Haters, personas incomprendidas y Romeos frustrados, necesitamos aprender a reírnos de nosotros mismos, recordar que nuestra existencia es incierta, y que, a veces, la vida es un poco menos macabra de lo que nos venden las notícias. La ilustradora Flavia Álvarez (1987), más conocida como Flavita Banana, nos enseña, tintero en mano, a valorarnos y a amar a los obstáculos y decepciones que la vida nos presenta —como por ejemplo ese ex que solo te escribe la madrugada de los domingos. Hablamos con Flavita Banana, una de las voces femeninas con más fuerza y sentido del humor de la escena actual. 
¿Quién es Flavita Banana? 
Soy yo, pero con otro nombre para que no se note que soy yo.
¿En qué momento encontraste tu identidad como ilustradora y comunicadora? ¿Qué viñeta, experiencia o reflexión llevó a Flavia Álvarez a ser quien es hoy en día?
Es algo difícil de responder, porque te das cuenta de las consecuencias al poder mirarlas desde lejos y ser algo extenso, pero no del desencadenante, ya que en su momento no le prestas atención. Que a día de hoy haga lo que hago es una suma de catástrofes y a su vez el estado en el que más a gusto me he sentido. A nivel estético toqué todos los estilos, hasta que fui honesta conmigo misma y me di cuenta de que los únicos ante quienes me quitaría el sombrero son los viñetistas clásicos; eso ocurrió en el verano de 2014. Súmale también todas las derrotas amorosas que siguieron a una ruptura tranquila pero monumental hace unos años, de esas en las que no se termina la relación, sino que empieza tu vida. Mi familia está compuesta básicamente por mujeres fuertes, de las que se lavan la cara y tiran adelante sea lo que sea que haya pasado. Yo me considero así también, pero creo que hay que descuartizar bien todo lo que está ocurriendo dentro de uno y cuando has descuartizado y analizado todo lo que te pasó, todas esas citas absurdas, todos esos polvos clonados, todos esos mensajes sin responder, todos esas voces y cuerpos distintos pero iguales, te das cuenta de que era todo ridículo y gracioso —y común para la mayoría. Lo explicas al público y todos se ríen y lloran porque ven que no están solos. No somos especiales y eso es fantástico.
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¿Eres feliz? 
Si te dedicas al humor es porque piensas mucho. Si piensas mucho te das cuenta de más cosas que la gente feliz.
Eres la medicina para muchos que no encuentran palabras para explicar lo que sienten, además has conseguido que nos riamos de la tristeza —y de nuestros ex. ¿Hablas de ti a través de tus ilustraciones?
En muchas sí, pero no hablan del presente preciso. Todas tienen un tono que corresponde exactamente a mi carácter, eso es verdad. Las escenas no son forzosamente cosas que me hayan ocurrido, a veces son lo que me cuentan por ahí. Quienes me rodean no se alteran si hablo de rupturas, por ejemplo. De hecho, no se alteran por nada de lo que diga en las viñetas, pero un personaje ha afectado al otro en la otra dirección también, y cada vez me repongo más fácil y ligeramente de cualquier contratiempo en el amor. Consigo sentarme en la silla del árbitro de tenis, miro la jugada, sonrío y sigo adelante.
¿Qué opinas de la figura del artista como mártir? 
Mira, pienso mucho en eso. A veces me doy cuenta de que estoy provocando una situación para que de ella salga algo jugoso para viñetas. Es decir, que mando al carajo una existencia apacible para poder seguir haciendo viñetas y que la gente sea feliz y esté menos sola. No creas que es así todo el día, pero ha habido situaciones en que me paré dándome cuenta de ello. Y en esas situaciones siempre me planteo lo mismo: si tuviera que elegir entre una vida llena de contratiempos, cambios y pasiones para bien y para mal en la que pudiera hacer viñetas hasta mis últimos días (mi vida actual, pero hasta la muerte) y una vida cómoda, predecible y llena de amor seguro; no dudo ni un segundo. No sé quién lo dijo, pero a la tumba prefiero llegar despeinada. Y si en el camino puedo reírme mucho y hacer reír con lo que dibujo, vamos a ello.
“La profesión del humorista es usar un lenguaje distinto con el cual se ponga en evidencia una estupidez mayúscula.”
Una de las viñetas que tengo más presente es la que dedicaste a los Juegos Olímpicos de Río 2016. En ella criticabas los titulares que algunos medios habían publicado sobre deportistas femeninas, por ejemplo el titular que aparecía en la prensa italiana: “El trío de las gorditas roza el milagro olímpico” (QS Quotidiano Sportivo). ¿Qué papel, por no hablar de obligación, tiene el creativo ante una situación de este calibre?
Lo bueno de los creativos, y más concretamente los humoristas, es que aquello que creamos no es un concepto, sino otro lenguaje para contar algo ya ocurrido, un concepto existente. Las peores cosas e ideologías que ocurren sobre la Tierra ya están allí, que nadie nos apunte a nosotros. Nuestro entretenimiento (talento, profesión, diversión, obligación, llámalo como quieras) es usar un lenguaje distinto con el cual pongamos en evidencia una estupidez mayúscula, por ejemplo, y si a alguien le molesta el chiste, que reclame ante el hecho, no ante nuestra versión. El caso de las olimpiadas era bastante paradójico para mí, ya que pareció que fuera la primera vez que esto ocurría. Esto ha sido siempre así e incluso peor, olímpica y mundanamente. Sólo que este año las redes sociales/noticias voladoras están que sacan humo y todo el mundo se entera de todo. Ojalá no tuviéramos nada que poner en evidencia.
