasado tuve que lidiar con esa sensación extraña de sentirme anacrónica, especialmente cuando volví a Barcelona. Pero no puedo evitarlo. Creo que heredé la personalidad de mi bisabuelo (enterrado en Cuba), quien fue ingeniero náutico y uno de los primeros capitanes de un transatlántico a finales del siglo XIX y principios del XX, que además inventó un aparato volador llamado “polielicóptero” en 1910 en Venezuela (que estaba acabando antes de morir). A ver, ¿qué hace un lobo marino soñando con volar? Pues así soy yo también, siempre queriendo ir más allá.
Si pudieras cambiar una sola cosa de nuestra sociedad (en este caso, la occidental o, más específicamente, la británica), ¿cuál sería y por qué?
¡Me recuerdas al genio de la lámpara! (Risas) Pero en vez de concederme tres deseos, solo me dejas uno. Bueno, entonces la respuesta es TODO. Para no alargarme lo cambiaría todo, lo pondría todo patas arriba.
Estoy bastante de acuerdo con muchas de las cosas que dice el líder del Partido Laborista, Jeremy Corbyn. Apoyo sus ideas sobre ayudar a las personas a convertirse en seres más respetuosos y justos. Lo que ha pasado es que la sociedad se ha convertido en una amalgama de células individuales competitivas y hostiles, y no vale la pena. No tiene sentido. ¡Hace de la vida un infierno! Tuve la oportunidad de conocer a Chrissie Hynde de The Pretenders, que es una chica estadounidense viviendo en West London, y me dijo que no puede creerse lo que está pasando aquí y que se siente como una alienígena. Fue una señal muy interesante: si Chrissie Hynde se siente como una alienígena en Londres, entonces no era extraño sentirme así también. No se trata de ser negativo o estar celoso de la gente uber rica, ¡pero una mayoría de ellos es tóxica y el mundo que han creado lo es todavía más! Mi deseo es que haya un giro humanístico, y que al fin podamos alcanzar los sueños de igualdad por los que tantas personas han luchado y muerto. Además, hay un nuevo movimiento en Los Ángeles que me encanta. Ojalá hiciéramos algo parecido en Hackney/Londres.
Eres muy punk, y siempre has desobedecido las normas y lo establecido, además de criticar continuamente el statu quo. ¿Podrías contarnos alguna de las experiencias más radicales de tu vida?
(Risas) ¡Me encanta que veas una punk en mí! (No como ese comisario de arte de Barcelona que sigue ignorando mi trabajo en su supervisión global del espíritu punk en los artistas; para más info, visitad el MACBA…). Siento decirlo públicamente, pero es tan adecuado que preguntes esto mientras estoy siendo eliminada e ignorada en la historia del arte de mi propia ciudad por algunos gatekeepers…
Igualmente, ¡ojalá hubiese sido más punk! No he hecho suficiente. Cuando tenía 12 o 13 años empecé a percibir la naturaleza real y oscura de la sociedad en la que me crié. Esta sociedad era fascista, patriarcal y muy autoritaria, y siempre he reaccionado muy mal con las figuras de la autoridad. Esta sensación de rabia y cólera hacia cualquier abuso de poder siempre ha estado en mí. Supongo que el hecho de ser mujer también me ha expuesto más a los abusos: siempre he sido desacreditada, no he tenido el derecho a tener mis propias opiniones, no me han tomado en serio, me han criticado y reprimido. Me sentía muy sofocada por esta sociedad de “machos” fascistas. Así que me rebelé y dejé la escuela; me fui y dije: “¡Hasta nunca a todos!” Esta fue una de las experiencias más radicales en mi vida, y tan solo tenía 14 años. Unos meses después empecé a trabajar en un bar bastante único en Barcelona llamado La Araña (que cada cierto tiempo era asaltado por la policía). Esto era a mediados de los 70, y luego empezó algo todavía más radical.
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Llevas más de una década trabajando con Five Years Gallery, una galería llevada por artistas y basada en un proyecto entre doce personas que no siguen una dirección en particular. ¿Qué clase de obras y exposiciones podemos ver allí? ¿Cuál es el último proyecto que has expuesto/programado?
Oficialmente, formo parte de Five Years desde 2006, pero, de manera no oficial, he estado allí desde que comenzó. Siempre he visto a los artistas como agentes, creadores de contexto. Ya actuaba como tal cuando era editora y colaboradora de una revista autoeditada, V.O., de 1983 a 1985. Para mí, aquello era una práctica artística que comenzaba de cero.
Muchos espacios llevados por artistas acabaron siendo galerías, y sus fundadores, comisarios de arte o burócratas. Lo que nos hace especiales en Five Years es que continuamos siendo artistas y educadores; no vamos detrás de un cierto diseño neoliberal en particular, no somos como muchos artistas de nuestra época. Llevar un espacio cooperativo entre artistas como Five Years es, en vistas de cómo nos han ido las cosas, un experimento continuo, y queremos seguir con esa esencia de laboratorio. Siempre estamos haciendo pruebas y cuestionando un montón de aspectos, tanto estructurales como formales, y siempre llevamos las cosas a otro nivel.
Uno de nuestros principios básicos desde que comenzamos es que siempre debemos incluir a los demás, facilitar el diálogo entre todos para poder crear más proyectos de tipo colaborativo, por eso hay menos exposiciones individuales. Por ejemplo, desde 1998 no he programado más que un par de ellas. Siempre tratamos de invitar a otra gente, experimentar con ellos; se trata de generar conversaciones, producir pensamientos, experiencias y diálogo. El hecho de que seamos artistas que ponen su propia obra a disposición de algo colectivo no se suele entender bien. Ahora estamos polarizados: somos artistas/comisarios. Pero nosotros no nos vemos como ninguna de las dos cosas, es más complejo, significa que puede interpretarse desde muchos puntos de vista.
Tuve el placer de ver, leer y disfrutar tres ediciones distintas de la publicación Dark Star. Me encontré con imágenes porno, dibujos de un muff de Spiderman y una flor vengativa con súper poderes, manga japonés, textos escritos a mano, envoltorios de medicamentos, todo tipo de fotografías, etc. Cuéntanos un poco más sobre ello.
El proyecto Dark Star comenzó en Barcelona en 1997, antes de mudarme a Londres. En aquella época, los 90, había un espíritu un poco nostálgico e intentábamos recuperar cosas del pasado, allá por los 70. Así que, por supuesto, conecté con ello inmediatamente: la estética, el amor renovado por el punk, hacer collages y fanzines, etc. Aunque no se asumía ningún riesgo político, era muy interesante y tenía bastante potencial.
Por ello, la idea de volver atrás a este tiempo surgió. Se trataba de volver a experimentar con el baile, la música, la escritura, y yo ya había experimentado con la fotocopia. De alguna manera, esta combinación me hizo pensar: “¿Por qué no empiezo un fanzine?” Y entonces, el fanzine se hizo cada vez más grueso. Era como una investigación genial sobre la fotocopia y el collage, ¡fue una gran experiencia! Tuve varios colaboradores, todos gente con la que solía salir por ahí, y simplemente me daban sus cosas y materiales para que yo hiciera collages y lo combinara todo. El resultado eran conjuntos de cosas que tenían relación y relevancia en mi vida y en la época. En Five Years hice una obra llamada Dark Pop, que fue como la publicación expandida. En 2000, presenté una obra en la Metronom de Barcelona, ya cerrada. Allí monté una instalación que era como un Dark Star tridimensional, con un gran cojín para tirarse a ver mis películas y publicaciones. En Londres solo lo llevé por dos sitios: la Serpentine Gallery y una tienda de ropa de Soho.
Un día, Alexandre Thumerelle de OFR Distribution en París (encargado de la distribución de Purple, Self service, TOKION, etc.) me preguntó sobre Dark Star y comenzamos a trabajar juntos. Normalmente pagaba por la producción de 75 ejemplares, y luego los vendía en sitios como Colette o tiendas en Tokio o Nueva York. Dark Star siempre se agotaba. Ahora están en el archivo del MACBA, por si los queréis estudiar.
Uno de los proyectos en los que has participado desde 2008 se llama Escuela de Calor, y tiene como objetivo crear un espacio aural físico y mental que cuestiona la distribución y ubicación tradicional del conocimiento, además de desmantelar todas las nociones ortodoxas sobre la verticalidad de la educación. Básicamente, enseñas todo esto a través de talleres en espacios públicos. ¿Cómo empezó todo?
Cada vez era más y más evidente que las cosas se estaban volviendo muy conservadoras y el lenguaje más burocrático: las declaraciones de los artistas, cuando tenían que pedir una beca, alojarse o trabajar en residencias, obtener un doctorado para poder trabajar enseñado, etc. Lo que no es tan aparente es que, en realidad, este fenómeno es muy anglocéntrico (o de Europa del norte) y viene de una idea de orden y superioridad estructural propia de una clase media blanca del norte. Para colmo, nuestros gobiernos todavía mantienen una idea mercantilizada de lo que es joven, emergente y tiene potencial. Como artista, no necesitas un CV, solo “tener potencial”; o sea, conseguir el título más importante o estudiar en la escuela más cool.
En 2009, llegó un punto en que esta situación me generó mucha claustrofobia, y decidí llevar a cabo una acción en Five Years llamada Solo sé que no sé nada. El objetivo era recordar a la gente quién era Sócrates, el vino, las olivas y las conversaciones bajo los árboles al estilo mediterráneo. Esto fue como un prototipo de Escuela de Calor. Evidentemente, es autobiográfico porque, ¿quién es la persona sin educación? Yo. Yo y los que, como yo, no tienen dinero suficiente para asistir a “escuelas geniales”. Estoy harta del servilismo de los mediterráneos a los del norte global. Escuela de Calor reta el orden establecido, genera ideas y preguntas, críticas y forénsicas, cualquier cosa para desmantelar, deshabilitar y deseducar nuestras vidas programadas según el norte.