De alguna forma eres la voz de la mujer contemporánea. Tus ilustraciones relatan situaciones cotidianas de forma cínica y humorística, en su mayoría relacionadas directamente con el colectivo femenino. ¿Te imaginas cómo sería el lenguaje y una posible tira cómica de ‘Flavito Banano’?
La verdad es que no. Me parecería interesante que eso ocurriera, que un hombre empezara a hacer algo parecido a lo mío, quizá así las personas que me han tachado de hembrista verían que las viñetas les parecen perfectamente normales cuando la verdad sale de boca de un hombre. No creo que yo esté retratando lo que nos ocurre a las mujeres concretamente, sino a mi generación aquí y ahora. Hay muchos y muy hombres que también me siguen y han entendido como todos los demás que somos iguales.
Hablando de seguidores… ¿Cómo incide el uso de Internet y de medios digitales en tu trayectoria profesional? 
No incide, es. No logro imaginar mi presente profesional si no hubiera existido Internet —seguramente sería florista, mi plan B. Internet ha supuesto el poder del pueblo, ya no hay jerarquías ni jefes ni agencias de publicidad que decidan qué tiene que gustarle a la gente. La gente consume directamente el producto que quiere y además puede mostrárselo a sus conocidos: renace el poderoso ‘boca a oreja’. Ese es el lado maravilloso y democrático de Internet, pero tiene su vertiente mala. Estamos todos en el mismo saco, mismo barco, y ya no debes temer al que te contrata sino al que te consume. La gente (virtualmente) comenta las imágenes de igual a igual contigo, porque estás en el mismo medio que ellos y pueden permitirse hablarte, en ocasiones de muy mala manera. Ni te imaginas la de pensamientos que he tenido al leer y releer libros del dibujante Jean-Jacques Sempé (1932, Burdeos), por ejemplo, y se han quedado en mi cabeza. Ahora no, ahora pueden decirte todo lo que piensan de tu trabajo, sin filtros y de forma muy fácil y pública, porque algo tiene que quedar claro: el que quiere alabar tu trabajo suele hacerlo por canales privados, pero los detractores siempre lo hacen en público. Ahí tienes que saber calibrar el respeto que merecen y gestionar cómo te afecta.
“No somos especiales y eso es fantástico.”
¿Hay unos valores fijos que reflejes y quieras transmitir en tu trabajo? 
Creo que el más importante, aquél que incluso repito mucho en persona y que es mi cruzada personal, es hacer entender a la gente que la vida se acaba. Que cada día que pasa no es uno más, es uno menos. ¿Que hoy es lunes 21 de marzo de 1998? Bueno, pues no volverá a ocurrir jamás. ¿Lo has saboreado? Me gustaría que la gente tuviera más en cuenta que todo, absolutamente todo es finito. Y eso no es malo, es algo maravilloso: intenta recordar la última vez que te acostaste con esa persona de quien estabas enamorada antes de que se terminara la relación. Seguramente no lo consigas, porque dabas por hecho la eternidad de esa situación. Si tuvieras siempre en segundo plano de pensamiento la caducidad de las cosas serías más feliz. Si logras asumir ese pensamiento de fondo todo cambia, las relaciones se vuelven etapas, pero pura alegría, o al menos eres más real ya que haces todo el tiempo lo que más vale la pena y lo que te define de verdad. Dejarías de aplicar filtros (en Instagram y en tu vida) y disfrutarías sonriendo cuando te metes bajo una ducha bien caliente —o bien fría, qué coño—, disfrutarías de todo. Pues más o menos así vivo yo.
¿Qué es un ex?
Un ex es un recordatorio constante de aquello que pudiste hacer mejor. Por lo menos esa es mi idea, centrarme en aquello que yo misma reconozco haber hecho mal y arreglarlo para el futuro. Te pongo un ejemplo absurdo: hace años yo trabajaba por las mañanas y estudiaba por las tardes, todo a contrarreloj. Vivía con mi novio de esa época, y como él tenía más tiempo me hacía la comida al mediodía y así podía echarme una siesta (amo las siestas). Un día sí y otro también yo criticaba lo que él había cocinado: demasiado frito, demasiado poco, demasiado soso, etc. Nunca presté atención a eso hasta unos años después de haberlo dejado. He llegado a disculparme ante él por todos mis errores pasados, no porque quiera arreglar nuestro presente, sino porque nada es más sano que la autocrítica y saber pedir disculpas. Cuando logras hacer eso, mirar atrás y analizar objetivamente el rol que ambos tuvisteis, y sobre todo los aciertos y errores que tú cometiste, has creado un ex. Hasta ese momento es sólo la estela del cometa que fue.
¿Qué le dirías a tu ‘yo’ adolescente? 
Que deje de reírse cuando le describo mi presente. Que las va a pasar de todos los colores, como todo el mundo, y que la clave no estaba fuera sino dentro. Que se enamorará como poca gente lo ha hecho, que la querrán mucho, que las series de TV del futuro son increíbles, que ahora la gente pinta en pantallas pero que ella seguirá usando tinta y papel. Nos reiríamos mucho, luego chasquearía los dedos y ella lo olvidaría todo.
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