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El proyecto Escuela de Calor llegó al norte de Europa, en concreto a Bruselas, en 2013. ¿Esperabas que EDC llegara allí? ¿Cómo te sentiste? ¿Qué importancia tuvo para ti que EDC saliera del sur de Europa?
EDC llegó a Bruselas de la mano de una pareja francesa de jóvenes artistas que formaban parte de De La Charge, un espacio de arte independiente. Cuando llegué allí, la gente que me había invitado ni siquiera estaba; los días que habían programado Escuela de Calor coincidían con las vacaciones, y no se habían dado ni cuenta. En ese sentido, la organización fue un follón, así que acabé estando con solo dos personas. Pero al final todo acabó bien: decidí que usaríamos la galería como campamento y allí acampamos, por lo que el espacio se convirtió en una abstracción de una tienda nómada. Bebíamos té, amigos o gente que pasaba por ahí nos visitaba, cogíamos materiales de la calle con los que luego trabajábamos, charlábamos y dábamos vueltas, tuvimos un montón de conversaciones de las que salieron ideas y también tuvimos tiempo de pensar. Era un espacio donde cuestionar nuestra visión de las cosas y de nosotros mismos en general. Bruselas se enfrenta a cualquiera que tenga un poco de sensibilidad en cuanto a su pasado oscuro, del que tampoco hacen mucha propaganda. Au contraire de Alemania, que parece que sigue cargando con el peso de la culpabilidad y el mal, Bélgica sigue ocultando un pasado colonial genocida que se ve a leguas, como se suele decir. Los abusos que llevaron a cabo en el Congo se ven por todas partes, desde su famoso chocolate y las aventuras no tan inocentes de Tintin, hasta el Museo de Arte Africano más descarado de Europa, con esculturas y monumentos a su rey genocida Leopoldo II, imagen de la supremacía blanca sobre los nativos salvajes.
Esta es la esencia de Escuela de Calor: parece inocente y nada amenazante, pero, en el fondo, es una metodología de descolonización, una hermenéutica Marxista histórico materialista, una práctica crítica in situ y, básicamente, un acto de conspiración.
Ya hemos visto en la entrevista que eres una persona con mil historias que contar. ¿Queda alguna historia por contar en secreto? ¿Hay alguna que, aunque te mueras por contar, no ha surgido el momento o la oportunidad de compartirla con el mundo?
A ver, secretos, en el sentido estricto de la palabra, no tengo. Pero sí que tengo lo que Deleuze y Guattari describieron como la capacidad natural de las mujeres de tener secretos mediante la transparencia. Durante varios años, mi trabajo se basó en esta idea de sus narrativas, y expuse estos secretos sobre aflicciones mentales adolescentes, deseo sexual, abuso, adicciones, etc. De alguna manera, hablaba de experiencias que conocía. Quizá haya alguna historia que sigue en secreto. A veces me pregunto qué es lo que tiene la verdad, que, o es muy fea o carece de interés totalmente. Normalmente, un secreto es algo que ocurrió pero que no se puede revelar, ya sea por miedo a las represalias o por vergüenza.
Creo que es un tema que me resulta fascinante, y es una de las razones por las que soy pensadora/filósofa (aunque no cualificada todavía). Busco destapar las verdades en nuestras estructuras y comportamiento social, en lo que no se dice o se cuenta, en lo que no está ahí y por qué se ha hecho invisible. Tener tengo esos “secretos” (o verdades latentes) como mucha gente tiene, los cuales en una situación ideal sería genial revelar al mundo.
Para terminar, ¿qué consejo darías a los jóvenes creativos que buscan su lugar en el mundo?
La verdad es que apenas encuentro las palabras adecuadas. Veo con pesimismo y cansancio cómo siempre algunos de nosotros (y muchos antes que nosotros) han luchado por un mundo mejor y más justo, y cómo las “contrarrevoluciones” siempre ganan. Las llamadas industrias creativas parecen vivir en una burbuja, y se limitan casi exclusivamente a hacer de máquinas de propaganda en un mundo totalmente decadente y cínico. Necesitamos que vuelvan los pensadores, filósofos, humanistas, etc. Ya hay demasiados narcisistas, y es a causa de la expansión de la industria del ego: desde Gran Hermano hasta la Bienal de Venecia. Cuando me consideraba artista, no lo hacía por ser rica y famosa, sino porque era crítica, pobre y revolucionaria al mismo tiempo. Nadie veía la fama de la misma manera que acabó viéndose a finales de los 80. Las cosas cada vez están peor, sobre todo desde el 11 de septiembre. Todo se ha vuelto loco.
En estos momentos, no puedo dar consejo alguno, pero me pregunto: “¿Tener o no tener esperanza?” ¡Tengámosla!
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